¤¤ Capítulo 17 ¤¤
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Lucy sentía su corazón palpitando con fuerza contra su pecho. No sabía a dónde se dirigían, pues apenas y tenía vagos recuerdos de la mansión del conde. De lo que sí era consciente fue de como la música se oía cada vez más lejana, del apresurado paso del hombre a su lado y la fria brisa nocturna que le puso los vellos de punta.
—Lord Eucliffe, ¿me podría decir a dónde nos dirige?
—A un lugar donde no haya mirones ni escuchen lo que tengo por decirle —Lucy no podía decir que desconfiaba de él, pues a final de cuentas había entablado cierta relación a causa de sus padres. Pero el miedo era poderoso, y la motivó a clavar los talones con firmeza para detenerlo—. Lo siento, Lucy, es que necesito hablar con usted.
—Podría haberlo hecho allá.
—No, su galán no la deja ni a sol ni sombra. He sido paciente con todo esto, pero creo que merezco una explicación.
—No iré a ningún otro lugar hasta que no me diga qué es lo que busca —declaró con el tono más severo que fue capaz de encontrar en el pánico de su interior. Él pareció notarlo, pues de inmediato la soltó y suspiró cansado.
—Perdóneme, la he asustado —era una afirmación—, hay una banca detrás suyo, si gusta la ayudo a tomar asiento y...
—Puedo escuchar lo que sea que tenga que decirme, aquí, de pie.
—Lucy, de verdad lo lamento, es sólo que todo esto me tiene algo confundido. Sé que no tenemos mucho de conocernos, y fueron pocas las ocasiones en que tuvimos la oportunidad de platicar. Pero nuestros padres habían acordado una unión entre nosotros y...
—¿De qué está hablando? —Lucy dirigió toda su atención a su voz. Por supuesto que tuvo sus sospechas cuando Jude no hacía más que empujarla hacia él, pero que él lo confirmara le sentó mal. Era rebajaba a un simple objeto de intercambio para obtener beneficios—. En ningún momento yo acordé con usted este tipo de trato.
—¿Y con el escocés sí? Discúlpeme pero no lo acepto, me prometieron su mano y pensaba esperar el tiempo suficiente para hacer las cosas como eran debido y no asustarla. Ahora me niegan todo tipo de contacto con usted y ese bastardo hijo de una cualquiera no hace más que pasearse por todo Londres con usted colgada del brazo.
—No voy a aceptar este tipo de trato por parte suya, no me importa de quién sea hijo y qué tan bien se lleve con mi padre, así que le exijo que me deje en paz —Lucy odió no ser capaz de retirarse por sí misma. En ningún momento esperó aquel tipo de reclamos, ni tampoco el significado tan doloroso de aquellas palabras.
—No, no tiene idea de lo que tuve que sacrificar cuando me hicieron aceptar tratarla. Y ahora me quitan también esto, no pienso aceptarlo. —La presencia del hombre delante suyo se hizo cada vez más notoria, y Lucy trató de retroceder—. Sea prudente, sé que es lista. No tiene muchas opciones, y su nombre ha quedado por los suelos años atrás cuando ocurrió su desafortunado accidente. Si se casa conmigo, lo que queda de su reputación permanecerá intacta y la sociedad jamás volverá a hablar a sus espaldas. ¿Qué cree que obtendrá si deja que ese hijo de satán le siga husmeando alrededor? No sé porque su padre no se ha pronunciado al respecto, pero ya los mayores hablan de que la ha convertido en su amante y sólo han empezado a hacer cuentas. ¿Eso quiere? Los escoceses no son de fiar, y cuando se aburre de usted la dejará botada, sin nada más que vergüenza y pena.
—Lo diré por última vez, déjeme tranquila. —No podía creer todo lo que estaba escuchando, y trataba de dejarlo pasar, pero solían aquellas palabras que podían volverse realidad. Pero a ella también llegaba el fuerte aroma del alcohol, por lo que dedujo que era un caballero ebrio herido en su orgullo—. No quiero volver a tener ningún trato con usted.
—No me haga obrar por las malas —advirtió en un bajo susurro, y Lucy se preguntó cómo era posible que nadie los hubiese visto ya. ¿Y Natsu? El deseo de llamarlo era fuerte, un nudo doloroso que oprimía su garganta y le imposibilitaba respirar—. Lucy, sea sensata, le conviene más casarse conmigo que seguir colgando del brazo de ese bastardo como un trofeo.
—El único aquí que me quiere colgada de su brazo como un trofeo es otro -espetó, apoyándose en su bastón y buscando orientarse por los recuerdos y el sonido de la música—. Le pediré que no vuelva a dirigirme la palabra, si es tan amable.
Después, lo que siguió fue un tanto confuso. Lucy sentía miedo, vergüenza, algo de ira, pero el temor era el que predominaba en su cuerpo y volvía sus pasos temblorosos al volver a la mansión. Pero Sting no la dejaría marchar tan fácil, no después de todo lo que afrontó y lo que se le prometió si la obtenía como su esposa. El alcohol embotaba sus sentidos, y no fue la mejor opción ir tras ella y sujetarla para evitar que se fuera, porque aquello no podía terminar así. Pero ambos tropezaron, y Lucy no pudo detenerlo. Un grito subió por su garganta pero no logró salir cuando el pesado cuerpo del hombre sacó el aire de sus pulmones con un golpe brusco. Y ella golpeó el suelo con dureza. El dolor estalló en sus costillas y su pómulo derecho. En su boca saboreó la sangre y su muslo izquierdo protestó cuando sintió una rodilla presionando con todo el peso de aquel cuerpo ajeno.
El pánico se apoderó de ella, y su mente regresó a una oscura noche llena de lluvia y relámpagos surcando el cielo que rugía como una bestia furiosa. Luchó por salir, pero apenas se giró cuando Sting perdió nuevamente el equilibrio sobre ella, y una de sus manos aplastó sus costillas aprisionadas por el corsé. Aquello fue todo y Lucy gritó con todas sus fuerzas, empujando el cuerpo del hombre fuera del suyo y luchando histérica. Sting se quitó y torpemente trató de apaciguarla al notar la situación tan poco favorable en la que se encontraban. Pero ella solo oía los truenos de aquella noche y las lágrimas bajaron por sus comisuras, el dolor recorría su cuerpo y la sangre se deslizaba con lentitud dentro de su boca.
—¡Lucy! —llamaba Sting desesperado, intentando tranquilizarla para explicarle que aquello no era lo que creía.
—¡¿Qué crees que estás haciendo?! —Natsu cargó contra Sting, apartándolo de Lucy y golpeando sin piedad al hombre una vez lo tuvo bajo su cuerpo. La visión de él derribando a Lucy sobre la yerba lo hizo ver todo rojo en cuestión de segundos. Lo tomó de las solapas de la chaqueta, ignorando la sangre que surgía de su nariz—. ¡Responde! ¿Qué creías que ibas a conseguir con eso?
Lucy se incorporó un poco, hasta que el dolor en las costillas la hizo jadear y detenerse. Puso atención, aunque no podía dejar de temblar, y reconoció la voz de Natsu.
—¡No es lo que crees! Fue un accidente —Natsu volvió a golpearlo, esta vez en la boca del estómago y le sacó el aire. Pero al ver que tenía arcadas lo arrojó y se giró a Lucy.
—Lucy, ¿dónde te duele? ¿cómo te encuentras? —Sabía que con ello dejaba de lado la formalidad, pero ¡al diablo! Se sentía lo suficientemente cercano a ella para tutearla.
—Quiero irme —atinó a decir, luchando por contener sin éxito alguno las lágrimas. Natsu deseó volver sobre Sting y matarlo a golpes. De sólo pensar en lo que pudo haberle hecho a Lucy, lo ponía furioso. Pero era ella quien lo necesitaba—. Natsu, por favor, necesito ir a casa.
La ayudó a ponerse de pie, y tomó su bastón para colocarlo en su regazo. Sin darle tiempo a protestar clavó una rodilla en el suelo y la sujetó entre sus brazos. Lucy no se negó y con un brazo rodeó su cuello, enterrando el rostro en su pecho y tratando de calmar su temblor.
—Carajo, ¿qué ha pasado? —Natsu sintió algo de paz al reconocer la voz de su hermano Zeref. Se suponía que no asistiría, pues la condesa Ultear parecía estar muy insistente con él, y el mayor de los hermanos Dragneel había acostumbrado a escoltar a la señorita Vermillion para que él y Lucy tuviesen algo de privacidad—. ¡Por Dios, Lucy! ¿Estás bien? ¿Qué tienes?
—Zeref, ¿podrías encargarte del bastardo de ahí? Es eso o te llevas a Lucy y me deshago yo mismo de él.
—¡¿Sting?! —Zeref ya no sabía qué cara poner ante las cosas que veía, sacando sus propias conclusiones. Su mirada se ensombreció y asintió al comprender en las facciones severas de su hermano menor lo que ocurría—. Si te vas por este lado podrás llevar a Lucy sin que nadie los vea, encontrarás tu carruaje, vengo de ahí porque tu gato intentaba bajarse de el.
—Delata a ese hijo de...
—¡He dicho que es un malentendido! —Sting se apoyó sobre sus rodillas y suplicó—. Por lo que más quieras, esto no es lo que parece. Entiendo que se ve muy mal, pero jamás le haría algo así. Tienen que creerme. Lucy, por favor...
Natsu sintió la tensión en ella, y eso fue el factor suficiente para contenerse y no liberarla el instante necesario para partirle la cara a ese patán. Dejó las cosas en manos de su hermano Zeref y se alejó de allí a grandes zancadas. Conforme dejaban las luces y el sonido de la música detrás, los temblores de Lucy empeoraron, así como los ligeros sollozos que dejaba escapar a pesar de que luchaba por ocultarlos. Él sólo pudo sostenerla y tratar de consolarla con su presencia. Pero apenas llegó al carruaje y le pidió al cochero con un gesto que mantuviera silencio, éste asintió y les abrió la portezuela. No fue tan difícil como esperaba entrar con ella, y es que aquella noche la falda de su vestido no era tan voluminosa como se acostumbraba por moda.
Una vez dentro y emprendieron la marcha, sabía que no era lo más sensato pero no bajó a Lucy de sus muslos, y ella seguía sin mostrar su rostro, ocultándose en su cuello. Sentía la humedad de sus lágrimas, así como su cálida y entrecortada respiración mientras buscaba recomponerse.
—Lo siento... —susurró. Natsu deseó una vez más destrozar a Sting. Y eso haría, apenas estuviera seguro de que ella estaba bien.
—No, dulzura, no te disculpes. Tú no tienes nada de culpa en esto. —Se apartó lo suficiente para verla a la cara, pero ella lo esquivó una vez más—. Vamos, déjame ver.
—Me duele —admitió cuando le permitió observar sus facciones. Natsu no creyó capaz de sentir más ira de la que embargó su cuerpo cuando vio a Sting tirando a Lucy. Descubrió que era posible al ver su pómulo cortado y el labio partido, así como el morado que comenzaba a formarse alrededor—. ¿Se ve muy mal?
—Sigues igual de encantadora —sonrió para tranquilizarla. Happy maullaba a su lado, intentando capturar la atención de ambos, pero ninguno lo escuchó—. Lucy, ¿dónde más te duele?
—En... en el pecho y en las costillas, un poco en la cadera y atrás del muslo. Creo que me hincó una rodilla.
—Sé que tu padre no está en casa, así que llegando haré que un criado vaya por él mientras otro contacta a un médico para que te revise.
—De seguro son sólo unos moratones —Intentó restarle importancia. La expresión de temor que cruzó sus facciones no pasó desapercibida para el hombre—. No hará falta, tomaré algo para el dolor.
—Lucy, no seré flexible con esto, no me iré hasta que un médico te evalúe.
—De verdad no hace... —Lucy exclamó algo inteligible, pues una rueda del carruaje pareció hundirse en un agujero y este dio un bote que la hizo estar más cerca suyo. Natsu contuvo su gemido cuando ella cayó justo sobre una zona que no quería tocase en esos instantes. Maldita sea, seguía siendo un hombre y tenía a una mujer que anhelaba a cada instante del día. Ella guardó silencio largos segundos, luego enrojeció y trató de retirarse con torpeza—. Lo siento tanto, le debo estar aplastando.
Él no protestó, agradecido internamente de que no pudiese verlo en aquellos momentos. No obstante, siguió manteniendo a Lucy a un costado y la instó a apoyarse en su pecho.
—No pesa en absoluto... Lucy, no aceptaré un no por respuesta, o la revisa un médico o lo haré yo.
—Eso no —jadeó. El sonrió al ver la indignación en sus facciones, al menos ya no temblaba ni estaba pálida.
—Oh, ¿no se lo había mencionado? Tengo ciertos conocimientos para tratar cosillas menores. Yo mismo atendí mi oreja mutilada.
—¡No le creo!
—¿Alguna vez le he mentido, mi querida Lucy?
—Eso es muy conveniente de su parte.
—Entonces está decidido, esperaré a su padre y el diagnóstico del médico antes de marcharme.
—Por favor... no quiero que nadie se entere de esto... menos mi padre, ya le conoce, es un poco...
—No lo haga, no me suplique para ocultar esto, porque no estoy dispuesto a que ese bastardo se salga con la suya.
—Estaba ebrio...
—¿Y eso es una excusa? Lucy, nadie, bajo ninguna circunstancia, tiene el maldito derecho de lastimarla de cualquier forma. Y que me den un tiro si voy a permitir que se salga con la suya.
La joven Heartfilia no dijo nada más, sabedora de la verdad en las palabras de su acompañante y lo que significaba. Permaneció en silencio, sin saber qué más decir. Natsu se sintió impotente por no poder hacer nada más por ella, deseaba borrar aquel dolor que la atormentaba.
—Gracias por salvarme de nuevo —Musitó—. Y lamento que su plan se viese estropeado por esta situación tan desagradable. ¿Puede decirme para qué quería que entremos al laberinto?
Quería decirle, estuvo a punto de hacerlo ahí mismo, pero había otras cosas en las que debía concentrarse y de alguna forma supo que no era el momento. Su madre siempre lo había dicho, cuando un plan se estropea de aquella forma, eran cosas del destino. Pero él estaba seguro que la única falla era el momento, no que ellos no tuviesen lugar.
—No tiene nada que agradecer, y en cuanto a lo otro... podrá esperar.
Sabía que Lucy no estaba del todo convencida, pero la persuadió tomándose la libertad de tirar de ella contra su cuerpo para que descanse sobre su pecho. Ella no protestó, no tampoco se apartó. Al contrario de lo que pensó en primer lugar, buscó la mejor posición para apoyar su rostro en su torso sin lastimarse demasiado. El resto del trayecto lo hicieron sumidos en un agradable silencio lleno de palabras apresadas que no pudieron emitir. Apenas llegaron a la mansión Heartfilia, Natsu mandó a llamar a un médico y al padre de la chica que se hallaba en el Parlamento. Los criados se precipitaron apenas lo vieron descender con ella en brazos, y no protestaron cuando les pasó por delante exigiendo saber la ubicación de su habitación. La mansión era un tanto grande, y aunque sabía dónde estaba con exactitud, no quería alertar a la siempre atenta Virgo.
El médico llegó antes que Jude, y no pensaba esperarlo para que evaluase a Lucy, por lo que Virgo y Aries se encargaron de acompañarla ante la presencia del hombre. Él no era su prometido ni nada, dijeron con el mayor respeto posible, por lo que no sería correcta su presencia al desvestirla para la revisión. Mientras esperaba fuera, caminando de un lado a otro y pensando en cómo iba a ir por Sting apenas terminase, Jude llegó con expresión sombría y centró su dura mirada en él. Natsu no necesitó nada más para saber que ya estaba al tanto de lo sucedido.
—¿Ha dicho algo el doctor?
—Está con ella, así como Virgo y Aries.
—Bien... baja conmigo, te invito una copa —supuso que aquella era su manera de agradecerle, o tenía algo que decirle. Natsu no preguntó ni se negó. Si bien Jude no era expresivo o afectivo, ya no lo trataba tan despectivamente como antes, y sabía que sin su visto bueno Lucy no saldría con él a todos esos eventos—. Lord Heartfilia, supongo que ya está enterado, y he de decirle que yo mismo y mi hermano nos presentaremos como testigos cuando Lucy lo denuncie.
—Sí... —Jude le sirvió una copa y otra para él. Natsu lo vio tomarla de golpe—. Agradezco tu disposición y el traer a Lucy hasta aquí... Pero no será necesario, todo ha sido un malentendido.
—No hablará en serio... —Dejó la copa sin beber y se acercó incrédulo. En los ojos de Jude apareció cierto desprecio al evaluarlo de pies a cabeza que lo detuvo y le hizo apretar la mandíbula—. Lord Heartfilia, su hija ha sido atacada por Sting Eucliffe, yo mismo vi como la tiraba y...
—Un desafortunado tropiezo que alguien con la condición de Lucy puede tener. Muchacho, me he encontrado a tu hermano, y él está de acuerdo conmigo en que las cosas se prestaron para una horrible malinterpretación. Lucy se ha asustado y ha hecho las cosas más grandes de lo necesario. Sting se disculpará con ella, y con... usted.
—No puedo creerlo —Rió incrédulo. Jude arqueó una ceja—. Creía que por ser su hija iba a creerla sin dudarlo, pero veo que entre ingleses se ocultan las porquerías de lo que hacen.
—¿Qué intentas decirme?
—El Parlamento ha rechazo sus propuestas demasiadas veces, ¿no es así señor? ¿Cree que no sé de dónde viene parte de su fortuna? —Jude arrojó la copa contra la pared y esta reventó en cientos de fragmentos. Se acercó amenazante a él, más no retrocedió.
—¡No voy a permitir que me hables así en mi propia casa! Y si quieres seguir saliendo con mi hija, mantén la boca cerrada.
Natsu no podía callarse, aquello no era justo. Lucy ya había tenido demasiados disgustos a lo largo de su vida como para sumarle aquel acto que pretendían dejar impune. Pero la amenaza pudo con él, y le hacía preguntarse todavía porqué Jude le había otorgado aquellas libertades a Lucy para que él pudiese cortejarla. Porque sí, tuvo que hablar primero con él antes de obtener a la hija como su acompañante. Y no lo diría, pero alguien los estuvo siguiendo al menos durante el primer mes.
Ninguno dijo nada, y Natsu no planeaba darle el gusto de expulsarlo sin antes saber en qué condiciones se hallaba Lucy. En eso llamaron a la puerta, y Aries se disculpó repetidas veces antes de informar que el médico ya tenía la evaluación y podían subir a ver a la joven heredera. Como no recibió negativa, Natsu siguió al señor de la casa y siguió detrás suyo cuando entró a la habitación y se mantuvo distante ante su hija mientras escuchaba al doctor.
—Son sólo unos cuantos golpes que sanarán pronto, no hay nada roto y puede curar la herida del rostro con la pomada que le he facilitado. Verá que no queda ni rastro de cicatriz alguna. El dolor al respirar estará dentro de lo normal, y aquí tiene la receta para los analgésicos que deberá tomar y las indicaciones. Por suerte he traído un bote conmigo pensando que era el dolor por su visión, así que servirá por el momento para que pueda dormir sin molestias. —El doctor sonrió cariñoso a Lucy y se giró de vuelta a Jude—. Estará bien, de cualquier forma vendré dentro de una semana para evaluar su estado y descartar cualquier efecto secundario.
—Muchas gracias —Natsu se adelantó al ver que Jude no tenía ni intenciones de acercarse a ella, y se arrodilló al pie de la cama y tomó su mano que descansaba sobre su regazo. Tenía las mejillas un poco coloridas mientras su otra mano apretaba la sábana con fuerza contra su pecho—. ¿Le duele mucho?
—Espero que las pastillas hagan efecto. Muchas gracias doctor, y a usted, mi señor —Lucy no lo tuteaba frente a Jude, él ya se había acostumbrado—. Papá...
—Ahora no, Lucy, deberás descansar. Doctor, le acompaño a la puerta —justo cuando pasó el umbral, se dirigió a Virgo sin voltear—. Virgo, encárgate de Lucy apenas lord Dragneel me siga abajo.
Aquella era la señal, Natsu sabía que algo le aguardaba una vez bajara, pero poco le importaba. Virgo fingió atender algo afuera de la habitación mientras ellos se despedían, y Natsu sólo apartó el largo flequillo de la rubia para ver sus ojos. Ella los cerró y negó.
—Se lo agradezco mucho...
—Ya le he dicho que no tiene por qué... —La necesidad de besarla era un dolor punzante que lo acompañaba a cada instante, e incrementaba cuando estaba delante de ella. Sin embargo, se prometió no volver a hacerlo a menos que fuese ella la que le diera una señal clara, y eso no había ocurrido—. Buenas noches, Luce. Vendré mañana temprano para ver cómo sigue.
Iba a ponerse de pie cuando ella aferró su mano, y una expresión de anhelo dolorosa cruzó sus facciones.
—Si quiere podemos desayunar, podría quedarse un rato. Papá saldrá temprano, pero Tauro se quedará al tanto y...
—Me encantaría. —Aquello no era señal suficiente, se repitió sin parar. Y se despidió besando el dorso de su mano, tocando con sus dedos la cicatriz que le causó a aquel bello ángel la primer que lo embrujó—. Hasta mañana.
Tal y como esperaba, Jude aguardaba abajo, pero algo que no le gustó fue ver una vaso más grande lleno de whisky en sus manos. No dijo nada, y aún cuando se despidió no obtuvo reprimenda alguna. Casi se creyó estafado cuando cruzó el umbral y la mano de Jude lo sujetó por el brazo con fuerza temblorosa. Natsu aguardó, mirándole sin una pizca de temor o inferioridad.
—Si te atreves a decirle algo a mi hija sobre mis operaciones... —comenzó, dejando sus palabras en el aire. Natsu sonrió sin ganas y se deshizo de su agarre con un tirón.
—Buenas noches, lord Heartfilia.
Jude observó impotente como el objetivo de su rabia se alejaba sin pena alguna. Había acordado dejarlo entrar, permitir que se acercara a Lucy para que el muy maldito se comprometiera con ella. Años atrás y por órdenes del rey, Inglaterra se vio forzada a formar lazos con Escocia, y no encontraron mejor manera que cazar a líderes o personas importantes de ambos lados. Otros caballeros afortunados simplemente recibieron tierras y castillos por servir al rey. Lamentablemente él no estuvo entre los afortunados, a pesar de que hizo una gran cantidad de méritos para ser notado. En aquel entonces Lucy ni siquiera existía, por lo que se salvó de ser casada a la fuerza con un puto escocés. Jude quería poder, pero por nada iba a entregar a su preciosa hija; dejó que ese bastardo de Igneel se acercara a su hija, y se desesperaba a la espera de un compromiso, sólo entonces podría llevar a cabo la parte del plan que quedaba. Que ese hijo de satán se fijase en su Lucy fue un golpe de suerte, volvía las cosas más fáciles. Debía ser paciente, debía hacerlo para que sus sueños por fin se hicieran en realidad, sólo entonces sería dueño de una valiosa tierras que podría explotar hasta sacar el máximo provecho. Para entonces, Natsu debía estar fuera de juego.
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Continuará...
N/A: He andando a las prisas y sólo me metía para actualizar, pero bueno mis conejitos, ¿cómo se la están pasando en esta cuarentena? Yo que soy ermitaña ya la sufro. Por favor, cuídense, de verdad, tomen todas las medidas necesarias para que esto termine lo más pronto posible. Lamentablemente en mi ciudad ganó la ignorancia y las cosas no han mejorado, así que sean pacientes y tengan cuidado ♡
Nos leemos en el próximo capítulo.
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