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¤¤ Capítulo 15 ¤¤

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—Es una verdadera pena que lady Vermillion haya enfermado después de tan maravillosa velada en casa de los McGarden, ¿no lo cree? —Lo intentó. Natsu de verdad intentó parecer decepcionado, pero la verdad era que adoraba tener a Lucy sólo para él y no con esa enana corajuda revoloteando a su alrededor.

Bueno, quizás no sólo para él, pero su dama de compañía, Virgo, estaba tan silenciosa y ajena a ellos que casi parecían estar solos.

—Absolutamente —musitó Lucy sin girar el rostro en su dirección. Natsu se habría sentido ofendido, quizá hasta un poco molesto de ser tan ignorado de aquella manera, pero Lucy tenía sus obvios motivos, y él estaba encantado con sus mejillas encendidas y sus dedos que aferraban un adornado abanico. Dudaba que ese cosa tuviera cualquier otra tarea que no fuese de adorno.

Al ver que ella no continuaría hablando, siguió.

—Me parece o no se encuentra de muy buen humor el día de hoy, milady. —No se molestó en ocultar su tono divertido ante la última palabra. Natsu advirtió por el rabillo del ojo como el generoso pecho de la muchacha se hinchaba cuando inhaló hondo, y sus labios hicieron una ligera línea de tensión.

—Lord Dragneel, ¿puedo preguntar a dónde nos llevará? No quiero sonar grosera o inoportuna, pero mi doncella tiene un problema con salir a la luz del sol, y aunque yo no pueda verla, prefiero evitarlo.

Eso explicaba por qué la joven de corta cabellera estaba más cubierta que incluso una estudiante de convento. Natsu envió una mirada pensativa a Virgo y luego a Lucy, finalmente echó una ojeada al cielo gris que se alzaba sobre ellos.

—No sé preocupe, Lucy, no queremos quemarnos la piel. —Virgo sonrió disimuladamente, Lucy pareció ofendida más no dijo nada—. En realidad, tengo entendido que papá tiene una mansión más grande casi a las afueras de Londres, y el jardín es maravilloso. O eso he escuchado. Pensaba llevarla a merendar allí, ¿le parece bien?

—Por supuesto —Lucy estiró el abanico y lo movió un poco sobre su rostro. Si bien estaba nublado, hacía algo de calor aquel día. Natsu la miró con más atención, notando sus mejillas algo sonrojadas.

Quería hablar con ella, pero la presencia de Virgo de pronto cobró peso, y atrapó a la mujer mirándolo con escrutinio y sin apartar la mirada aún cuando los ojos de ambos chocaron. Lucy suspiró, débil, pero un suspiro a fin de cuentas. Él sonrió.

—Oh, qué dirá mi padre y Zeref de mí al ver que tengo tan aburrida a una dama.

—Lo siento, no es eso —Lucy de verdad se avergonzó, e intentó tocar su brazo. Natsu sintió el suave tacto de su mano sobre su bíceps, que se transformó en un agarre firme—. No era mi intención, es sólo que...

—¿Acaso no durmió bien? —Quiso provocar. Ella guardó silencio—. Me pregunto qué clase de sueños o situaciones tendrían en vela a una belleza como usted.

No obtuvo respuesta, y aquel silencio un tanto incómodo sólo era interrumpido por el ocasional sonido de los cascos de los caballos. Natsu percibió como la mano de Lucy se retiraba, y a Virgo perder el interés en ello. El resto del viaje transcurrió en breves preguntas hechas por la dueña de su interés en aquellos instantes.

Cuando llegaron a la mansión que, en opinión de Grandine, no era lo suficientemente grande para albergar a los Dragneel, Natsu tuvo que admitir que ahora entendía el motivo por el que Zeref decía ir allí cuando quería tomarse un respiro. En sí la estructura era impresionante, el jardín se robó su atención. Tal vez los jardines de todas las casas inglesas estaba decorados con complicadas y lujosas fuentes, césped podado y hasta tres jardineros para darles mantenimiento. Pero aquel jardín no tenía nada que envidiarles. Al pasar al jardín trasero, con Lucy apoyándose de su brazo y con los criados guiándolos a donde les servirían el té, el pequeño puente que los salvaba de mojar la faldas de las demás en el riachuelo sobre el que estaba construido, recordó a Natsu una de las cascadas en Escocia donde él solía saltar de niño. Y sonrió ante el maravilloso recuerdo de su madre riendo al verlo divertirse de aquella forma.

—Mi señor, puedo oler una gran cantidad de plantas, ¿es esta la segunda mansión de los Dragneel?

—Por supuesto —evitó rodar los ojos al notar su forma de llamarlo. Virgo estaba unos pasos detrás—. Lady Grandine considera que no es lo suficientemente grande para sus amplias faldas, pero yo creo que lo único que no quiere es dejar de estar en la calle de celebridades.

—Cualquiera que le escuchase diría que tiene cierto desapego hacia lady Grandine —murmuró Lucy, deteniéndose cuando él lo hizo. Natsu admiró el pequeño kiosco donde una mesa y dos sillas se hallaban dispuestas, alrededor una red de flores se extendía, creando un cuadro que resultaría encantador para cualquier dama—. ¿Virgo?

—¿Sí, princesa?

—¿Podrías por favor indicarle a Taurus que no necesita permanecer al lado del coche todo este tiempo? Me gustaría hablar con lord Dragneel y quizás la charla se extienda. Que se de una vuelta. —Natsu la miró con sorpresa, él ya había advertido a los criados, no necesitaban que estuviesen asomando las narices una vez sirvieran las cosas. Quizás sonase mal educado, pero estaba seguro de que Grandine algo les había dicho para que espiaran su conversación.

—Por supuesto —Virgo se retiró tan silenciosa como los acompañó, dejándolos solos. Natsu ayudó a Lucy a tomar asiento y por petición de ella le indicó dónde estaba cada cosa en la mesa.

—¿Desea que comamos algo primero o...?

—Seré breve, lord Dragneel —lo interrumpió—. He aceptado su propuesta para esta merienda porque no me ha dejado otra opción. ¿Tiene verdaderamente idea de lo que ha hecho? Ha irrumpido en la habitación de una muchacha soltera a mitad de la noche, si mi padre o cualquiera llegase a enterarse...

—Pero no se van a enterar —juró al verla callarse, su expresión afligida removió algo en su interior—. Yo no diré nada.

—¿Y quién le asegura que yo no hablaré? —lo retó.

—Ya lo hubiese hecho.

—No voy a jugar a ver quién tiene el mando aquí. Voy a exigirle que jamás vuelva a hacer algo parecido, o mi padre se enterará. Si cree que me quedaré callada porque piense que no van a creerme, le aseguro que no tengo nada que perder al ponerme en mira de la alta sociedad.

—Lucy —tomó su mano al verla titubear. Con algo de resistencia, se la llevó a los labios y besó el interior de la misma—. Mi intención no ha sido jamás exponerla, o hacerle daño.

—¿Entonces cuáles son sus intenciones? —Lucy parecía agitada, intentó retirar su mano. Él no se lo permitió. Ambos eran conscientes de que allí había otra regla rota, y es que estaban a solas. Los criados de su padre contaban con que la doncella de Lucy estaría presente, y Lucy sabía que Virgo haría lo que ella le pidiese así fuera en contra de lo que se consideraba correcto para una joven casadera—. Lord Dragneel, ya basta, no estoy dispuesta a soportar este trato. Me ha besado sin mi consentimiento en dos ocasiones, y ambas situaciones son escandalosas. Si para usted está clase de libertino comportamiento...

Natsu la soltó y se echó atrás como si Lucy le hubiese abofeteado, lo cual no estaba tan lejos de la realidad. Lucy se calló cuando notó su abrupta retirada, y el calor coloreó sus mejillas.

—Discúlpeme... Mi comportamiento no está siendo el adecuado, pero debera comprender que me ha puesto bajo una situación un tanto estresante y yo...

—Voy a besarla... —sentenció. Fue el turno de Lucy de retroceder, aunque él se incorporó y la inmovilizó tan sólo sujetándola con firmeza sin ejercer prisión. Ella separó los labios e inhaló abruptamente, él los selló con los suyos.

Virgo volvía cuando se detuvo el instante suficiente a observar las nubes reflejadas de manera distorsionada en la suave pero constante corriente del riachuelo. Se tomó su tiempo, deseosa de describirle hasta el más mínimo detalle a su joven ama cuando estuviesen a solas, y acercándose al kiosco envió una mirada curiosa. Se detuvo al instante.

Lucy aferraba la chaqueta del joven lord, en un vano intento por apartarlo. Aunque ya no luchaba, y atormentada por temores pasados aceptaba su imponente presencia sobre la suya. Natsu sujetaba su barbilla con delicadeza, y con la otra mano aferraba la muñeca que sostenía la mano que iba directo a abofetearlo. Cuando la resistencia de Lucy cedió, él suavizó el demandante beso con el que la tenía sometida. Aquello era demasiado pecaminoso para la joven Heartfilia, pero estaba hechizada, su inocencia sobre la esencia experimentada de él. Natsu la liberó un instante, admirando sus mejillas sonrojadas y el seductor subir y bajar de su pecho, sus ojos cerrados, con aquellas espesas pestañas negras rozando su piel. Antes de que ella pudiese decir algo volvió a besarla con aquella delicadeza que ella necesitaba, tomándose el tiempo para disfrutar de aquella fruta dulce que sus labios en forma de beso le otorgaban.

—¿Eso es suficiente comportamiento libertino, mi querida Lucy?

—Es usted... usted es un... —Lucy se cubrió los labios de una forma poco digna para una distinguida dama, buscando cubrir las horribles palabras que quería emitir más que mostrar vergüenza alguna—. No puedo creerlo.

—¿Le doy un par de minutos para asimilarlo? —bromeó, tomando una galleta, encantado con las expresiones de la señorita tan encantadora sentada delante suyo. Los labios le hormigueaban, quería seguir besando a ese ángel cruelmente castigado por aquel mundo tan manchado, pero estaba seguro de que ella estaba en su límite y le interesaba su reacción. ¿De verdad habría un poco de fuego bajo esa apariencia recatada de damisela en Londres?—. Las galletas están exquisitas, ¿gusta probar una?

Lucy no emitió sonido alguno, ni siquiera dirigió el rostro en su dirección una vez logró controlar su temperamento. Virgo se retiró con sigilo, buscando abordarlos por una zona donde pudiese estar lo más cerca posible sin ser vista. Natsu no se percató de su presencia.

—¿La he ofendido?

—Yo no sé qué es lo que quiere... —comenzó un par de minutos después de guardar silencio—. Lord Dragneel...

—Si vuelve a llamarme lord Dragneel, lo tomaré como una invitación, Luce.

Lucy se estremeció, identificando por fin su acento escocés en la forma en que dijo su nombre. Cual su piel se puso de punta, se frotó los brazos con el mayor disimulo posible, culpando a la brisa otoñal que se aproximaba.

—Es una falta de respeto no llamarle por su...

—Ya le he dicho, mi nombre es Natsu.

—Natsu... ¿podemos por favor...? —Lucy trató de elegir su siguiente serie de palabras, no quería ofenderlo ni que se sintiera atacado—. Estoy dispuesta a olvidar todo éste incidente, pero sólo si me promete que dejará de tener esa clase de confianza conmigo. O me veré obligada a hablar sobre las libertades que se ha tomado, ¿soy clara? No voy a temer a las represalias ni a estar en boca de todos, me es indiferente.

Natsu la observó largos segundos en completo silencio, tanto que Lucy giró la cabeza por fin en su dirección y sus labios se separaron, más no emitieron sonido alguno. Se incorporó, y al sentir su presencia la Heartfilia no se amilanó y su expresión se mostró seria. Natsu se arrodilló a su costado y tomó su mano embutida en el fino guante de seda. Con cuidado, lo retiró sin más resistencia que la inicial. Lucy contuvo el aire cuando él besó el interior de su muñeca, y luego descendió a la palma de su mano.

—¿Tiene usted idea, mi querida Lucy, de la desfavorable situación en la que se halla? —No la dejó responder cuando continuó—. Sólo basta con tumbarla aquí en el suelo, y subirle las faldas, no hará falta siquiera que yo me desvista. Cuando usted grite, los criados vendrán de inmediato, y la verán en una situación lamentable. La voz se correrá, y todos sabemos lo que pasa en dichos casos... a final de cuentas, terminará en mis manos si no quiere volverse una marginada de la sociedad, y yo saldré ganando. ¿Le muestro?

—No se atrevería... —Lucy no se esperaba aquello, y estaba congelada por el horror. Con su mano buscó el lado más grueso de su abanico, donde guardaba su...

—¿Por qué? Cualquier caballero desesperado por dinero o con ganas de tener a una mujer como usted de esposa, sería tan sencillo como eso. Lamentablemente aquí en Londres siempre verán a la dama como una provocadora, cuando su única culpa será haber aceptado una simple invitación.

—¿A qué quiere llegar?

—A que yo no podría dormir sabiendo que cualquier patán puede meterla en un compromiso —Lucy sintió su calidad mano sobre su mejilla helada, y no osó moverse por temor a romperse. Hacia tanto que no sentía aquel temor. Por un instante, aquella voz amable, sus suaves labios, y la protectora presencia de Natsu le asustó, por primera vez temió de él—. Lucy, creo que la primera vez que lo dije no fui muy claro. Me gustaría cortejarla, si usted me lo permite.

—Ni siquiera me conoce —espetó, apartando el rostro de su cálida piel—. Además, acaba de darme el susto de mi vida, ¿a qué está jugando? ¿Es acaso una especie de amenaza por si no acepto sus atenciones?

—En absoluto. Cada vez que la veo, despierta en mí la necesidad de protegerla, de cuidarla y verla sonreír. Sé que no me he comportado de la mejor manera, y que la he expuesto de maneras no muy agradables. Lucy, si me permite, quisiera conocerla mejor, me encantaría hacerlo. Por eso le pido que me conceda la oportunidad, y si al final no le gusta, lo entenderé, me retiraré sin quejarme y jamás la volveré a molestar.

—Le doy lástima —atinó a decir, apartando el rostro cuando sintió la humedad en sus ojos—. Le voy a pedir que se guarde su instinto protector y...

—No me ha entendido, deseo conocerla, Lucy, y si en el proceso puedo hacer que se olvide de todas las malas lenguas que han osado a hablar en su contra, yo estaré encantado de que me otorgue su atención y su tiempo.

Lucy no respondió, y apartó con sutileza la mano que él tan gentilmente sostenía. Estaba confundida, muy confundida. No sabía siquiera cómo tomar aquellos comentarios de su parte, ¿sería una especie de amenaza indirecta? Porque no estaba muy cómoda con el escenario que él había planteado, y luego su repentina docilidad. No quería ser prejuiciosa, pero a su mente llegaron los recuerdos de las despectivas palabras de su padre para con él, o las mismas historias que los londinenses contaban sobre los escoceses y la guerra de unos años atrás. Decían que era bárbaros, sin respeto por nada y dispuestos a cualquier cosa por conseguir sus objetivos. Violentos, arrogantes, algunos ladrones o peor. Las mujeres tampoco se salvaban de las duras palabras, vendiendo sus cuerpos por unas monedas y siempre buscando al mejor postor.

¿Pero cómo podían los ingleses decir aquello si eran iguales? Lucy frunció el ceño, recordando la gran cantidad de veces que por un caballero ebrio terminaba importunando a alguna jovencita y casualmente alguien los descubría, la infortunada chica terminaba expuesta ante la sociedad, y no importaba el grado de la situación, siempre acababa atada al hombre que destruyó su reputación en primer lugar. Y qué decir de las casadas que, ante la ausencia del marido, buscaban alguien más que complaciera sus necesidades. Lucy no buscaba juzgarlos, pero consideraba injusto que esas mismas personas se atreviesen a señalar a otras. Nadie sabía lo que verdaderamente uno ocultaba.

Cerró los ojos, dándose cuenta que su silencio se había prolongado y escuchando el pesado suspiro. Su presencia comenzó a alejarse de su lado, y ella estiró su mano, intentando encontrarle, pero sólo había vacío.

—De acuerdo, entiendo que tampoco ha sido la mejor manera de expresarme, pero no me va adornar las cosas cuando siempre he sido directo. No le pido que se comprometa a mí ahora mismo, ni que debe ir colgada de mi brazo como una conquista. Si usted quiere, sólo pido su compañía a los eventos sociales, no necesariamente a todos, entenderé si quiere ir con alguien más en algunas ocasiones. Tampoco tiene que responderme ahora, si gusta...

—Está bien —aceptó Lucy sin dejarle continuar. Natsu la miró perplejo, Virgo no escondió la sonrisa por la expresión del hombre.

—¿Cómo ha dicho?

—Le digo que acepto ir a los eventos con usted, lord... Natsu. Ahora, si no le molesta, ¿eso que huelo es té de jazmín?

Antes de que Natsu pudiera responder, Virgo hizo aparición desde un costado, dándole un susto y haciéndole preguntarse si la criada no escuchó algo. Pero parecía tan despreocupada que se sintió aliviado de que no fuesen a malinterpretarlo.

—Por supuesto, princesa, ¿gusta que le sirva un poco?

—Por favor.

Natsu sonrió encantado, admirando a Lucy y la manera en que su calma figuraba que aquella conversación no había tenido lugar, pero él sabía que sí, y ella también.

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Continuará...

N/A: Hola, tanto tiempo, pero he vuelto y aunque no es mucho para esta cuarentena, algo es algo.
(Yo justificándome)

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