Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

¤¤ Capítulo 12 ¤¤

¤¤¤¤¤♡¤¤¤¤¤

Mavis se aferró aterrada al brazo de Lucy cuando su tío Jude le lanzó una mirada que le hizo sentir un absoluto terror. Si le preguntaran, prefería la furia descontrolada de Jude a aquella expresión llena de fría maldad; calculada y metódica. A su furia sabía responder, sólo debía permanecer sumisa y emitir los menos sonidos posibles cuando se desquitaba con ella. Pero aquella sonrisa que cruzó por sus labios y la mirada, cargada de promesas futuras y dolorosas, era algo nuevo para ella.

—¿Papá...? —Lucy creía no haber oído bien lo que su padre acababa de pedirle. Sintió el feroz agarre de Mavis, y para intentar tranquilizarla colocó su mano sobre la de su prima, más pequeña y tensa.

—¿Acaso no fui claro? Responde a las atenciones de ese hijo bastardo de Igneel. No quiero que digan que mi hija es una maleducada que no sabe apreciar a un caballero que la salvó de un suceso lamentable. También tú, Mavis, no quiero nada de muecas o tus estupidas frases sarcásticas para con el muchacho.

—Entendido, tío Jude —Mavis no objetó. Lucy, que recordaba el esfuerzo y el dolor de las palabras que era obligada a pronunciar en compañía de Natsu, decidió que no era justo.

—Padre, por favor. Le estoy agradecida a lord Natsu como no tiene idea, pero no me parece... correcto responder a sus atenciones cuando en un pasado me ordenó mantenerle alejado. Creo incluso que lo he lastimado.

—Tonterías —replicó como si tiempo atrás no le hubiese prohibido cualquier contacto con el menor de los Dragneel—. Para haber perdido un pedazo de la oreja intentando ponerlas a salvo es obvio que siente algo por ti. Ningún hombre en su sano juicio hubiese hecho lo que él. No me sorprende, a decir verdad, es un escocés y fue criado con cíngaros.

—Papá... —Lucy intentó razonar, pero se quedó sin aliento cuando procesó lo dicho por su progenitor—. Espere... ¿su oreja? ¿Resultó herido? Oh, dios mío... Mavis, me juraste que estaba ileso.

—Y lo está, estaríamos más tranquilos si la bala hubiese dado en un lugar más afortunado —gruñó Jude por lo bajo—. Deberás ignorar por un tiempo al hijo de Weisslogia y encargarte de que el hijo de Igneel tenga su pequeño momento de gloria. Quizás puedas ir acompañada por él a la fiesta de lady McGarden. Esa noche estaré ocupado y no podré escoltarlas.

—Papá, por favor... —en el tono de Lucy había un deje de súplica.

—¡No me repliques! —Jude alzó la voz y ambas se estremecieron y bajaron la cabeza. Virgo, parada en un esquina, centró su inexpresiva mirada en los platillos de comida medio llenos por la cena interrumpida a causa de aquella conversación—. Harás lo que yo te diga, y lo que digo ahora es que le hagas creer a ese escocés que tienes algo de interés en él. No es tan difícil, eres una señorita bien educada y sé que no permitirás que se tome alguna libertad. Hasta ahora has logrado tener la atención de Zeref sin muchos esfuerzos. Haz lo mismo con Natsu.

Lucy asintió. Mavis también. Jude se retiró. Virgo, tan sigilosa como siempre, se acercó a ellas.

—¿Gustan algo más ligero para la cena, señoritas?

—No, esto está bien, Virgo, eres muy atenta —Mavis fue la primera en reaccionar y le sonrió a la doncella—. Te agradecería que le pidieras a Aries que prepare nuestras habitaciones.

—Yo misma la ayudaré. Si me necesitan, llamen —Virgo hizo una reverencia y se retiró, sabiendo que las mujeres necesitaban hablar a solas entre ellas. Cuando Lucy dejó de oír el eco de sus pisadas, su expresión se volvió dolorosa—. Lucy, cariño...

—No es justo, y lo sabes. Me he comportado muy fría con él e incluso lo he ignorado desde el asunto del periódico —Recordó con pena—. No sé por qué papá me pide esto ahora. Incluso para mí es evidente que no lo tolera.

—No tienes que tratarlo, Lucy, sólo ser amable con él —sugirió su prima.

—Él ha sido tan diferente conmigo... —Lucy se frotó la sien ante una ligera punzada—. Me trata como si de verdad... Estoy tan confundida.

—¿Te trata cómo?

Lucy no sabía describirlo. ¿La trataba como una igual? ¿Cómo si no tuviese una discapacidad y fuese señalada por ello? Pudo haberlo dicho de no ser por el día que la cargó en brazos y la llevó al interior de la tienda para conversar con ella a solas, sin nadie cerca para vigilar que no sucediera nada indebido. De solo recordarlo se ruborizaba. No conocía cómo eran las escoceses, más que los cuentos escabrosos que soltaban los ingleses, y ella no quería basarse en ellos. Lo que sí tenía más claro era sobre la naturaleza de los cíngaros; con sus propias creencias, sus propias reglas. Las mujeres cíngaras eran las favoritas de los caballeros de sociedad  ante su naturaleza apasionada y no dudaban en pagar por sus favores. Los hombres, por otro lado... Lucy no pudo seguir comiendo cuando recordó las barbaridades que se hablaba de ellos.

—No lo sé...

•••

Sin algún otro contratiempo, la velada de los McGarden por fin llegó. Levy McGarden, la única hija y una querida amiga de Lucy y Mavis, hacía su presentación en la sociedad el mismo día que su cumpleaños. Por lo que el gran salón estaba a rebosar de los invitados más distinguidos y mejor vestidos. Era un acontecimiento del que se hablaría el resto de la temporada si se llevaba a cabo la representación de las cíngaras a las que habían pagado para que bailasen. Era poco convencional, incluso temerario ante las naturalezas de las mismas, pero la expectación y la curiosidad eran más poderosas. No era la primera vez, pero no usual.

Natsu ya había sido formalmente presentado a la chiquilla anfitriona, y debía admitir que todavía bastarían un par de años para que lograra aparentar la edad que tenía. Tenía una corta cabellera azul y un cuerpecito delgado que resaltaba su delicada figura ante el vestido hecho a la medida. Desde su llegada fue abordado por decenas de ingleses que se acercaban a comentar y darle palmadas, aplaudiendo el suceso que llevaba sonando toda la semana por Londres. Que él se había batido en duelo con tan solo un cuchillo ante un hombre armado. No podían ser más hipócritas. Natsu podía verlo en sus faldas sonrisas y el horror en el fondo de sus miradas. Le temían, otros le envidiaban. Los jóvenes caballeros no se tomaban bien que ahora las señoritas casaderas le mostraran más atención, y que la mayoría de las madres no se lo impidieran. Ya había tenido que zafarse de al menos una docena de ellas que intentaron coquetear inútilmente. Eran unas chicas cortadas por el mismo patrón, batiendo sus pestañas y sonriendo hasta un punto casi tétrico, mirando por sobre el hombro a las madres que las instaban a iniciar una conversación que no sabían seguir. Con la mayor educación posible, se deshizo de todas ellas. Ahora, apartado en un rincón y escaneando el gran salón por décima vez, bebió de una tragó una copa de brandy.

—Si continúas bebiendo así, acabarás borracho antes de que sirvan la cena —musitó Zeref, llegando a su lado y quitándose la máscara que cubría la mitad de su rostro. Así es, era un baile de máscaras. Natsu se quitó la propia y suspiró.

—Las niñas me ponen los pelos de punta, ¿las has visto? Las madres están prácticamente pinchándolas con un atizador al rojo vivo para que se acerquen a mí. Esto me confunde, ¿no deberían huir despavoridas?

—Oh, claro que están asustadas. Pero sus madres piensan que un hombre con tu agilidad será capaz de proteger a su adorada niña de todo, mientras que las otras temen que seas así de feroz en el lecho conyugal —Lo último lo añadió con una mirada burlona y una sonrisa torcida. Natsu rió por lo bajo.

—Así que era eso. —Chasqueó la lengua y se bebió otra copa de golpe. Zeref frunció el ceño al notar un ligero estremecimiento en su hermano cuando el líquido ardiente bajó por su garganta—. No me interesan, las niñas de mamá son demasiado quejicas.

—¿Lo dices por experiencia?

—Para nada, considero que es más sabio prevenir lo lamentable escuchándolos de alguien más —Natsu había vuelto a llenar la copa cuando escaneó la habitación una vez más. Su ademán nervioso motivó a Zeref a quitarle la bebida—. ¡Eh!

—Deberías dejarlo, o cuando la danza inicie vas a aterrizar de bruces. Ella todavía no ha llegado, y no sé si venga.

—Tendría que... ¿Qué has dicho?

—Hablo de Lucy, todavía no llega —Zeref fingió indiferencia mientras bebía de la copa que le arrebató—. Así que mantente sobrio para que puedas sacarla a bailar.

La expresión de Natsu se ensombreció. Ah, Lucy, la linda Lucy... La fría princesa inglesa que no podía ver. Así era como la llamaban algunas de las damas que lo rodeaban. La reina de la inferencia, mejor dicho. Ella sabía darle otro sentido a la frase: ojos que no ven, corazón que no siente. Todo mundo le daba las gracias por poner tras las rejas a alguien tan peligroso como para atacar a dos muchachas inocentes en plena vía pública a la luz del día. Todos menos Lucy Heartfilia. Y no necesitaba sus gracias, pero durante aquellos días de silencio de su parte él imaginó cómo sería su voz con un deje de preocupación por él. Maldita sea, ni siquiera Mavis, la enana que lo odiaba, había sido tan cruel. Mavis le mandó una nota donde la expresaba sus más sinceros agradecimientos por haberlas salvado. Pero solo la mencionaba a ella, no a Lucy.

Natsu tenía la carta de Lucy, aquella donde encargó a su doncella escribir su canción. Y conocía su firma, Lucy tenía una firma única e interesante. Guiada por sus dedos, o un recuerdo pasado quizás, manchaba la punta del dedo índice en tinta y lo plasmaba con suavidad al lado de su nombre que seguramente alguien más escribía. Y no solo eso, el jodido papel tenía su aroma. Natsu podía jurar que la tenía enfrente cuando habría la maldita carta. El silencio de Lucy le dejaba claras las cosas ahora. Aunque quizás no tuvieron el mejor comienzo, de verdad esperó que las cosas pudiesen mejorar entre ellos. Ahora veía que no.

Natsu se apresuró a tomar otra copa, ante la atónita mirada de Zeref. Su hermano intentó quitarle la bebida, pero ante una mirada de su parte desistió.

—En realidad... —Natsu sonrió casi con arrogancia cuando Grandine, que pasaba cerca suyo, le giró el rostro y fingió no verlo. Su padre sólo negó y continuó saludando al resto—. Estoy tratando de encontrar a una dama dispuesta.

—¿En serio? —Zeref enarcó ambas cejas. A ese punto ya sabía que era demasiado tarde, la bebida ya tenía bajo sus efecto al menor de los Dragneel. Aunque su tono y su rostro permanecían impasibles, algo en su manera de comportarse se lo advertía.

—Sí, tengo curiosidad por si las inglesas son tan frías como dicen. Las niñas no me interesan, buscan el menor pretexto para comprometerse. Quizás una de las cíngaras...

—Natsu, deberías... —Zeref se interrumpió cuando notó que todos dirigían su atención a las grandes puertas. La brisa veraniega trajo consigo a un cuarteto de personas que entraba con lentitud inexorable. Zeref maldijo por lo bajo cuando notó la mirada de su hermano clavada en la mujer que venía del brazo del hombre más joven. Mavis, a su lado, era llevada del brazo por Weisslogia—. Maravilloso, ¿quieres ir a saludar? Creo escuchar el cristal de tu copa a punto de romperse.

—Háblame de Weisslogia y su... encantador hijo —pidió en un bajo susurro, dejando la copa luego de escuchar a Zeref y saber que no estaba lejos de la verdad.

—¿Qué te diré? Es otro de los hombres más influyentes en el Parlamento, y aunque todavía no se ha unido a papá y lord Igneel en cuanto al asunto del ferrocarril, tiene ideas visionarias. Su único hijo, Sting Eucliffe, es obviamente el heredero de su fortuna. Últimamente se le ve que lo involucra mucho en sus asuntos, quizás con la idea de que sepa manejarlo. También hay rumores... Bueno, todo mundo tiene rumores —Zeref decidió que había dicho de más cuando notó la mirada de Natsu sobre él. Intentó eludir la amenaza implícita—. ¿Qué tal si nos acercamos a la cumpleañera? De paso buscas alguna dama que...

—Vamos a saludar —antes de poder detenerlo, Natsu escapó de su agarre y con grandes zancadas se acercó a los recién llegados. Zeref lo siguió de inmediato. Pocas veces miraba a su hermano molesto, esa era una de ellas.

Sting Eucliffe se hallaba saludando a la cumpleañera, sin soltar en ningún momento la mano que Lucy apoyaba en su brazo. Mavis comentaba algo a lord Eucliffe, el padre, quién soltó una pequeña carcajada y asintió, inclinándose también para saludar a Levy McGarden. La pequeña de inmediato se aferró al otro costado de Lucy, y su rostro se iluminó a la vez que sus labios se movían, diciendo algo que Natsu no alcanzaba a escuchar. Finalmente cuando llegó al lado de ellos, Mavis guardó silencio y sus ojos se quedaron fijos en él. Esperó algún comentario, más no lo recibió. Y nadie dijo nada. Lucy, sin saber el origen de aquel silencio, llamó suavemente la atención de Sting. Levy había desaparecido.

—Sting, ¿sucede algo?

—Buenas noches, Lucy —Zeref se adelantó a tomar su mano y besar su dorso—. Tan encantadora como siempre e inalcanzable para mí. ¿Quién es tu amigo, a quien honras con tu sola presencia?

—Estoy segura de que ya lo conoces —le recordó ella con una sonrisa cruzando por sus labios. Una que ni Natsu o Sting lograban crear con su presencia—. Sting, ¿ya conocía a Zeref, verdad?

—Por supuesto, querida —La misma mano que Zeref había tomado, Sting se la llevó a los labios. Lucy se quedó callada cuando el rubor llenó sus mejillas y apartó la mano con toda la sutileza de la que fue capaz—. A quien no he tenido el gusto de ser presentado es a su... ¿hermanastro? La verdad no lo tengo claro.

Lucy se tensó. Mavis le lanzó una mirada de reojo. Weisslogia, sin comprender el ambiente en el que acababan de sumirse, dejó a Mavis con Zeref y se apartó al ser llamado por uno de sus socios, no sin antes disculparse y pedirles que disfrutaran la velada como los jóvenes que eran.

—Natsu es mi hermano, es hijo de mi padre, y eso es todo lo que importa —En el tono de Zeref no se adivinaba nada parecido al enojo o la vergüenza, tan solo el orgullo y su clásico tono desenfadado—. Natsu, ven aquí. Él es Sting Eucliffe, ¿recuerdas lo que te dije? Es el muchacho que intentó defender el honor de una...

—¡Zeref! —Le cortó Lucy. Mavis se pegó a su lado y tiró de ella. Sting tenía la vista clavada en Zeref, su expresión tensa. Zeref le regresaba el gesto, su expresión tranquila—. Sting, ¿podría llevarme donde Levy? Desapareció de mi lado antes de poder siquiera darle mi obsequio.

—Yo te puedo llevar —musitó Mavis.

—Sting me llevará —Lucy rodeó el brazo del muchacho y tiró ligeramente—. ¿No dijo a mi padre que me llevaría a donde se lo pidiera? Quiero darle mi obsequio antes de que los eventos inicien. Luego será imposible atraer su atención un momento.

—¿Cómo te encuentras, Lucy? —La voz de Natsu no necesitó alzarse para hacerse oír. Sting arqueó una ceja y lo miró fijamente. Zeref tuvo la tentación de atravesarse en su campo de visión.

—Estoy bien, lord Dragneel. Espero que su herida haya sanado y no le cause más complicaciones.

Lucy y Sting se retiraron, Mavis se quedó un momento más, y cuando iba a seguirles, Zeref la retuvo con gentileza.

—Acompáñeme, sé comportarme.

—Debería... —Mavis no encontraba las palabras. Sus ojos estaban fijos en Natsu, que ni siquiera parpadeaba mientras veía a Lucy alejarse.

—No, no debe. Quizás todavía tengamos tiempo para encontrar un lugar en el comedor antes de que se llene.

—Pero si todavía no es hora de la cena—distraída, por fin sonrió al hombre. Zeref se encogió de hombros.

—Los bocadillos dicen lo contrario. —Zeref sonrió, Mavis lo imitó con un poco de vergüenza y acabó por seguirlo. Natsu se quedó allí parado unos pocos segundos más, hasta que una mano femenina se sujetó a su brazo y una voz le susurró.

—La mayoría de aquí acaba de ver cómo le han dejado plantado, sígame y todo irá bien —Natsu dejó de beber y siguió a la mujer cuya voz él reconocía perfectamente. Intentó no hacer evidente su sorpresa cuando comprobó que varias miradas estaban sobre ellos—. Podría fingir que habla conmigo.

—Estoy hablando con usted —se burló. Ella le dio un pellizco.

—Lord Dragneel, hablo en serio. De paso me gustaría decirle que me ha parecido de lo más valeroso el haber enfrentado a aquel criminal con tan solo un cuchillo.

Antes de que Natsu pudiese replicar, una gran mano se estampó en su espalda, a la altura de los omóplatos, sacando todo el aire de sus pulmones. Sin aliento, se giró para ver a Elfman Strauss con una sonrisa satisfecha y expresión afable.

—¡Eso es de hombres!

—Elfman, no alces la voz —Pidió Mirajane con el mismo tono despreocupado—. Lord Dragneel, ¿quisiera bailar conmigo? Se supone que la propuesta debe venir del varón pero mi hermano Elfman ha sido acosado toda la noche por lady Evergreen y los caballeros aquí presentes son demasiado aburridos como para aceptar alguna invitación.

Natsu sonrió. Le agradaba el modo en que Mirajane se expresaba. Se mostraba abierta a una conversación que no involucrase los mismos temas de siempre y lo veía a la cara sin bajar la mirada cada dos por tres. Era inusual, considerando su cabello blanco y sus expresivos ojos azules. Albina, si mal no recordaba la palabra. Pero era sin duda hermosa y sabía usarlo a su favor. Como si quisiese apoyar sus palabras, le señaló con un imperceptible movimiento de cabeza a la mujer de anteojos y extravagante vestimenta que se plantó ante su hermano y tiró del mismo en otra dirección.

No entendía como los ingleses eran capaces de dejar ir a una mujer como ella, con personalidad propia y lo suficientemente fuerte e independiente para llevar por sí sola el negocio familiar. Si bien los rumores sobre los Strauss eran variados, el respeto que los tres hermanos inspiran eran suficientes para que nadie osara a decir algo malo en presencia de ellos. Como siempre, eran unos hipócritas.

Y aunque los primeros tres bailes los pasó entretenido con ella, sus ojos inevitablemente buscaban entre el revuelo de faldas y las anchas espaldas de los caballeros a la damisela que parecía haberlo embrujado. Lucy estaba preciosa con el vestido de recatado escote y el alto peinado que dejaba libre algunos tirabuzones cayendo por sus delgados hombros que la tela del vestido revelaba con su forma. Sting no la soltó durante toda la noche, y la sacaba a la pista de baile sin siquiera darle oportunidad de un respiro. Frunció el ceño, notando las veces contadas en que Lucy no podía seguirle el paso y acababa tropezando, ocasionando que el único hijo de lord Eucliffe acercase de más a la chica para sostenerla. Y una mierda, a Natsu no le pasó desapercibido sus intenciones cada vez que la hacía girar demasiado rápido o tiraba de ella.

—Natsu, si sigue prestando atención a otra dama estando yo en frente, comenzaré a sentirme celosa —la voz de Mirajane, teñida de diversión, le hizo regresar su atención ella. No era muy buen bailarín, pero ella era lo suficientemente experta para ayudarle en algunos pasos y no hacerlo quedar como tonto—. Eso es, una sonrisa para mí.

—¿Su hermana menor no nos acompaña esta noche? —inquirió, tratando de desviar su atención. Era cierto, las jovencitas que en un principio estaban en el amplio salón habían desaparecido.

—Por supuesto, pero debe de estar con Levy en el salón contiguo. Ya sabe, le encanta jugar —añadió con una nota de misterio y una mirada un tanto burlona—. De hecho, no tardarán en venir por nosotros para que le hagamos compañía.

—¿Jugar? —Natsu luchó por no pensar mal, pero el tono y la mirada de Mirajane no ayudaban. La mayor de los Strauss rió ante su desconcierto y decidió esperar a que las últimas notas de la melodía terminaron—. ¿Le apetece beber algo?

—Sí, por favor.

—Entonces... —continuó una vez ella recuperó el aliento—. ¿A qué se supone que juegan?

—Pronto lo sabrá.

Dicho y hecho. Un par de minutos después Levy hizo aparición, y cada vez que lograba divisar su azul cabellera entre tantas personas, el salón parecía un poco más vacío. Comenzó a notar que los más jóvenes eran los que desaparecieron, mientras que sus padres se escogían de hombros y bromeaban, seguían riendo y bebiendo. Natsu se giró a Mirajane. Descubrió que ya no estaba.

Buscó a Zeref y Mavis. Tampoco los encontró. Con un extraño presentimiento buscó a Lucy y Sting. Obtuvo el mismo resultado. Frunció el ceño y comenzó a andar entre la multitud, ganándose algunas miradas mal disimuladas. Otras no intentaban ocultarse. Divisó a su padre junto a Weisslogia y con Grandine tomada de su brazo. La mujer le lanzó una mirada repulsiva y lo ignoró. Cuando iba a llamar la atención de su padre una pequeña mano tocó su hombro y se giró, bajando un poco más la mirada para encontrar a Levy con una ligera señal de nerviosismo.

—¿Lord Natsu?

—Sí... —Arqueó una ceja. Ella tiró de la manga de su chaqueta y movió la cabeza en dirección a una puerta.

—Normalmente a esta hora nuestros padres se ponen a hablar de política y cosas un tanto aburrida. ¿Quiere acompañarnos? Estamos en el salón contiguo y hacemos algunos juegos antes de que la cena se sirva. ¿Podría... venir?

Natsu estaba seguro de que si cualquiera de las madres presentes, o Grandine tan solamente, le hiciera esa propuesta, echaría a correr despavorido. Lo más seguro es que se tratase de una broma de mal gusto o intentaran humillarle. No obstante, Levy se veía tan inofensiva. Sin contar que Mirajane le hubo prevenido. Bien, no podía tratarse de nada malo, ¿qué más daba? ¿Qué clase de juegos podían jugar los muchachos ingleses? Eran unos aburridos. Aceptó la invitación y siguió a Levy.

En el salón no había casi ningún mueble, todos fueron apartados, igual que los adornos de la pared. Aunque estaba un poco en penumbras ante la tenue luz que brindaban algunos candelabros que un par de muchachos sostenían. Natsu comprobó que habían al menos unos veinte muchachos sin contarlo a él o la anfitriona, entre los que reconocía a Mirajane, Lisanna, Sting y Lucy. Ni Mavis o Zeref se hallaban presentes.

Levy corrió a posarse al lado de Lucy, que para satisfacción de Natsu estaba en el lado opuesto de Sting la gran habitación. Las puertas se cerraron tras él, trayendo la absurda ilusión de las viejas leyendas que el oía de pequeño. Solo faltaba que todos llevaran túnicas para darle el aspecto de algún culto a todos los allí reunidos. Sin más preámbulos, la pequeña McGarden informó de la temática de la actividad. La gallina ciega. Natsu se hubiera atragantado si hubiese bebido algo. La mirada de todos los presentes se desvió a Lucy, pero Levy parecía tan despreocupada que incluso por un instante creyó que su propósito era hacerla sentir mal. Sin embargo, agregó que para que el juego tuviera validez por igual los candelabros se apagarán para que todos estén en la misma oscuridad que su mejor amiga. Lucy se rió, Natsu sintió un poco de enojo con aquella enana bocona. ¿Eran todas las de su tamaño unas bocazas?

—Señorita Levy, ¿tiene permitido hacer este tipo de actividades? —Preguntó con duda una de las tantas muchachas nerviosas, dando miradas de reojo a los jóvenes que sonreían al ver lo provechoso de la próxima situación. Algo que Levy parecía no haber contemplado.

Natsu también llegó a la misma conclusión de todos los jóvenes. Si a estos se les daba la gana, podrían manosear a las chicas sin que estas supieran quiénes eran. Tuvo ganas de mandar a llamar a un médico para que pudiera valorar la salud mental de esa chiquilla. Pero a pesar del tinte malintencionado que estaba tomando todo el juego que en un principio intentaba ser inocente, nadie se retiró ni se negó. Ni siquiera Lucy.

Natsu maldijo internamente. Y no se molestó en ocultar una mirada de futura venganza a todos los muchachos que atrapó con los ojos en Lucy. Sus ojos jade chocaron con los azules de Sting. Éste último sonrió. Natsu oía la lejana cuenta regresiva luego de que se decretara que Mirajane sería la primera en buscar en aquella absoluta oscuridad. Levy se apartó de Lucy y ordenó que los candelabros se retiraran.

Lo último que Natsu fue capaz de ver fue a Lucy retrocediendo a un estante lleno de libros y tomando uno con la mano tanteando la pared. Entonces todo se oscureció.

¤¤¤¤¤♡¤¤¤¤¤

Continuará...

N/A: Esta Levy... casi parece intencionado, ¿no? 7w7 descubránlo en el próximo capítulo.

Nos leemos ♡

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro