¤¤ Capítulo 11 ¤¤
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Por alguna razón que no comprendía del todo, Lucy evitó contarle a Mavis lo que había ocurrido con Natsu cuando ambos estaban dentro de la tienda. Conociendo a su prima, pondría el grito en el cielo. Prefirió guardarlo para sí misma. Después de todo, ¿eso era lo que él quería, no? Ser escuchado. Y por alguna razón, le creía. Lucy todavía se preguntaba por qué le creía. Aunque no era raro que en el periódico se suscitaron escándalos todavía más grandes en el pasado, con el pasar del tiempo se demostraba que eran solo falsos rumores o situaciones exageradas hasta el punto de romper la reputación de la persona implicada. Se dijo que ese podía ser un caso. Natsu había admitido besar a la mujer, ¿por qué iba a hacerlo sino era para desmentir lo demás? Lo que le causaba más curiosidad era de dónde conocía él a Erza Scarlet. O qué tan cercanos eran.
Supuso que bastante, considerando que compartieron un beso. Tan concentrada estaba en sus pensamientos que el bordado que hacía con mucha paciencia y cuidado, se le cayó de las manos. Con su suspiro se inclinó y lo tomó, retirando la mano de inmediato cuando se pinchó con la aguja que se quedó enganchada en el mismo. Frunció el ceño y volvió a tomarlo, esta vez con más cuidado. No debía tomar demasiada importancia de todo eso. No es como si volviera a coincidir con él a la mínima oportunidad en que salga.
Pero qué equivocada estaba. Durante los próximos tres días que acompañó a Mavis a diferentes tiendas, casualmente fueron abordadas por el hijo menor de Igneel. Lucy pensó que quizás él se mantendría alejado de ella, quizás por decencia si consideraba que había dicho que iba a besarla luego de forzarla a quedarse en la tienda con él. Natsu parecía no recordarlo, a juzgar por su animada charla y vaga preocupación ante los obvios intentos de Mavis por deshacerse de él, así como los prolongados silencios de Lucy.
Al cuarto día de su repentina aparición mientras caminaban por la acera, Lucy se apretó inconscientemente contra su prima al escuchar el relinchar del corcel sobre el que Natsu montaba.
—Señoritas, un gusto verlas hoy también. ¿Van de paseo?
—Lord Dragneel, diría yo que esta es la cuarta vez que accidentalmente se cruza en nuestro camino sin nada mejor que hacer. ¿He de sospechar que nos ha estado siguiendo? —Mavis no se quedó callada y lo observó de arriba a abajo con sospecha. Lo cierto era que, aunque no lo admitiría jamás, Natsu tenía el mismo aire de encanto que rodeaba a Zeref.
La diferencia era que de Zeref se podía esperar que fuese un perfecto caballero si tomaba en cuenta la educación que recibió y de los ambientes en los que se hubo relacionado durante su crecimiento. Con Natsu era un poco distinto, las mismas señoritas de su círculo se sentían atraídas por él, y no precisamente por la fortuna que representaba su apellido —aunque ese detalle no se quedaba atrás —, sino que en él había un aire de peligro. Tal vez infundado por sus raíces escocesas, o el aspecto cíngaro propio de su persona. A Mavis no le era difícil imaginarlo con esos atuendos, y podía entender en parte la fascinación de las niñas casaderas. Natsu no era el hombre que una madre querría para sus hijas. Tenía el apellido, el porte, incluso aprendía a comportarse como ellos; pero la semilla de su verdadero ser siempre estaría allí, acechando en silencio.
¿Podría Lucy percibir aquella sutil señal de peligro? No lo sabía. Trataba de no hablar con ella sobre el hombre que ahora se bajaba del caballo y lo sujetaba por las riendas para mantenerlo quieto ante el bullicio de alrededor.
—Buenos días, Mavis, Lucy —saludó cortésmente, inclinándose sobre la mano de cada una. Lucy retiró su mano cuando consideró el tiempo más que suficiente. Natsu sonrió torvamente—. ¿Puedo preguntar hacia dónde se dirigen? Podría acompañarlas.
—No hace falta —interrumpió Lucy, para sorpresa de ambos—. Estamos por terminar, solo visitaremos una última tienda.
—Insisto —su voz seguía igual de desenfadada—. Escuché que todo está preparación es debido a la presentación en sociedad de Levy McGarden, ¿la conocen?
—Por supuesto —una pequeña sonrisa cruzó por los labios de Lucy al pensar en Levy—. Es una muy querida amiga, y su cumpleaños será el fin de semana. Creí que su padre recibiría la invitación.
—Oh, claro que la recibió —Mavis evitó poner los ojos en blanco cuando Natsu aprovechó aquel tema y se pegó a ellas para seguirlas—. Pero todavía no me decido si ir o no.
—Debería —en el tono de Lucy no se oía ninguna emoción—. Los eventos que los McGarden ofrecen siempre son entretenidos.
—Si habla de las muchachas cigarras que contrataron para bailar, sí, lo imagino —Natsu sonrió al ver el desconcierto en ambas primas—. Ah, ¿no lo sabían? Han contratado a unas cuantas mujeres para que bailen durante la velada. Créanme, nunca han visto nada igual.
—Me lo imagino —Lucy detestó no poder apresurar el paso, y Mavis parecía no captar sus suaves tirones—. Debería asistir, milord, le aseguro que no se arrepentirá.
—¿Quiere que vaya? —preguntó, arqueando una ceja y deteniéndose frente a ellas cuando iban a girar una cuadra. Mavis se detuvo de inmediato y le lanzó una mirada airada, pero Lucy chocó con él. Natsu soltó las riendas de su caballo y la tomó por los brazos.
—¿Qué hace? Podría soltarme, por fa...
—Si le dijera que se agache, ¿lo haría?
—¿Qué está...? —Lucy jadeó cuando Natsu la abrazó y aplicó el esfuerzo necesario para obligar a sus piernas a doblarse. Mavis soltó un grito de terror. Y cuando Lucy estaba por preguntar qué ocurría, un disparo detonó.
Las personas cercanas a ellos se dispersaron con gritos de horror. Y el caballo de Natsu relinchó con fuerza, más molesto que aterrado. Lucy sintió que Natsu la llevaba consigo y el sonido de una campanilla le alertó de que habían entrado a una tienda. Mavis se posó a su lado de inmediato, temblorosa y balbuceando cosas que no entendía. Lucy estaba en shock, sin saber que decir. Hasta que un cálido líquido goteó el dorso de la mano con la que aferraba el hombro del hombre.
—Natsu, por Dios, está sangrando —Fue el tono lleno de horror de Mavis. El corazón de Lucy se detuvo un instante antes de bombear a toda marcha. Natsu finalmente la liberó y no se molestó en responder. La campanilla de la puerta volvió a sonar al tiempo que otro disparo estallaba—. Alguien llame a la policía, le ha disparado.
—Mavis, ¿qué está pasando? —Lucy no quería perder los nervios, pero no saber qué ocurría era demasiado, considerando que lo poco que escuchaba no le gustaba—. ¡Mavis!
—¡No lo sé, Lucy! Yo notaba que él no paraba de mirar detrás suyo, y cuando iba a preguntarle, vi que te había rodeado y sólo miré la punta de una pistola a pocos metros de nosotras. Él me empujó junto contigo aquí.
—Señoritas, ¿están bien? ¿Están heridas? —La dependienta de la tienda se acercó de inmediato a ellas. Antes de que lograran responder, fuera se suscitó un grito de dolor, luego el silencio.
Demasiado silencio.
—¿Qué habrá pasado? —Mavis parecía estar a punto de llorar—. Te juro Lucy que yo no lo vi, todo pasó tan rápido y...
La puerta volvió a abrirse. Mavis se precipitó a la entrada.
—¡Natsu, gracias a dios! ¿Estás herido? ¿Qué ha pasado?
—Estoy bien —musitó. Algo metálico golpeó contra el suelo. Mavis notó asombrada un pequeño cuchillo levemente ensangrentado—. ¿Quisiera acompañarme? El delincuente está inconsciente, me gustaría que me dijera si lo reconoce. Lleva días siguiéndoles el paso a las dos.
—¿Qué? —La voz de Mavis era un hilo.
Natsu se quitó la chaqueta y la utilizó para limpiar su oreja. Le dolía un poco y escuchaba un leve pitido por la bala que le había pasado rozando. Sentiría lástima por el hombre después de haberse enfrentado a un cíngaro, pero luego de haber disparado sin pensarlo dos veces a las muchachas, la compasión se hubo esfumado. No lo había matado, ni tampoco lo apuñaló, pero sabía cómo usar un maldito cuchillo para defenderse y ese bastardo tardaría algún tiempo en volver a cerrar los dedos de la mano.
—Le prometo que esta a salvo, lo he dejado con unas personas que se han acercado cuando el peligro hubo pasado. Me dijeron que la policía viene en camino. Pero de verdad me gustaría saber si no le es familiar.
—D-de acuerdo...
Lucy no tuvo tiempo siquiera de preguntar qué ocurría, cuando la campanilla de la puerta sonó al alejarse las voces de Natsu y su prima. La mano que mantenía apretada a la altura de su pecho se apretó. Escuchaba las voces preocupadas, y a la encargada de la tienda hacerle un sin fin de preguntas, pero la conmoción todavía no la abandonaba y no podía entender qué le preguntaba.
—Señorita Lucy, ¿se encuentra bien? ¿Necesita que la vea un médico?
—En absoluto —respondió cuando por fin recuperó el temple necesario para hablar—. ¿Podría... podría guiarme a donde mi prima y lord Dragneel se encuentran?
—Lucy, querida, pienso que sería mejor que aguardara a que... —la campanilla sonó de nuevo, trayendo consigo una ligera nube de polvo y la sutil ola de voces que provenían de su exterior. Lucy pocas veces se sentía tan abrumada por confiar todo a su sentido de la audición; en aquel momento aquello no bastaba para registrar lo que ocurría a su alrededor—. Oh, lord Weisslogia, ¿ha visto todo lo ocurrido?
—Sí, jamás en mi vida esperé ver algo así —contestó el hombre mayor sin ocultar su asombro. Lucy lo reconoció como el padre de Sting Eucliffe, el muchacho que tiempo atrás su padre le presentó como posible pretendiente, a pesar de sus protestas—. Lucy, querida, ¿se encuentra bien? He traído mi carruaje conmigo, ¿quiere que la lleve a usted y su prima a su hogar?
Lucy quería declinar la oferta, pero la verdad dudaba de que sus piernas pudieran sostenerla más tiempo. Antes de lograr siquiera responder, la campanilla se abrió para dar paso a la voz de Natsu y Mavis.
—No sé quién podrá ser, lo juro —Mavis buscó a Lucy con rapidez y se acercó a su lado—. Lord Eucliffe, buenos días... diría de no ser por...
—Lo entiendo, le estaba ofreciendo a su prima la posibilidad de llevarlas en mi carruaje hasta su hogar. Deben de estar aterradas después de lo ocurrido—Weisslogia saludó cortésmente a ambas muchachas antes de girarse a Natsu y palmearle el hombro—. Tu nombre es Natsu, ¿verdad? Hijo, permíteme decir que ningún hombre en su sano juicio se enfrentaría otro armado con un pistola con un cuchillo como única arma para defenderse. Por lo que he de suponer que el haberte criado con cíngaros es cierto.
—Así es —respondió Natsu tenso, tratando de ver a Lucy y descifrar cuál era su estado de ánimo. Quería tomar su mano y hacerle saber que todo estaría bien, pero a pesar de haberse limpiado en su propia ropa, seguían manchado de sangre ajena. Además, no es como si pudiera llevarla a su hogar. No contaba con ningún carruaje y llevarla en su caballo solo la expondría—. Disculpe la grosería pero me interesa más saber cómo se encuentra lady Lucy.
—¡Estoy bien! —se exaltó ella, odiando el modo en que todos parecían verle más indefensa que al resto. El silencio se extendió unos segundos antes de que el hijo de Weisslogia se precipitara dentro y centrara su mirada azul en las chicas.
—Sting, por favor acompaña a ambas muchachas al carruaje. Las llevaremos a su hogar.
—Por supuesto —la mirada que Sting le dirigió a Lucy no le pasó desapercibida a Natsu. Pero no osó a acercarse luego del tono con que Lucy se dirigió a él. ¿Le tendría miedo luego de escuchar lo del cuchillo? No le sorprendería. Las mujeres que se habían reunido ante el hombre inconsciente le miraban con más horror que agradecimiento. Tampoco lo esperaba, claro está, pero hubiera preferido miradas indiferentes—. Acompáñenme. Lucy, tome mi brazo.
—No queremos molestar —intervino Mavis que estaba al tanto del arreglo que Weisslogia y Jude querían llevar a cabo en cuanto a sus hijos.
—No es ninguna molestia, las llevaremos a su casa —insistió Sting con una sonrisa sutil—. Padre, ¿nos acompañará?
—No, llévalas Sting. Yo voy a aguardar aquí a que la policía venga y para acompañar al hijo de Igneel, firmaré como testigo.
Los ojos de Sting por fin repararon en Natsu, y éste creyó que lo observaría con desprecio o incluso burla, pero la mirada simpática del hombre de rubia cabellera le pareció más molesta que calmante. Sobretodo cuando Lucy se retiró agarrada de su brazo sin decir nada. Ni siquiera preguntó si se encontraba bien. Y él comenzaba a preguntarse el por qué de su indiferencia. Más aún, ¿por qué le molestaba tanto?
—Le agradezco su consideración, lord Eucliffe, pero la verdad es que no tengo ganas de seguir aquí causando pánico. Prefiero dejar en sus manos este asunto, me marcharé a casa.
—Eres un héroe, chico, las jovencitas casaderas te seguirán de ahora en adelante. Si yo tuviera una hija, te pediría que te casaras con ella, sé que serías capaz de protegerla.
Natsu no sabía cómo tomarse aquel comentario. ¿Era en serio o se burlaba? Pero cuando vio los sabios ojos del hombre de cabellera plateada, supo que decía la verdad. Era extraño, ni él intentó actuar como un héroe y mucho menos quería un empalagoso reconocimiento hipócrita de las damas que le huían como la peste cuando sus madres sentenciaba que él no era una opción a elegir. No era tonto, sabía que atraía la atención incluso de algunas viudas, pero estaba demasiado asqueado de todas aquellas frías bellezas que poco le interesa entablar relación con alguna o conseguir alguna amante. La única señorita que atraía su atención... bueno, no necesitaba que se lo dijera tampoco a la cara, sabía reconocer las señales. Lucy terminó asustada o él, o quizás asqueada. Pero aquel bello ángel que él hirió en su primera noche de baile, cada vez huía más de su presencia. Y él no sabía cómo demostrar que lo último que haría sería dañarla.
Se sentía embriagado por ella. No sabía explicarlo. Quería protegerla. Ver cómo aquel hombre la seguía los últimos días le hizo hervir la sangre y miles de pensamientos pasaron por su mente sobre cuáles eran sus intenciones. Lucy era ciega, maldita sea, ¿cómo podría defenderse de algo así?
—Aguardaré la información que puedan sacar del extraño —mustio Natsu—. ¿Puedo pedirle ese favor?
—Por supuesto, muchacho. Más tarde iré a ver a su padre para informarle lo que ha ocurrido.
—Preferiría que no se enterara.
—Lo hará, aunque no sea por mí.
Natsu asintió, sin decir nada más, y se marchó lo más deprisa posible sin hacer parecer que huyera. Afuera su corcel aguardaba tranquilo, y las personas que se habían acercado luego de asomar las cabezas una vez pasado el peligro, le vieron sin disimulo y sus murmullos se alzaron en una confusa neblina de asombro y terror. Natsu montó su caballo y se alejó a todo galope de allí.
•••
—¡No pienso mantener bajo el mismo techo que yo a alguien tan peligroso! —declaró Grandine durante la cena aquella noche, mirando con total desprecio a Natsu que ya había perdido el apetito. Weisslogia se había presentado aquella tarde para hablar con su padre sobre ciertos asuntos del Parlamento, y con ello aprovechó que ocasión para alabar a su hijo menor.
Zeref llegó justo en aquel momento, comentando el asombro de todo lo que se oía por las calles de Londres gracias a las personas que presenciaron la situación y lo declaraban un héroe. Grandine se enteró gracias a una de sus doncellas que le llevó la noticia, alagando al muchacho. La mujer de Igneel no tardó nada en despedir a la muchacha por atreverse a decir que Natsu era valiente y merecedor de ser recibido como un igual entre la sociedad.
—Igneel, ¿me estás escuchando? Dicen que le arrancó los dedos al hombre —insistió Grandine. Su marido se frotó los ojos y exhaló con cansancio—. No puedes mantenerlo aquí.
—Lo que Natsu hizo fue muy valiente, mamá. Jamás me hubiese atrevido yo enfrentar a un hombre armado con un cuchillo. ¿No vas a reconocerle eso al menos? Salvó a Lucy y Mavis de ser heridas, quizás asesinadas. La policía dice que se haya mal de la cabeza.
—Zeref, esto no te incumbe. No puedes dejarte llevar por lo que dicen. Como bien dices, el hombre no estaba bien de la cabeza, pero dudo que hubiese atacado a las muchachas sin razón. Pienso firmemente que su objetivo era... él —se lo pensó al decir la última palabra, mirando con odio al menor, pero atenta a la expresión severa de Igneel que auguraba no soportar más insultos a su hijo—. Igneel, querido...
—No insistas, Grandine. Deberías sentir vergüenza por buscar la más mínima excusa para echar a Natsu. Te recuerdo que es mi hijo también, y no te voy a pedir que lo trates como tuyo, pero al menos usa esos modales que tu familia te enseñó con la idea de volverte mi esposa, y por favor respétalo.
Grandine se volvió tan pálida que Natsu sintió un poco de pena. Pero solo un poco, y luego se esfumó. Le envió una mirada agradecida a su padre, pues pocas veces metía la mano por él. No le molestaba, y lo entendía. Pero en aquellos momentos no tenía ni fuerzas para soportar las duras palabras cargadas de veneno de la madre de Zeref.
—Me retiro a dormir, que tengan buenas noches —se despidió una vez se puso de pie. Zeref llamó su atención al tocarle el brazo.
—¿Seguro que estás bien? Todavía podemos mandar a traer al médico para que te revise la herida —musitó, llamando la atención de los otros dos presentes a su oreja herida. Natsu tuvo ganas de cubrirla pero se contuvo y se encogió de hombros para restarle importancia.
—Sólo le rozó el lóbulo y se llevó un pedazo casi imperceptible. Ya dejó de sangrar, estoy bien.
—Buenas noches, Natsu —la voz de su padre sonó inusualmente ronca. Y Natsu pudo recordar la expresión en Igneel aquella tarde, cuando Weisslogia describió con total asombro cómo él se interpuso entre el atacante y las primas para meterlas a una tienda al instante. Fue una suerte que él se moviera tan rápido, o la bala pudo haber dado en un lugar más importante.
—Hasta mañana, papá.
También se enteró, aquella misma tarde, de la felicidad que Weisslogia sentía al saber que Jude le otorgó el permiso a Sting para visitar a Lucy ocasionalmente, o llevarla a veladas. Según dijo, su hijo estaba enamorado de la jovencita desde que ambos eran unos críos, pero se mantuvo alejado cuando ella fue prometida a Zeref Dragneel y supo guardar las apariencias. Tampoco vio oportuno acercarse luego del accidente, mucho menos cuando el compromiso más hablado se disolvió sin muchas explicaciones. Pero ahora, con ella tan próxima en entrar en la edad en que considera solterona a una muchacha, Weisslogia le propuso aquel arreglo a Jude para provecho de ambos muchachos.
Lucy podría encontrar un marido adecuado y respetable, además de que obtendría todas las comodidades necesarias para su discapacidad. Sting era un muchacho comprensivo e incluso cariñoso que velaria por ella a todo momento. Dicho eso, Weisslogia se sintió feliz de que pronto su hijo podría proponer matrimonio a la hija de lord Heartfilia.
Natsu sintió náuseas de sólo pensar en el rubito con porte de príncipe alrededor de Lucy. ¿Qué sabría ese inglés de las necesidades de una dama? En especial de Lucy, que debería sentirse amada y necesitada, además de útil para no marchitarse. Esas eran las suposiciones de Zeref respecto al por qué Lucy no quería casarse. Se consideraba una carga al ser incapaz de ver. Y tenía cierto recelo a los hombres, rara vez se le era vista hablando con uno sin la compañía de su prima o su padre. Natsu era una excepción, lo sabía, él mismo forzó muchas de sus conversaciones, necesitado de llegar a conocerla.
Y luego estaba el tema de su dudosa castidad... Natsu terminó de desvestirse y frunció el ceño, recordando las palabras de Zeref. Nadie estaba seguro, pero se decía que durante aquel accidente Lucy fue mancillada. Era obvio que ella no tenía la culpa, ni lo deseó, pero ¿entendería eso Eucliffe si no encontraba a su esposa intacta? Pensar en la sola idea de que tocara su piel de una forma más íntima le hizo apretar la mandíbula. ¿Siquiera tomaría a consideración los deseos de la muchacha si no quería ser tocada? ¿Y si la forzaba? Se consideraría que estaba en todo su derecho. Con un evento tan traumático, ninguna dama querría ser tocada. ¿Sería expuesta si no manchaba las sábanas con la prueba de su virginidad? Había escuchado que algunos condes hicieron eso para avergonzar a sus esposas, y estas acababan solas y marginadas sin que sus familias pudieran, o quisieran protegerlas de las habladurías.
Se acostó con un gruñido malhumorado. Happy trepó a su lado y se acurrucó sobre su cabeza. Natsu meditó, incapaz de conciliar el sueño ante los caóticos y recurrentes pensamientos. ¿Por qué se preocupaba tanto? Era obvio que Lucy, mínimo, se incomodaba en su presencia. ¿Qué era el sentimiento que lo llevaba a preocuparse tanto? Natsu no era tan tonto para decir que estaba enamorado, no creía del todo en ello. El amor era destructivo, doloroso, pasajero. Le pasó a su padre y a su madre. La vio perecer, enferma de un amor que perdió y nunca tuvo oportunidad de recuperar. El amor fue lo que llenó de tristeza la vida de Igneel, lo notaba en las miradas dolidas que dirigía a Grandine cuando notaba la falta de apoyo en ella. Era el mismo amor lo que envió a Zeref a una vida de juegos y mujeres cuando fue rechazado por la niña que una vez se le prometió en matrimonio. Su hermano no creía en ello, sino en el respeto y la consideración a la pareja. Natsu sentía que aquello que lo impulsaba a interponerse era un instinto protector arraigado a sus genes, el mismo que lo mantuvo junto al lecho de su madre en sus últimos años de vida. Aquel que lo llevó a permanecer junto a Erza cuando fue destruida por un hombre inglés que se aprovechó del amor que le profesaba. El mismo amor que creyó sentir él por la mujer de pelo rojo. Natsu se consideraba alguien capaz de darlo todo por aquellos a quienes quería, y Lucy, a pesar de no conocerla de mucho, despertaba aquel instinto en él.
Quería protegerla, hacerle saber que alguien se tomaba la molestia de pensar primero en ella y sus deseos. Más no sabía cómo expresarle eso a la implicada. No, no era amor lonque sentía por Lucy. Ternura quizás, si recordaba el rubor de sus mejillas cuando besaba sus nudillos. Diversión, por su ceño fruncido y los mohínes en sus labios cuando algo no le parecía. Tal vez un poco de deseo, pensando en la suavidad de su piel y su cuerpo lleno de curvas. Avergonzado recordó la satisfacción interna que sintió cuando, al cargarla el día que le contó la verdad sobre los chismes en el periódico, comprobó que ella no necesitaba de un corsé para fingir su figura femenina. Obviamente no planeaba ponerla en un compromiso ni obligarla a nada, pero por un instante Natsu deseó estar en su hogar, si Lucy fuera cíngara, o al menos una escocesa sin inhibiciones, no les sería difícil entablar una relación más íntima.
Pero entonces no sería la Lucy que lo tenía tan hechizado.
Ante el pensamiento de aquella ultima palabra, soltó una carcajada llena de pena. Eso no podía estarle pasando. No ahora, y por más que trataba de convencerse.
¿De verdad le gustaba Lucy Heartfilia?
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Continuará...
N/A: Perdonen la tardanza, encontré trabajo (que emoción!! JAJAJAJJA) y pues los horarios son un poco irregulares y no he tenido mucho tiempo, pero ya estoy comenzando a organizarme, así que trataré de subir más seguido que vamos a empezar con lo intenso.
Nos leemos ♡
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