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¤¤ Capítulo 10 ¤¤

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Una semana más tarde...

Natsu miró una vez más el carruaje estacionado fuera de la reconocida boutique de los hermanos Strauss. Llevaba casi diez minutos desde que, paseando a caballo, vio a Lucy bajar con Mavis a su pado antes de que desaparecieran en el interior del edificio. Llevaba desde la mañana después de la ópera intentando localizarla o siquiera hacerle llegar un recado. Todo se fue a la mierda en el instante en que alguien decidió que seguirlo le traería alguna anécdota importante para su estúpido periódico.

Algún bastardo vio el momento en que Erza le besó y no dudó ni un maldito instante en contar una retorcida historia que puso en la mira tanto a Lucy, que se suponía era su acompañante aquella noche, como a Erza. Al parecer la sociedad todavía no se saciaba de la humillación sufrida por su amiga escocesa. Jude se había puesto furioso de que expusiera a su hija los chismes, e incluso Igneel se mostró decepcionado cuando leyó la nota. Natsu ni siquiera intentó explicarle, con los venenosos comentarios de Grandine a un lado, sabía que sería imposible. Y tampoco planeaba esconderse. Lo primero que hizo fue encargarse personalmente de encontrar a aquel buitre que lo expuso, mas no pudo reparar el daño infligido.

Lucy no le dirigía la palabra, y él podría entenderlo, puesto que no volvió aquella noche a su lado. Dejó que fuese Zeref quien se encargara de ambas damas mientras él se retiraba a la mansión Dragneel con Happy en sus brazos. Pero el periódico escribía otra cosa de cuál fue su destino aquella noche, así como su fin. Lo dejó como un libertino frente a todo Londres.

Disimuló estae ocupado con su corcel cuando la puerta de la boutique se abrió, pero no eran Lucy ni Mavis, sino una mujer que era la única además de ese par. Esa era su oportunidad, dejó atado a su caballo y se encaminó al edificio con la mayor calma posible. Poco le importaba lo que pensaran esos ingleses de él, pero le molestaba que Lucy se creyera los rumores. No podía culparla, claro estaba. Se fue sin dejar ningún mensaje, era obvio que pensara lo que el periódico decía.

La campanilla sobre la puerta sonó cuando él se adentró a la tienda. Había evitado con éxito al cochero de las primas. Ahora esperaba que no estuviera Elfman en el interior. Estaba seguro de que si ellas querían deshacerse de él, enviarían a aquel fortachón sobre él.

—Buenas tardes, sea bienvenido a... Ah, lord Dragneel, ¿qué le trae por aquí? —El cambio en el rostro de Mirajane fue evidente, pasando de la cordialidad a la frialdad. Natsu sonrió con ironía. Bien, al menos esa mujer quería lo suficiente a Lucy como para molestarse por ser expuesta—. Normalmente su padre o lady Grandine envía a algún criado cuando precisa alguna tela o un atuendo adecuado para su guardarropa.

—¿Dónde se encuentra Lucy? —Fue directo al grano, echando una mirada a la tienda en su busca. La encontró al lado de Mavis, quien se apresuraba a guiarla a la puerta.

—Bien, entonces esperamos los vestidos antes del cumpleaños de Levy, Mirajane, por favor. Nos encanta lucir sus diseños.

—Por supuesto —musitó la mayor de los Strauss, viendo impresionada que el pelirrosa no tardaba en darles alcance con sus grandes zancadas y se plantaba delante de ellas.

Mavis frunció el ceño y observó a Mirajane por sobre el hombro.

—Mira, creo un vagabundo se ha metido a su tienda con intenciones poco nobles, debería llamar a su hermano Elfman para que lo saque antes de que cause un escándalo aquí.

—Lord Dragneel, ¿puede por favor hacerse a un lado y permitirnos pasar? —Intervino lucy, adivinando la situación en la que se encontraban gracias al apretón de Mavis y la imponente presencia que sentía delante suyo. Golpeó ligeramente con su bastón el suelo—. Vamos un poco apresuradas, si no es mucha molestia.

—Lucy, querida, no necesitas ser educada con la peste —añadió Mavis con un tono cariñoso para su prima, así como una mirada ácida dirigida a Natsu. Arqueó una ceja cuando permaneció inalterable—. ¿Se le han tapado los oídos? Muévase.

—Lucy, quisiera hablar con usted un momento —susurró Natsu hacia ella, controlando por el rabillo del ojo que Mirajane no llamara a nadie. O que Mavis decidiera darle un pisotón.

Lucy negó, su expresión melancólica le revolvió el estómago.

—¿Puede hacerse a un lado, por favor?

—No le quitaré más de cinco minutos —insistió—, sé que fue grosero de mi parte dejarla la noche de la ópera, pero las cosas no ocurrieron como se cuenta en el periódico...

—¡Le hemos pedido que se mueva! —exigió Mavis alzando la voz.

—Mavis —censuró Lucy con discreción. Luego dirigió su atención a él—. Tenemos algo de prisa, lord Drag...

—Natsu, mi nombre es Natsu —Le cortó, ignorando a Mavis y tomando la mano de Lucy. Ella dio un paso atrás e intentó retirarse, pero afianzó su agarre en la muñeca sin llegar a lastimarla—. No me diga que de verdad cree en ese chisme malintencionado. Lucy, le juro por lo que más quiera que las cosas no terminaron como se describió en esa nota.

—Lord Dragneel, sus aventuras o sus amoríos no son asunto mío —Objetó, alzando la barbilla e intentando retirar una vez más su mano. Bajo el recatado escote del vestido, Natsu adivinaba el rápido subir y bajar de su pecho—. Ahora le exijo que me suelte y nos deje pasar.

—La dejaré ir hasta que decida escucharme —sentenció, notando que Mirajane desapareció de su campo de visión en el instante en que se centró en Lucy. Evitó maldecir—. Lucy, por favor, sólo serán unos minutos.

Lucy pareció pensarlo, pues sus labios liberaron un suspiro apenas audible. Pero él no tenía tiempo para esperar que resolviera el conflicto de si oírlo o no. Mirajane no podía tardar nada en volver con Elfman tras ella. Mavis iba a decir algo, pero su prima le tocó con suavidad el brazo para llamar su atención.

—Mavis, ¿me harías el favor de esperarme en el carruaje? Estoy segura de que cuando lord Dragneel cumpla su cometido me guiará hasta ti.

—Pero Lucy... —protestó.

—Por favor, así aprovechas para decirle al cochero nuestro próximo destino. No queremos llegar tarde a la invitación de lord Eucliffe, ¿o sí? Papá se molestaría mucho.

Lord Eucliffe... ¿dónde había escuchado él ese nombre? De cualquier forma no le prestó más importancia de la necesaria. Y se forzó a permanecer inmóvil cuando Mavis lo acuchilló con la mirada y casi lo empujó a un lado para salir por la puerta con un revuelo de faldas.

—Le pediré que sea breve, no quiero tener otra desafortunada visita suya en el patio trasero de mi jardín.

Lucy era buena cuando usar una máscara de frialdad se trataba. Si bien no llevaban mucho de conocerse, él sabía que aquella no era su personalidad. Era más bien, tranquila, educada y algo tímida. Siempre hubo preferido a las mujeres de carácter, con personalidad y que supieran romper un poco las reglas, tal como Erza o Juvia, la hermana de Gajeel. Por eso no lograba comprender todavía cuál era esa fascinación que tenía con la muchacha delante suyo. Era una belleza, de eso no había duda, pero se decía que aquello no era suficiente para tenerlo así de atolondrado. ¿Qué era?

—Lucy, quiero disculparme por no regresar la noche de la ópera, y por el susto que le hice pasar cuando recién llegamos. Lo que sucedió fue que un amigo mío... de las tierras altas vino para traerme algo. Antes de venir a vivir aquí con mi padre encontré un pequeño gato herido, y lo cuidé antes de partir de Escocia. Me encariñé de Happy y él de mí, y me lo trajeron. Pero no está acostumbrado a estar lejos de mí, por lo que intentó seguirme y se escondió bajo sus faldas... ¡No lo pensé, sólo lo vi e intente tomarlo!

Un rubor ascendió a las mejillas de Lucy, y ella intentó disimularlo trayendo su flequillo delante de su rostro y rozando sus mejillas encendidas con algunos mechones. Ella apretó los labios y asintió con lentitud.

—Bien, coincide con lo que Zeref me explicó... Era... era su mano lo que rozó mi tobillo, de acuerdo.

—Me fui en ese instante porque no quería avergonzarla más, además de que no podía entrar con un gato al teatro —Intentó bromear con aquello último. Cuando Lucy no sonrió se obligó a aclarar su garganta—. Ya en el jardín me encontré con un par de amigos.

—Sí... un hombre y una mujer que identificaron como Erza Scarlet, ¿no es así?

—¿La conoce?

—Es conocida por su escándalo... de hace algunos años —confesó con cuidado. La ira de Natsu se encendió.

—Por supuesto, son muy buenos para recordar cómo hay que culpar a la víctima, ¿no es así?

—Yo nunca dije que la culpase de lo que ocurrió —le cortó Lucy—. Pero el daño ya está hecho, y una mujer no tiene más esperanza que abandonarse al cuidado del hombre que decida cargar con ella, lamentablemente, para eso nos educan. Lord Dragneel, si eso era todo, le pido que se retire y me deje en paz.

Natsu la miró fijamente ante aquel comentario. ¿Qué insinuaba Lucy? ¿Era aquello también una pedrada sutil a la situación de ella? Dependiendo de su padre para que pueda atenderla en todas las necesidades. ¿Y cuándo lord Heartfilia ya no estuviera? ¿Qué sería de aquella criatura? Natsu alzó la cabeza cuando una puerta lejana se cerró y los pasos pesados se combinaron con el ligero fru fru de las faldas femeninas. Mirajane volvía, y no hacía falta ser mago para saber quién la seguía.

—Me perdonará, pero todavía no acabo —sentenció antes de inclinarse sobre ella. Lucy dejó ir un grito ahogado de terror cuando se sintió elevada en el aire. Natsu no tuvo ningún problema en cargarla en sus brazos y adentrarse tras las cortinas que se adivinaba en un rincón.

—¡Le exijo que me suelte! Esto es una locura, ha sobrepasado los límites —balbuceó, incrédula y mareada. No sabía a dónde la estaba llevando, pero agradeció que no fuera al exterior. No soportaría ser el objeto de las miradas—. ¡Lord...!

—Natsu —la corrigió, deteniéndose al averiguar que era un almacén. Bajó a Lucy y la retuvo contra su cuerpo en caso de que quisiera escapar. Se asomó por la cortina cuando Mirajane comprobó que no había nadie.

—Voy a gritar.

—Inténtelo y la besaré —amenazó sin prestarle atención a sus ciegos manotazos que querían empujarlo. Con el brazo que rodeaba su delgada cintura la retuvo sin problemas. Supo en el momento exacto en que ella intentaría gritar, pues los senos apretados contra su pecho se expandieron ligeramente cuando ella tomó aire.

—¡Qué...! —Lucy abrió los ojos desmesuradamente cuando una mano masculina cubrió sus labios. Incrédula intentó liberarse. Aquello era un escándalo mayúsculo. ¿Quién se creía aquel hombre para obrar a su antojo? ¿Y sus modales? El pánico la inundó cuando notó que sus intentos por escapar de su agarre eran inútiles.

Natsu no volvió a verla hasta que comprobó que nadie los descubriría, y aún cuando lo hizo notó el terror en su mirada, así como su palidez. De inmediato retiró la mano de sus labios y el agarre menguó cuando notó que aquello era más contacto del que las damas inglesas se permitían con un caballero incluso en los bailes. Supo que acababa de asustarla y la liberó, revisando cada una de sus reacciones con atención.

Lucy respiró más tranquila cuando dejó de sentir el cuerpo de Natsu pegado al suyo, pero eso no borró la sensación de sus músculos apretados contra su cuerpo. Ahora era más que consciente de la complexión un tanto mas corpulenta de Natsu. ¿Todos los hombres serían así? No, sus memorias de antes le recordaban a los ingleses un poco más delgados, menos corpulentos. Sin poder evitarlo aferró con más fuerza el bastón que se negó a soltar en su pequeño traslado y decidió que si él volvía a intentar sujetarla así, lo golpearía.

—Deme una razón para no exponerlo por lo que acaba de hacer —susurró ante el largo silencio.

—Mi intención nunca ha sido dañarla, no la he lastimado, ¿o sí? —retó con más arrogancia de la que debería.

—En absoluto, pero me ha dado un susto de muerte. Jamás, escúcheme bien, jamás vuelva a hacer eso —Lucy se sentía mareada. Se llevó una mano al rostro e inhaló con calma varias veces para quitar la sensación—. Mavis se preguntará por qué todavía no me reúno con ella.

—El beso es cierto —soltó de una vez. Sería sincero. Lucy le prestó toda su atención, a pesar de que sus labios temblaran un instante—. Es cierto que nos vieron besándonos, pero fue solamente eso. Es mentira que luego me reuní con ella más tarde en alguna posada. Solo intentan difamar a Erza y a mí.

Lucy se sorprendió de que aquella verdad resultara tan liberadora como asfixiante. Por una parte, era una pesada carga que se apartaba de su pecho, a la vez que dejaba un sabor amargo en su boca. El beso era cierto... Recordó lo triste y decepcionada que se sintió cuando Natsu no volvió en toda la noche. Zeref intentó distraerla, a pesar de que ni ella misma entendía porque le era tan difícil disfrutar de la música. Pensaba y pensaba, ¿y si algo le sucedió? ¿Si se encontraba en problemas? No obtuvo respuesta alguna. El único consuelo fue que Zeref se dedicó un poco a contarle sobre su medio hermano, algo que alegó, no le correspondía del todo. Natsu no sólo tenía sangre escocesa, sino que su madre vivía con los cíngaros, por lo que fue criado como tal. Lucy había escuchado sobre ellos; personas que vivían como nómadas y bajo sus propias reglas, a veces deshonestos e incluso ladrones. Como fuese, nada de lo que hubiera escuchado sobre ellos era bueno.

Por eso, cuando a la mañana siguiente Mavis le leyó el periódico, a Lucy le sentó como un golpe sordo. Natsu la había dejado para irse con una mujer de dudosa reputación. Según las fuentes, fueron vistos en una situación comprometedora. Incluso más tarde se determinó en qué acabaron ambos. Jude, para su sorpresa, no hizo ningún comentario más que sonreír de una forma que Mavis calificó como una sombría satisfacción al ver su palidez y notar su desconcierto por el rumbo de los sucesos.

《Es escocés, y además cíngaro, he de decir que no me ha defraudado en lo que se esperaba de él 》, fueron las crueles palabras de su padre. Y Lucy lo creyó, muy a su pesar, no ofreció el beneficio de la duda y evitó terminar el desayuno mientras se retiraba a donde su piano aguardaba. Tocó toda la tarde, intentando olvidar, deseando  entender por qué la noticia le afectaba tanto.

—¿Por qué me explica esto? —se atrevió a preguntar, enfocando su atención en él por el sonido de su voz.

Natsu vio la confusión en sus ojos carentes de brillo. Aquellos ojos privados del don de admirar su entorno. ¿Cómo era el vivir de Lucy? ¿Qué esperaba ella a futuro? ¿Quién la cuidaría cuando Jude hiciera falta, o cuando Mavis hiciera su vida? Esas y muchas otras preguntas llenaron su cabeza, y él sólo pudo bajar su atención a sus labios cuando estos hicieron un mohín de disgusto.

—¿Me cree?

—No lo sé, pero sigo sin entender la finalidad de esto. Si esto que me dice es verdad, ¿no debería estar buscando el modo de hacer que todos lo sepan para limpiar su nombre de este desafortunado incidente?

—Los demás no me interesan —admitió—. Con que mi padre y Zeref lo sepan, igual que la otra parte involucrada, es suficiente para mí.

—Entonces por qué yo... ¿Lord Dragneel? —Lucy se estremeció cuando sintió las manos masculinas tomar con gentileza sus brazos, así como su presencia acercándose a ella—. No se acerque tan de repente, le recuerdo que no puedo...

—Voy a besarla —anunció. Lucy se tensó. Negó cuando una de sus manos rozó su mejilla—. ¿Zeref la besó cuando era su prometido?

—¿Qué clase de pregunta es esa? —Lucy intentó retroceder, pero él la detuvo—. Lord Dragneel, no me parece gracioso. Se está tomando demasiadas libertades conmigo.

—Tengo curiosidad —murmuró, sujetando su nuca para evitar que escapara de él. Lucy gimió aterrada cuando sus manos tocaron su pecho de nuevo, estaba pegado a ella.

—No se atreva —exigió, notando que era inútil resistirse. Suplicó lo más bajo que pudo—. ¡Le creo, le creo...! Milord...

—Mi nombre es Natsu —susurró antes de inclinarse sobre ella, pero el sonido de la campanilla en la puerta de entrada le hizo salir de aquel extraño trance. Natsu observó disgustado que la enana con genio del demonio había vuelto con su reinado del terror—. Su prima es tan oportuna.

Lucy temió hacer un ruido que expusiera su delicada situación. Natsu seguía sin soltarla, y estaba aterrada de solo pensar que alguien los pudiera encontrar en aquella situación. Suficiente tenía con la burlona lástima que se expresó hacia ella en el periódico cuando Natsu la abandonó para ir a los brazos de otra mujer, o eso exponía la nota.

—¿Lucy? —Mavis escaneó el lugar sin encontrarla. Frunció el ceño y se adentró más—. Lucy, ya es tarde.

—Dígame dónde puedo encontrarla —pidió Natsu de pronto. Lucy negó, aterrada de aquellas libertades que se tomaba.

—No planeo quedarme a solas con usted de nuevo.

—Puedo ir a buscarla a su casa de nuevo —sugirió, ella negó aterrada.

—¡No, ha perdido la cordura! Creará un escándalo.

—¿Mirajane, Lucy está contigo? —Mavis se adentró a otra habitación. Natsu aprovechó para sacar a Lucy del almacén sin causar alboroto.

—Yo también comienzo a dudar de mi estado mental —admitió con una sonrisa, mirando encantado la cantidad de gestos que cruzaban por el rostro de Lucy, y aquel dulce rubor que no la abandonaba—. Bien, encontraré la manera de que podamos vernos.

—No se atreva a irrumpir en mi casa.

—No me deja otra alternativa —finalizó, tomando su mano para besar sus nudillos desnudos. Cuando iba a soltarla Lucy le aferró.

—Natsu, no me agrada este comportamiento tan libertino, le agradeceré que mantenga su distancia conmigo. No estamos en Escocia, donde al parecer se comportan de esta forma tan bárbara para tratar con una mujer.

Natsu se detuvo en seco y la miró. Lucy se arrepintió al instante en que esas palabras salieron de su boca. Pero no hubo tiempo para más, Mavis volvía. El joven Dragneel se dio la vuelta y salió a toda prisa para evitar más chismes o comentarios ácidos por parte de la muchacha Vermillion.

—¡Lucy, aquí estás! Me comenzaba a preocupar, ¿por qué no respondías?

—Estaba... pensando.

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Continuará...

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