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¤¤ Capítulo 1 ¤¤

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La velada estaba siendo todo un éxito, a pesar de los murmullos malintencionados y las miradas mal disimuladas, Natsu sabía que su padre estaba orgulloso de que por fin pudiesen ser presentados en sociedad. Él mismo admitía estar un poco emocionado, por fin estaba a la altura de todos aquellos que alguna vez le vieron como si no fuera nada más que un insecto. Ahora esas mismas personas les veían con envidia e incluso adoración. Incluso ya muchas jovencitas le había sido presentadas como posibles futuras esposas.

Una sonrisa de burla se ocultó tras la copa de la cual bebía. En Londres sólo existían hipócritas, eso eran. Por supuesto que esos mismos que se presentaban ante él, anunciando una gran cantidad de títulos que sólo le provocaban bostezar, esas personas se detenían a mirar el tono moreno de su piel, o sus extraños cabellos rosados, así como sus ojos jade, demasiado extraños entre los suyos. Pero él estaba orgulloso de ser hijo de su madre ya fallecida. Una hermosa mujer que logró poner a su padre de rodillas y no necesitó usar apretados corsés ni era una imagen espectral con piel tan blanca que casi traslucía las venas. Para nada. Su madre fue una gitana indomable llena de amor por los suyos y poseedora de una sabiduría que había intentado transmitir a él.

Y decía intentar, porque por nada del mundo Natsu perdonaría a esos ingleses que no hacía otra cosa más que juzgar y destruir con palabras. Su madre quizás pudo perdonarlos, él no. Nunca perdonaría los abusos a los que fue sometido por seres que creyeron ser superiores a él sólo por llevar sangre gitana en sus venas.

—Natsu, hermano, ¿estás disfrutando tu primer baile? —Era Zeref, el primer hijo de Igneel. Su madre fue una condesa muy codiciada, según escuchó por allí—. He notado que ya varias señoritas se han acercado a coquetear un poco.

—Sólo vienen a husmear —afirmó restando importancia al asunto. Terminó por beberse la Copa y buscó a su padre con la mirada—. ¿Dónde está Igneel?

—Oh, papá subió a su despacho hace unos minutos. Llegó un socio muy importante. Yo estaba entreteniendo a su hija hasta que sus amigas llegaron por ella. La he dejado entonces. —Zeref lo miró como si supiera que algo no iba bien—. ¿Sucede algo? Te notó extraño.

Extraño era un palabra muy pequeña y corta para describir cómo se sentía en esos momentos. A sus veinte años, Natsu sabía que atraía más de una mirada femenina. No obstante, lo último que quería en esos momentos era una tonta inglesa babeando por él. Prefería a las bellezas exóticas cuya piel estuviese besada por el sol y acostumbrase a una vestimenta más ligera. El único motivo por el que aceptó ese ridículo baile era porque necesitaba con desesperación encontrar a alguien.

—Es mi primer baile en sociedad, Zeref. No estoy del todo cómodo —mintió. La verdad era que no se sentía para nada nervioso. Su niñez fue una gran etapa de desarrollo donde aprendió a no ser menos que nadie y saber defenderse. Su mentor nunca quiso que se viera en una situación difícil y no encontrase salida. Una baile no era nada comparado a los sucesos de los que formó parte en un pasado. Tenía una basta experiencia que nisiquiera su padre poseía con sus cuarenta.

Zeref miró con ojos críticos a su hermano menor. Natsu era un pequeño bastardo que llamaba la atención de las damas. Pues a su corta edad, ya estaba muy desarrollado y él condenado lo sabía. No sé llevaban mucho, Zeref notaba cierta cautela en Natsu al momento de contarle algo. Pero lo quería. Desde que la abuela del mismo lo llevó a su padre, cinco años atrás, Zeref estaba muy emocionado de tener un hermano con el cual jugar. Pronto comprendió que el concepto de Natsu para jugar difería mucho del suyo. Caramba, todavía recordaba la paliza que recibió a manos del menor y por el cual las criadas habían llamado horrorizadas al padre de ambos. Su madre nunca aceptó a Natsu, y para ninguno era un secreto. Lady Grandine evitaba al muchacho como si fuera la peste, y la única razón por la que no lo corría de su hogar era por la intervención de Igneel.

El mayor de los Dragneel no dudaba que aquello dejara, aunque minúscula, una huella en el corazón de Natsu. A veces lo notaba melancólico, recordando a la madre que dio todo por darle la mejor educación antes de morir. Igneel se sentía culpable de no haber estado allí para ambos, por lo que a Zeref no le molestaba que su padre quisiera consentirlo. Al contrario, lo apoyaba y por ello secundó su decisión de llevar a cabo aquella fiesta en la que lo presentarían a la sociedad de Londres.

—¿Te presento a la hija de Jude? —inquirió. Quizás eso era lo que le hacía falta a Natsu, una señorita de gran corazón que no osara a ofenderle  al quedarse viendo el color de su piel o la forma exótica de sus ojos. Natsu, que distraído quitaba otra copa de un sirviente que pasaba cerca, arqueó una ceja mientras bebía. Zeref frunció el ceño—. ¿Bebes mucho?

—Es lo único bueno que le veo a esto, lo demás me revuelve el estómago —Y acabó por beberlo como si fuera agua—. Disculpa, ¿qué decías?

—Que te comas una mentita para disimular el aroma alcohol y vengas conmigo. Quiero presentarte a la hija de Jude.

—¿Quién es Jude? —Natsu arrojó por sobre el hombro la pastilla de menta que Zeref le dio—. ¿Llevas esto contigo todo el tiempo?

—Nunca se sabe cuándo puedo besar a una dama hermosa. Es mejor estar prevenido —bromeó, caminando delante suyo. Natsu suspiró ruidosamente—. Jude es el socio de papá en la industria de ferrocarriles, ya lo sabes Natsu. Su única hija se llama Lucy Heartfilia. Ven, te caerá bien.

—No, ya no quiero más señoritas de alta cuna. Me da miedo lo mecánicas que son, no dejan de repetir las mismas palabras y observar por sobre el hombro a sus madres que sólo las alientan a conseguir un semental que les haga un hijo.

Zeref se paró en seco provocando que Natsu casi chocara con él. El hombre de cabellera azabache se giró y le señaló con advertencia.

—Que papá no te escuche hablar así y ninguna otra dama, o te cortarán la lengua.

—Qué delicado —se burló. Sí, así era Zeref. Su hermano no le caía mal, era agradable y divertido hasta cierto punto. Natsu adoraba los caballos, por lo que salía a montar en el corcel que su padre le regaló al cumplir quince años. Recordó con diversión como Igneel y Zeref se habían mostrado tan escandalizados al notar la velocidad a la que iba y la pirueta que había hecho para bajar.

Por favor, esa gente no tenía idea de lo que era divertido.

—Señoritas, buenas noches, ¿están disfrutando de la velada? —interrumpió Zeref a un círculo de jóvenes que de inmediato le vieron con ojos de cordero a medio morir y soltaba risitas tontas. Natsu rodó los ojos. Eran tan irritantes—. Lucy, querida, ¿te apetecería alegrar mi aburrida noche con tu encantadora presencia?

—Siempre tan encantador, ¿no? —Natsu veía a las demás damas que ahora lo observaban sin discreción, más no a aquella que tenía el interés de Zeref—. ¿Papá aún no baja?

—No, el gran ogro sigue en su madriguera. Por eso estoy encantado de sacar a la princesa a bailar un rato.

Lucy rió, un sonido que a Natsu le sonó el más natural en lo que llevaba de noche.

—Está bien, pero sólo porque me has llamado princesa.

—Tengo más apelativos que encantarán a su alteza.

Zeref no solía ser tan lambiscón. Ni tampoco se refería a alguna dama por su nombre de pila. Supuso que cierta intimidad entre ambos le otorgaba ese derecho. Natsu arqueó una ceja cuando su hermano por fin se giró y le guiñó un ojo. No le sorprendería sí asi era, aunque discreto, Zeref solía disfrutar de algunos favores femeninos que conseguia con su apariencia y su posición.

Sus ojos bajaron a la encantadora figura femenina que lo acompañaba. Lucy Heratfilia era lo que esperaba, una señorita de alta cuna con una piel que apenas y conocía el sol y un cabello sorpresivamente de una rica tonalidad dorada. La muchacha llevaba un despampanante vestido rosa que le daba la apariencia de una muñequita de porcelana que últimamente la niñas adoraban. Sus labios en forma de beso se retiraron ligeramente en una tímida sonrisa cuando Zeref tomó una de sus manos enfundadas en largos guantes de seda y la posó sobre su propio brazo. Intentó ver el color de sus ojos, por simple curiosidad, pero su flequillo era tan largo que daba sombra a esa zona y no le permitía ver con claridad. Eso sin contar que la joven mantenía la cabeza un tanto baja.

—Lucy, ¿te han presentado ya a mi atolondrado hermano?

—No, todavía no. He escuchado que ha estado rodeado de personas toda la noche y papá apenas llegó subió con lord Igneel para tratar negocios. Así que no he tenido ese placer. ¿Le importaría presentármelo?

—Por supuesto, de hecho lo he traído conmigo. Natsu, te presento a lady Lucy, es hoja de lord Heartfilia, pero eso ya te lo he contado. Lucy, él es mi hermano menor, Natsu.

Natsu tomó la mano que la muchacha le tendía, inclinándose para depositar sus labios sobre sus nudillos cubiertos por la tela. Seguía sin verle los ojos, ella tenía la cabeza inclinada en dirección a Zeref. En aquel intervalo de tiempo en que sujetó sus dedos, pudo sentir el ligero temblor de su mano. Aquello lo molestó, ¿otra que no soportaba verle por ser tan diferente a los pomposos de Londres?

—Es un placer conocerlo, lord Natsu —saludó ella con una sonrisa que no sabía decir si era falsa o real. ¿Por qué no le veía a la cara?

—Dime sólo Natsu, el gusto es mío, lady Lucy.

—Llámeme sólo Lucy, por favor —pidió con su maliciosa voz—. Zeref me ha hablado mucho de ti. Le parece encantador tener un hermano menor con el cual discutir.

Lucy sonrió cuando Zeref soltó una risita y tomó su mano para besar sus nudillos. La muchacha seguir sin apartar el rostro de su dirección. Si Natsu ponía atención, era fácil escuchar los murmullos que seguían comentando sobre su piel y sus ojos. Harto de todo aquello, tuvo el atrevimiento de tomar la mano que Zeref liberaba y tirar de la chica que daba un sobresalto.

—¿Me permite está pieza? Todavía no estoy muy familiarizado con la danza y me gustaría que me orientara.

—Yo... Yo no... —titubeó. Zeref le envió una mirada de advertencia.

—Natsu, aguarda.

La llevó al centro de la pista, donde las parejas se hacían a un lado para darles el paso y les miraban con ojos llenos de prejuicios. Natsu apretó un poco sin pensar la mano de Lucy, más ella no emitió ni un sólo quejido o protesta. Una vez en el centro y conforme las notas musicales comenzaron a sonar, tomó una de sus manos para posarla sobre su hombro y sujetó con firmeza la otra.

—Y dime, ¿qué suele hablar Zeref de mí? Supongo que no es ningún secreto que no soy su medio hermano —comentó con acidez. Sentía las miradas de todos cómo agujas en su espalda, y el que la chica no quisiera alzar la cara a él lo enfurecía más. La acercó en una vuelta mucho más de lo que permitía el decoro y notó que se tensaba—. Oh, disculpa, te digo que todavía no me aprendo bien los pasos.

—Yo tampoco —susurró con voz débil. Ya ni siquiera se molestaban en disimular la inclinación de su cabeza. Directamente ella tenía la vista clavada en su pecho. Las rizadas y oscuras pestañas le dejaron entrever el tono achocolatado de sus ojos—. Todavía estoy aprendiendo.

—¿Tan repulsivo les parece que alguien que no lleve la misma sangre pura se atreva a hablarles como un igual? —inquirió, defendiéndose de golpe y apartándose para que ella no pudiera tocarlo.

—¿Qué dice? —Lucy estiró una mano, pero él se apartó. Cuando sus dedos no tocaron nada, apretó la mano contra su pecho y sus labios temblaron un instante—. No es mi intención ofenderle, pero...

—Pero hay categorías, ¿no?

No necesitaba eso. Los murmullos continuaban y ya no soportó el juicio al que todos parecían querer condenarle. Perfecto, que se comieran entre ellos. Dejó a Lucy en medio del gran salón y se abrió paso entre la multitud.

—Lord Natsu —le escuchó llamarle, más no se detuvo—, lo si-siento...

Entonces el estruendo de una bandeja metálica, seguido del cristal rompiéndose en añicos lo detuvieron en seco. Se giró para ver cómo Zeref corría a levantar a Lucy del suelo, cuya mano sangraba por un vidrio incrustado. A su lado, uno de los sirvientes no dejaba de disculparse mientras recogía la bandeja que se le cayó al chocar con la joven. Natsu advirtió un par de figuras moverse en el segundo piso, por lo que alzó la mirada para notar que su padre veía la escena con mirada atónita, mientras un hombre a su lado bajaba las escaleras apresurado.

—¡Lucy!

—Estoy bien, de verdad —intentó decir ella cuando Zeref inspeccionó el cristal que perforó su piel.

—No, no lo estás. ¿No te dije que te quedaras quieta? Lord Zeref, creí haberle pedido que cuidara de ella y no la sacara a bailar.

—Papá, por favor —rogó Lucy, incapaz de mirar a alguien a pesar de sentir que todos la veía. La música se había detenido y el murmullo se extinguió en el instante en que el vidrio se rompió—. No aquí...

—No. La condición era que te quedarías quieta. ¿Es que no lo entienden? Hasta que no sientan en carne propia lo que es estar ciego, veremos si se atreven a juzgar a mi hija de esta manera —vociferó Jude sin esperar a que Igneel llegara hasta el. Tomó el brazo de su hija y tiró de ella sin mucha delicadeza—. Gracias por la velada, lord Dragneel.

—Jude, aguarda. Mandaré a mi médico particular para que la atienda.

—Creo que tus hijos ya han hecho suficiente —cortó, retirándose del salón sin decir una palabra más. Zeref miró a Natsu, pidiéndole una explicación con la mirada.

Natsu no sabía que decir, así como tampoco era consciente de la palidez que se había adueñado de su rostro.


•••

Continuará...

















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