Cada día su esposo lo iba a visitar, eso lo ponía de buenas, su recuperación iba bien. Sus piernas dolían un poco pero el vendaje en ellas le impedía ver que causaba ese dolor.

—Tuviste otra recaída, amor.—confesó Hoseok.—Al parecer encontraste el cajón con nuestras fotos. Te frustraste por no poder recordar aquellos momentos. Tomaste la tijera, empezaste a cortar las fotos y después clavaste esas mismas tijeras en tus piernas varias veces. Dijiste que querías sentir dolor, dijiste que te sentías muerto y la única manera de saber si seguías con vida era causándote dolor. Lo vi en las cámaras, no sé porque no estuve pendiente de ellas en la oficina, yo en verdad-

—No es tu culpa, amor.—contestó.— Yo... lo siento, hobi. C-creí estar bien, sol. Pero al parecer no... no tengo remedio. Sólo logro recordar pocas cosas, me frustra saber que vives con alguien que ni si quiera se acuerda de que fue lo que comió hace unas horas. No recuerdo nuestras fechas importantes, nuestros momentos... incluso... temo no recordarte a ti. Y y-yo ya no quiero preocuparte... me siento una carga.

—No digas eso porque no lo eres. Soy feliz a tu lado y siempre estaré. Estaré para hacerte recordar las cosas, y seguiré aquí hasta tu último respiro. Se te será difícil olvidarme, te molestaré todos los días y te haré cosquillas, ¿sí?—sonrío. Ver esa sonrisa que tanto amaba lo mantenía con vida.

—S-sí..

—Pero prométeme algo.

—H-hoseok yo no-

—Prométemelo. Prométeme que nunca me dejarás. Promételo, Yoongi, y yo prometo amarte sin importar qué.

—Lo prometo.—ambos cerraron esas promesas con un tierno beso.

Las promesas para ellos son fundamentales en su relación, cumplirlas también lo es. Pero ambos estaban conscientes de la magnitud de aquellas que acaban de hacer.