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🍯!! ' Prólogo

Yoongi, a su corta edad de diecisiete años, empezó a vivir con un alfa al que, según él, podía llamarlo el amor de su vida, sin embargo, nada de eso fue cierto.

En uno de sus celos, él quedó embarazado.

El alfa dijo que lo apoyaría y que estaría siempre a su lado, en todo el proceso del embarazo Jaekyung estuvo con él, el omega se sentía maravillado, en un cuento de rosas, que poco a poco se fue marchitando.

Pues el alfa lo abandonó de la noche a la mañana, cuando el omega había dado a luz y el pequeño alfa estaba de sólo un mes de nacido.

El omega se había negado a llorar por su partida, ahora tenía a un lindo cachorro en su vida con el cual saldría adelante. Con ayuda de su familia, que jamás le dio la espalda, pudo terminar sus estudios y se recibió de ensayista literario, creando su propia editorial en sólo cinco años.

A sus veintitrés años, su hijo era lo más hermoso de su vida, Wonsook era un pequeño alfa, cuerpo delgado, tez pálida, labios carnosos, una pequeña nariz, ojos negros grisáceos, sus cabello era negro y con dos preciosos hoyuelos cuando sonreía.

Yoongi jamás dejó su lado delicado, le gustaba portar prendas bonitas, usar colores pasteles en cada ocasión, pues cada vez se hacía más fuerte.

Park Jimin, toda su infancia y adolescencia fue de ensueño, buena familia, buenas escuelas y una buena línea de omegas detrás de él, pero verdaderamente ninguna lo hacía sentir completo.

A sus veinticinco años ya se había recibido de médico pediatra, pues los niños eran lo que más amaba en ese mundo, le gustaba hacerlos sentir seguros y que siempre estuvieran sanos.

Después de haber estudiado en Harvard y estar separado de su familia por mucho tiempo, decidió regresar a Seúl, donde ejercería su profesión como pediatra en el hospital donde su padre era director.

Sólo estaba esperando encontrar a su omega, pues aunque nadie le creyera, soñó con un omega tan perfecto, como si su rostro hubiese sido tallado por las manos sagradas del olimpo, delgado y bajito, pelinegro y de tez pálida, como si su piel hubiera sido besada por constelaciones a lo largo de su espalda, y sus ojos cafés donde el cielo se podía ver reflejado.

Lo encontraría, pues sin pensarlo se había quedado grabado en su memoria después de esa noche de sueños.

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