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Indecisión

Kohaku estaba indecisa.

Recordaba todas las cosas que la separaron de Senku y todas las cosas que la unieron a él, pero apenas y sí recordaba poco más que eso. A comparación de todos los años que pasaron juntos, unos pocos momentos clave parecían insuficientes para hacerla sentir que lo conocía del todo, a pesar de que sí sentía amor y confianza hacia él, no podía ignorar el hecho de que apenas recordaba pocos eventos a lo largo de dos años en los que estuvieron juntos, cuando llevaban mucho más tiempo conociéndose.

Así que, como era tan poco su conocimiento sobre su esposo, Kohaku no estaba segura de sí era su amor lo que la quería hacer creer en él, o si de verdad era sensato creer en él.

Los recuerdos de antes del accidente eran borrosos y difusos, pero los recuerdos de hace solo pocas semanas atrás eran muy claros y aún muy dolorosos. Recuerdos de todos los gritos, insultos y lágrimas eran mucho más vividos que los recuerdos de él pidiéndole perdón, pidiéndole matrimonio y diciéndole que la amaba.

Pensando con calma las cosas, era obvio que cuatro años los había cambiado a ambos, y uno podría pensar que lo más lógico era no forzarse a retomar el matrimonio después de tantas peleas, sin embargo, teniendo en cuenta que ella habría estado dispuesta a intentarlo si él no hubiera mentido sobre Hanaki antes, la hacía dudar. ¿Y si era solo su orgullo herido el que la quería mantener alejada de Senku?

Además, las circunstancias tan injustas por las que fueron separados tampoco era algo que debía pasarse por alto.

Mientras Senku la llevaba en su auto a casa de su padre Byakuya, Kohaku rememoró en su mente toda esa serie de horribles injusticias.

Primero, Maiko empezó a molestar tanto a Kohaku que logró acabar con su paciencia, haciéndola discutir con Senku y negarse a ir con él y su hija a Inglaterra. Segundo, Maiko no la dejó comunicarse con Senku y en su prisa por desenmascararla fue al puerto y tomó el primer barco que pudo conseguir. Tercero, tuvo la mala suerte de que su barco fue atrapado por una horrible tormenta. Cuarto, tuvo la buena suerte de sobrevivir y no perder su embarazo, pero tuvo el horrible infortunio de perder absolutamente todos sus recuerdos. Quinto, sus memorias fueron regresando de la peor forma posible, de modo que creyó que ese era su primer embarazo y que Senku la abandonó de una forma desalmada y ruin. Sexto, decidió jamás buscar a Senku y criar sola a su hija. Séptimo, cuando se reencontraron, Senku y ella estaban más ocupados por odiarse que por pedir explicaciones. Octavo y último, Senku le mintió cuando volvió a verla y ella ya no estaba segura de si debía creer en él o no.

La sexta cosa fue quizás la peor de todas, porque Maiko siempre fue una zorra desalmada, el clima y la amnesia no podían ser controlados y Senku estaba cegado por la rabia de creer que habían lastimado a su hija apropósito, pero Kohaku podría haber evitado todo esto si lo hubiera buscado.

En su primer año en la isla Tsushima estaba confundida, sola y sin dinero, sin embargo, después de haberse instalado pudo haberlo buscado en cualquier momento, aunque fuera para exigirle pagar por la manutención para su hija. Por más horrible que fueran sus recuerdos de él, estaba lo suficientemente calmada para pensar de forma racional y sabía que no era correcto el ni siquiera intentar darle a Shizuku la oportunidad de conocer a su padre, pero no lo hizo porque quería demostrar que era capaz de criarla sola, porque no quería verlo y por su maldito orgullo.

Tuvo dos opciones, decirle o no decirle, y escogió la equivocada.

Ahora estaba de nuevo ante dos opciones, y no quería volver a equivocarse.

¿Traería más sufrimiento intentar recuperar ese matrimonio? Quizás luego de unos meses, no dejarían de discutir y reclamarse por todos los errores del pasado, quizás sus hijas sufrirían y al final todo acabaría en un deprimente divorcio.

¿Traería más sufrimiento permanecer separados y divorciarse legalmente? Sabía con certeza que Senku y ella iban a sufrir, teniendo que vivir separados de sus hijas. Solo pensar en tener que estar sin su Shizuku un mes entero para que pudiera pasar las vacaciones con su padre la hacía querer abrazarse a sí misma y llorar en un triste rincón, y ni hablar de no poder ver a Tsukiku por meses después de acabar de recuperarla. Y, para ser sincera, tampoco le deseaba ese mal a Senku, no quería ser egoísta y apartar a sus hijas de él.

Además, aparte de no saber lo que era mejor para sus hijas, tampoco sabía lo que era mejor para ellos como pareja o no-pareja. Ella lo amaba, desde la primera vez que recordó su nombre supo que era especial. Soñaba con ese nombre, suspiraba por ese nombre, hasta que recordó su rostro y empezó a suspirar por ese atractivo hombre de cabellos extraños. Luego recordó más y más y lo amó más y más, sintiendo su corazón hacerse añicos cuando recordó su ruptura. Y aún a pesar de eso, de igual forma pasó todos esos años todavía amándolo.

Después de reencontrarlo, creyó que finalmente podría borrar lo que sentía por la forma tan horrible en la que la trató, sin embargo pronto encontró a Tsukiku y descubrió que él no era una persona horrible en lo absoluto, que él fue un buen marido y un buen padre, que había enmendado sus errores del pasado y que solo la trató de ese modo porque amaba a su hija tanto que la protegería por encima de cualquiera.

Si él no le hubiera mentido con Hanaki, ella sería la que estaría pidiendo perdón.

Antes de que pudiera seguir profundizando sus pensamientos, llegaron a casa de Byakuya.

—Llame al viejo antes —le dijo—. Las niñas deben estar desayunando, pero es posible que nos quedemos mucho tiempo porque como imaginaras mi familia está emocionada por interrogarte. —Rio divertido.

—No tengo problema con eso. —La verdad no lo había pensado, estando tan distraída con el asunto de Senku, pero presentía que su familia no le daría ningún mal sabor de boca.

Entró a la casa detrás de Senku y de inmediato se encontró con una joven rubia de ojos marrones que la miró con la boca abierta, antes de lanzarse a abrazarla con lágrimas en los ojos.

Al sentir ese abrazo, de inmediato un nombre se le vino a la mente: "Suika".

Correspondió el abrazo, sonriendo con ojos llorosos.

No la recordaba, pero sentía que adoraba a esta chica con todo su corazón.

.

Senku sonrió con suavidad al ver ese reencuentro tan esperado por su hermana más joven, y más por ver cierto brillo de familiaridad en los ojos de Kohaku. Era imposible que no supiera para nada quién era Suika, hasta no le habría sorprendido que la recordara a ella antes que a él, si no tuvieran hijas juntos.

Hablando de sus hijas, en ese momento llegaron en compañía de sus abuelos, y Shizuku de inmediato se lanzó a abrazar a su madre, que tuvo que soltarse de Suika para cargarla en brazos.

—Tu nombre es Suika, ¿verdad? —preguntó con voz indescriptiblemente suave después de besar la frente de su hija menor.

—¿Me... recuerdas?

—No. —Suspiró con tristeza—. Pero logré recordar tu nombre.

—Eso es lo suficientemente bueno. —Ella le sonrió con ojos llorosos.

—¡¿Qué hay de mí, Kohaku-chan?! —Byakuya rompió el momento emotivo lanzándose a abrazar a su nuera, que lo miró muy sorprendida—. ¡¿Me recuerdas?! ¡¿Recuerdas a tu querido suegrito?!

—Ya, viejo, no la molestes. —Senku lo miró mal, mientras que Lillian intervino para apartarlo y tomar su turno para abrazar a Kohaku y presentarse.

Lastimosamente, Kohaku no recordó a nadie más de su familia, ni a su otra hermana Rei ni a sus hermanos varones, Shinichi y Roy, aun así todos ellos se alegraron muchísimo de verla y estuvieron todo el día peleándose por su atención, mientras que Byakuya y Senku se estuvieron peleando por la atención de Shizuku, y Lillian y Tsukiku decidieron darles espacio, aunque aprovechando las pequeñas oportunidades de estar cerca de Kohaku y Shizuku cuando no estaban rodeándolas los demás.

Cuando Shizuku insistió en ir con su hermana y Lillian aprovechó para tener su momento con ella, Byakuya hizo pucheros, pero utilizó la oportunidad para arrastrar a Senku a su oficina y preguntarle en qué había quedado todo con Kohaku.

—¿Se reconciliaron?

—Más o menos. —Rascó su oído con una mueca—. Ella me pidió tiempo para pensar.

—¡O sea que debes esforzarte más que nunca!

—No. —Su ceja tembló con molestia—. O sea que debo darle su espacio, para dejarla pensar.

—Puedes esforzarte más que nunca mientras le das su espacio —insistió—. Vamos, sí decide que no quiere ¡se llevará a mi preciosa Shizuku-chan! —Ambos se estremecieron.

Odiaba admitirlo, pero el viejo tenía razón. Si Kohaku decidía divorciarse, tendrían que discutir otra vez la custodia de las niñas, y estaba seguro de que sea lo que fuera que decidieran ninguno iba a quedarse contento, ni tampoco sus hijas.

Pero... no quería presionarla, ni tampoco quería que solo cediera a estar con él por no dejar de ver a sus niñas, aunque eso fuera lo más lógico. Su lado ilógico y asquerosamente enamorado de esa mujer quería recuperarla no solo como la madre de sus hijas, sino como su esposa y compañera de vida. No aceptaría nada menos y ella tampoco debería, y estaba diez billones por ciento seguro de que no lo haría.

—No creo que haya mucho que pueda hacer, viejo. —Rascó su oído con desinterés—. No sé cuánto tiempo quiere para pensar, puede ser un mes o unos días. Ahora mismo estamos bien, no quiero empeorar todo.

—Pero puedes demostrarle las ventajas de volver contigo, puedes sacar tus mejores encantos ¡y recordarle porqué son la mejor pareja del mundo mundial!

Senku frunció el ceño.

—Viejo, no tengo idea de si se va a quedar en Tokio o no, tiene que trabajar.

—En realidad... —Los dos se sorprendieron cuando de repente Tsukiku entró a la habitación—. Mamá estuvo planeando un viaje a Tokio, antes de que papá llegará a arruinarlo todo. —Le sonrió con los dientes apretados y él bufó, apartando la mirada—. Así que tiene vacaciones y se puede quedar un tiempo, y yo la puedo convencer de quedarse lo más posible. —Pestañeó angelicalmente, haciendo a su padre y su abuelo sonreír como idiotas, para luego arquear las cejas e intercambiar una mirada.

—La tiene en la bolsa. —No había forma de que Kohaku se resistiera a eso.

—Entonces la podemos tener al menos dos semanas aquí. —Tsukiku se apoyó cómodamente contra la pared, como si no importara en lo absoluto que hubiera estado espiándolos. No es como que Senku y Byakuya tuvieran la costumbre de regañarla, de todos modos—. Así que si vas a planear algo, deberías empezar ahora, porque tampoco es tanto tiempo que se diga.

—Supongo. —Llevó sus manos a su cintura, ladeando la cabeza—. En ese caso lo consideraré, pero mi prioridad es Shizuku, y tampoco quiero atosigar a Kohaku, me pidió tiempo y se lo daré.

Byakuya y Tsukiku hicieron una mueca, pero no dijeron nada para contradecirlo.

Decidieron quedarse más tiempo y cenar allí, y en la mesa Byakuya y Lillian propusieron ir a un parque de diversiones al día siguiente.

Kohaku, que ya había sido convencida por Tsukiku para quedarse en Tokio, tampoco pudo resistirse a la emoción de Shizuku de ir al parque con toda su familia.

—Si vamos a ir toda la familia, podríamos invitar a Chrome y Ruchiru —propuso Suika—. Son la familia de Kohaku, así que son nuestra familia también.

—En ese caso, también deberíamos invitar a Taiju y Yuzuriha, con sus hijos claro —agregó Byakuya.

—¡Definitivamente! —Lillian aplaudió con entusiasmo—. Siempre han sido parte de la familia.

—¡Eso es mucha gente! —El hermano más pequeño de Senku, Roy, no pareció del todo contento.

—¡Sí, así que no debería importar invitar a aún más gente! —El otro hermano, Shinichi, solo pareció más entusiasmado.

—¿Chichi? —Shizuku, en el regazo de su abuelo, miró entusiasmada a su mamá.

—¿Quién es Chichi?

—Es su amiguita del jardín de niños —contestó Tsukiku con desinterés.

—Es niño. —Kohaku rio nerviosamente, antes de arrodillarse delante de su pequeña—. Y lo siento, hijita, pero Chichi está en Osaka y nosotros en Tokio, es una ciudad diferente. —La miró con pena—. Vamos a quedarnos unas semanas, así que tendrás que esperar para ver a Chichi, ¡pero estarás con nee-chan, papá y tus tíos y abuelos! ¿No es genial?

Chi... —A pesar de su contestación, siguió haciendo pucheros.

Senku frunció el ceño cuando una loca idea se le pasó por la mente... aunque tendría que esperar a la decisión de Kohaku para llevarla a cabo.

Luego de acabar de cenar, llevaron a las niñas a su casa y Senku se dispuso a mostrarles el cuarto que había preparado para Shizuku.

Era una habitación lila, con patrones de flores y mariposas moradas adornando el inicio y el final de las paredes, y patrones de lianas blancas en el medio. Tenía un librero lleno de libros en una esquina y dibujos de una constelación a un lado. La puerta era blanca y tenía pintados a Saturno, Marte y la Tierra de un lado, y el resto de planetas del otro lado. La cama era mediana (pero grande para una niña pequeña) con una gran colcha rosa llena de más estrellas. Tenía una cajonera a los pies de la cama, con una ventana encima de esta y otra ventana al otro lado de la habitación, junto a un gran armario con dibujos de dinosaurios coloridos y más mariposas y flores moradas, y cerca de este un escritorio lleno de lápices de colores, hojas en blanco y una lámpara, con una sillita frente a él.

—¡WOW! —Emocionada, la pequeña de inmediato corrió a explorar cada rincón de la habitación, con Senku casi tan emocionado como ella siguiéndola de cerca.

Kohaku y Tsukiku se quedaron en la puerta, mirando todo con las mandíbulas por el piso. ¡Senku sí que se había esforzado en esto!

—¿Exactamente cómo y cuándo hiciste esto? —preguntó la adolescente con gotitas bajando por su frente.

—Por teléfono, con ayuda de unos ingenieros, rei-bots y todo eso. —Agitó una mano como si no fuera la gran cosa—. ¿Te gustan estos dinosaurios, verdad, Shizuku? ¡Son como tus muñecos! —Miró a su hija menor con ojos brillantes.

—¡Sí! ¡Me gutan los unicornios! —Saltó de alegría, aplaudiendo emocionada.

Senku rio encantado, revolviéndole el cabello con ternura.

Kohaku se instaló en la habitación de invitados junto a Shizuku, y junto con Senku estuvieron contándole cuentos toda la noche hasta que se quedó dormida en su nueva y absurdamente cómoda cama.

Una vez la pequeña se quedó dormida, los padres intercambiaron una mirada y una sonrisa.

—Ni siquiera estás seguro de lo que depara el futuro y ya le hiciste una habitación, no sé si aplaudirte o golpearte. —Rio divertida—. Lo más probable es que deba pasar muchas noches aquí, pero también está la posibilidad de que ustedes se muden a Osaka.

—Cierto, pero ella se merece la mejor habitación que pueda conseguirle, aunque sea por estas dos semanas. —Encogió los hombros, volviendo a mirar a su hijita más pequeña.

¿Alguna vez se cansaría de mirarla? Lo dudaba, todas sus leonas eran demasiado hermosas como para ser dignas de sus fotorreceptores, era casi ridículo, aunque no tanto como el hecho de que algo tan bello como Tsukiku y Shizuku compartieran la mitad de su ADN, pero por el lado de Kohaku era completamente comprensible y hasta predecible.

Ante su contestación, Kohaku lo miró con ojos suaves, antes de apagar las luces y dejar prendida solo la lámpara del escritorio.

—En caso de que se despierte, ella siempre prefiere tener una pequeña fuente de luz —le explicó—. Si se despierta a oscuras se asusta y se pone a llorar en silencio, por lo que me da miedo no darme cuenta. Si tiene luz, entonces no se asusta y vuelve a dormirse.

—Podría poner a un rei-bot aquí —reflexionó en voz alta—. Daría la alarma en caso de que se despierte asustada, pero claro que no me molesta dejarla con una lámpara, sería solo para estar seguros.

—Ja, tengo vagos recuerdos de que eras igual de sobreprotector con Tsukiku. —Lo miró divertida mientras salían de la habitación—. Aunque recuerdo muy poco, en realidad... —Se apoyó contra la puerta, mirando hacia el techo con tristeza—. Espero poder ir recordando más, apenas y sí recuerdo a mi bebé... es como si me hubiera perdido casi toda su vida. —Sus ojos se aguaron.

Senku la miró con tristeza.

Desgraciadamente, haberse perdido gran parte de las vidas de sus hijas eran algo que tenían en común.

E incluso aunque ella pudiera recordar lo que olvidó, aún se habría perdido cuatro años de la vida de Tsukiku, la difícil época en la que ella dejó atrás la niñez y se volvió una bella y brillante adolescente, una época en la que la necesitó muchísimo. Él, por otro lado, se perdió los valiosos primeros años de Shizuku, cuando era más pequeña y más dependientes de sus padres que nunca, cuando su cabecita podría haber entrado en la palma de su mano, y cuando más lo necesitaba. Eran cosas que ninguno de los dos podría recuperar jamás.

Era desgarrador, y al mirarse los dos casi de forma inconsciente se movieron para darse un abrazo.

Eso los hizo sentir ligeramente mejor, y se quedaron así un largo rato hasta que, cuando intentaron separarse, se quedaron mirando y el abrazo pasó a ser un beso.

Fue un beso suave, más como una forma de intentar darse apoyo y consuelo mutuo, y cuando Senku intentó apartarse se sorprendió al encontrar los puños de Kohaku firmemente cerrados en su bata, impidiéndole alejarse, más bien instándolo a no soltarla, a no dejarla sola.

Ella se veía confundida e indecisa, y Senku tenía el presentimiento de que si hablaba iba a arruinar el ambiente, así que no dijo ni una palabra y la guio a su habitación, abrazándola cuando se recostaron lado a lado. Besó su nuca y ella se estremeció, apretando sus manos entre las suyas, antes de quedarse dormida con semblante relajado.

Senku volvió a besar su nuca mientras apartaba las manos de ella, para ponerse de pie, quitarse la bata y cambiarse a su ropa de dormir. No quería despertarla, pero si le quitó el vestido y desató su coleta, para luego volver a acostarse a su lado y devolver sus manos al sitio al que pertenecían: entrelazadas a las manos de su leona.

.

Después de presenciar el cursi espectáculo de sus padres abrazándose y besuqueándose en el pasillo como si ellos fueran los adolescentes en la casa, Tsukiku decidió dejar su manía de espiar y se escabulló silenciosamente lejos de ellos, subiéndose al techo y mirando la noche estrellada.

Esa escena le había confirmado lo que ya sabía: que era una locura que esos dos se divorciaran o estuvieran separados. No sabía ni lo primero ni lo último respecto a cuestiones amorosas, pero había cosas obvias en el universo, como que si mezclas azul y rojo obtienes morado, y que mezclando ácido fluorosulfónico y pentafluoruro de antimonio de la forma correcta podías obtener el llamado "ácido mágico", y que Senku y Kohaku debían quedarse juntos. Eran cosas obvias para cualquiera.

No quería presionar a su madre de ningún modo... ¡pero iba a caer!

Rio maliciosamente, pensando en todos los trucos que podría usar para lograr lo que quería. Aunque no le gustaba ser considerada una niña malcriada, debía admitir que estaba acostumbrada a que le dieran lo que quería, y ciertamente no iba a renunciar a obtener su deseo de ver a sus padres juntos otra vez, de vivir con los dos juntos otra vez, con su pequeña hermana fastidiosamente adorable.

No podría importarle menos que la llamaran egoísta, codiciosa o malcriada, lo iba a intentar con todas sus ganas, y no pensaba fallar.

Al día siguiente, en el desayuno sus padres estuvieron bastante relajados, intercambiando sonrisas que eran un claro y asqueroso indicador de que se tardaron en salir de la habitación por un motivo. Tenían suerte de que Tsukiku y Shizuku fueran dormilonas.

A pesar de sus sonrisas repugnantes, su madre aún se veía pensativa, y su padre aún se veía preocupado. Era evidente que ella todavía no se había decidido, y eso tenía que cambiar pronto, y cambiar a favor de que el divorcio no se llevara a cabo.

Desayunaron y su padre le preguntó si pensaba ir a la escuela ese día.

—Ah. —Se había olvidado de que tenía obligaciones escolares—. La verdad no me apetece.

—Es después del horario de escuela que iremos al parque de todos modos, así que deberías ir, pero si no quieres está bien. —Su padre encogió los hombros, consciente de que ella no necesitaba ir a la escuela para nada.

Su madre, por otra parte, la miró ceñuda.

—¿Cómo puedes decir eso? ¡Por supuesto que tiene que ir a la escuela!

—No la necesita, siempre la he educado en casa. —Él rascó su oído con desinterés—. Solo la enviamos a la escuela para que haga amigos y toda esa mierda.

—¿Qué es mie...? —Antes de que Shizuku alcanzará a decir esa palabrota, Senku prácticamente se lanzó sobre la mesa para cubrir su boca con su mano, haciéndola abrir mucho sus ojitos rojos.

Kohaku cruzó los brazos, con una mirada asesina en sus ojos azules. El aura oscura a su alrededor gritaba que lo que más quería en ese momento era dejar a sus hijas huérfanas de padre.

—Princesa, tendrás que perdonar a papá, pero esa es una palabra muy mala que los niños no deben decir —le explicó con su mejor sonrisa, esperanzado de que ella lo entendiera por el bien de conservar sus huesos intactos y sus ojos en su sitio, sudando frío.

—Oh, ¿es palabrota? —Él asintió frenéticamente—. Bueno, no la diré, pero papi no debería decir palabrota. Es malo decir palabrota. —Alzó uno de sus deditos con el ceño fruncido, muy seria y solemne.

El aura maligna de Kohaku se deshizo de inmediato mientras ella y Senku prácticamente se derretían en un charco arcoíris de azúcar.

Tsukiku también estaba muy enternecida, pero más que nada le daba risa lo fáciles que sus padres caían con un par de palabritas y pestañeos de la pequeña pulga.

Ante ese pensamiento, sus cejas se arquearon de pronto.

¡Claro, que tonta! La mejor estrategia que podría usar estaba justo frente a ella, y sabía que estaba dispuesta a ayudar a la causa, porque tampoco quería que sus padres se separaran. Todo lo que tenía que hacer era aprovechar la inocencia de su hermanita para manipular a su madre... y era rastrero y todo, sí, pero era eficiente, así que lo usaría. Su falta de escrúpulos era algo de lo que el viejo siempre se quejaba, a pesar de que claramente sacó eso de él.

Decidió ir a la escuela para darle más tiempo a solas a sus padres y aprovechar para invitar a Yok y Misaki al parque de diversiones también. Como Haishi iba a último de preparatoria y ellos a primero, esperó al almuerzo para invitarlo también.

—Y dile a Umi-nee, su audición absurdamente buena me será útil en mis planes.

—Muy bien, justo me llegó un mensaje suyo —murmuró mientras sacaba su celular—. Sale temprano de su universidad hoy, no debería tener problema.

—Bien, con ella de mi lado todo debería marchar a la perfección. —Sonrió complacida.

—Por cierto. —Una vez guardó su celular, Haishi la miró con resignación—. Mi padre me dijo que te dijera que te espera en su dojo, para que comiences con tu entrenamiento intensivo.

—¡Maldita sea, esperaba que se hubiera olvidado de eso! —Jaló sus coletas con frustración.

—Lo siento, pero si te sirve de consuelo a mí me castigó peor. —Suspiró resignado—. Pero seguro si nos permite ir al parque, ya que van todos y es imposible negarle algo a tu abuelo.

—¡Ja, en eso tienes toda la razón, gigantón! —Apretó un puño con una sonrisa emocionada—. Nadie podrá detener mi plan.

—Suenas como una villana —masculló Yok con ojos entrecerrados, pero sin lucir sorprendido.

Tsukiku no le hizo caso, demasiado ocupada en dictarle instrucciones a Misaki de lo que harían en el parque de diversiones para completar su objetivo de convencer a su madre de que el divorcio era una locura sin sentido ni lógica. Con la ayuda de Shizuku y con su gran inteligencia (modestia aparte) sin duda el éxito era algo diez billones por ciento seguro.

O al menos eso esperaba.

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