17
-Ya está la cena preparada- gritó la madre de Luke desde el piso de abajo.
Los dos vajamos las escaleras llegando hasta el salón, cogimos asiento, Luke se situaba a mi lado.
Cogí el cubierto y empecé a comer.
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-Buenas noches, Lily, buenas noches Luke, gracias por todo adiós- me despedí de Lily y Luke, al fin sabía el nombre de la madre de Luke. Me encantaba aquel nombre, estaba pensando cambiarselo, aunque no serviría de mada porque todos me llaman Poopy.
-Buenas noches Jade, gracias a tí cielo- despidió ella amablemente.
Cerró la puerta y me fui a mi casa intentando acordarme del camino que me dijo Luke.
Caminé por todo el camino hasta llegar a mi casa.
Me sentía un poco estúpida al dar una vuelta más sin querer.
El camino estaba lleno de casas decoradas de navidad, cosa me me hacía sentir agusto, amo la navidad, la nieve, papá noel y estar con la familia, aquella era la mejor sensación de todo el año. Y yo aún sin decorar la casa, me gustaría hacerlo pero nunca en mi vida lo hice, nunca había dinero suficiente para eso.
Envidiaba a todas aquellas familias a las que podían tenerlo pero por mi mala suerte yo tenía que conformarme con una copa y se acabó.
Toqué el timbre de mi cas y esperé a que alguien respondiera abriendome la puerta o preguntando desde dentro.
La puerta se abrió y me encontré en frente de mi madre.
-Ya llegé- dije.
-No hay duda- respondió mi madre.
Me adentré en mi casa, aún no me acomodé a vivir allí, era raro porque no había estado todo el tiempo en mi casa.
Raramente, siempre estaba ocupada saliendo. Desde que llegué, aún no descansé.
Mi casa era como si no lo fuera, era extraño. Para mi eso de salir mucho es un gran cambio, todos allí me insultaban, odiaban e incluso pegaban, aunque eso lo hicieran poco.
Jugaban conmigo, pero riendose de mí, jugaban con mis sentimientos, jugaban con mi autoestima, jugaban con mi mente aunque yo me hacía como la que no le importaba, no faltaba un día en el que yo no volviera a casa con un nudo en la garganta y mis ojos empapados de lágrimas.
Y ahora saver que aquí todos me respetan, todos me quieren, todos estan conmigo desde el principio, eso me hace sentir como nueva.
Pero aún así no se me quitaban aquellos recuerdos, recuerdos que hacían que mi corazón se partiera en dos.
Cuando me di cuenta mi pulso iba a mil y mis lágrimas asomaban en mis ojos.
Yo me encontraba sentada en el sillón y mi madre no estaba aquí, de seguro que estaba en su cuarto o algo así.
Me sequé las lágrimas y me subí arriba respirando fuertemente.
Suví las escaleras y abrí la puerta de mi cuarto para ponerme el pijama.
Lo cogí y me lo puse quitándome antes la ropa que llevaba.
Me tumbé en la cama desaciendola y tampandome con las sábanas, me acomodé y apagué la luz.
Eso era pasado, ya no valía la pena recordarlo.
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