Capitulo 4.
Atanas.
El vaso de bourbon se movía inquieto en mi mano, estaba alterado. La música apenas si me dejaba oír mis propios pensamientos.
Había pasado apenas un día desde lo de la oficina. Seguía molesto. Mis dientes se apretaban cada vez que recordaba como ella había visto a mi socio.
Esa sonrisa, esos ojos miel tan resplandecientes.
Eran solo míos.
No resistía la agonía que esa chica me provocaba. El sabor de su excitación se quedó impregnado en mi boca, después de tocarla lamí una y otra vez mis dedos, quería que aquel momento se volviera eterno.
— ¿Y si vamos a bailar con poco?— mi rubio amigo había estado intentado distraerme desde aquello. Él sabía lo loco que me estaba volviendo Hada, no debía fingir con él.
Había insistido en venir a uno de mis clubes, para comer un poco.
Asentí a su propuesta.
No me emocionaba bailar pero aquello no era solo eso, era un truco para atrapar una víctima.
Deje mi vaso en la pequeña mesa de nuestro cubículo. Nos levantamos y bajamos las escaleras hasta donde la mayoría de gente estaba bebiendo y bailando. Nos escabullimos entre los cuerpos sudorosos, estaban demasiado concentrados en sentir la música y el alcohol en sus cuerpos que ni siquiera se molestaron en prestarnos atención.
Mark eligió a una chica de vestido rojo intenso, se movía de forma seductora, atrapaba la atención de más de uno.
— ¿Te gustaría ir a la zona VIP, belleza?— mi amigo le cuestiono y ella sonriente asintió. Tomo su mano y la llevo por donde vinimos.
Fue fácil.
No es que en algún momento alguien nos haya dicho que no, ni hombre ni mujeres se resistían.
La guiamos con nosotros hasta la zona de arriba, al mismo cubículo donde antes había estado reflexionando.
—Y dime, ¿cómo te llamas?— una conversación que no me interesaba en lo absoluto se comenzó a llevar a cabo entre la chica y mi amigo. Mi amigo tenía una extraña obsesión con hablar con nuestras víctimas, por alguna razón, eso lo hacía sentir menos culpable.
Tome mi vaso con bourbon, di un casto trago antes de escuchar un pequeño grito proveniente de mi lado derecho.
—Para— suplico la chica pelos castaños claros, cuyo nombre ni siquiera me había interesado en escuchar.
—Tranquila, no te va a pasar nada. —Mark acaricio su cabello con el propósito de calmarla. Eso era lo más difícil, se mostraban sometidos al inicio pero a muchos los invadía el pánico, todo iba mejor cuando se desmayaban. La chica cedió y apoyo la cabeza en el respaldo de sofá. — ¿Tú no vas comer, señor gruñón?
—Tu primero.
—Oh vamos, ¿desde cuándo no te gusta compartir el festín conmigo?— se alejó levemente de la chica.
—Estoy pensando en algo. —No quería ventilar de nuevo mis sentimientos, y consideraba que sumirme en mis instintos no era la mejor opción para combatir todo aquello que me atormentaba.
—Come—, me insistió. —Estoy casi seguro que todo esto es por cierta chica de nombre de criatura de cuentos fantasiosos. —Suspiro. —Libérate un poco.
—La deseo—, le confesé. —Nunca había deseado tanto a nadie como lo estoy haciendo con ella, cada vez que pienso en ella me sofoco.
—Lo sé, pero también sé que es peligroso. —Se acercó más a mí. —Si tantas ganas tienes, entonces cómela y elimina ese deseo acumulado porque solo es eso, se te escapo y eso nunca te había pasado.
¿De verdad solo era eso? ¿Un estúpido impulso narcisista de terminar lo que comencé?
Deseaba creerle con todas mis fuerzas a mi mejor amigo, habíamos pasado años juntos siendo compañeros de crimen pero en aquella ocasión no pude evitar pensar que se equivocaba.
Volteé a verlo y con ello, a la chica entre nosotros.
El olor metálico había inundado mis fosas nasales desde su suplica.
Mark sonrió y yo me incline hasta la piel desnuda del cuello de nuestra compañera. Su piel era blanca, ligeramente pigmentada con pequeñas y borrosas manchas que iban desde su clavícula hasta su nariz.
Pose mis labios en su cuello y deje un casto beso, antes de abrir la boca y mostrar aquella maldición con la que no temía cargar. Presione mis afilados colmillos contra su piel y me empuje hacia ella con la esperanza de no perder ni una sola gota.
Ella soltó un quejido pero yo seguí. Era difícil abandonar el tipo de placer que proporcionaba beber el líquido caliente, su sabor en esa ocasión no era excepcional, demasiado ordinario para mi paladar pero tampoco podía ponerme exigente.
Bebí por un largo tiempo, cuando al fin tuve la lucidez de retirarme pude ver a mi amigo del otro lado, comiendo de forma salvaje.
Tome mi vaso y bebí el resto del alcohol de un solo trago. Después toque el hombro de Mark y este se alejó de la chica en un acto de autocontrol.
Ya se había desmayado, su respiración era tranquila. Si seguíamos de verdad podíamos lastimarla, y no queríamos eso. No éramos ese tipo de vampiros.
La chica tendría una horrible resaca al día siguiente pero no más, no recordaría lo que habíamos hecho ni tampoco tendría consecuencias.
—Me quede con hambre. —Me miro triste.
Yo no tenía sentido del apetito. No estaría satisfecho hasta probar la sangre que en realidad deseaba.
—Hay que irnos, que los seguidores se encarguen de ella. —Mire a mi amigo. —Ya fue suficiente por esta noche.
—Atanas, necesitamos hacer algo con tu problema. —Lo mire mal.
—Hada no es un problema, solo necesito sacarla de mi mente. —Mire mi vaso vacío.
Recordé como ella había cortado su mano con el vidrio. Estaba ansioso, subí corriendo a mi oficina porque no quería estar cerca de ella, su sangre desprendía un olor tan dulce. No quería lastimarla, rogaba a mis instintos que por una vez en mi vida, se mantuvieran calmados.
Christina me vio asustado, tal vez también la asuste a ella pero no era mi intención. Sangre, Hada, vidrio, no fueron las mejores palabras para describir una situación de una manera tranquila.
Pero después, ella entró, me grito e incluso tuvo el coraje como para haberme dado una cachetada. Tenía que reemplazar mi sed de sangre mezclada con furia con algo más. Debía admitir que haber metido mi mano en su falda no había sido una idea suficientemente meditada, aunque en ningún momento me negó el contacto, eso significaba que ella... ella aun me deseaba.
—Iré por otro trago.
Nada me la sacaba de la cabeza, nada. Estaba empezando a desesperarme.
Fui directamente al bar, coloque mi vaso en la barra y sin mirar espere a que me sirvieran mi trago favorito. La música seguía igual de fuerte que antes, con la excepción de que esta vez conocía la canción.
"You've got the devil in your eyes
You went and took me by surprise".
No podría olvidar la cantidad de veces que Mark mencionó que aquella era mi canción, en ningún momento me molesto la insinuación. La verdad es que era una hermosa canción.
"Let's just go and see the world and just show them
What it really means to live like golden".
Cerré los ojos, disfrute la música dejando que fluyera a través de mi cuerpo. Escuche el golpe del vaso contra la barra de madera, sonreí para después dirigir mi mano a él.
Fue como si me olvidara donde estaba, fue solo un momento hasta que ella volvió a mi mente. Las luces rojas combinadas con aquella oscuridad con la que ya estaba familiarizando cambiaron a dulces destellos miel, hermosas luces doradas.
Abrí los ojos y llevé el frío vidrio a mis labios. El sabor metálico aun no desaparecía por completo, trague con fuerza cuando el bourbon tocó mi lengua.
Tal vez aquel no era mi lugar, solo estaba retrasando lo inevitable. Ni la fuerte música, ni el sabor tan familiar de la sangre o el amargo sabor del alcohol podían ocultar la verdad.
Ella estaba tomando el control de mi mente.
Yo estaba obsesionado con Hada.
Deje el vaso de lado y camine directamente hasta mi eterno amigo. Toque su hombro mientras le dedicaba una sonrisa cansada.
—Debo irme, te veo mañana en la oficina. —Apenas si alcanzo a verme, me escabullí lo suficientemente rápido como para que no pudiera detenerme.
Salí del caos, respire profundamente cuando la brisa nocturna golpeó la punta de mi nariz. El frío era mi elemento, desde hace ya muchos años no conocía nada más que la oscura y fría noche, era mi momento de paz.
Camine hasta mi auto y con lentitud entre en este. No tenía prisa estando allí afuera, en realidad, una parte de mente quería retrasar todo lo que pudiera la estúpida idea que había tenido.
No podía esperar, el ansia me estaba matando. Debía ir con ella y saciarme de todas las formas posibles, así al fin podría descansar.
Las calles estaban vacías, el silencio apenas si alcanza a romperse por el lejano ruido de la música del club. Mi mente estaba inundada por suaves recuerdos de la chica de cabello oscuro.
Cerré los ojos y tire la cabeza hacia atrás, intente mantener su rostro en mi mente por unos segundos más. Su voz era tan linda, una dulce melodía cantada por la ninfa más hermosa de los campos del olimpo. Cada vez que sonreía no podía ignorar los destellos celestiales que la rodeaban.
Estaba jodido.
Mi mano bajó y se posó en el creciente bulto entre mis piernas, la poesía de mis pensamientos venía acompañada por el macabro deseo que Hada despertaba en mí.
No había nadie, podía darme el lujo de descargarme un poco antes de ir y enfrentar mi destino.
Desabroche mi cinturón y lo deje a un lado mientras bajaba el cierre de mi ajustado pantalón negro, levante mi cadera para hacerme más fácil la tarea de deslizar mi ropa y darme un poco más de libertad. Libere mi erección y tome una respiración profunda antes de comenzar a acariciarla, invoque el sabor de su excitación que tanto había deseado mantener por siempre en mi boca. Lamí mis labios totalmente sumido en aquella hambre salvaje que nacía de mí.
La imagine.
Ella frente a mí, dejándome ver la pálida piel de sus pechos, con las piernas abiertas llamándome a mí, y solamente a mí. Vi sus dedos ingresar a su boca, los lamio con dedicación antes de llevarlos abajo y empezar a recorrer desde la llanura de sus senos hasta su clítoris.
Sus quejidos combinados con gemidos ahogados llenaron mis oídos en aquella escena imaginaria, ella nunca dejó de mirarme. Sus ojos me tentaban sin cesar a que fuera por ella y la hiciera mía, mía para siempre.
Trague con fuerza e intensifique la velocidad de mis movimientos. Solté gemidos en mi callado auto mientras seguía contemplado aquella infernal imagen en mi mente.
Introdujo sus dedos en su estreches y soltó un grito ante la propia intromisión. Comenzó a morder sus labios totalmente absorta por el placer, fue tal la fuerza que un tímido hilo de sangre comenzó a bajar de estos.
Se me hizo agua la boca.
Solté un quejido y abrí la boca con la intención de liberar mis colmillos, me sentía hambriento. Apreté los dientes cuando sentí que estaba por explotar.
Me encontré con el dorado de sus ojos, esa intensidad que me mataba se dedicó a mirarme, diciéndome que yo era la razón de aquel maravilloso placer.
Sin pensarlo un segundo más, me vine en mis manos. Abrí los ojos y revisé que tanto había ensuciado en aquel lugar. No pude evitar sentirme perturbado por la forma en la que mi corazón iba frenético dentro de mí, mi respiración era tan fuerte que callaba la música lejana de la silenciosa noche.
Volteé a ver a mí alrededor.
Mi corazón se detuvo al ver la anonadada figura que se encontraba afuera de la ventana. Sus mejillas estaban encendidas y su boca estaba completamente abierta.
Carajo.
El deseo seguía en mi piel, y el destino había decidido hacer su trabajo sin siquiera considerarme.
Ella estaba ahí, no en mi cabeza. De verdad ahí, parada fuera de mi auto. Me dedico una mirada, una mirada que yo veía en mí mismo cada mañana y noche, era hambre.
Ella estaba hambrienta, y yo la alimentaria con mucho gusto, solo si ella hacía lo mismo conmigo al terminar.
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