Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capitulo 3.

La primera semana de trabajo no fue nada fácil, ponerme al corriente con todo lo que respectaba a la compañía me dio dolores de cabeza.

Mientras yo estaba trabajando sumida en mis labores de la empresa, siendo apoyada por la secretaria principal, mi jefe se hallaba en un viaje de negocios. El no ver al hombre de ojos grises fue un gran alivio.

No supe cómo lidiar con su mirada aquella noche que fue conmigo a mi departamento. Fue un gesto más allá de lo amable, su mirada de depredador hizo que mis piernas temblaran con algo más que excitación.

—Necesito que traigas el informe estadístico de las ventas de la última semana. —Me ordenó mi mentora. —Puedes encontrarlo en el piso 12, así que, apresúrate.

Aunque había que admitir que la sutil gentileza con la que ordenaba era mejor a la mirada fría que me dedicaba Atanas cada vez que se disponía a ocupar su papel de jefe mandón.

"Moore, tráeme un café".

"Moore, limpia ese desastre".

Ni siquiera me miraba a la cara, se veía completamente sumido en sus propios asuntos como para permitirse perder el tiempo conmigo.

Todos estaban a su disposición, y yo odiaba también estarlo.

Había quedado poco de aquel hombre que me sonrió de manera interesada en baño del club, su club.

Aun no podía creer que me hubiera follado en aquel lugar. ¿Era acaso todo eso una venganza por haberlo dejado solo?

Fuera como fuera, era injusto. No le costaba nada pedir las cosas con un "por favor" y terminar sus órdenes con un "gracias".

Mis días de descanso de él habían terminado, su viaje de negocios había sido exitoso y nosotros ya estábamos lidiando con ello. Tuve que llegar temprano para ir por su estúpido café, prepare su oficina tal y como le gusta. Todo estaba listo para su llegada.

No era la única que tenía los nervios de punta, todos iban de un lado a otro en pánico por su llegada.

Christina me explico que era poco común tenerlo en la oficina, era alguien que viajaba más de la cuenta. Esa era la razón por la que días como aquellos eran especiales.

Aunque no termine de entender el porqué alguien que ni siquiera estaba en su empresa todos los días necesitaba dos asistentes. Su oficina siempre estaría vacía mientras dos mujeres solo se ocupaban ¿de qué?

Tenía muchas dudas.

Tome el elevador para bajar al piso 12, justo donde había dicho Christina. Cuando al fin llegué al piso me encontré con un caos igual o peor al que había en mi piso, camine en línea recta hasta la oficina principal del piso.

No entre, me detuve en el escritorio de su secretaria y le comenté lo que necesitaba. Ella estiro una carpeta hasta mis manos, la tomé y subí deprisa.

— ¿Puedo preguntar sobre que es el acuerdo de negocios?— me dirigí a Christina.

—El señor Kilov firmó un contrato para comprar acciones en una empresa Rusa. —Me explico. —El plan es unir ambas, así, nos pondremos en la cima.

—Pensé que ya estábamos en la cima. —Deje el informe sobre el escritorio.

—De este país sí, pero al unificarnos con otra también en la cima. —Hizo una mueca. —Estaríamos al frente de todo lo que pasa, sería la cima del mundo.

La visión de Atanas iba más allá de todo lo común, el hombre aspiraba a lo alto, a pesar de ya estar en lo alto.

Ambas acomodamos un archivo, recopilando lo más importante para hoy. De acuerdo a la agenda, Kilov tenía una junta con un socio de una empresa aledaña a esta.

Apenas llegara debía encontrarse con él, la junta era solo para dar el informe de ganancias y bajas. No más, es por eso que nosotras recopilamos los resultados.

Demasiado trabajo.

El teléfono del escritorio sonó.

—El señor Kilov está llegando. —Nos avisó la recepcionista.

Se me seco la boca.

Corrí a mi escritorio y tome la libreta roja mientras Christina se levantaba del suyo con el archivo recopilado. El elevador se abrió y de el salió la figura esbelta de mi jefe junto con su mejor amigo, Mark.

—Buenos días, señoritas. —Nos sonrió el segundo.

Christina le entrego el archivo a nuestro jefe.

Abrimos la puerta de su oficina y dejamos pasar al señor Kilov primero, como lo dictaban sus órdenes. Mark se quedó atrás e hizo una seña para que nosotras pasáramos primero.

Sonreí en modo de agradecimiento.

—Hablen. —Ordenó Atanas. Estaba sentado en su escritorio, su mirada fija en su amigo.

—Hoy tiene una junta con uno de sus socios, señor. —Fui la primera en hablar. —Él ya está aquí.

Movió suavemente la cabeza con disgusto.

—Podemos decirle que lo espere, si así lo desea, señor. —Intervino Christina.

—No, iré a verlo. —Alzó la mirada. —Necesito que alguna de las dos me apoye en la reunión, el informe esta completo pero las necesito ahí.

—Con gusto, señor. —Se anticipó la rubia.

—Llevaré a Moore, McCartney. —Sonrío levemente. —Espero no te moleste.

Si es que a Christina le molesto, no lo mostró. Incluso se mostró aliviada ante la decisión de nuestro jefe.

—Lleva mi café y la carpeta. —Tarde un momento en notar que me hablaba de mí. Corrí hasta su escritorio y tome todo lo que dijo, él ni siquiera me noto, solo camino fuera a paso lento. Mark y él compartieron una breve charla hasta el elevador.

—Te veo en un rato, hermano. —Le guiño un ojo. —Si me necesitas, piensa en mí y yo apareceré.

Atanas río y le dio una palmada en la espalda a su amigo. Después volteo a verme, iba detrás de él a paso el doble de lento que él. El café estaba hasta arriba y seguía caliente, si intentaba apresurar el paso, el café se regaría en mi mano, quemando la piel sensible que hay ahí.

Se metió al elevador y las puertas comenzaron a cerrarse, creí que me dejaría ahí pero no. Detuvo las puertas como una sola mano y se quedó ahí está que yo entre junto a él. Me miro impaciente todo el tiempo que tarde en llegar pero cuando al fin entre soltó un suspiro casi imperceptible.

—Mi bella Christina—, escuche a Mark dirigirse a mi mentora de forma dulce, como siempre.

Las puertas se cerraron y él tecleo el piso al que debíamos dirigirnos.

Arrebato el café de mi mano y le dio un largo trago. Yo estaba paralizada a su lado, mis respiraciones se volvieron irregulares. Definitivamente, no me gustaba estar encerrada en el mismo lugar que él, me ponía nerviosa.

Demasiado nerviosa.

— ¿A qué hora llego?— su voz fue casi un susurro.

—Hace 20 minutos, señor. —Me aferré a mi libreta.

El aire se volvió pesado, el agua en mi boca creció junto con la escandalosa necesidad de besarlo en aquel lugar.

—Te elegí porque debes informarte sobre cómo se llevan este tipo de juntas.

— ¿Eh?— me saco de mis pensamientos en un segundo.

—Es lo que estabas pensando, ¿no?— bajo su mirada hasta mí. — Haces un gesto cuando estás pensando, creí que sería bueno dejarlo en claro. Ya sabes, para que no pienses que hay favoritismos.

—No lo hago, señor. —Mi voz se volvió pesada.

—Claro, es solo que McCartney tiene más experiencia, en este momento debe lidiar con el trato que hice. —Hizo una pausa. —Supongo que ya te contó de aquello.

—Lo hizo. —Evité sus ojos.

Asintió y volvió a dirigir su mirada cuando el elevador llegó al piso.

Salió antes que yo y camino seguido por su pesada aura. Caminamos fuera, las personas se quedaron viendo fijamente al hombre frente a mí. No podía culparlos, definitivamente era un deleite para la vista. Aunque lo más superficial de mi ser quisiera creer lo contrario.

Me detuve un momento a pensar en algo.

Él había dicho algo interesante. Notó algo que ni siquiera yo misma había hecho. Antes de entrar a la sala donde se encontraba su sucio, tome el valor de mirarlo y preguntar.

— ¿De verdad hago un gesto cuando pienso?— mi voz salió más tímida de lo que quería. Por un momento, volví a ser la chica mareada de aquel club.

Y como no serlo, si su mera presencia se sentía como la emoción más embriagadora.

Me miro sorprendido.

—Yo...— fije mis ojos en los suyos.

—Nunca me habían dicho algo así, es solo que...— di un paso más cerca. — ¿Qué gesto hago?

La duda era genuina.

—Te muerdes el interior de la mejilla, y paseas los ojos de izquierda a derecha. —Admitió con pena, como si el solo hecho de evocar el recuerdo de mí haciéndolo creará estragos en su mente.

— ¿Cómo te diste cuenta?— un ligero color rosado cálido se posó en su mejillas.

—Yo... Ahm. —Sus pensamientos tropezaron y antes de que me dijera la respuesta algo externo nos interrumpió.

—Señor, que bueno que está aquí. —Una dulce joven se acercó a nosotros desde la puerta de la sala. Su mirada era neutra y a diferencia de la mayoría de gente aquí, parecía ser ligeramente ajena al encanto hipnótico que provocaba Atanas.

—Melissa. —Susurro su nombre.

—Entren, mi jefe los espera adentro. —Una leve sonrisa se posó en los labios de mi jefe, fue casi imperceptible.

Una leve ira comenzó a crecer en mí.

Ambos caminamos dentro.

La sala tenía una decoración casi idéntica a la del edificio, exceptuando la oficina de Atanas. Los detalles minimalistas captaron mi atención hasta que vi al hombre sentado en una de las sillas de la gran mesa. Era un lugar bastante grande, claramente se usaba para juntas.

Aunque esa ocasión apenas si alargaría a 4 personas, estaba diseñada para darle lugar a más de 30, aproximadamente.

—Kilov—, saludo alegre el hombre sentado.

—Martin—, saludo con la misma alegría.

El señor Martin era alguien de más o menos 50 años, no era un rostro o cuerpo que vería en una revista de modelos. Tenía su encanto pero en esencia de era de estatura baja y complexión robusta.

Sonreí con amabilidad.

— ¿Qué novedades tenemos?— Atanas eligió la silla a la cabeza para posarse como rey. A nadie parecía molestarle.

—Primero, quiero felicitarlo por el trato que hizo. Eso nos llevará más alto a todos. —El señor Martin mostró su mejor sonrisa. —Segundo, este fue un buen mes para la compañía, superamos las ganancias de meses anteriores.

Le indico a la chica de nombre Melissa que se acerca. Ella dejo una carpeta en manos de su jefe y aparto de la escena.

Atanas volteo a verme, tarde un momento en saber que quería.

Acomode de la misma manera la carpeta. La deslice con timidez sobre la superficie fría de vidrio y la abrí en la primera página. Sentía la mirada fija de Atanas de mí.

—Listo—, susurre para mí. Atanas rozo su mano con la mía cuando me aleja de él. Sus ojos se desplazaron rápidamente al archivo, y actuó como si todo aquello no hubiera sido nada.

Ambos comenzaron a hablar sobre las empresas; ventas, pérdidas, empleados, planes, metas. Todo era sumamente importante y no perdí ni una palabra de lo que dijeron. Sabía que debía elaborar un informe de la reunión, así que algunos momentos me dispuse a anotar ciertas cosas en mi agenda.

La reunión duró 2 largas horas, en las cuales el pelinegro nunca se mostró mínimamente cansado o aburrido, lo cual me resultaba un poco extraño, ya que había estado viajando desde la madrugada para llegar aquí.

—Disculpa...— el señor Martin se dirigió a mí.

—Hada, Hada Moore. —Le respondí con mi mejor sonrisa. Sentí como los ojos de Atanas se posaron en mí.

—Señorita Moore, ¿sería tan amable de traerme un vaso de agua?— Estiro un vaso de cristal grueso vacío hasta mí. Lo tome con torpeza y mi sonrisa creció.

—En un momento vuelvo, señor. —Me devolvió la sonrisa mientras los ojos de Atanas me quemaban la nuca.

Salí corriendo hasta la habitación de suministros del piso. Todos tenían una, lugar donde se podía conseguir agua y snacks sin tener que ir a la cafetería.

Vertí una cantidad de agua coherente y volví a paso rápido a la sala de juntas, con mucho cuidado de no tirar agua. Cuando entre mis ojos se toparon de golpe con los de Atanas, el rojo intenso de sus ojos brillaba con algo desconocido.

No supe que era en ese momento.

Tal vez ¿celos?

Di un paso hacia atrás y sin querer tropecé torpemente con mí otro pie, caí al piso justo con el vaso de agua, provocando que este se rompiera en varios pedazos afilados.

—Cuanto lo siento. —Levante la mirada hacia él señor Martin. Me dedico una mirada preocupada.

—No se preocupe, señorita. —Se levantó de su silla. — ¿Se encuentra bien?

—Sí, no se preocupe. —Sabía que había hecho un desastre, decidí recoger los pedazos de vidrio con la mano sin ponerme a pensar en la pésima idea que era eso. — ¡Auch!

Claramente me corte por accidente con uno de los vidrios, no se veía tan mal. Apenas si el picó había rasgado levemente uno de mis dedos pero la sangre siempre hacia que todo se viera peor.

La mano de Atanas sostuvo aquella con la herida y la analizo. Ni siquiera me había dado cuenta que él estaba en el suelo conmigo.

—Llama a los de limpieza. —Le ordeno a Melissa, ella solo asintió y salió de la sala. —Lamento que me tenga que despedir así, Martin pero llevare a la señorita Moore a la enfermería.

Martin sonrió.

—La reunión ya había acabado de todos modos, además, su integridad es lo más importante. —Me miro amable.

—Estoy bien, de verdad, no se preocupen. —Intente levantarme, puse mi otra mano en el suelo para impulsarme pero no llegue muy lejos. Había apoyado la mano en los otros restos de vidrio.

No grité, solo vi la mirada de horror de Atanas.

—Vamos a la enfermería antes de que te sigas clavando más vidrios. —Lo fulmine con la mirada.

—Disculpe todo esto, que tenga un buen día. —Esta vez me dirigí al señor Martin. Él me respondió con una muy dulce sonrisa, era casi un sol.

Atanas me ayudo a levantarme, más bien, me jalo del piso con ambos brazos y me obligo a salir de la sala. Subimos al elevador y me llevo a la enfermería.

Su agarre me lastimaba más que las mismas heridas, su respiración estaba agitada y su mirada me evitaba a toda costa.

Estaba muy molesto, estaba claro.

—Me estas lastimando. —Intente que me soltará.

Me soltó de mala gana, aunque después apretó sus manos a sus lados hasta que las venas de sus brazos se sobresaltaron.

Salimos del elevador, yo tenía mis manos apretadas la una con la otra, para evitar que siguiera saliendo sangre. Atanas simplemente me lanzó dentro del consultorio y se fue.

Allí me sacaron los pedazos de vidrio, limpiaron y vendaron la herida. Me dieron un par de pastillas para calmar el dolor y la inflación, también dijeron que debía irme a casa.

Aunque antes debía subir por mis cosas.

Rece a todo aquello que se me vino a la mente, no quería encontrarme con Atanas porque sabía que si lo veía, estallaría.

Subí con mi ira hasta mi lugar de trabajo. Christina me recibió preocupada, nunca la había visto así.

— ¿Sangraste?— me rodeo con sus brazos. Asentí y el horror en su rostro creció. —Pero, ¿estás bien?

Asentí de nuevo.

— ¿Por qué tan asustada?— intente una sonrisa para reconfortarla.

—Atan... El señor Kilov—, se corrigió al instante— entro enojado gritando que te habías cortado con un vidrio. Tenía sangre en sus manos y me asuste.

—Tranquila, solo fueron mis manos. —Se las mostré. — ¿Lo ves? Ya están vendadas, la sangre solo causó ruido pero no fue nada grave. —Me libero de sus brazos y camine hasta mi escritorio, mis cosas estaban ordenas sobre este. Tal vez Christina lo había hecho. — ¿El señor Kilov está en su oficina?

—Si pero tal vez siga enojado. —La ignoré y camine hasta su oficina. Entre sin tocar y cerré la puerta con seguro.

Él estaba de espaldas.

— ¡Oye!— le grité con más furia de la pensé que tenía. Volteo y me enfrente con el hielo de su mirada.

—No estoy de humor. —Él quería que me fuera pero no lo haría.

— ¿Qué fue eso? ¿No se supone que somos profesionales?— lo enfrente.

— ¿Quieres cogértelo?— no se molestó en ocultar la rabia de su voz. Era obvio lo que pensaba y no podía estar más equivocado.

—Fui amable, el hecho de que sonría no significa que me lo quiera llevar a la cama. —Camine hasta él. —Es indignante que la idea se haya pasado por su cabeza, no me creas una zorra que solo busca a quien follarse para conseguir un mejor trabajo. —Busque sus ojos. —Estoy aquí por mis capacidades, lo que paso entre tú y yo no debería cambiar nada y lo sabes.

Sus ojos grises brillaban con algo más que enojo, solo estaba celoso si no preocupado.

—Se cómo lo viste, y tú también. No me contradigas en algo que es obvio.

Solté una risa sarcástica.

—Si tanto quieres creer que me quiero coger al dulce sol que es el señor Martin, adelante. —Me acerqué más a él. —Podría acusarte de algo parecido. —Frunció el ceño. —No creas que no vi tus sonrisitas con Melissa, o la dulce forma en la que dijiste su nombre.

—Ella es una vieja amiga.

—Y yo fui amable con tu socio porque es eso, tu socio. No iba a ser una princesa grosera con él.

Estaba furiosa, su maldita actitud de novio celoso era molesta.

— ¿Terminaste?— su mirada volvió a ser fría. Era insoportable el cómo se tomaba mis quejas, eran todas válidas y claramente él no tenía ningún argumento real.

— ¡No!— apreté mis uñas contra la palma de mi mano. — ¿Sabes? Estás siendo un completo idiota.

—Vete. —Me ordenó.

—Nunca vuelvas a pensar algo así de mí, Atanas. —Le advertí.

—Deja de llamarme por mi nombre, Hada. No soporto esa descortesía.

—Tú me acabas de llamar por mi nombre, y disculpe alteza Kilov si mi mera presencia le molesta pero sinceramente, me importa una...

Se me movió tan rápido que mis ojos no alcanzaron a captarlo. Había tapado mi boca con su enorme mano.

—No digas algo de lo cual te vayas a arrepentir. —Me las arregle para salir de su agarre. Su mirada era furia pura pero yo estaba igual que él.

Apreté más mis manos.

Quería matarlo en ese momento pero respire hondo y sin más le solté.

—Discúlpate conmigo. —La diversión se posó en su rostro.

— ¿Por qué debería?— Sentía que mis dedos cruzaban mi manos. —Yo solo...

De pronto desvío su mirada a mis manos. Lo mire extrañada cuando la furia abandono su mirada.

Se acercó con cautela y tomo mis manos, ambas estaban sangrando de nuevo. No me había dado cuenta, toda la adrenalina de la discusión había ocultado el creciente ardor de mis heridas.

—Lo siento—, susurro. —No quise pensar mal de ti, solo a veces eres demasiado dulce y eso se puede malinterpretar.

—Yo también lo siento. —Mire sangre en mis manos. —No debí hablarte así, es solo que no soporto que alguien me rebaje o me crea algo que no soy.

Volví a su mirada. Aquella ahora era suave, como si calmadas olas se movieran en su interior, mi ira se había esfumado y ahora tenía un enorme sentimiento de culpa.

—Tendrán que vendarlas de nuevo. —Intente no pensar en el dolor. Me enfoque en lo reconfortante que era su tacto. Era confuso la forma en la sus emociones se mostraban, de un momento a otro pasaba de furia a compasión, de ira infernal a algo parecido al amor.

—No vuelvas a hacer eso, por favor. —Me atrajo así sí. Quería besarlo. Estábamos tan cerca, su respiración de había normalizado pero la mía, el nerviosismo que sentía cada vez que él estaba cerca había vuelto. Antes de que mis intenciones tomaran coraje, él se alejó levemente. —No vuelvas a mirar a alguien así, ¿entiendes?

— ¿Qué?

Debía ser una broma. Era increíble cómo no dejaba de lado el tema, seguí mis instintos. Levante mi mano ensangrentada y le di una cachetada. El sonido hizo eco en aquel lugar, seguido por el sonido de su respiración.

Me di la vuelta con una sonrisa victoriosa, aunque no llegue muy lejos. Atanas aprisionó mi cuerpo contra la puerta de la oficina, la cual tenía seguro porque mi yo furiosa lo había creído mejor.

—Te dije que no hicieras algo de lo cual te arrepintieras. —Movió una de sus manos al interior de mi falda, el solo atrevimiento hizo que soltará un gemido. Había olvidado lo buenos que eran los dedos de ese hombre, pronto se filtró hasta llegar a mi humedad.

Lo odiaba.

Pero no hice nada para detenerlo, en su lugar, tire la cabeza hacia atrás, la pose entre su boca y su hombro. Separe las piernas y apoye mis puños en la puerta.

Sus dedos comenzaron a ir en círculos, estímulo con gran habilidad mi pequeño botón rojo para después, sin más, mover su otra mano hasta mi blusa y desabrochar algunos botones. Metió su mano y alcanzo uno de mis pechos, lo apretó con rudeza.

¿Cómo es que podía ser tan cínico en una situación así?

—Odio como tu mirada no me pertenece. —Gruño contra mi oído. —No soporto como vas y miras a otros con esos hermosos ojos miel, no puedo. —Gemí.

Fue más rápido.

Estaba siendo un completo posesivo, y no dejaría que lo ocultara con sus halagos. Quería morderlo, lastimarlo. Sus palabras me creaban un conflicto en mi interior pero sus dedos... Dios, sus dedos. Mis piernas comenzaron a temblar, el sudor bajo por mis muslos mientras él seguía pellizcando mis pezones.

Sus labios recorrieron con destreza la piel de mi cuello, había vuelto aquella voraz hambre que tanto me asustaba, no pude evitar soltar un quejido cuando sus dientes interfiriendo en la caricia. Todas aquellas sesiones explotaban mi mente, mi cuerpo era calor puro.

Ahogue un grito cuando el orgasmo golpeó mi cuerpo.

Me desplace lentamente hasta el suelo cuando mis piernas decidieron dejar de funcionar, Atanas me sostuvo mientras sus manos escapaban de mi cuerpo, ambas se posicionaron a unos centímetros de las mías.

Su respiración se quedó en mi cuello junto con sus húmedos besos.

—No vuelvas a escapar. —Me suplico.

—L-lo siento. —Me levante de golpe, me miro anonadado. Cerré con torpeza los botones de mi blusa y quite el seguro de la puerta. No hizo nada para detenerme, solo me vio, su mirada atravesó mi alma.

Salí corriendo.

Hui, una vez más.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro