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- Desafortunadamente para mí, esta será la última vez que cuente está historia... Estando vivo, por lo menos -digo para mis nietos, intentando contener las lágrimas que quieren escapar de mis ojos-. La siguiente es la historia de cómo conocí al amor de mi vida, y de la razón por la cual al casarnos no dijimos "sí", sino dijimos "lo sabes" y el otro respondió "lo sé" -me detengo un momento. Me duele todo, pero no quiero preocupar a mi adorable esposo más de la cuenta. Sonrío dulcemente para él, de la misma forma como hice toda mi vida para hacerlo suspirar-. Jinmin -dije mal su nombre a propósito, igual que siempre-, amor, no llores. Pronto nos volveremos a ver, cielo. ¿Están listos, chicos? -mis nietos asintieron con entusiasmo-. Comencemos. Tengan en cuenta que es la forma como yo lo viví y no se estresen si parezco demasiado torpe, luego de un tiempo el torpe comenzó a ser él -me burlo señalando a mi esposo, quien sólo me sonríe con cariño.
» - ¿Por qué eres tan pálido? ¿Estás enfermo? -me preguntó un niño de mejillas gorditas y un poco rosaditas mientras se sentaba a mi lado en las gradas y sacaba su comida de su lonchera.
- Me siento bien, ¿por qué preguntas? -respondí extrañado por su pregunta. No lo había visto antes en el salón, por lo que supuse que sería de otro curso.
- Mamá dice que cuando estás pálido significa que estás enfermo.
- Lo sé. Cuando voy al doctor siempre le hacen muchas preguntas a mamá, pero ella dice que mi color de piel es normal porque una cosa llamada genérica... ¿o frenética? No lo sé, algo así. La verdad es que no entiendo muy bien -expliqué con mi ceño fruncido intentando atrapar un pedacito de fruta con mi cuchara.
- Eres bonito --dijo después de un rato durante el que me estuvo mirando tan fijamente que me hizo sentir cosquillas en mi estómago y mi cara.
- Gracias --respondí con una sonrisa. Era la primera vez que alguien me decía algo bonito... Aparte de mamá, que siempre me decía que era el niño más lindo de todos, pero sólo lo hacía porque era mi mamá y los halagos de mamá no contaban porque así fuera feo ella no me vería feo. Igual me gustaban sus halagos falsos.
Después de un largo tiempo sentados hablando de cualquier cosa mientras mirábamos a un grupo de niños mayores jugando con un balón, sonó la campana que avisaba que se había acabado el recreo y era hora de volver a los salones.
- ¿Por qué me persigues? -pregunté intrigado al niño con el que estuve hablando todo el rato.
- Yo no te estoy persiguiendo. Tú me estás persiguiendo.
- Pero si yo voy delante de ti yo...
- Me estás persiguiendo -interrumpió, completamente seguro de lo que decía.
- Claro que no.
- Claro que sí.
- Que no -repetí un poco irritado mirando las placas de las puertas de los salones para evitar entrar al lugar equivocado.
- Que sí.
- Que no --dije otra vez entrando al salón y yendo al lugar donde se guardaban las loncheras.
- Que sí. Oye, mejor vete a tu salón para que tu profesor o profesora no te regañe.
- Pero este es mi salón...
- Oh, ¿en serio?
- Sí.
- Qué genial, este también es el mío. Ahora somos compañeros de salón, ¿dónde está tu puesto? --preguntó entusiasmado con una sonrisa muy grande en su cara que hacía que sus ojitos se cerraran. Durante un segundo me pregunté si podía ver mientras sonreía, pero luego recordé que me había hecho una pregunta y yo no había contestado, así que señalé hacia un pupitre cerca de la pared del fondo, todavía pensando en si veía o no cuando sonreía. «
- Cariño, no me golpees por haber pensado eso -me río-. En ese entonces teníamos seis años -digo sobando suavemente el lugar de mi brazo donde mi esposo me dio un manotazo segundos atrás.
- No importa cuántas veces lo digas -resopla intentando parecer molesto, aunque logro ver que intenta no reír-, siempre me siento ofendido por eso -me despeina cariñosamente-. De todas formas, continúa -responde con la misma seguridad que siempre ha usado para todo. La misma seguridad con la que me enamoró.
» El resto del día fue tranquilo, en realidad no estuvo mal para ser un primer día de colegio porque, después de todo, ya había hecho un amigo. Al terminar las clases, mamá fue a recogerme y luego me llevó a comer algo porque las cosas que teníamos en nuestra otra casa todavía no habían llegado a nuestra nueva casa. Luego de comer y caminar por ahí para conocer la ciudad decidimos que era tiempo de volver a casa y cuando llegamos, encontramos en la puerta un papelito pegado con una cinta de flores. Lo cogí y leí lo que decía mientras mamá buscaba en su bolso las llaves de la casa.
- Cordial saludo, vecinos. Esperamos que su estadía en su nueva residencia sea agradable. Atentamente, familia Park.
- Qué agradables personas. Qué mal que no hayamos estado para darles las gracias personalmente -se lamentó mientras sacaba las llaves de su bolso.
- Son extraños. Si querían saludarnos, pudieron haber venido más tarde. Pero no importa, de pronto tenían afán. Por cierto... ¿Qué es una re... Re... ¿Cómo es que era la palabra? -leí de nuevo el papel- Residencia?
- En este caso, significa casa. ¿Puedes leer de nuevo lo que dice? -respondió haciéndole no sé qué cosa a la puerta porque al parecer no quería abrir. Mientras tanto, hice lo que me pidió.
- Hola, buenas tardes -saludó una señora sonriendo luego de que hubiera terminado de leer otra vez la tarjeta-. Disculpa, ¿cuántos años tienes, pequeño?
Miré a mi mamá como para preguntarle si le podía responder a esa señora y ella me sonrió.
-Tengo seis años -dije amablemente.
- Qué lindo, tienes la misma edad de mi hijo y eres muy bueno leyendo. Estás muy grande, la última vez que te vi eras muy pequeño. Seguramente no te acuerdas de mí.
- Gracias... Eso creo...
- Qué pena, no me he presentado. Soy Park Sunhee, encantada de conocerte.
Resultó ser que la señora Park vivía en la casa de al frente y tenía un hijo que en esos momentos estaba durmiendo. Mi mamá y esa señora, según me dijeron, eran amigas y se conocían desde hacía muchos años. Solían vivir cerca una de la otra, pero por cuestiones de trabajo ya no pudieron seguirlo haciendo hasta ese momento. Me di cuenta de que eran cercanas, casi como hermanas, y me sentí feliz al ver a mamá feliz.
Las siguientes semanas todo fue lo mismo: mamá me dejaba temprano en el colegio, yo jugaba con mi amigo, no prestaba mucha atención en clases porque ya lo sabía todo y luego mamá me recogía y nos íbamos a casa.«
- No maquilles la verdad, Yoon. Nunca prestabas atención, especialmente cuando no entendías -acusa con una sonrisa Jimin pinchando juguetonamente mi pecho con su dedo índice.
- Lo sé, pero ellos no tenían que saberlo.
» La señora Park iba con frecuencia a casa a hablar con mamá y siempre decía que quería llevar a su hijo, pero que no lo había llevado porque estaba dormido o haciendo tareas. Una de esas veces me alteré un poco y le dije que estaba mal que lo dejara solo, pero ella me respondió que estaba con su papá y eso me calmó.
- Hijo, ¿qué estás haciendo? - preguntó mamá una tarde entrando a mi habitación luego de tocar la puerta.
- La tarea de sumas y restas.
- ¿Y cómo vas con eso?
- Las restas no me gustan -me quejé haciendo un puchero.
- A mí tampoco me gustaban -respondió con una sonrisa dulce-. ¿Quieres comer algo? Vamos a la sala, te quiero presentar a alguien.
Le hice mala cara para demostrar mi inconformidad al respecto. Puede que no me gustaran las restas, pero las prefería sobre conocer a otras personas. Todo el camino de mi cuarto a la sala fui enfurruñado mirando hacia el suelo. Luego le diría a mamá que no me había sentido cómodo con estar con la visita.
- Hijo, te presento a Park Jimin. Es el hijo de la señora Park, que vive aquí al frente -dijo ella emocionada. No le veía nada emocionante a conocer a un niño que seguramente era idiota y consentido. La miré juntando mis cejas para que supiera que no estaba feliz antes de mirar hacia adelante de mala gana para ver a...
- ¡¿Tú?! -gritamos los dos al mismo tiempo.
- ¿Ya se conocían? -preguntaron las dos adultas al mismo tiempo, obviamente confundidas.
- Sí. Mami, él es el niño del que te hablo todos los días -le dijo mi amigo, Jinmin, a su mamá muy emocionado sonriendo y casi saltando.«
- ¿Desde ese momento me llamas Jinmin? -se ríe mi esposo a mi lado, interrumpiendo mi relato.
- Sí.
- ¿Tenías mugre en los oídos? -se segue riendo. Hasta el día de hoy no había sabido eso.
- No, no tenía ganas de escuchar a mi mamá. A demás, no fue mi culpa estar bravo y no querer saber nada de nada.
- Pero luego yo te dije mi nombre... -me sonríe grande. Y de nuevo me pregunto si me puede ver mientras sonríe, porque nunca me ha respondido cuando le he preguntado.
- Es cierto, pero ya se me había metido en la cabeza que eras Jinmin, y decirte Jimin se sentía como decirlo a medias.
» Después de eso fuimos a mi habitación y me ayudó con mi tarea de matemáticas, porque era muy bueno y le gustaban los números. En cambio, yo me pasé un largo rato ayudándolo a leer porque lo hacía realmente mal.
- Gatito... ¿Cuál es tu nombre? -preguntó desde mi escritorio pasado un tiempo considerablemente durante el cual estivo haciendo no sé qué con mis lápices luego de que terminamos nuestras tareas.
- ¿Mmm? -musité más dormido que despierto tirado en mi cama.
- ¿Cómo te llamas? Llevamos más de un mes siendo amigos y hasta el día de hoy no sé tu nombre. Yo soy Jimin, ya no tendrás que llamarme Pollito -dijo, y podía asegurar que tenía una de sus sonrisas bonitas aun si no estaba mirando.
- Pero me gusta decirte Pollito, Jinmin... -me quejé juntando mis cejas todavía sin abrir mis ojos.
- Pero... Imagina que necesitara preguntar por ti, ¿cómo lo haría si no sé cómo te llamas?
- Min -respondí, pero no pude terminar de hablar porque me atoré con mi saliva.
- ¿Min? Eso tiene más cara de apellido que de nombre.
- ¿Qué hay de malo con eso?
- Que andar llamándote Min sería tan raro como que me andaras llamando Park.
- Sigo sin ver algo malo en eso.
- Eres tan... Ah, yo quiero saber tu nombre, Gatito -suspiró tirándose a mi lado en mi cama.
- Adivina entonces.
- Hay algo más efectivo -dijo encogiéndose de hombros haciéndose el misterioso.
- ¿Qué cosa?
No me respondió, pero se me quedó mirando como estudiándome y sonrió con picardía. Me asustó cuando saltó sobre mí y comenzó a hacerme cosquillas.
- ¡No!
- ¡Sí! Yo pensé que no tenías cosquillas, la verdad. ¿Me vas a decir tu nombre, Gatito?
- Y-Y... Yo-on... -solté una carcajada- Ya-ya para. No p-pued... -pedí a duras penas intentando no ahogarme. Cuando pude respirar normalmente de nuevo, hablé por fin-. Yoongi.
- ¡Ay, pero qué bonito nombre! Es bonito como tú -exclamó y se levantó de mi cama para volver a sentarse en mi escritorio y seguir haciendo cosas con mis lápices.
- ¿Qué haces?
- Algo. ¿Cuándo cumples años?
- Nueve de marzo.
- Genial... Aunque ya pasó, pero bueno.
Luego de esa extraña conversación, él se fue y yo me quedé durmiendo.
A partir de entonces, establecimos una especie de rutina. Mi mamá nos llevaba a Jimin y a mí al colegio todos los días en la mañana porque su mamá trabajaba desde muy temprano y su papá viajaba constantemente; y la señora Park en las tardes nos llevaba a casa porque mi mamá salía del trabajo un par de horas más tarde que nosotros. Luego de unos cinco o seis años, mi mamá y la señora y el señor Park decidieron una tarde que ya era hora de que lo hiciéramos solos, lo cual resultó ser un poco estresante al resultar que Jinmin se perdía con una facilidad sorprendente.«
- ¡No es cierto! -interrumpió de nuevo mi esposo, riendo avergonzado- Lo que pasaba era que caminabas muy rápido y nunca me esperabas. Entonces, aparte de que no sabía dónde estabas, tampoco sabía dónde carajos ibas a estar y, para colmo, no te quedabas quieto esperándome sino te devolvías a buscarme y, en resumen, yo no me perdía. Tú me perdías a mí.
» - ¡Gatito! -gritó una voz muy conocida detrás de mí, en medio de la calle muy inesperadamente. Yo iba tan enfrascado en mis pensamientos que casi me dio un infarto por el susto que me pegó.
- Garrapata, si me muero un día de estos, va a ser por tu culpa.
- No seas así -se quejó, haciendo un puchero y corriendo hacia mí. Cuando llegó a mi lado se colgó de mi brazo como un niño pequeño, lo cual resultaba extraño ya que ahora él era más alto que yo-. Mira que yo estoy bien contento y tú eres todo amargado.
- ¿Por qué estás contento? -pregunté en respuesta acomodando la correa de mi maleta, porque sabía por su tono que quería que preguntara.
- Poooorque hoy es un día especial~ -dijo haciéndose el misterioso.
- Ah, sí, cierto. Hoy es el día en que de verdad casi matas de un susto a tu mejor amigo -respondí preguntándome por millonésima vez por qué le gustaba asustarme. «
- Porque era divertido... Todavía lo es -acaricia mi cabello-. Tu cara es muy bella cuando te asustas.
» - Claro que no, qué exagerado -se rió y me dio un golpe en el brazo.
- Tienes razón, ese día fue hace como dos semanas cuando me saltaste encima mientras cruzábamos la calle.
- No sabes nada -gruñó frustrado cuando nos paramos a esperar el cambio de un semáforo-. Hoy hace seis años por fin supe tu nombre.
- ¿Y qué tiene eso de especial?
- Nada, pero me gusta recordarlo.
- Me torturaste para que te lo dijera y ni una sola vez me has llamado por mi nombre.
- Eso es porque eso es lo que hacen los tarados. Y las niñas estúpidas que siempre andan tras de ti.
- ¿Estás hablando de ti?
- Yo no soy una niña, tonto -me dio un manotazo-. Y no, estoy hablando de las que viven preguntándome cosas sobre ti.
- No conozco la primera niña que quiera saber sobre mí.
- Eso es porque yo te las espanto.
- Gracias. Pero no tienes que hacerlo si no quieres.
- Pero me gustaaaaa...
- ¿Por qué?
- ¿No lo sabes?
- No. Y deja de perseguirme.
- Yo no te estoy persiguiendo.
- Sí lo haces.
- ¿Cómo lo voy a estar haciendo si voy delante tuyo? -se rio.
- Vas hacia donde yo voy -contesté, intentando estar tan seguro de que no sonaba estúpido como aquella vez que él me había dicho lo mismo.
- No.
- Sí.
- Que no.
- ¿Cuánto apostamos a que sí? -dije sacando la llave de mi casa y dejándola entre los dos hasta que contestara mientras seguíamos plantados frente a la puerta de mi casa.
- No lo sé...
- Piensa rápido que está lloviendo y tengo frío -pedí y, como si mi cuerpo quisiera dejar más en claro mis palabras, mis dientes comenzaron a castañear.
- Un beso -contestó como si fuera lo primero en lo que pensó. Sonreí divertido al ver que también estaba temblando.
- Hecho -dije yo sin pensar metiendo la llave en la cerradura y abriendo la puerta sin problemas-. Pasa, Garrapata.
- ¿Ya no soy Pollito?
- Ya no tienes cara de pollito, y a demás te la pasas colgado de mí. Entra si no te quieres enfermar.
- ¿Dónde está tu mamá?
- Me llamó hace rato y me dijo que tenía que dar unas clases extra esta tarde y que luego tenía una reunión de profesores. ¿Tienes hambre?
Asintió con la cabeza mientras se quitaba los zapatos y la chaqueta para luego seguirme hasta la cocina. Una vez allí, se puso a hacer jugo de naranja mientras yo calentaba la comida que había dejado mamá para mí... Y para Jinmin porque la señora Park le había pedido el favor de cuidarlo esa tarde, ya que ella estaría ocupada con unas conferencias y su esposo tenía que cubrir a una señora que había renunciado. Me quedé mirando un rato al chico que, en realidad, todavía parecía un pollito. Ahora era más alto que yo, pero aparte de eso no había cambiado mucho más a lo largo de todos estos años. Ni una sola vez me había llamado por mi nombre, al igual que yo a él tampoco. Todavía le gustaba dibujar (tal vez más que antes), le daban risa las películas de terror, se quedaba dormido en las clases de historia y se enojaba cuando decía alguna palabrota.
- ¿Te gusto? -preguntó de pronto con una sonrisa. Me di cuenta de que lo había estado mirando más de la cuenta.
- No lo sé. ¿Yo te gusto a ti? -pregunté como de costumbre antes de meter una papa en mi boca.
- ¿Qué crees?
- Que no lo sé.
- No-lo-sé debería ser tu nombre, Min - se burló y le salió un gallo. Me reí suavecito.
- ¿No eras tú el que decía que andar diciéndome Min sería extraño? - contesté recordando ese preciso momento. Cuando comencé a llamarlo Park hacía poco porque nuestros compañeros de clase nos miraban raro cada que lo llamaba Pollito, él había pasado por un momento de crisis y me había dicho que no lo hiciera porque "yo no te digo Min porque suena raro. Tan raro como que me llames por mi apellido. Y, antes de que digas algo, tampoco me digas Jinmin. Mi nombre es Jimin. Park. Jimin".
- Pues sí, pero tú me llamas Park. ¿O se te olvidó que hace unos días entraste a mi salón de la academia gritando a grito herido "Park, tienes la maleta equivocada"?
- Tú vives gritando en la calle "Min, mira a los lados antes de cruzar".
- ¡Pero es que siempre miras a los lados cuando ya vas a la mitad de la calle! - me regañó gritando con su voz chillona.
- No te puedo tomar en serio cuando tu voz te sale así.
- Feo. Eres malo. Pero gracias por la comida, está genial.
Luego de eso ninguno de los dos dijo nada más. Fuimos a mi habitación a hacer las tareas, como siempre él en mi escritorio y yo en el espacio extrañamente grande que había al lado de mi ventana donde cuando era pequeño me quedaba dormido leyendo. Después de unas dos horas ya no teníamos nada que hacer, así que cogí un libro que había comenzado hacía poco y dejé que Jimin jugara con mis lápices como hacía siempre.
- ¿Crees que si presentara un dibujo de ti en el concurso de este semestre, quedaría en el primer lugar? - preguntó de la nada desconcentrándome por completo.
- Tendrías que hacer magia para logar que no me vea como un fideo. A demás, ¿no se supone que este semestre el tema es fantasía? - pregunté un poco confundido. Jinmin había comenzado a asistir a una escuela de arte el año anterior y siempre me dejaba confundido con los conceptos que tenía que plasmar en sus dibujos. A veces era misterio, otras veces era abstracción, otras romance o quién sabe qué cosa y por eso nunca sabía exactamente qué tenía que hacer.
- Sí, cierto... ¡Te voy a dibujar como un hechicero! - exclamó abriendo sus ojitos y casi saltando de la silla.
- ¿Es en serio?
- No. Tengo algo mejor en mente. Párate y quédate quieto.
- ¿Para qué? - pregunté poniendo en mi libro el bonito separador hecho a mano que la garrapata me había regalado hace mucho y sabiendo de antemano para qué me quería quieto y qué era lo que me iba a decir.
- Para algo... Quita esa cara de sueño, pon una de malo.
- ¿Cómo se supone que es una cara de malo? - pregunté siguiéndole la corriente. Ya estaba acostumbrado a situaciones como esa cuando me decía que hiciera cara de felicidad o aburrimiento o su favorita: de indiferencia. Me gustaba preguntarle cómo se suponía que tenía que verme porque siempre decía cosas un poco locas que me daban risa.
- Como la que hiciste el día que le dijiste a una niña que mi tiempo valía mucho como para perderlo con alguien como ella - respondió luego de pensarlo un largo rato -. ¿En serio crees eso?
- Supongo. Pero yo sólo te la quité de encima porque tenía hambre y ese día iba a comer en tu casa, te necesitaba desocupado.
- Qué insensible eres. Pensé que lo habías hecho porque te gusto. ¿Yo te gusto, Gatito?
- No lo sé... ¿Yo te gusto a ti?
- ¿Qué crees?
- Que no lo sé.
- Ah, ¿no? Yo sí lo sé.
- ¿En serio? ¿Cuál es la respuesta?
- ¿Por qué te lo tengo que decir? Deja de hablar y pon cara de malo.
Durante toda la noche me tuvo posando de diferentes maneras, pero en la misma posición. En dado momento se puso bravo porque hacía demasiado sol; luego, las alas que me estaba dibujando le quedaron tan grandes que tuvo que ir a comprar un papel más grande y después se le acabó un lápiz oscuro y el color negro con los que estaba haciendo las sombras, por lo que tuvo que ir a la papelería de nuevo, pero en lugar de volver con un lápiz y un color negro, llegó con carboncillos y comenzó a improvisar con ellos luego de pedirme que cerrara las cortinas, apagara las luces y me apuntara a la cara con una linterna. Terminó su dibujo a las cuatro de la mañana y dormimos sólo dos horas, lo cual hizo que nos quedáramos dormidos durante el examen de matemáticas que teníamos ese día... Pero eso no importó por mucho tiempo, ya que varios días después le dijeron que había quedado en primer lugar, razón por la cual estuvo prácticamente saltando de felicidad durante más o menos unas dos semanas. Desde entonces decía que yo era su amuleto de la suerte y, aunque solía dibujar todo lo que tuviera en frente, los únicos dibujos que presentaba para sus concursos o exposiciones eran exclusivamente de mí. Cuando comencé a asistir a mis entrenamientos de básquetbol creí que se iba a desanimar porque ya no pasaríamos tardes enteras encerrados en silencio, pero en lugar de eso, sólo aprovechó la oportunidad de desarrollar una nueva habilidad: hacer dibujos en tiempo récord. Al principio el entrenador se sentía un poco inseguro con respecto a la presencia de mi garrapata personal durante el 80% de los entrenamientos, pero luego de darse cuenta de que en realidad no desconcentraba a ningún miembro del equipo ni causaba problemas, prácticamente convirtió a Jinmin en la mascota del equipo porque "siempre que ese chico viene nos va mucho mejor y los muchachos se ven más animados". «
- Prácticamente, no. Fui la mascota oficial del equipo todo el tiempo que tú fuiste parte del equipo. No sabes el horror que sentí la primera vez que usé ese disfraz de Husky con olor a de todo menos a bueno.
- Así y todo te veías adorable. Y no tienes por qué quejarte si sólo lo usabas durante los partidos, ya que durante ellos no podías dibujar.
- ¿Abuelito Jimin siempre estaba dibujando, abuelito Yoongi? - pregunta Sooyeon con una adorable sonrisa.
- Casi siempre, pequeña. También le encantaba bailar, pero entonces todavía no lo sabía, lo descubrió unos años más tarde. En ese tiempo, lo que más hacía aparte de dibujar era molestarme, comer y dormir.
- Eso suena como mi hermano - contesta la pequeña ganándose un golpe suave por parte del mencionado.
- ¡Eso no es cierto, Sooyeon! - se queja Jinseok haciendo un puchero.
- Niños, por favor cálmense. Yoon, sigue.
» - ¿Sería mucho pedir que te quitaras la camiseta y miraras a la ventana? - preguntó luego de una hora durante la cual había botado unos quince bocetos porque ninguno lo convencía.
- Sí - respondí automáticamente todo dormido y con mi voz exageradamente ronca.
- ¿Por qué?
- Porque no me quiero mover. El entrenamiento de hoy fue duro y me duele todo, Pollito - me quejé acomodándome mejor entre las cobijas de su cama -. Tienes una imaginación genial, úsala.
- ¿Qué crees que estuve haciendo la última hora? - preguntó frustrado. Sentí que se levantó de la silla de su escritorio y escuché sus pasos como si caminara por ahí -. Por favoor~... Yoon, necesito un dibujo diferente a todos los que he hecho hasta ahora... Y lo necesito para mañana. Si no fuera urgente, no te lo pediría porque sé que estás súper cansado - murmuró dulcemente cerca de mi cara pasando un dedo por mi mejilla. Hice mala cara y repetí sus palabras en mi cabeza. Sonreí al notar la manera como me había llamado, pero también me sentí extraño, como cálido y ansioso y nervioso y feliz y tímido.
- Con una condición.
- ¿Cuál?
- Déjame dormir aquí esta noche~. Ya sabes que me gusta más tu cama que la mía - pedí sentándome lentamente. El frío sobre mi piel logró despertarme un poco, pero también me provocó un ligero dolor de cabeza que decidí ignorar.
- Vale.
Posar para los dibujos de Jimin era algo que había hecho casi toda la vida, de modo que ya estaba acostumbrado a quedarme inmóvil durante largos ratos. En las últimas semanas me había dado cuenta de que me encantaba mirar su cara mientras estaba concentrado y noté que sus gestos siempre seguían un patrón: primero entrecerraba sus ojos y arrugaba su frente, después fruncía sus labios para luego morderlos, acto seguido se quedaba inexpresivo unos segundos y de repente levantaba una ceja y abría un poco la boca, un rato después la cerraba y ponía sus labios como si fuera a dar un beso y a final se quedaba un rato sonriendo con la punta de su lengua entre sus dientes intentando no abrir su boca de nuevo, pero tarde o temprano se concentraba demasiado y entonces se quedaba con los labios separados pasando por ellos su lengua de manera sexy hasta que se daba cuenta de que estaba haciendo muecas y repetía toda la secuencia.
- No sé en qué demonios estarás pensando ahora porque durante estos once años que llevo de conocerte nunca había visto ese gesto tuyo, pero, sea lo que sea, sigue pensando en ello porque me encanta cómo se ve tu cara así - susurró emocionado luego de, aproximadamente, veinte minutos. Sonreí un segundo por la ternura que me causó. Todavía susurraba cuando estaba concentrado, como si hablar fuerte fuera a desconcentrarlo. Todavía juntaba sus cejas un milisegundo antes de abrir mucho sus ojos para luego levantar sus dos cejas y luego sonreír grande cuando estaba emocionado por algo -. ¿Tienes esa cara porque yo te gusto, Gatito?
- No lo sé. ¿Me estás dibujando porque te gusto, Garrapata?
- ¿Tú qué crees?
- Que no.
- Sólo calla. No sabes nada.
Luego de, tal vez, una hora, por fin me dijo que había terminado. Yo sabía que todavía le faltaban los colores y las sombras (que eran su parte favorita), pero que ya había terminado mi silueta y los detalles pequeños, como mis cejas o mis manos y las otras cosas que se le ocurriera ponerme esta vez dependiendo de cómo quisiera que me viera... De hecho, una vez se le ocurrió dibujarme con escamas de pez, por lo que trajo un pez y mientras dibujaba no sabía si mirarme a mí o mirar al pescado, así que me dibujó las escamas encima de la piel y luego me puso a posar bajo el rayo del Sol porque no había podido imaginar correctamente el ángulo de la luz.
- Sólo no babees, ¿sí? - soltó serio mientras difuminaba un carboncillo con una servilleta. Llevaba ya unos cinco años usando carboncillo para las sombras y hasta el día de hoy yo no había podido entender cómo era que le hacía para no manchar toda la hoja con sus dedos o la servilleta.
- Yo nunca babeo - refunfuñé acomodándome mejor entre sus cobijas, de nuevo.
- Díselo a mi mano, Min.
- En mi defensa, Park, no tenías por qué poner tu mano bajo mi mejilla - repliqué adormecido recordando ese día cuando me desperté con mi cara sobre su mano y un charquito de saliva en la palma de la misma. Fue muy incómodo, pero la cara de desconcierto y asombro que hizo Jinmin al identificar en fluido viscoso que tenía sobre su piel quedó grabada permanentemente en mi memoria.
- No seas idiota, tú la pusiste ahí estando dormido.
- Lo que digas, Pollito.
Esa noche dormí como hace mucho no lo hacía. La cama de Jimin era más suave que la mía, un poco más grande y tenía un no sé qué que hacía que no fuera demasiado fría ni demasiado caliente. En resumen, estar en la cama de mi querida garrapata era como estar en una nube. Sencillamente maravilloso.
- Min, ¿no te piensas mover? - preguntó cansado. Quise responder, pero estaba tan dormido que no pude ni abrir mis ojos para indicarle que estaba despierto -. Min. Muévete. Ahora - ordenó serio. De verdad quería decir algo, pero no podía y ya me estaba dando miedito -. ¡Min, imbécil, ya muévete que quiero dormir! - gritó desesperado. Yo estaba tan dormido que no me dio miedo sino me causó ternura, parecía un pollito abrazable cuando se enojaba. Pasé mis brazos al rededor suyo y di media vuelta de modo que pudiera acurrucarme junto a él como si fuera un peluche.
- Ya me moví, ahora cállate y cierra los ojos, Jinmin - murmuré como pude acomodándome mejor para que no me diera frío en la cara.
A la mañana siguiente desperté entre sus brazos unos cinco minutos antes de que sonara la alarma de las seis y diez. Me le quedé mirando atentamente y noté que su carita de bebé no había cambiado mucho desde que lo vi por primera vez. Me quedé maravillado contemplando cada parte de su bonita cara: sus cejas rectas y pobladas, sus pestañas largas, su nariz respingada y pequeña, esas mejillas que parecían de algodón y sus gruesos y bonitos labios en los que él vivía poniendo bálsamo hidratante cada dos segundos. Me pregunté cómo se sentiría su boca sobre la mía y no resistí la tentación de poner mi mano sobre su mejilla, me acerqué lentamente sintiendo algo que nunca antes había sentido y... La miserable alarma de las seis y diez de la mañana sonó de tal manera que de seguro toda la cuadra la escuchó.
- Hijo, ¡arriba que ya está tarde! - gritó la señora Park luego de abrir la puerta del cuarto. Salté sorprendido, pero el chico entre mis brazos ni se inmutó y sólo se abrazó más a mí -. Oh, hola, Yoongi. No sabía que te habías quedado aquí. Le diré a Sarang que te tengo para que no se preocupe, anoche se quedó revisando unos exámenes hasta tarde y antes de quedarse dormida me llamó a preguntarme por ti. Yo le dije que de seguro irías más tarde, pero viendo que ya está tarde y tienes tus cosas aquí no creo que sea necesario que vayas a tu casa. Después de todo, Sarang también va a desayunar aquí - explicó rápidamente para luego cerrar la puerta de nuevo. «
- Seguro se preguntarán quién es Sarang. La respuesta es sencilla: Min Sarang es mi mamá, había olvidado decirlo antes. Como sea, sigamos con la historia...
- Abuelito, ¿qué profesión tenía la abuelita Sarang?
- Ella era profesora - respondo con una sonrisa nostálgica.
» Eran las seis y algo de la mañana de un jueves. Yo ya estaba completamente despierto, pero no me había podido levantar de la cama por una sencilla razón: tenía una garrapata que me apresaba más fuerte cada vez que me movía aunque fuera sólo un poco.
- Pollito, ya está tarde, levántate - dije lo suficientemente alto para que me escuchara y despertara sin asustarse. No dio señales de vida -. Jinmin, es en serio. No quiero correr para que no nos dejen fuera de clase.
- Yo sí. A mí me gusta correr.
- Claro, y los dos medimos dos metros trece.
- Cállate y deja dormir, no seas molesto.
- Abre los ojos y mueve el culo, ya vamos tarde.
- No quiero.
- Pero yo sí.
- Pues esta es mi cama y yo mando aquí.
- Pero... Jinmin, ¿te parece atractiva la idea de que haga una piscina?
- ¿Piscina...? ¡Min, no seas sucio!
- Pues suéltame.
- Con una condición.
- ¿Cuál?
- Dame un beso.
- ¿Estás hablando de ese beso? Porque si es así, ese me lo tienes que dar tú - analicé recordando la vez que apostamos un beso y nunca me pagó. No sabía por qué, pero me sentía un poco decepcionado al pensar en que tal vez nunca me pagaría.
- Claro que no. O sea, sí, pero no. Es decir, estoy hablando del que me tienes que dar tú para que te suelte.
- No entiendo esa lógica tuya...
- Sólo págame y te dejo. «
- ¿Y te dio un beso, abuelito?
- No.
- Sí - corrijo.
- No.
- Que sí.
- Un beso volador no cuenta.
- Claro que sí.
- Claro que no.
- Yo estoy seguro de que sí porque me soltaste.
- Te solté porque no quería piscinas.
- ¿Qué es una piscina? - preguntan los dos niños al mismo tiempo.
- Es cuando te haces en la cama.
- ¡Qué asco! - responden los dos niños al unísono de nuevo.
» Luego de pagarle, me fui al baño y me vestí. Cinco minutos después ya estaba en el piso de abajo desayunando y esperando a que Jinmin bajara vestido para irnos al colegio. El camino al colegio ese día fue diferente, no porque hubiéramos hecho algo diferente sino porque yo no había podido dejar de pensar en lo que la alarma de las seis y diez había interrumpido.
- ¿En qué tanto piensas? - preguntó colgándose de mi brazo como de costumbre. Cuando comenzó a hacerlo tenía como once años y era unos diez centímetros más alto que yo, por lo que se veía extraño. Seis años después, teniendo ambos diecisiete años, yo era unos tres centímetros más alto, así que ya no me sentía incómodo por la diferencia de estatura.
- En que no estudié para el examen de ciencias sociales de mañana. Y hoy no me queda tiempo y aun si lo tuviera no podría estudiar porque se me confundiría todo y me iría mal mañana - improvisé intentando sonar convincente y tratando de no mirarlo. Ese día su cercanía me ponía nervioso.
- Tú nunca estudias para los exámenes.
- Lo sé, pero por lo menos debería hacerlo para el de ciencias sociales porque me he quedado dormido en todas las clases del trimestre y hasta el día de hoy no he entregado nada de nada.
- No entiendo por qué te preocupas por eso, después de todo la profesora está loquita por ti y por eso siempre pasas con excelentes notas.
- Pero se siente mal.
- Lo sé. Pero igual tus aportes a la clase te ayudan más de lo suficiente.
- Lo sé, pero es incómodo siempre dejar callada a la clase entera después de hacer algún aporte estúpido.
- Tus aportes no son estúpidos.
- Claro que sí.
- Ah, ¿sí? ¿Y tachar de inconsistentes las declaraciones del primer ministro con respecto al escándalo del combustible del mes pasado qué fue?
- Estúpido porque la directora me castigó lavando los baños una semana. ¿Por qué me estás intentando hacer sentir mejor? ¿Yo te gusto, Pollito?
- ¿No lo sabes?
- No.
- ¿Yo te gusto?
- No lo sé - respondí como siempre. Pero no terminé de decir esas palabras cuando me di cuenta de que tal vez sí lo sabía.
- No tienes remedio, Min - gruñó frustrado -. Te dejo, tengo educación física. Hablamos luego.
- Yo tengo física. Nos vemos.
Ese día no teníamos clases juntos, pero no importaba porque en los descansos nos veríamos. Al entrar a mi salón, una muchacha prácticamente me saltó encima gritando mi nombre. Yo no sabía su nombre, pero sí sabía que era la responsable de que Jimin se enojara cada vez que se me acercaba mientras estaba con él. La verdad es que no entendía esa especie de odio que se tenían esos dos, pero algo me decía que era por algo en común, posiblemente muy obvio, pero yo todavía no lo captaba. Algo malo de los jueves de mi último año de colegio era esa chica: no compartía ninguna clase con Jimin ese día, pero en cambio las compartía todas con ella, razón por la cual era acosado sin piedad por ella y sus insinuaciones.
- ¿Por qué no sales conmigo, Yoongi oppa? - preguntó por vez número mil aquella chica que se me había pegado como un chicle y me había perseguido hasta la entrada del baño.
- Porque no quiero - respondí irritado luego de cerrar la puerta tras de mí al salir de dicho lugar.
- ¿Por qué no quieres?
- Porque... - porque tengo pareja, iba a decir, pero alguien que salía del baño me interrumpió.
- Porque tiene pareja, tonta - mintió tirando de mí hacia él de modo que mi cara quedase frente a la suya para luego darme un fugaz beso en la mejilla -. Ahora lo sabes, bonito - dijo bajito para que sólo yo escuchara pasando su dedo índice por mi mejilla y se fue corriendo por el pasillo mientras yo me quedaba mirándolo con una sonrisa tonta.
- ¿Eso es cierto, Yoongi oppa? - preguntó esa chica con voz chillona sacándome de mi burbuja.
- ¿Algún problema con eso?
Después de ese momento no se me volvió a acercar, así que durante todo ese día pude respirar tranquilo... Hasta que me choqué con alguien en las escaleras.
- ¡Imbécil, ¿por qué no miras por dónde caminas?! - grité intentando levantarme del suelo y dándome cuenta de que había un cuerpo sobre mí que no me dejaba moverme.
- ¡Estúpido, ibas por el lado equivocado! - gritó de vuelta el sujeto sobre mí con una voz aguda que se me hizo vagamente familiar, pero que no reconocí.
- ¡Iba por la derecha!
- ¡¿Y no viste que ibas directo hacia mí?!
- Joven Park, joven Min, ¿cuál es la razón de este escándalo? - preguntó la directora del colegio, que preciso pasaba por ahí -. A mi oficina, ahora.
- Sí, señora - respondimos al tiempo intentando levantarnos, pero no pudimos hacerlo bien ya que el chico sobre mí (que había resultado ser Jimin) tenía lastimada una muñeca y cayó sobre mí al tiempo que yo caía sentado de nuevo al tener el tobillo lesionado.
- Mejor explíquenme aquí lo que pasó y luego vayan a la enfermería.
- Sí, señora - respondimos al tiempo de nuevo.
Camino a la enfermería ninguno de los dos dijo una palabra, sólo nos mirábamos de reojo y reíamos suavecito.
- Lo siento, Gatito - soltó de pronto Jinmin mientras esperábamos que la enfermera llegara a la enfermería.
- No te preocupes, Garrapata. Yo iba distraído y no te vi.
- Yo iba corriendo por el lado equivocado, la culpa es mía.
Nos quedamos en silencio hasta que la señora llegó. No fuimos a las siguientes clases porque nos habían dado una incapacidad y, en cambio, nos quedamos por ahí hablando de cualquier cosa hasta que llegó la hora de la salida.
- ¿Quieres un helado? - pregunté luego de pasar por el salón de Jinmin para que recogiera su maleta.
- NO.
- ¿Eh?
- Digo... Eh, no. O sea, SÍ, pero no. Es decir... Sí, Yoongi, me gustaría, gracias. Pero no quiero que camines porque te lastimaste tu tobillo y...
- Y eso no me importa. Lo que quiero es pasar esta tarde contigo y escuchar que digas muchas veces mi nombre de esa manera tan dulce como lo acabas de hacer - interrumpí siendo valiente y cogiendo su cara entre mis manos para mirarlo a los ojos y verlo sonrojarse.
Caminamos unas cinco cuadras y llegamos a nuestra heladería favorita que, en realidad, no era una heladería como tal sino un lugar donde vendían café y ensalada de frutas... Con helado, por eso le decíamos heladería.
- ¿Por qué vinimos aquí? - preguntó luego de que llegamos y nos sentamos uno al lado del otro en una de las mesas más apartadas al fondo del lugar.
- ¿No lo sabes? - pregunté sonriendo. Era divertido ver cómo me decía con su cara que no lo sabía. En ese momento entendí por qué le gustaba tanto preguntarme su típico "¿no lo sabes?".
- No.
- ¿Por qué crees que vinimos?
- ¿Porque tienes hambre?
- No.
- ¿Porque-quieres-decirme-de-manera-suave-que-ya-no-somos-amigos-y-no-me-quieres-volver-a-ver-en-tu-vida-porque-por-mi-culpa-tienes-una-lesión-y-no-podrás-volver-a-jugar-nunca-más-y-por-ello-vas-a-tener-que-convertirte-en-contador-porque-para-ello-no-te-tienes-que-mover?
- No, pero ya entiendo cómo te sientes cuando rapeo. La razón es algo mucho más obvio.
- ¿Cuál?
- ¿No lo sabes?
- ¿Yo te gusto?
- ¿Qué crees?
- Que no lo sé...
- ¿Tú me gustas?
- No sé... - musitó tímido. Me pareció adorable, pero conservé mi expresión seria.
- ¿Y ahora? - pregunté de nuevo con mi voz muy ronca y mi cara muy cerca de la suya.
- Tampoco. Creo que necesito una pista, Gatito - respondió suavecito, todavía tímido y sonrojado, completamente adorable. Le di un besito en la mejilla -. ¿No tienes algo más claro? Creo que el golpe me dejó un poquito lento.
- ¿Qué te gustaría para que lo sepas?
- Un beso.
- ¿Uno como el que me debes? Págame y después te doy la pista.
- ¿No se puede al revés?
- No.
Y se quedó en silencio un par de minutos. En realidad, pensé que no iba a hacer nada y cuando ya estaba comenzando a ponerme nervioso, puso sus labios delicadamente sobre los míos, como si tuviera miedo de que en cualquier momento me fuera a ir. En ese momento sentí que se me olvidó todo, mi nombre, dónde estaba, qué día era y que tenía que respirar. Después de unos segundos se separó de mí.
- ¿Ahora sí me das la pista? - preguntó sonriendo y pasando un dedo por mi mejilla. Sonreí de vuelta y, después de posar una de mis manos en su nuca, puse mi boca sobre la suya. Esperé unos segundos a que saliera de su sorpresa y pasé mi lengua por sus labios, haciendo que se sorprendiera y los separara, dándome así la oportunidad de tocar su lengua con la mía y mover mis labios sobre los suyos de tal manera que no le quedaran ganas de probar los de otra persona que no fuera yo nunca más.
- ¿Ya lo sabes? - pregunté luego de separarnos.
- Lo sé - respondió en un suspiro con una sonrisa.
- ¿Quieres ser mi novio, Jinmin?
- ¿Qué crees, Yoongi?
- Que sé que sí, bonito - murmuré cerca de su cara para luego darle otro beso que sería el primero de muchos otros. «
- Aww, qué bonito - dicen mis nietos al mismo tiempo. Intento sonreír dulcemente para ellos y mi esposo, pero el dolor me atraviesa sin piedad y siento que perderé la conciencia.
- Yoongi, Gatito. Te amo - dice mi esposo con lágrimas en sus ojos.
- Jinmin... Jinmin, nos veremos pronto, amor - digo en un susurro y cierro los ojos. Nadie dijo que morir no es doloroso. Sentir que tu alma se despide de tu cuerpo es algo que no tiene comparación... Creo que no hay nada peor que eso, pero luego me doy cuenta de que no es cierto: ya no ver la sonrisa de Jimin al despertar a su lado todos los días es algo que me llena de tristeza. Abro mis ojos de nuevo y lo veo mirándome con amor -. Adiós, bonito.
- Lo sabes - sonríe con dulzura y tristeza y me da un beso suave en la mejilla.
- Lo sé - suspiro por última vez.
∞
Hola :D.
No me toquen que me puse sensible. La idea original era MUY diferente, pero luego esto sólo cogió este rumbo y no lo pude cambiar.
Es... Muy largo (7.468 palabras), pero espero que les haya gustado.
Besos y saludes, cuídense mucho 🧡.
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