—Te estoy llamando, amor y no contestas.— Hoseok no se atrevió a agarrar el teléfono en todo el día- ¿Por qué no contestabas? ¿Qué es mas importante que yo?— pregunto ni bien pisa la sala de nuestro departamento.

—¡Estoy harto de ti, eso me pasa!— dijo encolerisado.

No, no me grites.

—¡Todo el tiempo estas sobre mi! Me estas ahogando!

—¡Deja de gritarme!— Fui furiosa hacia el y lo tome de la corbata agachandolo a mi altura— Tu eres mio, por siempre, yo te amo y tu me amas.— eso debía quedarle claro.

Mis manos estaban al rededor de su cuello. Estaba enojada. Desesperada. Quería a Hoseok con migo. Pero el ya no quería estar con migo.

No podía simplemente decirme eso, yo lo amo, el es mio y de nadie mas, y haré lo que sea para conseguirlo.

Estaba apunto de matarlo. Con la poca fuerza aque el tenia en ese momento me empujo y caí al suelo.

—Estas mal de la cabeza.— dijo ya no tan exaltado. Recuperando la respiración. Con la mirada aterrada.

No, no me temas.

—¿No que fingia— sonreí fingidamente— seras mio por siempre.— Se fue.

Grité, esto era frustrante. Tome la primera cosa que vi y la estampé contra el suelo de madera, y así las cosas volaban y caían en diferentes direcciones. La puerta, la pared, el estante...

Hoseok será mio, así tenga que matarlo para conseguirlo.