Capítulo XIV
— ¿Á dónde vamos? —
— A entrenar. —
— ¿Y los otros? —
— Mira, MinJi, desde ese momento en que entraste a esa arena, todos fueron elegidos por alguien para estar bajo sus órdenes ¿Recuerdas la historia que te conté? Bueno, tú si eres un arma y ahora eres mía.... O hasta que uno de los otros guerreros me derrote y pierda el derecho de tenerte.
— Bien... Entiendo... ¿Cuáles son las reglas? —
— Sólo se puede luchar con las armas que uno posee, tú en tu caso eres mi única arma. La idea es poder tener la de todos y cuando sea así será el triunfo del guerrero, obsequiandole a sus armas el poder de ser libres o seguir hasta su muerte con el guerrero. —
— ¿Hay más o sólo nosotros veinte? —
— Hay más, pero de seguro se mantienen en silencio. —
— Ya voy entendiendo... Y ¿Cómo son los entrenamientos? —
— Tu único entrenamiento es la meditación para fortalecer tu alma, en cambio yo, debo mejorar mis ataques, velocidad, fuerza y dureza, porque soy tu portadora... Además, las armas al ser elegidas, obedecen involuntariamente a su portador. —
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