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CANCIÓN DE AMOR

Abril 1979




















Para Chelsea siempre fue fácil escribir canciones de amor o desamor, escribía sus experiencias junto a sus amigos, su amor platónico por James Potter.

Pero cuando su mejor amigo, James, le pidió escribir una canción de amor para él y para Lily, era como si las palabras jamás salieran de su alma.

Intento escribir una y otra vez pero las ideas no fluían. Solo tenía ciertas notas, pero nada completaba una canción para una boda.

Incluso terminó revisando sus viejas libretas de canciones, pero nada servía como para armar una canción de amor que fuera digna para Lily y James.

Dejó de lado la guitarra para salir de su habitación en búsqueda de un té.

Leyó el periódico que descansaba en la mesa de la cocina, uno que cayó de ese mismo día.

Noticias sobre información muggle, era un camuflaje. Levantó su varita apuntando al periódico para que revelara la verdadera información.

El título en primera plana y mayúsculas que se leía fue lo primero que captó su atención por completo.

"Ataques Muggle nuevamente"

Cada día los ataques se intensificaban, familias de magos muggle, miembros de familia o incluso familia inocentes eran las que morían diariamente a causa del mago tenebroso. Agradecía que sus padres ya no estaban con vida para ser un peligro.

Era lo único que le gustaba de eso, los extrañaba cada día, pero no le gustaba esa parte de extrañarlos: los necesitaba. 

Estaba en la lista de víctimas de Lord Voldemort y si el hombre entraba para atacar, ella daría una buena pelea antes.

Dejó la tetera en la estufa sacando una taza de la estantería. Una negra.

La miró con una sonrisa, tenía grabadas notas musicales, Sirius se la regaló en su cumpleaños, hace tres años atrás.

Se acercó para quitar la tetera al escucharla chillar, la puerta se escuchó.

— Ya voy — grito.

Al estar distraída la tetera sin alguna precaución quemándose la mano. Dejó caer la tetera de inmediato brincando para no quemar sus pies.

— ¡Chelsea! — gritó Sirius Black desde afuera con preocupación. — Soy Sirius Black, te conozco desde los ocho años, tienes una cicatriz en forma de hoja en una de tus piernas.

Chelsea se acercó a la puerta abriéndola con su mano aún adolorida por la quemadura.

Sirius entró revisando a Chelsea para verla quejarse.

Se dirigió al baño buscando el botiquín para ayudarla.

— Sígueme — la guió hasta la cocina.

Mojo un trapo y lo puso en la mano de Chelsea con cuidado, hizo un curso de primeros auxilios cuando estudiaron en Hogwarts, ahora agradecía eso.

Saco unos guantes para comenzar a revisar su mano.

— Si ser un vagabundo no funciona, podrías dedicarte a ser doctor — propuso Chelsea al verlo limpiarle la mano.

— Solo lo hago con las personas que me preocupan — murmuro Sirius sin mirarla. — ¿Qué estabas haciendo?

Chelsea se quejó al sentir dolor en las zonas que se habían quemado. — Quería un té.

Sirius negó con la cabeza al escucharla. Era probable que fuera eso.

Black colocó una pomada en la mano de Chelsea para después ponerle una venda.

Era un ligero deja vu para ella. Algo gracioso, ella hacía lo mismo con los chicos cuando estaban en el colegio, en especial con Remus y Sirius, este último peleaba mucho.

— Ya está — dijo Sirius mirándola. — Debes tener cuidado, Chelsea.

— Ahora menos terminaré la canción de James.

— ¿Ya se lo propuso a Lily? — cuestionó Sirius.

— No. Aún no lo hace — negó Chelsea haciendo una mueca. — Pero quiere que tenga la canción lista para pedírselo con ella.

— ¿Qué es lo que llevas?

Una sonrisa se dibujó en los labios de Chelsea.

Sucedía lo mismo cuando eran estudiantes, Sirius se quedaba hasta tarde escuchándola cantar, en ocasiones solía ayudarle.

— Realmente nada — sonrió. — Mis ánimos no son buenos hoy.

Sirius le dio una palmada en el hombro.

Un año más se cumplía.

Un año más del aniversario de la muerte del señor y la señora Rivas. Los padres de Chelsea.

— Chels — la tomó de las manos. — La vida es como un piano — suspiró. —  Las teclas blancas representan la felicidad y las negras la tristeza. Conforme pasa el tiempo, te das cuenta que las teclas negras también hacen música.

— Es solo que — Chelsea bajo la cabeza, pestañeo varias veces para evitar que las lagrimas salieran de sus ojos. — Los extraño mucho.

— Lo sé, Musa.

Sirius se acercó a ella abrazándola, dejó un beso en su frente.

Chelsea agradecía a de tener a Sirius, agradecía tenerlo en su vida. Era su soporte, su ayuda y su hombro para llorar.

Eran mejores amigos y lo quería en su vida para siempre. 

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