{Me sentía vacío... Pero entonces encontré un conejito desvalido y mi obsesión le dio color a mi infierno}
POV: Jungkook
Es aterradora la manera en que un muro te asfixia al afincarse en tu abdomen, como la única salida es presionar más tu cuerpo contra él. Porque si retrocedes solo un poco para respirar, la persona que desesperada se agarra de tu mano a punto de caer al precipicio, puede desaparecer.
Es impactante la luz encendida en sus ojos oscuros, la estrella que trabajosa permanece brillando en un parpadeo incesante, como la llamita de uno de sus mecheros, tan fácil de apagar de un soplido.
Pero permanece ahí, iluminando el cuarto oscuro, dándote calor, luchando contra el mundo con tal de no desparecer... Y todo por ti.
Yoongi no se deja vencer... Por mí.
¿Y yo qué puedo hacer más no soltar su mano?
Pero el monstruo en su alma pesa tanto que mis pies dejan de tocar el suelo en un intento de no soltarle.
Si no me vuelvo más pesado, caeré con él. Y eso es lo que quiere evitar, así deba caer él sólo, no quiere que me vuelva más fuerte si eso significa cargar de peso mi alma.
– No te acerques.
Me indica de espaldas, adentrándose en una impoluta habitación en el sótano para mí inexistente de la casa.
El cuarto está completamente vacío a excepción de dos objetos.
Un hermoso pero polvoriento piano marrón... Y una jaula cuadrada de barrotes metálicos, pequeña, dentro apenas habría espacio para mí hecho bolita.
Pero la jaula no está vacía.
– Buenos días mamá, lamento no haberte visitado estos años... He estado ocupado.
Recoge del suelo un peluche de la mitad de la longitud de la palma de su mano. Un pequeño y roto conejito blanco, ya grisáceo por los años y el churre.
– Te he traído a alguien.
Dentro de la jaula hay huesos esparcidos, blancos huesos pertenecientes a un esqueleto, en el cráneo, quedan apenas una decena de hebras negras desperdigadas.
El sollozo que sale de mis labios nos alerta a ambos, a mí porque fue inesperado... Y a Yoongi por mi reacción.
Todos tenemos nuestros mecanismos de defensa, y el de Yoongi es no ver nada, sumergirse en la oscuridad de su consciencia y no sentir.
Me da miedo cuando se pone en este estado, porque sigue sus más primitivos instintos y apuesto a que esos mismos pusieron a su madre en ese estado.
– Acércate.
Trago con fuerza, su mirada me sigue por encima de su hombro, y yo, con la espalda pegada a la puerta niego repetidas veces con la cabeza.
– N... No...
Sus ojos se afilan y todos mis sensores del peligro se activan.
– No la rechaces, Jungkook. Acércate.
Su mano permanece descansando encima de los barrotes, la jaula apenas le llega a la altura de la cintura.
No extiendas tu mano... Sabes que no la puedo rechazar.
Y ese preciso movimiento es el que hace, deja el peluche encima de la jaula, y me tiende la palma abierta, sus ojos centrados en mí, midiendo cada uno de mis pasos.
Lentamente, con los pies palpando perfectamente el frío suelo por encontrarme descalzo, avanzo hacia él.
El palpitar violento de mi corazón resuena en mi cabeza, la sangre bombea con más potencia y mis sentidos se agudizan.
Su mano no se mueve aún cuando ya mis dedos empiezan a rozar los suyos, solo reacciona cuando mi palma termina tendida en la suya.
Y su reacción me saca un gritito de sorpresa.
Me hala contra sí y su otra mano vuela a mi cabello, sus dedos agarran con fuerza mis hebras hasta sacarme un quejido, sin disminuir el ritmo me impulsa hacia abajo hasta obligarme a afincar mis rodillas al suelo.
– Mira Jungkook.
Sacude la mano que dirige mi cabeza centrando sin pudor mi mirada en ese punto que intenté esquivar, al bulto de huesos que significan tantas cosas desconocidas por mí.
– Mira donde terminó la única persona que además de ti he amado en mi jodida vida. Apuesto a que puedes adivinar el por qué está ahí.
Muerdo mi labio en un desesperado intento de ahogar mi llanto, de impedir que el mismo lo impulse a continuar su locura.
– Anda Kookie, adivina ¿Por qué mi mamá está ahí?
Su voz está cargada de sufrimiento y pesar, habla trabajosamente, su respiración agitada a la par de imprecisa.
Él aguanta el llanto, yo aguanto el mío... ¿Por qué lo hacemos? Porque no nos queremos rendir.
– Quiso irse.
– Exacto... Me quiso dejar solo... Enviarme a un lugar desconocido...
Por su tono me percaté de que su consciencia cada vez se alejaba más, su agarre se aflojó hasta permitirme subir la mirada a sus ojos, tan negros y vacíos como nunca.
Se deja caer con lentitud, sus rodillas dejaron lentamente de soportar su peso y quedaron fijas al suelo, hombros caídos... Mirada perdida.
No te voy a soltar, Yoon. Así tenga que irme contigo.
Sorbiendo por la nariz gateo con rapidez a su lado, buscando o más bien regalándole mi cercanía.
– Y... Yoon...
No parpadea, sus largas pestañas acarician sus pómulos mientras yace con los ojos levemente cerrados.
Asciendo mi mano y con suavidad acaricio con la punta de los dedos su mejilla, subiendo por la frente para retirar las hebras mentas ya un poco negruzcas por el tiempo, de su frente.
Su pecho se aligera, pues se mueve con más facilidad y nos sumimos en un reconciliador silencio.
Hasta que quiero su atención.
– Yoon~ Hey Yoon~
Lo llamo en voz baja mientras le sacudo el hombro, pero no reacciona, simplemente se queda ahí, quieto, con las rodillas en el suelo.
– Oye, Yoongi, no me ignores.
Suspiro al ver que no captaré su atención de nuevo. Y simplemente me siento a su lado, encogiendo las piernas contra mi pecho, dándome calor en este frío cuarto.
– Yoon...
Lo llamo una última vez con la voz temblorosa al hallarme solo en la habitación a pesar de tener a mi lado su cuerpo... Pero él no está.
– No me dejes solo aquí... Me da miedo...
Susurro con el irremediable morro en mis labios y esos bachecitos formándose en mi barbilla en un intento de aguantar el llanto.
Pero no lo puedo evitar. Esto es tan triste.
Largos segundos pasan hasta que unas manos rodean mi cuerpo, el frío tacto me hace abrir los ojos.
Mis lágrimas humedecen mis pestañas al sentirlo llorar contra mi cuello, su rostro se oculta y sus brazos me aprietan contra su pecho. Yo arrugo su camisa entre mis dedos, también llorando en el hueco de su hombro, sollozante.
Uno llora por el otro, ambos por los dos...
– Tengo miedo...
– Lo siento...
Contesta él a mi confesión, y eso le pone una piedra a mis pies, pues es el inicio de la conversación que bien podría contribuir a salvarnos... O a hundirnos.
Esta piedra puede dejarnos de este lado, o puede sumirnos con más fuerza en el otro.
-No tengo miedo de ti, temo por ti, por nosotros... ¿Qué sucede Yoon? ¿Qué significa todo esto?
Pregunto ya más calmado y correctamente sentado en el suelo con su cuerpo arropado en mi regazo.
– La maté de hambre... O tal vez sed, no estoy seguro... Simplemente la encerré y en el sueño viviente en mi cabeza de niño de ocho años pues... Pensaba que se quedaría así por siempre... Aquí... Conmigo...
Cierra los ojos, tranquilo... Tal vez demasiado.
– Pero un día, cuando regresé de la escuela... Ya no se movía, no habló más y mucho menos respiró. Ni siquiera en ese entonces me convencí de ello, de que la vida había dejado su cuerpo. Así que llegaba todos los días a contarle lo que hacía en la escuela, la niña que me gustaba, el niño que me brindó pan en el almuerzo... El que me pegó por ser un chico raro...
El intercambio de respiraciones, uno reflejándose en el otro como un espejo, yo acariciando su espalda que tranquila se mece por su necesidad de respirar.
– Aprovechaba el hecho de que finalmente no rehuía mi tacto para acariciar su cabello, para rozar su mejilla como siempre quise que mi mamá hiciera conmigo. Al pasar del tiempo su cuerpo comenzó a podrirse y, por tanto, a apestar. Pero lo ví como si necesitase un baño y listo...
Su palpitar ascendió en potencia de nuevo, mas su cuerpo permaneció quieto.
– El chico que me brindó pan fue Hoseok, nos hicimos íntimos amigos. Pero bueno... A pesar de ser tan pequeño era el hijo del mandamás de una de las mafias más poderosas, por lo que al instante notó algo en mí. Comía por lo que él me brindaba, llegaba todos los días con la misma ropa, pero lo raro no era eso. Sino que nunca contaba de mi familia más de lo necesario, un niño no busca privacidad, no sabe el contexto de ella... No debería saberlo.
Se removió encima de mis piernas, sorpresivamente para mí su trasero quedó justamente sobre mi miembro... Y permaneció ahí, haciéndome fruncir el entrecejo confundido.
¿Qué planeas, Min Yoongi?
– Me persiguió a mi casa y llegó al sótano al seguirme, no tenía otra parada que no fuese esa, así que ni siquiera miré al resto de la casa. Cuando vio el cadáver de mi madre, sus ojos se iluminaron de manera terrorífica, desde aquel entonces me percaté de que ese chico guardaba mucho más que yo. Principalmente cuando aplaudió emocionado, felicitándome por haber asesinado a mi mamá, lo cual solo escuchaba en las leyendas de su clan. Yo, atontado por lo que decía simplemente me sumí en la ignorancia, hasta que el cuerpo comenzó a descomponerse y no me quedó otra opción que dejar a su padre encargarse de la situación.
Sus manos se colaron por debajo de mi pijama, deslizando los dedos por mis costados hasta mi espalda.
– A mis trece nació el Suga enamorado del fuego, desenterré con mis manos el cuerpo de mamá y la regresé a su hogar... Pero me sentía vacío, sordo por un silencio inmeso... Hasta que apareció un conejito.
Sus rodillas se plantaron a cada lado, afincándose con más fuerza en mi miembro el cual quería aferrarse a mi consciencia para no despertar.
– Y quise marcar a ese conejito como mío, y mi enfermedad resurgió con la raíz podrida. Mis manos, ya a los veinte manchadas de sangre, eliminaron a todo aquel que se atrevía a poner su mano sobre ti. La lista se sumaba, en un abrir y cerrar de ojos ya no había vuelta atrás. Mi vida se remontaba en ti, en mi obsesión, día y noche...
De imprevisto sus dedos se entierran en mi piel con tal fuerza que me hacen dar un brinco, apuesto a que hematomas quedarán ahí.
– Entonces decidí quemarte, llamarte a mi infierno con la belleza de mis llamas y hundirte en ellas... No me importaba violarte, lo hubiese hecho con gusto si eso significaba marcar tu interior con dolorosas heridas. Pero no me diste tiempo, no eras lo que yo creía a pesar de conocerte "mejor que nadie" Y cuando ya pensaba que no podía enfermarme más por mi obsesión... Me enamoré de ti... Y fue mi final.
Descendió la mano por mi espalda hasta cruzar la línea de mi pantalón de pijama, me hizo estancar la respiración en mi garganta, con un tonto miedo a que la detectase. Pues sus dedos juegueteaban tanteado entre mis nalgas.
– Inesperadamente el violado terminé siendo yo, el de las dolorosas marcas acabé siendo yo y no me molestaba desgarrarlas con más fuerza si eso te mantenía conmigo.
Deja de tocarme el trasero para alzarme con sus brazos con mi ayuda.
Mi cuerpo sin quererlo se había adaptado al suyo, ya mis músculos perdieron su tonificación por la falta de ejercicio, mi peso tuvo que estabilizarse con mi masa muscular... Y ahora me encuentro siendo felizmente llevado por sus brazos, con las piernas alrededor de su delgada y estrecha cintura.
Con los ojos entrecerrados estudio la blanca habitación, el flequillo tal vez ya demasiado largo me hace verla como si fuese a través de rendijas.
– ¿Es suficiente para ti?
Me siento cansado..
– ¿Estás satisfecho?
De toda esta mierda...
– No, quiero regresar...
Voy a sacarle mi dedo corazón al sufrimiento que nos han inducido.
Acerco la boca a su oreja y rozando con mi lengua el filo, susurro.
– Quiero que me folles encima de ese maldito piano.
No me importa lo que haya significado la pieza marrón en su pasado, no lo agregó a la historia y no puede importarme menos.
– Destrúyeme... Quiero entrar a tu infierno... No me dejes escapar.
Es lo último que digo antes de tener que gritar por una mordida en mi hombro.
– Como quiera mi ángel.
🖤🖤🖤🖤🖤❤️❤️❤️❤️🖤🖤🖤🖤🖤
Estaba preocupada por no encontrar inspiración para nada pero con un sueño de siete horas se me pasó 🤟
Actualizaré mis otras historias ahora, hay que aprovechar la madrugada antes de volver a la vida real ☺️
Kisses mis amores 😘
GRACIAS POR LEER Y NO SE OLVIDEN DE VOTAR Y COMENTAR LO QUE QUIERAN
SARANGHE❤️🖤
Editado: 27/6/2020
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