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Capítulo 9 - Hogar, dulce hogar.


Buenas tardes.

Aquí les traigo el capítulo del día de hoy :D Espero que les guste :P

¡Cómo echaba de menos mis pantalones de chándal, encerrarme en la cocina y ponerme a cocinar durante horas, prepararme un gran desayuno y comérmelo ante el más pleno silencio, sólo interrumpido por la música que se escuchaba de fondo! Era ópera, soy un gran amante de ella.

Dejé de masticar, me puse en pie y comencé a hacer el tonto, al ritmo de la voz de aquella mujer, bailando a mi aire, haciendo reverencias incluso, cualquier que me viese hubiese roto a reír, pero me encantaba la sensación que aquella melodía creaba en mí, no podía simplemente ignorarla.

Me encendí un cigarro y me dejé caer en el sofá de la cocina, cerrando los ojos, disfrutando de mi lista de spotify, un hombre con la voz grave cantaba en aquella ocasión, relajándome por completo.

Sé que soy un poco único en cuanto a estilos musicales se refiere, pero mi padre me llevaba a la ópera desde bien pequeño, y aprendí a amarla desde entonces. Es algo que siempre hemos tenido en común.

Los pasos de Carlos irrumpieron en el calmado silencio, pero ni siquiera habló, ya sabía lo mucho que me gustaba disfrutar del espectáculo sin ser molestado. Se sirvió un vaso de brandy, y se sentó a mi lado, disfrutando de la canción.

- ¿Qué es? – pregunté cuando la canción terminó, girando la cabeza para observarle – suéltalo de una vez – me quejé, deteniendo la reproducción.

- ¿Te la follaste? – quiso saber. Rompí a reír, sin poder evitarlo, bajando la mirada, negando con la cabeza – tío, ¿eres consciente de lo mucho que perderemos si su padre se entera de esto?

- Los negocios son lo primero para mí – contesté, poniéndome en pie, dando una vuelta por la habitación, dejándome caer en la puerta que daba al salón, sintiendo la madera fría en mi hombro desnudo. Lo cierto es que hacía frío en esa zona, a pesar del calor que me había embriagado minutos antes. Quizás debía subir a la planta de arriba a por mí camiseta.

- ¿Te consigo una colombiana para esta noche? – quiso saber Carlos, haciéndome salir de mis pensamientos. Asentí, sin decir nada, tenía que sacarme de la cabeza a esa puta cría – Olvídate de Verónica Lewis de una vez, es una puta niña malcriada, nos joderá vivos, Nate.

- Sólo le estaba dando una lección – aseguré, encogiéndome de hombros, poniendo cara de inocente – lo tengo todo bajo control, Carlos – tragó saliva, sin decir nada más, agarró mi teléfono y volvió a poner la lista de reproducción anterior.

No había hecho más que levantarme, cuando mi teléfono comenzó a sonar, lo descolgué despreocupado, al darme cuenta de que era Iván.

- Abdul está aquí, ¿le dejo pasar? – quiso saber.

- Sí, condúcele al despacho, tenemos negocios que atender – justo iba a colgar, cuando él dijo algo más.

- Esa puta cría me sigue molestando – aseguró - ¿quieres que conteste a alguno de sus mensajes?

- ¿Qué dice? – me interesé.

- Quiere saber para quién trabajo – sonreí, divertido – parece que vuelve a las andadas, me está tirando los tejos, Nate – apreté el teléfono, molesto.

- Pásame su contacto al móvil – le dije, divertido, colgando sin más. Miré hacia Carlos – reúnete con Abdul, que firme el contrato y cítale para la fiesta de la semana que viene, en Miami.

- ¿dónde vas tú?

- Tengo un asunto que atender.

Me marché a mi habitación, mirando hacia el móvil por el camino, encantado al recibir la información de contacto de aquella potrilla salvaje. Iba a pasármelo muy bien a su costa.

- Hola – saludé, justo cuando descolgó el teléfono, dejándola sin palabras, quizás porque no esperaba escuchar mi voz por teléfono – un pajarito me ha dicho que estuvieron a punto de violarte por ser una calienta pollas integral – sabía que mi comentario la había enfadado, y eso sólo me hacía sentir bien – dime, Roni, ¿le chupaste la polla o ...?

- ¿Cómo coño has conseguido mi número? – se quejó, molesta. Sonreí, divertido, era obvio que no iba a soltar prenda.

- Organizo una fiesta la semana que viene en Miami – lancé, sorprendiéndome a mí mismo, yo no solía ser así – el día 25, si estás por la ciudad podríamos vernos – ella estaba incluso más sorprendida de lo que lo estaba yo.

- Es el fin de semana de mi cumpleaños – declaró, sorprendiéndome. Ese dato no lo conocía, debo añadir - ¿cómo te has enterado de lo de la violación?

- Tengo oídos por todas partes, Verónica – contesté.

- Y aun sabiendo que otro tío... - su voz se quebró, y yo perdí las ganas de seguir mofándome - ... me ha ...

- Ese tío no te ha penetrado – declaré, sorprendiéndola, pues esa información la sabía muy poca gente – así que ...

- Soy una chica de 18 años que aún es virgen, ¿de verdad no ...?

- Eso es otra, ¿por qué coño eres virgen aún? – me quejé, molestándola – Quiero decir, no es como si fueses un callo malayo, Roni – rompió a reír al escuchar aquello, sin poder evitarlo – deja de pensar tanto en ello y entrégate a un chico de una vez.

- Quiero que sea con alguien especial, ¿vale? – se quejó. Sonreí, divertido.

- A esa edad se suele pensar eso – contesté – pero te aseguro que para follar no hace falta nada más que atracción hacia la otra persona.

- ¡Dios! Esto parece tan irreal – comenzó – estoy manteniendo una conversación con Hércules Santoro – rompí a reír, sin poder evitarlo – lo digo en serio, de normal eres un cabrón, un chulo de playa y un ...

- Es más agradable de lo que pensé – le dije, a ciegas con todo aquello. Lo cierto es que había dejado de jugar hacía ya un rato – hablar con una dieciocho añera que tiene miedo a perder la virginidad.

- No es tan simple, Hércules – se quejó – no quiero que sea con ningún capullo.

- La primera vez siempre es desastrosa, Verónica – contesté, sentándome sobre la cama, apoyando el codo en la rodilla.

- ¿con quién la perdiste tú? – pensé en ello, volviendo a reír, porque sabía cuál sería su respuesta al escuchar aquello, y eso no me detuvo, ni siquiera un poco.

- Con una prima.

- Eres un pervertido hasta el final – estallé a carcajadas, mientras ella me escuchaba, volviendo a hablar en cuanto me detuve - ¿qué vas a darme a cambio si voy a esa fiesta? – sonreí, porque justo estaba llamando su atención.

- ¿Te vale con un buen orgasmo o quieres algo diferente? – sonrió. ¡Oh Dios! Estaba jugando con fuego, porque justo en ese momento estaba ligando con ella. Se lamió los labios, nerviosa. Sabía que se le hacía la boca agua con sólo pensar en mis labios succionando su sexo.

- Sin penetración – pidió. Volví a reír, pero no me opuse a su petición.

- Trato hecho – justo iba a colgar, cuando ella dijo algo más.

- Gracias – tragué saliva, aterrado. Era imposible que ella supiese lo que había hecho por ella, así que no debía temer nada – Jacob vino a pedirme perdón – asentí, sin decir nada – parecía que alguien le había dado una paliza, aunque él no quiso soltar prenda, pero ... sé que tuviste algo que ver en todo esto, Nate.

- No me llames Nate – estaba enfadado, y no sólo por las confianzas con las que ella me trataba, sino porque me hubiese descubierto – sólo mis amigos me llaman así – tragó saliva, sin decir nada – y no he sido yo. No tengo ningún motivo para darle una paliza a ese tío.

- ¿Crees que soy idiota? – se quejó. Aquella era una pregunta trampa, lo sabía bien – Carlos estaba allí, Hércules - ¡Mierda! - ¿Por qué estaría tu mano derecha en mi hotel, por qué me llevaría a la habitación de un hombre, y haría ir a un médico a que me reconociese?

- Lo ignoro, pero te reitero que no he sido yo, Verónica.

- Entonces es una coincidencia que justo cuando le tiro los trastos a Ivan por mensajería tú me llames ¿no?

- ¿Quién coño es Iván? ¿tú nueva víctima? – lancé.

- Hazte el tonto si quieres – comenzó – pero los dos sabemos que fuiste tú, Hércules.

- Te repito que no tengo ningún motivo para hacer lo que dices – insistí.

- Tampoco tenías ningún motivo para llamarme por teléfonozo – indagó – o para invitarme a esa fiesta que darás en Miami, o para prometerme que me darás placer si voy...

- Vale – tiré la toalla, estaba cansado de esconderme – supongamos que fui yo, ¿no crees que deberías apreciar un poco mejor tu vida y dejar de calentar a los tíos por mensajería?

- No es eso lo que hacía – se quejó. Rompí a reír – sólo estaba probando mi teoría – lamí mis labios, esperando escuchar algo más – quería saber lo mucho que aguantarías hasta hacer algo para pararme los pies.

- ¿Por qué sigues jugando, Roni? – me quejé – se supone que después de haber estado a punto de ser violada por un capullo... dejarías de provocar de esta manera.

- Me gusta provocarte – lanzó, sonreí, porque a mí me gustaba incluso más, que esa mujer fuese de esa manera. Tan indomable...

- Escucha... ten cuidado con esa manía tuya de provocar, sabes que no voy a conformarme sólo con un trozo del pastel...

- ¿Y crees que eso me asusta? – porfió – No eres tan mal tío como pretendes ser...

- Ya... bueno... a veces soy un poco capullo, sobre todo si la situación se me empieza a escapar de las manos - ¡joder! ¿por qué cojones le había dicho algo así? - ¿sabes una cosa? Me muero por sentir tu boca encerrando mi polla – un leve ajetreo se escuchó al otro lado, y aquello me encendió, como una moto. La forma en la que su respiración creció, y en lo violenta que se convirtió - ¿te estás tocando mientras hablamos?

- Sólo ahora – aseguró, con la voz frágil, dejando escapar un gemido que me puso como una moto – me muero por tenerte entre mis piernas ahora...

- No voy a conformarme sólo con chuparte, Verónica – le dije, metiendo la mano debajo de mis calzoncillos, agarrándome la polla – voy a meterte los dedos, y a moverlos de esa forma que te vuelven loca – sus gemidos crecían, instalándose en mi cabeza, joder, era incapaz detenerme después de aquello – y morderé tus pezones, acercando mi polla a tu coñito, dejando que resbale por tu mojado... ¡ah!

- Yo me la meteré en la boca... - la tenía tan dura, al escucharla tan deseosa de mí, que me era imposible concentrarme en nada más - ... tan dentro que parecerá imposible... y te daré lo que te gusta, hasta que tu ... ¡ah! – sus gemidos eran cada vez más intensos, estaba cerca del final, incluso dejó de hablar, mientras yo la animaba.

- Voy a follarte la boca, Verónica – le dije, dejando que su placer llegase a ella, y la atacase de forma descomunal, llevándose su último aliento, explotando en miles de sensaciones, descargándolas todas en mi oído.

- ¡Oh, Hércules! Ha sido increíble – sonreí, porque era la primera vez en mi vida que me sentía así después de haber mantenido sexo telefónico – nunca había hecho esto antes.

- Dime que vendrás a la fiesta – fue lo único que dije, sacando la mano de mi entrepierna. Ella sonrió, sin decir nada – no te hagas de rogar y vente.

- No iré a ninguna parte si no me pides disculpas por tu comportamiento de la última vez – sus palabras me dejaron sorprendido, aunque lo entendía perfectamente, había sido un gilipollas la última vez.

- Fui un capullo redomado – contesté, pero añadí algo más – pero me pone muy cachondo verte molesta conmigo – sonrió, aun sin entender lo que quería decir – intentaré no volver a pasarme, ¿eso te consuela?

- Puedes seguir siendo un chulo – me dijo, tragué saliva, sin entender lo que quería decir – pero intenta no faltarme al respeto – asentí – a mí también me pone mucho cuando discutimos – me mordí el labio, altamente encantado con aquella respuesta – no dejes de ser tú, Hércules, porque me aburro con facilidad cuando he conseguido algo.

- Te digo lo mismo, Verónica. Pierdo el interés si me dan lo que quiero – sonrió, divertida.

- Entonces no lo perderás nunca – bromeó – porque nunca voy a darte mi preciada virginidad – rompí a reír, sin poder evitarlo.

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