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Capítulo 7 - La palomita despistada.

Buenos días, aquí les dejo el capítulo del día de hoy. Espero que les guste :D Disfruten :))

Ni siquiera podía pensar en lo sexy que iba con aquel traje, en lo mucho que me jodía no haber encontrado el paradero de Roni, y en lo cagado que estaba de que le hubiese confesado algo a su padre, en aquel momento tan sólo podía apretar la cabeza de Nicole contra mi entrepierna, mientras ella hacía su magia, chupándomela como si fuese un bebé en busca de teta, casi parecía una ventosa, y que se la metiese hasta la garganta tampoco ayudaba a que mi nivel de excitación se mantuviese a raya. Iba a correrme, y quizás era lo que necesitaba para descargar aquella frustración.

Esa mujer sabía exactamente lo que tenía que hacer para complacer a un hombre, eso os lo aseguro, porque la forma en la que me estaba haciendo aquello, no era común, en lo absoluto.

- ¡Oh, joder! – gemí, dejándome ir en el interior de aquella diosa del placer. No tenía nada que ver, ni por asomo con la virgen de Roni.

¿Por qué cojones me ponía a pensar en esa niña en un momento como aquel?

- Señor – comenzó Carlos, golpeando la ventanilla – ya hemos llegado.

Me abroché los pantalones, mientras aquella mujer se limpiaba la boca, y juntos salimos del auto, entre flashes y el gentío, que era retenido por los de seguridad.

Hice mi entrada magistral, como siempre, y me pavoneé por el lugar, dejando a Nicole en un segundo plano, después de probar la mercancía, ya no estaba tan emocionado con ella. Era como el resto de las tías con las que me acostaba, servicial a la hora de dar placer en la cama, proporcionándome gran placer, pero a veces la burbuja explota cuando después de eso no te aporta nada más.

Ninguna mujer me aporta nunca nada más, siempre me alejo antes de crear algo, siempre que las cosas dejan de ser incómodas. Pero ... joder, en aquel momento buscaba algo que no fuese un simple polvo servicial, quería ganármelo, como un reto.

La puta cría de los cojones me hacía pensar idioteces, quizás porque sentía que acostarme con ella, desflorarla personalmente, era como un reto que ansiaba conseguir. Esa chica malhablada, que me golpeaba cuando la trataba mal y me ponía cachondo con sólo pensar en enfadarla.

Abdul estaba junto a la mesa del catering, con una copa de vino en la mano. Acepté una de las que me ofrecía uno de los meseros, y luego entablé una conversación amistosa con él, era el único con el que me apetecía charlar, porque sabía que no sería un simple lameculos como el resto.

- Hércules – me saludó en cuanto me vio aparecer – he oído que al final has cancelado la presentación – asentí, tragando el sorbo de vino que tenía en mi boca.

- Así es, amigo mío, el prototipo del nuevo sistema tendrá que esperar.

- Dime al menos que era ese algoritmo que me enseñaste en el visor – sonreí, porque sabía que era justo eso lo que llamaba la atención del vídeo.

- Inteligencia artificial, ¿te suena de algo? – su cara era un verdadero poema, pues era justo eso en lo que trabajamos juntos años atrás, antes de que se marchase de la empresa, molesto porque hubiese jodido el contrato con los árabes.

- ¿Lograste aislarlo? – quiso saber. Sonreí, divertido, porque me satisfacía haber dado con la clave de aquello que llevábamos años intentando - ¡Hijo de puta! ¿Cómo vas a plantearlo?

- Cómo lo he planteado, querrás decir – di un nuevo sorbo a mi copa – firma el puto acuerdo, te quiero dentro del proyecto antes de decir una palabra más.

- Estoy dentro, joder – aseguró, porque estaba impaciente por saber más. Sonreí, divertido.

- No voy a decirte nada aún, tío – me quejé, defraudándolo, mientras yo me echaba a reír, y él se fijaba en mi acompañante, que brillaba con luz propia, llamando la atención de varios solteros del lugar.

- Al final conseguiste tirarte a Nicole – se percató, mientras yo dejaba la copa vacía en una bandeja y agarraba otra llena.

- Aún no he conseguido eso, pero no te negaré que hace unas buenas mamadas – le dije, despreocupado, dando un par de sorbos más a mi copa de vino, atreviéndome a probar los bocados de anchoas, estaban deliciosos.

- No te reconozco tío, ¿estás perdiendo facultades? – quiso saber, me encogí de hombros, masticando aquel manjar – no dejarías escapar la oportunidad de beneficiarte a ese bombón por estar hablando sobre negocios con cualquiera.

- Sé que follármela será bestial – aseguré – y quizás luego lo consiga – añadía, pero él sabía que sucedía algo, yo no era así, en lo absoluto – pero no es que me motive demasiado tirarme a una mujer que me complacería en todo – él me observaba, atónito - ¿dónde está la emoción del cazador si la presa se entrega en bandeja? – entendió mi punto justo cuando lo dije – quiero acción, tío, quiero una gata salvaje que se resista.

- ¿Ahora te va el rollo sado? – bromeó. Sonreí, divertido, dando otro sorbo a mi copa, girando la cabeza, despreocupado, fijándome en dos personas que discutían cerca del escenario, eran Barbs y Maxwell – tremendo espectáculo que están dando esos dos, no deberían asistir a este tipo de fiestas si van a comportarse así.

- Barbs es una santa por aguantar a un tío como Max, debo añadir – le dije, mirándolos de reojo, volviendo a terminarme la copa, repitiendo el mismo procedimiento anterior – Max es un puto obseso del control y el trabajo bien hecho.

- Vaya, ¿a quién me recuerda eso? – sonreí, porque había dado en el clavo, era igual que yo.

- Exacto – contesté – sé mejor que nadie que los tíos como nosotros no deberíamos soñar con casarnos y tener una familia, porque el trabajo, los negocios y el placer de un trabajo bien hecho siempre será más importante que todo lo demás.

- ¡Carlos! – exclamó Abdul al ver aparecer a mi mano derecha, estrechándole entre sus brazos. Lo cierto es que hicieron muy buenas migas el tiempo que estuvieron trabajando para mí, quizás porque eran las dos únicas personas en las que confiaba para hablar sobre el proyecto IAS – Cabronazo, qué bien te conservas, estás igual.

- Abdul, tío, me alegro de que vuelvas al barco – aseguró, mientras aquellos dos se ponían al día, mi atención volvía a irse al matrimonio, que parecía haber dejado de discutir en voz alta, y en aquel momento se echaban miradas de odio, con los brazos cruzados.

- ¿Problemas en el paraíso? – quiso saber Carlos. Le ignoré, y dejé que Abdul le pusiese al día – Ahora entiendo por qué no quieres que se entere del proyecto IAS – me dijo. Levanté la vista, observándole.

- Maxwell Lewis traicionaría a su propia madre por negocios, tío – contesté, sin más, dando un nuevo sorbo a mi copa, dejando caer mi atención en los emparedados de salmón.

- ¿Qué es lo que van a subastar para la recaudación? – quiso saber Abdul, cambiando de tema.

- ¿No se lo has contado? – quiso saber Carlos. Negué con la cabeza – Su colección de coches – concluyó, mientras nuestro amigo nos observaba con incredulidad.

- ¡No me jodas! ¡Tienes más de quince!

- Veintitrés – contesté – el garaje se me está quedando pequeño para tantos carros. Creo que un hombre puede vivir perfectamente con 4.

El teléfono de Carlos comenzó a sonar, haciéndonos salir de nuestros pensamientos.

- Dime, Iván – contestó, escuchando lo que el otro tenía que decirle, hizo varios ruiditos afirmativos, hasta terminar por despedirse de su compañero – gracias, tío, te debo una – miró hacia Abdul entonces - ¿nos disculpas un momento? – el otro asintió, y fue a darse una vuelta por el lugar, le miré sin comprender, si era algo de trabajo podía haberlo dicho frente a nuestro amigo, porque confiaba plenamente en él – Iván la ha encontrado – no necesité que me dijese más, ya sabía a quién se estaba refiriendo – está con ella en el hotel – le miré sin comprender – la situación es grave, Nate.

- Dime que su padre no tiene nada que ver – le ordené, porque si esa estúpida se había ido de la lengua iba a joderlo todo. Él negó con la cabeza, por lo que pude respirar en paz, pero lo que salió de su boca no me calmó, en lo absoluto.

- No pinta bien, había un tipo en su habitación cuando Iván la encontró, y no en las mejores circunstancias – le cogí de la chaqueta de malos modos, haciendo que varios curiosos nos observasen, pero en aquel momento me daba igual – si Max se entera de esto...

- Me importa una puta mierda Max – espeté, altamente enfadado con la situación – dime qué coño ha pasado, Carlos.

- Iván cree que ese tío la ha violado, ella está en estado de shock y no dice nada – contestó. Le solté entonces, llevándome las manos a la cara, sacudiéndome el cabello, altamente molesto.

- Encárgate de esto, tío – ordené, aunque más que eso era una súplica – llévala a mi habitación, que venga un médico a reconocerla y sobre todo no le digas que soy yo el responsable – me miró, con sorpresa, pues siempre que hacía algo así por una mujer, esperaba un poco de agradecimiento sexual después. No solía hacer las cosas sin esperar nada a cambio, excepto aquella vez.

¡Joder!

Justo en aquel momento me sentía como un cabronazo de mierda, por haberla tratado tan mal en el pasado, el día anterior, en aquella habitación de hotel.

¡Maldita Verónica! Le dije que dejase de provocar a los hombres. ¿Por qué no me hizo caso?

- Avísame en cuanto sepas algo – asintió, y se marchó sin más, mientras Abdul se acercaba a mí.

- ¿Va todo bien? – no contesté, porque en un momento como aquel ni siquiera sabía que decir, así que cogí una copa de vino y me la bebí de un solo trago.

- Maxwell Lewis – fue lo único que respondí, después de un rato en silencio – mantenle alejado de mí esta noche – él asintió – sé que ese hijo de puta está aquí por una razón, no lo quiero cerca de esto.

- Creí que te caía bien – añadió mi amigo. Sonreí, asintiendo, pensando en sus palabras.

- Oh, sí, me cae bien, pero IAS es importante, Abdul, y este tío es un puto carroñero.

La subasta fue todo un éxito, logramos recaudar la cifra de nada menos que 600.000 millones de dólares. La gente rica hace lo imposible por tener un coche de lujo, y más si ese coche pertenece a uno de los tíos que más sabe sobre seguridad. Mis coches incorporaban mis propios sistemas antirrobos, creados y manipulados por mí. Esos coches valían demasiado, pero tenía que ser objetivo, en aquel momento, mi prioridad era distraer la atención del público, y donar el dinero a una ONG me pareció lo más astuto.

Sólo iba a conservar 4 de mis tesoros, los cuales enumeraré a continuación: Gaspar, porque era astuto, indomable y capaz de atravesar cualquier terreno, mi cuatro por cuatro por excelencia. Blue, mi maravilloso Ferrari, exportado directamente desde Italia, siempre he pensado que los mejores motores los hacen ellos, para que os voy a engañar. Era mi precioso descapotable de dos plazas, con un diseño único e inigualable, que me hacía fardar ante todos. Galaxy, mi despampanante Lamborghini con un diseño interestelar que yo mismo diseñé, de fondo morado y azul, con miles de pegotes en blanco, simulando estrellas. Cuando lo mirabas, flipabas, no puedo decir más. Ese era mi coche favorito, no sólo por la pintura tan especial que tenía, sino porque todo lo nuevo que creaba sobre seguridad terminaba probándolo en él. Os diré un secreto sobre él, cuando me subía en ese coche, me sentía como Michael Nite en el coche fantástico. Y luego estaba el mercedes oscuro, en el que me dejaba ver cuando iba a eventos de sociedad, es decir, cuando no quería conducir yo mismo. Siempre lo usaba con chófer.

Y ahora sí, basta de hablar de coches, porque reconozco que me emociono demasiado con este tema de conversación. Soy un verdadero fanático de los coches, no hay más.

Mi teléfono personal comenzó a sonar cuando Nicole se me puso a tiro, os prometo que iba a pasármela en grande con esa rubia, iba a disfrutar cada estocada, pero perdí las ganas en cuanto escuché a Carlos, al otro lado.

- Tengo a ese hijo de puta en la oficina, ¿qué quieres que haga con él? – quiso saber. Aparté a la rubia, haciendo que me mirase sin comprender, y se olvidase de besar mi cuello.

- Esto está a punto de terminar, he saludado a Max por respeto, y justo voy a dejar la gala, así que ... puedo encargarme de ese cabrón por mí mismo – le comuniqué – sólo quiero que me digas qué es lo que ha sucedido.

- No ha habido penetración – sentí que mi respiración fluía de nuevo, como si algo hubiese estado oprimiéndome sin que me diese cuenta – parece que Iván llegó justo a tiempo. Pero ella no está bien, tío.

- ¿dónde está ella? – quise saber.

- Le he alquilado una habitación en nuestro hotel, así que estará descansando, insiste en que no avisemos a sus padres – asentí, mientras Nicole volvía a acercarse – dime qué quieres que haga y lo haré, tío.

- Consíguele un vuelo a casa y sácala de aquí – le dije – sus padres están en la ciudad, no sería bueno que la viesen aquí, ¿no crees? – colgué el teléfono y me fijé en aquella rubia borracha.

¡Dios! No hay cosa que más asco que me dé en este mundo que una mujer borracha y caliente. Me parece de lo más aterrador.

- Tengo cosas que hacer, Nicole – le dije, haciendo que levantase la vista para observarme – quedemos otro día y terminamos lo que empezamos en mi coche – ella sonrió, aceptando sin más.

Era obvio que no iba a volver a verla, esa mujer había caído del pedestal en el que la había tenido durante meses, era tan fácil de conseguir como cualquier otra. Estaba tan cansado de ser el macho alfa, de que las mujeres hiciesen lo que fuese por complacerme, sin rechistar.

Necesitaba a alguien que marcase la diferencia, que dijese no, que me golpease cuando le faltase al respeto o me escupiese intentando quedar por encima. ¡Joder! Ese puto reto lo tenía delante de mis ojos, tan sólo no quería cogerlo...

¿Por qué?

Joder. Ella era menor de edad, y la hija de uno de los hombres más influyentes de América. No iba a volver a joder los negocios por un polvo, eso lo tenía más que claro.

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