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Capítulo 48 - Un hombre con suerte.


Aquí el capítulo de hoy.

Espero que les guste.

Disfruten :D

Trabajaba en el despacho, aquel día tampoco había ido a las reuniones, desde que ella estaba allí, me era imposible, porque quería pasar cada puto minuto de mi vida junto a ella. Tener a una dieciocho añera alta, preciosa y muy provocativa viviendo conmigo me tenía ansioso a todas horas.

La escuché entrar cuando hacía la simulación con Vendeta, ni siquiera me volteé, quería ver sus intenciones. Apoyó la mano en el respaldar de la silla, y la giró, hasta que me dio la vuelta, apoyando la rodilla en mi muslo, con ese vestidito tan sexy y ajustado.

- Podrías hacer una parada para merendar – sonreí, divertido, porque era obvio que "la merienda" era ella. Apoyé la mano en su pierna, y la levanté, observando la cara de satisfacción que tenía – recuerdas que me prometiste una charla con mi niñera... - se detuvo cuando llegué a su trasero, la agarré con ambas manos y la atraje hasta mí, sentándola, aferrándome luego a sus labios, besándola, con desesperación.

- Simulación completada – comenzó Vendeta, desconcertándome – tres individuos en el salón, sospechosos, dos de ellos con arma letal encima.

- ¡Bingo! – le dije, haciendo que ella me mirase sin comprender – La actualización y los últimos retoques, ya tengo listo a Vendeta – asintió - ¿no quieres ver lo que he averiguado?

- Me interesa mucho más averiguar si esto – agarró mi erección por encima de mis pantalones – está listo para mí.

- Eres una mujer insaciable – sonrió, divertida, mientras yo volvía a aferrarme a sus nalgas, subiéndole el vestido, terminando con él en el suelo, y esa preciosa chica en bragas y sujetador frente a mí.

- Sólo uno rapidito – pidió, tan excitada como siempre, esa mujer me volvía loco.

- ¿Rapidito? – pregunté, levantando una ceja, mientras ella sonreía divertida – no puede tomarse uno las cosas a la ligera teniendo a este pedazo de bombón, Roni – rompió a reír. La silla tembló, bajo nosotros, bajando su altura, logrando que ella se pusiese en pie, con rapidez, y yo lo hiciese para evitar que se despeñase, la agarré de la cintura, antes de que se hubiese dado con el mueble en la espalda, y la atraje hasta mí.

- Quizás, deberíamos... - tragó saliva, con su mirada sobre mis labios, levantándola con rapidez – posponerlo si estas ocupado. No quiero distraerte.

- ¿Y qué pasa si me gusta esta distracción? – pregunté, acariciando sus labios, trayéndolos a mí, besándolos con necesidad. Levantó mi camiseta, quitándomela, volviendo a besarme.

La cogí en brazos, apoyándola sobre el mueble que había junto a la puerta, le quité las bragas, y el sujetador, y la atraje hasta mí.

Terminamos allí, gimiendo como dos locos, dejándonos llevar por aquello, importándonos bien poco el escándalo que estábamos montando, que se repetía a menudo desde que ella llegó, tres días atrás.

- Nate – gemía, una y otra vez, mientras mis manos se aferraban a su cintura, dándole más. Pero me detuve de forma abrupta, haciendo que me mirase sin comprender. ¿La razón? Había escuchado la puerta principal.

- Hay alguien ahí fuera – le dije – vístete

Me coloqué los pantalones, y la camiseta, mientras la escuchaba a ella detrás maldiciendo, sonreí. Abrí la puerta y la cerré detrás de mí, justo a tiempo, pues Carlos apareció en mi campo de visión.

- ¡Qué mal aspecto tienes, tío! – ese fue su saludo, ¿qué podía esperarme, después de pasarme tres días sin saber de él?

- ¿Tú crees? – pregunté, con desinterés, subiéndome la cremallera, haciendo que él se fijase en ese detalle.

- ¿Estabas ocupado con alguna puta? Creí que estabas trabajando en ese proyecto secreto del que no quieres hablar con nadie... - lo dejó en el aire, estaba enfadado, porque no le había contado nada sobre el tema

- ¿Vienes por algo en especial? – fueron mis palabras, haciendo que se molestase un poco más. Sinceramente en aquel momento, me daba igual herir su orgullo, estaba más ocupado con otras cosas – tengo trabajo.

- Ya... - parecía no creérselo mucho – Solo venía a avisarte, Gino me avisó anoche, el Benjamín murió anoche – asentí, lo cierto es que no me preocupaba ni lo más mínimo lo que le sucediese a esa sucia rata – me pidió que te preguntara ... ¿qué quieres hacer?

- Me da igual, no quiero saber nada – contesté, creí que quedó claro la primera vez que lo dije.

- ¿Sabes lo que estás haciendo tío? ¿Crees que tu tío no va a pedirte un favor por esto? Y todo por andar en qué sabe qué con esa palomita...

- Ya... - contesté, secamente, no quería discutir con él, era mi colega, de las pocas personas que confiaba en aquel mundillo.

- No sé qué coño te traes con esa cría, pero despierta de una vez, hermano... - sus palabras se agolparon, en cuanto ella abrió la puerta para salir, despreocupada, quedándose a cuadros al ver a mi socio allí. Él no podía dar crédito - ¿qué coño está pasando aquí? – preguntó, en busca de explicaciones. Yo no tenía nada que decir - ¿es qué te has vuelto loco? ¿Sabes lo que te hará Gino si se entera de esto? – ella le observó, con incredulidad, por supuesto no conocía a mi primo, ni conocía ninguna de nuestras tradiciones y pactos – Ahora que recién habías vuelto a ganarte a la familia vas y la vuelves a joder, Nate.

- No tenía pensamiento alguno de reclamar mi lugar en la familia, y lo sabes – me quejé, importándome bien poco estar hablando de aquello allí, frente a ella – de todas formas, independientemente de todo esto, quiero tu discreción, Carlos – me miró, sin comprender – sobre lo que has visto aquí, sobre lo que sabes, y sobre lo que verás en el futuro.

- ¿El futuro? ¿Piensas seguir follándote a esta puta? – ni siquiera sabía lo que estaba haciendo, sentía la ira emanar de mí, pero cuando quise darme cuenta Roni estaba sobre mí, deteniendo cualquier intento de matar a mi socio.

- Déjalo estar, Nate – me dijo, acariciando mi nuca, calmándome – No quiero que te pelees con tu gente por mí – se separó, poniéndose a mi lado, sonreí, mirando hacia ella, entrelazando nuestros dedos, mientras Carlos intentaba comprender la situación.

Estaba loco por ella, ¿cómo no estarlo?

- Tú mismo – levantó las manos, las metió en sus bolsillos, y se marchó sin más, sabía que era porque no quería hablar de ciertos temas frente a ella, pero en aquel momento me daba igual.

Ella tiró de mi mano hacia mi habitación, antes de que hubiese podido darme cuenta de lo que ocurría me había empujado sobre la cama, me había desnudado y me observaba desde su posición, mirándome con atención. Sonrió, desnudándose, quedándose desnudita y sexy frente a mí.

- Voy a tener que castigarte Nate – me dijo, abriendo el armario, ante mi atenta mirada, observé como contorneaba su cuerpecito al andar, y como volvía, con una corbata en la mano – por dejarme a medias, hace un momento – rompí a reír, divertido, mientras ella se echaba sobre mí, agarrando mis manos, amarrándome a la cama con la corbata.

- ¿Qué coño...? – ni siquiera pude quejarme, pues ella mordió mis pezones, haciendo la fuerza justa para impartirme un pequeño dolor, placentero – Verónica... - la llamé, cuando se sentó sobre mi erección, aplastándola con su sexo, dejando caer toda su humedad en ella, pero sin tan siquiera dejar que entrase. Me volvía loco, la forma en la que se movía sobre mí, masturbándome con su sexo, sin dejar que entrase aún. Apreté los dientes, observando como ella disfrutaba, tenía los pezones tan duros y yo me moría por acariciarlos, por lamerlos, pero me tenía atado, no podía hacer absolutamente nada

- Esta vez nadie va a interrumpirnos – me dijo, más que una petición sonaba como una orden. Me estaba volviendo loco, esa mujer y sus órdenes, su forma de provocarme, sin dejarme sucumbir al placer. Necesitaba follármela de una vez.

Mordió mi barba, mi mejilla derecha, y justo cuando jadeé de dolor, porque estaba haciéndome demasiado daño, justo entonces se la metió, sin contemplaciones. Me daba mezclas de dolor y placer por iguales.

- Joder – me quejé, porque me encantaba la forma tan ruda en la que ella me lo hacía, metiéndoselo entero, y yendo tan rápido, que parecía irreal, ni siquiera me dejaba disfrutar de ello. Gemí, como un puto loco, cuando me abofeteó, y más aún cuando me agarró del cuello, mientras seguía haciéndome aquello. Era una puta salvaje, y sabía que estaba haciendo todo aquello para demostrarme que era posible sentir placer cuando se hacía aquello. Sentía mi puta garganta desgarrarse con cada alarido, pero no podía evitarlo, me gustaba tanto, que me era imposible no gritar, como un puto enfermo. Mordió mi labio inferior, haciéndome sangre, pero sin detener sus embestidas, al punto en el que terminé corriéndome, en menos de cinco minutos, sin poder retenerlo por más tiempo.

Sonrió, satisfecha, soltando mis manos de la corbata, volviendo a besarme, desesperada, culminando con esas palabras que me traían de vuelta a ese universo que adoraba.

- Te amo – sonreí, era el tío más afortunado de la tierra, por tener a una mujer como ella en mi cama, y en mi corazón.

Me senté en la cama, con ella aún sobre mí, sonriéndome.

- Eres preciosa, ¿lo sabías? – le dije, echándole los cabellos hacia atrás, besando sus labios de nuevo, tirando de ella hacia mí, prolongando el beso un poco más, hasta que ambos rompimos a reír.


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