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Capítulo 47 - Sexo violento.

Aquí el capítulo de ayer, espero que les guste :D

De nuevo siento la demora, disculpen las molestias.

Me arreglaron la nariz y la cara, dolió, no os lo voy a negar, pero, después de haber sobrevivido a 4 navajazos, aquello eran simple cosquillas.

- ¿La querías? – pregunté, justo cuando viajábamos de camino a su casa, se giró para observarme, dejando a Galaxy al volante – A la mujer del jeque.

- No – contestó, aunque lucía reticente a hablar sobre ello – No sabía que era la mujer del jeque cuando me acosté con ella.

- ¿Fue sólo sexo? – Pregunté, mientras él me prestaba atención. ¡Dios! Su mirada me ponía tan nerviosa – Quiero decir, ella y tú...

- No tiene importancia – me contestó. Le miré sin entender a lo que se refería – sólo fue una mujer que me calentó, se me puso a huevo y me la tiré. Nada más. Simplemente, al ser la mujer del jeque y saberlo yo después, mis negocios con oriente medio se pausaron, porque esa zorra se lo confesó a su marido, nada más.

- ¿Qué vamos a hacer ahora? – me quejé. Sonrió, como si él no estuviese preocupado, en lo absoluto.

- Todo este tema podría haber ido mucho peor de lo que ha ido – aseguró – no ha ido tan mal, no esperaba que fuese a dejarte venir conmigo por las buenas.

- A él no le importo, Nate – asintió. Él ya se había dado cuenta de ello.

- Galaxy ha descubierto algo sobre Susana – me dijo, sorprendiéndome – se mudó a Tijuana, donde vive con sus dos hijos y un marido muy vago – sonreí, me encantaba que Galaxy pudiese describirlo todo con detalles – podemos ir allí, si quieres, y hacerle preguntas sobre lo que necesites – asentí, agradecida – En cuanto a Benjamín, ahora que lo hemos encontrado, voy a dejar que sean mis primos quienes se ocupen directamente de él – me sorprendí, pues no pensaba que también hubiese involucrado a su familia en aquello – te aseguro que las torturas italianas son más duras que las americanas.

- ¿Qué van a hacerle?

- No quieras saberlo.

- Nate – le llamé, haciendo que volviese a girar la cabeza para observarme. Acorté las distancias entre ambos y tiré de su camisa para aferrarle a mí - ¿qué vas a hacer con mi padre? Yo no voy a olvidar mi venganza, y él te destruirá si estás involucrado.

- Podemos pensar en todo eso mañana, ¿no crees que han sido demasiadas emociones fuertes? – asentí, sintiendo su mirada de deseo en mis labios. Sonreí, a pesar de todo, de todo aquel drama, seguíamos siendo él y yo, sin contemplaciones.

- ¿Sabes? – llamé su atención, levantándome del asiento, subiéndome sobre él, deseosa de que me hiciese tanto – se me está ocurriendo una buena forma de pasar el tiempo hasta que lleguemos a tu casa – sonrió, altamente interesado de escuchar más – podríamos... - acerqué mi rostro al suyo, provocándole, haciendo que me desease incluso más de lo que ya lo hacía. Me subí la falda, pues me estaba haciendo daño en los muslos, y él lo observó con atención - ... follar – sonrió, altamente ansioso por llevarlo a cabo, agarrándome de las nalgas, apretándome contra su imponente erección.

Se aferró a mis labios, sin poder detenerlo por más tiempo, soltando mis nalgas, agarrándome la camisa, levantándola, sacándola por la cabeza, haciendo una parada de nuestros besos, observándome, con detenimiento, quitándome el sujetador, para luego agarrar mis pechos, encantado con la forma en la que me estremecía.

- Así que... - atrajo su boca a mis pechos, lamiéndolos, mordiéndolos, volviéndome loca, haciendo una pequeña pausa para observarme - ... quieres follar – sonreí, él estaba provocándome.

Le levanté la camisa, sin tan siquiera quitarle los botones, dándome cuenta de que no salía por la cabeza, haciendo que ambos rompiésemos a reír. Volví a bajarle, observándole, con cautela, tragando saliva, cuando él acarició mi barbilla, subiendo hacia mis labios, tirando del inferior hacia abajo, deseoso de más de mí.

Tiré de ambos lados de la camisa, estallando los botones, sin que él opusiese resistencia. Parecía que le daba igual que hubiese roto su camisa de Calvin Klain.

- Dime la verdad, Nate – pedí, dejándome llevar por el placer, estaba tan borracha de él, que quería decir cualquier cosa para descolocarle, para provocarle - ¿deseas mis labios aferrándose a los tuyos? – pregunté, mirando hacia ellos, que se entreabrían a causa del deseo. Mientras yo acariciaba sus costillas, con las yemas de los dedos - ¿o ... lo que deseas son mis labios alrededor de tu polla? – sus jadeos por poseerme aparecieron en la escena, haciéndome sonreír, triunfante, lo había conseguido. Me agarró de la nuca, atrayéndome hasta él, besándome, con desesperación, entrando en mi boca con su lengua, llevándose hasta el último atisbo de duda, tirando de mi nuca hacia atrás, para que me separase.

- Si te digo... - su voz estaba marcada por el deseo, y su aliento rebotaba en mis labios - ... que quiero que me la chupes... que quiero sentir tus labios... - un gemido se escapó de su garganta, tan pronto como mis manos torpes palparon su abultado miembro.

- ¿Dónde? – le detuve, desabrochándole el pantalón, ante su atenta mirada. Me sostuve sobre mis rodillas, y conseguí bajárselo hasta las suyas, volviendo a colocar mis manos en su erección - ¿Dónde Nate? – insistí. Se le hacía la boca agua con sólo imaginarlo, al igual que a mí, pero quería que me lo pidiese, me moría porque lo hiciese - ¿dónde quieres... mis labios? – se mordió los suyos, con deseo, justo cuando mi mano acariciaba ese punto, haciéndole estremecer

- En mi polla – dijo entre jadeos, sonreí, divertida – Galaxy, echa el asiento del conductor hacia atrás – ordenó, mientras ella simplemente lo hacía, y yo tenía sitio suficiente para ponerme de rodillas frente a él, y lo hice, estaba deseando hacer aquello. Me observó hacerlo, expectante, mientras yo metía su polla en mi boca, poco a poco, sin dejar de mirarle – Joder, Verónica – me llamó, sin poder creer que le estuviese dando tanto placer. La saqué entera, besando la punta, haciéndole estremecer, mientras seguía mirándome, rocé mi labio inferior por su glande, mientras él se mordía el labio, altamente histérico, apretando mis manos. Seguí dándome besos aquí y allá, y luego volví a meterla en la boca, descolocándolo, no lo había esperado. La presión justa que hacían mis labios alrededor de erección, eso era lo que le gustaba, la forma en la que le miraba a los ojos, mientras le veía disfrutar, emitiendo sonidos guturales, apretándome de la nuca cuando estaba a punto de irse en mi boca, lanzando una oda cuando lo hizo, terminando con una sonrisa de satisfacción, mientras yo volvía a sentarme sobre él, limpiando la comisura de los labios – esos labios tuyos – los acarició, despacio, mientras yo entre abría la boca – tan suaves y tan pecaminosos... - ambos miramos hacia los labios del otro, y entonces nos besamos, con desesperación.

- Dime Nate... - quería seguir provocándolo, me apetecía mucho - ¿qué quieres alrededor de tu polla ahora?

- Deja que me recupere, Roni – pidió, mientras mi mano se posaba sobre su miembro, desinflado.

- ¿No te excito? – pregunté, con voz inocente, cuando era más que obvio que sabía que se ponía a cien conmigo – Podría follarte ahora, Nate – su sexo palpito, despertando un poco, mientras yo seguía acariciándola, la necesitaba en su auge, para que me diese lo que necesitaba – Te aseguro que, si sentir mis labios alrededor de tu erección te ha gustado, no tienes ni idea de lo que te gustará sentir mi humedad... - me detuve, cuando él metió su pulgar entre mis pliegues, haciéndome estremecer.

- ¡Oh! – gimió, en cuanto rozó más abajo, y se percató de que estaba chorreando. Retiró su mano, observándome con lentitud, mientras yo sonreía – quiero tu coño alrededor de mi polla ahora, nena – sonreí, era justo lo que quería huir.

Me guió, aunque yo ya sabía perfectamente lo que hacer, y ambos gemimos sin dejar de mirar al otro, cuando entró, aferrándonos a los labios del otro después.

La facilidad con la que entraba, una y otra vez, a causa de lo húmeda que estaba, resonando, haciendo eco en aquel coche, entre jadeos y besos desesperados, queriendo más del otro, pero sin querer hacer crecer nuestras embestidas, prolongando el deseo lo más posible.

- ¡Nate! – le llamé, con mi cuerpo en llamas, borracha de deseo, con él apretando mi trasero, mordiendo mi cuello, abriendo la boca, dejándolo ir, gimiendo más y más, desesperado, ansiando que creciese mi forma de tomarle, lo necesitaba, le estaba matando, pero no quería hacerlo aún.

- Roni – me llamó, entre jadeos, sobre mi boca, metiendo un dedo en mi ano, haciéndome estremecer – fóllame duro, nena, lo necesito – negué, con la cabeza – me volveré ansioso si no me lo das, perderé la cabeza y ...

- ¿Te volverás loco? – pregunté, asintió. - ¿Por qué piensas que me asustaría? – se aferró a mis caderas, marcando el ritmo, obligándome a crecer las embestidas, intenté detenerme, pero no me dejó, le observé, y me di cuenta de que su mirada había cambiado, todo en él era deseo, ansiedad, por no poderme tener cómo quería - ¿así de ansioso te sentías cuando no podías tenerme? – se detuvo, y me miró, aún tenía su miembro dentro. Lucía avergonzado, incluso tragó saliva - ¿te follabas a otras e imaginabas que me lo estabas haciendo a mí?

- Dejemos esta conversación de mierda, Verónica – me moví sobre él, haciéndole estremecer.

- Querías follarte a una menor – insistí, mientras él gemía, con cada una de mis embestidas - ¿cuánto lo querías Nate?

- Te asustarías si lo supieses – me detuvo, apartándome de él, lucía enfadado, y yo no entendía por qué – no quiero hablar más sobre esta mierda.

- ¿Por qué? – pregunté, mientras él detenía el auto, en mitad del bosque, ya había oscurecido, y apenas podía verse nada. Se colocó los pantalones y salió sin más – Nate – le alcancé, deteniéndole, seguía enfadado – me excita saber que me deseabas – aseguré, dejándole clara la razón por la que había sacado el tema – me gusta pensar que mientras yo me tocaba en mi habitación, pensando en ti, tú estabas en alguna parte, follándote a una puta pensando en mí.

- ¿Te pone cachonda pensarme con otras mujeres, sólo si estaba pensando en ti mientras me las follaba? – asentí. Sonrió - ¡Qué retorcida eres!

- Me moría por ser una de esas mujeres – me atreví a decirle, acercándome a él un poco más, provocándole con la mirada – porque me follaras y me dieras duro...

- Eras virgen, Verónica – se quejó. Sonreí, colgándome de su cuello.

- Una vez te dije que estaba esperando a alguien con quién perder la virginidad – asintió – te esperaba a ti.

- Si eso fuese cierto, te habrías abierto de piernas en cuanto te lo hubiese pedido la primera vez, Roni.

- Me arrepentí en cuanto te conocí – tragó saliva – llegué a pensar que había estado equivocada, que ese chico con esa mirada tímida, no era el mismo Hércules Santoro que conocí después. Me asustaste, Nate.

- Entonces... lo que estás intentando decir es que no te molestarás si me follo a otras siempre que piense en ti – le pegué un manotazo en el pecho, haciéndole reír – solo bromeaba. Escucha, me da igual el puto pasado, sí, quería follarte, ya lo sabes, y al final... lo conseguí.

- Y yo conseguí lo que ninguna mujer ha logrado jamás – me miró, con atención – conquistar el corazón de Hércules Santoro – sonrió, encantado con mis palabras, pero yo aún quería un polvo, no iba a dejarlo ahí, eso lo sabéis ¿no? – pero ... - me miró, extrañado – dime qué deseabas hacerme, Nate – me colgué de su cuello, haciéndole sonreír – Deseabas entrar en mi habitación, en una de esas fiestas y ... - sus labios no me dieron tregua, ni siquiera me dejaron decir nada más.

- ¿Qué quieres de mí, Roni? – preguntó, tirando de mi mano, apretándome contra el coche, levantando mi falda, bajando mis bragas, sus pantalones, acercando su erección a mi trasero - ¿quieres esto? – mis gemidos aparecieron en escena, con su pene, acariciando mi intimidad, resbalando por mi sexo, sin introducirla aún – Lo desesperado que te lo haría en aquel entonces... - me la metió, con fuerza, cogiéndome desprevenida – lo tremendamente hijo de puta que puedo llegar a ser – me agarró las manos, colocándolas en mi espalda, sin dejarme tregua, volviendo a embestirme, con más fuerza, sin detenerse, duro, intenso y rápido, sobrecogiéndome, jamás pensé que él pudiese ser tan rudo conmigo. Estaba enfadada, cómo se atrevía a ... ¡Joder! Se suponía que no debía gustarme tanto, que no debía ser tan excitante, pero no podía dejar de disfrutar, ni siquiera cuando me tiró del pelo, dándome aún más duro, haciéndome daño en las caderas por lo violento que estaba siendo. Me estaba enseñando como solía follarse a esas mujeres, justo lo que deseé que me hiciese tantas veces, pero conmigo nunca fue tan cruel. ¿por qué?

Intenté soltarme, sin éxito, mientras los gemidos desesperados de él llenaban el bosque, deteniéndome en cualquier idea de huir, quedándome a disfrutar de aquello.

Se echó hacia atrás, mientras su semen se resbalaba por mis piernas. Me giré, enfadada por su tosquedad, cruzándole la cara. Me había tratado como si fuese una puta, muy parecido a cómo me trato Benjamín, pero a diferencia de él, con Nate lo había disfrutado, aunque me negase a aceptarlo, porque una mujer tiene que darse a valer, no puede ser tratada como una cualquiera, aunque sea por el hombre al que ama.

- Querías que te lo mostrara – me dijo, agarrándome del brazo cuando hice el amago de entrar al auto, le miré, altamente enfadada – no te habría tratado así si no me lo hubieses pedido – me acerqué a él, apoyando la mano en su hombro, mirándole con atención. Él tenía razón, ¿sabéis? Yo era la única culpable, fui yo la que se lo pidió, y estaba tan asombrada, y asustada, de que me gustase ser tratada así, que ni siquiera sabía qué decir – Verónica...

- Eras violento cuando las tomabas – asintió – y te gustaba tener el control... - asintió – No vuelvas a tratarme así... - le observé, aceptándolo.

- Vamos, es tarde, entra al coche – comenzaba – nos daremos un baño de agua caliente cuando... - le detuve, apoyando mis manos en sus hombros - ¿qué?

- ¿Y si me gusta?

- ¿Qué? – me observó con incredulidad.

- ¿Y si me gusta que seas rudo cuando me follas? – su cara era un poema. Acababa de decirle que no volviese a hacerlo, y en ese momento - ¿y si quiero...?

- No – me detuvo – No te gusta, porque es justo de esa manera, en la que te tomaba Benjamín. ¿Me equivoco? – negué, él tenía razón en todo

- Podemos probar – insistí, porque quería volver a sentir ese sexo doloroso, que me temblasen las piernas cuando él me lo hacía tan duro que creí que iba a partirme en dos – Nate. Me gusta cuando me lo haces tú, sólo estaba asustada, por eso intenté alejarte, pero ... me ha gustado.

- Follar de esa forma con mujeres que probablemente no vuelva a ver me da igual, Roni, pero contigo no. No podía soportar si te hago daño

- ¿Y si yo te lo pidiera, como ahora? – besó mis labios, de forma tierna.

- Ya veremos – sabía que eso quería decir no, pero no iba a quejarme, puesto que esa conversación no iba a ir a ninguna parte si él no quería hablar de ella.

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