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Capítulo 45 - Todo se va de madre.

Aquí les dejo el capítulo de hoy, espero que les guste, disfruten y comenten :D

Me gustaría poder deciros que me llevó a casa después de eso, pero parecíamos dos putos adolescentes inconscientes. Yo lo era, pero él... ¿no debería haber puesto punto y final a aquello, en vez de sugerir que nos bañásemos juntos?

Estar desnuda cerca de él era imposible, siempre que le observaba, tan bien hecho, siempre deseaba tenerle entre mis piernas, y terminábamos haciendo aquello que ambos deseábamos.

- Señorita Lewis – escuché la voz de Galaxy, en mi oído, justo cuando él me quitaba la toalla, y me tiraba a su cama, echándose sobre mí, más que dispuesto a volver a follarme, como si fuésemos dos locos insaciables – Carlos e Iván están en la puerta, deberían parar antes de que todo se pierda.

- Nate – le llamé, excitada, con él entrando dentro de mí. Gemí, oh, me encantaba demasiado hacerlo con él – tenemos que parar.

- ¿Parar? – preguntó, entre gemidos – Eso no es algo que vaya a pasar, Roni

- Carlos está fuera – declaré, haciendo que se pusiese en pie de un salto, bajándosele de pronto el calentón.

- ¡Joder! – miró hacia mí, perdiendo el enfado – vístete, te llevaré a casa en un momento.

- Te quiero – me puse en pie, y se acercó a mí, besándome con dulzura.

- Voy a ver qué quieren, vuelvo en seguida – asentí, dejándole marchar, para luego colocarme de nuevo mi ropa, recordando a Galaxy.

Escuché la puerta principal cerrarse, pasos agigantados, y luego la puerta de la habitación se abrió. Me observó, lucía molesto.

- ¿Va todo bien? – quise saber. Asintió, fingiendo que nada ocurría, sentándose en el banco que había a los pies de la cama, tirando de mí para que me sentase sobre él, sonriéndome. Entrelacé los brazos alrededor de su cuello y esperé, paciente a que dijese algo, pero no emitió sonido alguno – Nate...

- Benjamín ha escapado – dijo al fin, haciendo que el miedo inundara mi espina dorsal, un escalofrío me recorrió entera y me faltó el aire para respirar, mis ojos se inundaron de lágrimas, y él sonrió, sujetándome de la cintura, aferrándome a él, para que dejase de preocuparme.

- No hará nada – trató de calmarme, negué con la cabeza, aterrorizada – los métodos de Iván son poco ortodoxos, estoy seguro de que...

- ¿No lo oíste en la nave? – pregunté, aterrorizada – nos destruirá, Nate.

- ¿Cómo va a destruirnos? – se quejó él – se supone que le contaría a tu padre que estamos juntos, pero parece que él ya lo sabe, por eso amenazó con lanzar la noticia de la brecha de seguridad, para separarnos, Roni – pensé en ello, tenía razón – Galaxy te protegerá, y si me necesitas estaré allí – asentí, porque le creía, aunque tenía muchas dudas – esto terminará muy pronto, voy a trabajar en Vendeta, y luego tú y yo estaremos juntos, porque cuando saque a la luz ese sistema, te quiero aquí, conmigo, Verónica – sonreí, entendiendo lo que quería decir – ahora prepárate, voy a llevarte a casa.

Había mucho que hacer aún, antes de poder estar juntos, eso lo entendía, así que no le detuve en su intento de cuidar de mí, de llevarme a casa, aunque me dejó en la esquina de la calle, para que no nos viesen juntos, y luego se marchó.

Cuando caminaba por la soleada acera, sintiendo el bufido de Galaxy al buscar información sobre Susana, tal y como Nate le ordenó en el coche, dándole la clave de seguridad para hacer todo lo necesario para encontrarla, incluso meterse en las bases de la policía y el gobierno.

Entré por la puerta del servicio, con temor a ser descubierta por papá, pero fue en vano, me estaba esperando en el pasillo, frente a las escaleras que daban a la planta de arriba, cruzado de brazos, con su dura mirada.

Me abofeteó la cara en cuanto estuve frente a él, y yo me quedé sin palabras, tenía tanto miedo de que hubiese descubierto con quién había pasado la noche y el principio del día.

- No voy a dejar que vuelvas a jugármela, Verónica – espetó, agarrándome del brazo, tirando de mí hacia su despacho, mientras yo pataleaba e intentaba soltarme, haciendo que mamá saliese de su habitación, y mirase la escena, preocupada, pero sin mover ni un solo dedo en salvarme.

Cerró con llave, mientras yo negaba con la cabeza, fijándome en que ya había alguien sentado en el escritorio de papá, era Benjamín. Lucía demacrado, con todo el rostro ensangrentado, el ojo tapado, y al sonreír me fijé que le faltaban un par de dientes.

¡Mierda!

¿Cómo iba a salir de aquella situación? ¿Qué le habría contado él a papá?

- Ya no tendrás opción de mostrarme tu valía en el casino – aseguró, agarrándome del rostro para observarme con detenimiento, fijándose entonces en algo, quedándose mirando hacia ese punto - ¿qué es esto? – preguntó, quitándome el pinganillo de la oreja, acercándoselo, para luego tirarlo al suelo y pisarlo, destrozándolo – ¡un puto micro! – negué con la cabeza - ¿ibas a espiar a tu padre? ¿eso ibas a hacerme? – clavó su puño cerrado en mi mandíbula, haciéndome tanto daño que me eché hacia atrás, rompiendo a llorar frente a él – ya sabes que tus lágrimas no sirven conmigo, Verónica – negué con la cabeza, una y otra vez, aferrándome al pomo de la puerta, intentando abrirlo – siento mucho que tengas que ver todo esto, Benjamín – se disculpaba hacia mi exprometido.

- No se preocupe, señor Lewis, creo en la violencia para impartir respeto – aseguró.

- Ella se resiste a obedecer a su padre – aseguró, caminando hacia mí, agarrándome del pelo para atraerme hasta él – pero me calma saber que este hombre, el que será tu esposo, podrá seguir haciéndote daño cuando yo ya no esté.

¿Qué? ¿Mi marido? Se suponía que el compromiso quedó cancelado, que yo misma...

¿Cuál era la palabra de socorro? No podía recordarla, era similar a Arcano, ¿cuál era?

- ¿dónde fuiste anoche? – preguntó, dejando caer su mano, observándome con esa mirada feroz – confío en que no fueses a verle a él, Roni – tragué saliva, aterrada – porque tus actos traerían consecuencias no muy agradables para él.

- Estuve en casa de una amiga – mentí, sintiendo una nueva bofetada por su parte, él siempre sabía cuándo le mentía, porque no podía mirarle a los ojos cuando le hacía, me daba demasiado miedo que pudiese ver mi alma rota – de una compañera del instituto – volvió a golpearme, mientras yo volvía a pensar en esa maldita palabra, necesitaba a alguien que me salvase, a pesar de que sabía que era una pésima idea - ¡Arcano! – grité, haciendo que papá me mirase sin comprender - ¡Arkane! – insistí, pero sabía que no era nada de eso, tan sólo las lanzaba por mi boca, mientras mi padre volvía a golpearme de nuevo, aquella vez tan fuerte que me rompió la nariz, por lo que comencé a gritar, con la sangre inundando mi boca - ¡Por favor! – me puse de rodillas, juntando las manos, como cuando una va a rezar – por favor, papá...

- Déjanos solos, Benjamín – pidió, observando cómo le daba la llave para que abriese, y se marcharse dejándonos a solas. Negué con la cabeza, pues si le pedía aquello es que iba a ser realmente atroz lo que iba a hacerme - ¿cuántas veces te dije...? – comenzó, justo cuando él se marchó - ¿... que no me llames así cuando te golpeo? ¡Yo no soy tu padre! – de una patada volvió a tirarme al suelo, pisándome la mano, después, mientras yo gritaba – Tú estuviste allí cuando le hice elegir a la zorra de tu madre... - mi mente divagaba por la realidad, perdiéndose en los recuerdos...

Mi madre entró en la casa, con las maletas y una niña siguiéndole los talones. Esa niña era yo, aunque ni siquiera recordaba esa escena, ni dónde habíamos estado antes de ese momento.

- ¿No te acuerdas? – podía escuchar la voz de Maxwell en el despacho, haciéndose partícipe en la escena.

- Es tu hija – aseguraba mamá, cuando estuvo frente a él, en aquel recuerdo – mírala.

- Esa niña no es hija mía, ni siquiera soporto a los niños, y lo sabes – mamá negó con la cabeza, ante su negativa de aceptarlo.

- Hazte una prueba de paternidad, verás que tengo razón, que es tu hija.

- No lo estás entendiendo, Barbs. Te digo que no me importa si es mi hija o no, no la quiero.

- Pero ... Max...

- Elije ahora, mujer. Si te quedas en esta casa pagaré toda mi frustración con tu hija, ella pagará todo el daño que quiera hacerte a ti – mamá dejó caer las lágrimas, horrorizada – si quieres mi dinero, quédate, pero ten en cuenta que no voy a volver a ser el de antes, todo lo que sentía por ti se marchó en cuanto saliste por esa puerta para irte con él.

Mamá se quedó, no le importaron sus amenazas.

- Ahora parece que te acuerdas – me dijo, al ver mi rostro, sonrió, agarrándome de la mano que me había dañado, mientras yo gritaba de dolor, y él me acercaba a él – de la razón por la que nunca te quise.

- ¿Dónde estábamos antes, mamá y yo? – pregunté, entre sollozos, con él sonriendo, negando con la cabeza después – dímelo, ¿dónde está mi verdadero padre?

- Murió – declaró, haciendo que mis esperanzas cayesen en picado - ¿Creíste que iba a dejar a ese tipo por ahí, después de haberse atrevido a quitarme a mi mujer?

- Ella volvió a por ti, volvió porque te amaba – me quejé, haciéndole reír.

- ¿De verdad piensas que tu madre tiene sentimientos, Roni? Después de todo lo que ha pasado, de todas las cosas atroces que me ha dejado hacerte... - mis lágrimas cayeron, porque tenía razón, ella siempre miraba para otro lado. Puede que él no fuese mi padre, pero ella si era mi madre. ¿Cómo puede una madre mirar para otro lado cuando están haciendo daño a su pequeña? – Lo abandonó, a tu padre, cuando se quedó sin dinero que gastar, estoy seguro de eso – mis lágrimas seguían saliendo, sin cese – Ahora sube a tu habitación – me dio la espalda, parecía que hablarme sobre ello había removido viejas heridas – mandaré al médico en seguida, y ... - su voz se quebró - ¡Fuera!

Abandoné el despacho, encontrándome con algo que no había esperado. Nate estaba allí, golpeando a Benjamín, suplicándole con cada uno de los golpes que le dijese que era lo que había hecho conmigo, pero se detuvo al verme aparecer, con mi padre justo detrás de mí.

- Así que, has decidido venir a dar la cara – empezó papá, mientras él se levantaba, con las manos ensangrentadas, posando su vista en mí, que tenía la cara echa un cristo.

- Galaxy, inhabilita la señal de la casa – pidió, haciendo que mi padre ensanchase la sonrisa.

- Así que es así cómo lo has logrado... - comenzó, pero él ni siquiera podía escucharle, seguía mirando hacia mí - ... sabía que estabas tramando algo, que todo ese rollo del coche del mañana, estaba sobrevalorado. Tu potencial tenía que haber inventado algo mucho mayor. Inteligencia artificial ¿me equivoco? – tragó saliva, aterrado de que pudiese descubrir más – esa tal Galaxy está en todas partes ¿no? – él se quedó sin palabras, y papá sólo sonrió, al darse cuenta de que era justo eso - ¿cómo si no habrías podido adivinar que Roni estaba en peligro?

- El trato que hice con Barbs queda anulado – habló, y cuando lo hizo se le ocurrió decir esa idiotez – no voy a alejarme de su hija – sonrió, como si tal cosa.

- Así que... has decidido dejar de perder el tiempo con todas esas putas, atreverte a reconocer que ardías en deseos por acostarte con ella ¿no? – tragué saliva, porque acababa de darme cuenta de que papá parecía saberlo desde hacía bastante - ¿crees que no me daba cuenta de cómo la mirabas, Hércules? ¡La deseabas! ¡A mi hija de 16 años! ¿No te parece asqueroso?

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