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Capítulo 44 - Sin control.



La ayudé a bajar de la lavadora, después de que se colocase la camisa y la falda. Sonrió, agradecida, volviendo a besarme.

Estaba completamente cautivado por Verónica Lewis, diré, en mi defensa, si es que aún tengo posibilidad de salvarme de este puto manicomio.

- Deberíamos comer – asentí, porque tenía razón, iba a desfallecer con tanto sexo sin comer – luego tienes que llevarme a casa.

Mandé servir la mesa para dos personas, ella tomó el potaje de frijoles, yo ensalada con pavías, y un buen vino. Entre sonrisas y miradas cómplices almorzamos, y con una charla amena nos tomamos el postre.

- Entonces... - dijo al fin, olvidándose del proyecto de los coches que tenía entre manos por un momento - ... ¿por qué todo el servicio es femenino? – quiso saber, me encogí de hombros, no tenía ninguna razón para ello – dime la verdad, te has acostado con algunas, ¿no? – rompí a reír, porque os juro que tenía una forma muy retorcida de verlo - ¿qué hiciste luego? ¿Las echaste? ¿o siguen trabajando para ti?

- No suelo meter la polla en los negocios – le dije, me observó, con atención, bebiendo un sorbo de su sorbete de limón, antes de continuar.

- Eso sigue sin explicar por qué todas son mujeres – se quejó. Sonreí.

- No me acuesto con el servicio, Roni – declaré, por si aún le quedaban dudas – sería incómodo ver a alguien que has usado para satisfacer tus deseos sexuales a diario ¿no crees? – asintió, entendiendo mi punto de verlo – no soy yo quién se ocupa de contratar al personal. ¿Cómo fue esta semana? – di un par de sorbos a mi sorbete, mirando hacia ella, que contestaba a mi pregunta.

- Tuve que vender la casa que Galaxy me consiguió, y devolverle el dinero a mi padre, volver a esa casa ha sido horrible, y ... - se detuvo, bajando la mirada hacia la copa, en la que daba vueltas con sus manos, nerviosa - ... mi padre me obliga a llevar las riendas del casino bajo su mando, pensé que iba a ser horrible ser títere de un cabrón como él, pero, lo cierto es que me gusta el trabajo.

- ¿Se ha atrevido a tocarte? – pregunté, pues eso era lo que me moría por saber desde que me enteré de que ella iba a volver a esa casa.

- No es nada que no pueda manejar – apreté los dientes, molesto.

- No es eso lo que te he preguntado – tragó saliva, antes de responder.

- Sólo en la presentación, me agarró del cuello, pero en casa no, de verdad... - intentaba convencerme de algo, y eso no era bueno.

- Háblame de Jason – volvió a tragar saliva, aterrada, parecía que yo conocía bien los métodos de su padre. Joder, lo conocía mejor de lo que quería admitir, para que nos vamos a engañar.

- Sólo me invitó a cenar, y fuimos a tomar algo después – no me miraba, eso no era buena señal.

- No voy a tocarlo, sólo quiero la verdad – pedí.

- Es un buen tío, Nate. Te lo prometo – asentí. Me lo creía, había visto cómo había actuado cuando ella le dijo que iba a marcharse.

- No me gusta la idea de que vayas a citas con otros tíos – sonrió, parecía divertirle la situación.

- No te pongas celoso – se quejó – porque yo sólo tengo ojos para ti, Nate – asentí, en señal de que iba a hacer una excepción - Mi padre quiere que me case con él, para evitar que pueda volver a jugársela – asentí, porque eso lo entendía, ese tipo era así – mi madre se ha puesto de su parte.

- De tu madre no podemos fiarnos – le dije – te ha metido ideas raras sobre mí en la cabeza, y se ha inventado una estúpida historia sobre que dejé embarazada a la niñera – sonrió, calmándose al escucharme hablar sobre ello – Te diré lo que haremos: Voy a trabajar en lo que hablamos, ese sistema que detecte movimientos de violencia contra el dueño de la casa – asintió – pero en lugar de ser yo, creo que sería mejor que de alguna forma estuviese conectado con la policía, ellos podrán hacer más que yo, ¿no crees? – sonrió – Estaba pensando en hacer algo con un trozo inservible que saqué de la consciencia de Galaxy hace tiempo – le aseguré – no te agobiaré con lenguaje, técnico, sólo te diré que el proyecto iba a llamarse "Vendeta", puedo convertirlo en tu propia venganza personal, si eso es lo que quieres.

- ¿Me hablarás de ello cuando lo tengas terminado? – asentí, no quería darle muchos detalles sobre él aún, pues tenía que pensar minuciosamente en ello, sin dejar ningún cabo suelto – Necesito que Galaxy cuide de mí estos días.

- ¿Qué te hace pensar que no lo ha estado haciendo estas últimas semanas? – sonrió – sólo es que no podías oírla, estaba en modo silencioso, y sólo iba a avisarme si algo iba mal.

- Me gustaría poder hablar con ella, estando segura de que me oye – se quejó, rompí a reír, entendiendo su punto de verlo. Asentí.

- Ven, te enseñaré algo – nos levantamos de la mesa, dejamos atrás el salón, mi habitación, y nos detuvimos al llegar a mi despacho. Empujé la puerta y la invité a entrar.

- ¿Qué es este lugar? – observó todas las pantallas de ordenador, sobre el escritorio, mostrando algoritmos y fórmulas, los libros de la estantería, absolutamente todo mi lugar de trabajo.

- Aquí fue dónde creé a Galaxy – le confesé, observó el lugar, maravillada, mientras yo abría un cajón del escritorio, y sacaba una pequeña cajita plateada. La abrí, frente a ella – con esto puedes hablar con ella directamente – observó los auriculares de diseño, eran tan sofisticados, que nadie notaría que los llevaba puesto – voy a dejarte sólo uno, el otro lo necesito, Roni – asintió, agarrándolo, colocándoselo, escuchando la voz de Galaxy, susurrando en su oído. Sonrió, agradecida – Esto es confidencial, algo en lo que estaba trabajando para las mejoras de Galaxy.

- Gracias por confiar en mí – apreté su mano con la mía, tirando de ella, besándola con cariño.

- Si estás en peligro puedes decir "Ukane", Galaxy contactará conmigo en seguida – asintió, entrelazando sus manos en mi cuello. Sonreí, me encantaba aquella mujer, me volvía completamente loco cuando se trataba de ella - ¿sabes esa sensación?, ¿cuándo sientes tanto por esa persona que si no dices esas palabras crees explotar?

- Te quiero – se atrevió a decirme, antes de que lo hubiese dicho yo – pero ... también te deseo... - esa mujer tenía la facilidad para leer mi mente, para despertar mis más oscuros deseos, y que no pareciese una puta locura. ¡Dios! Sí, era una locura, pero una bien deliciosa - ... mucho.

Mis manos se entrelazaron a su cintura, porque quería resistirme a aquella pequeña mujer un poco más. Me importaba una puta mierda la diferencia de edad, y todos los prejuicios de la sociedad, en aquel momento, sólo me importaba esa mujer por la que estaba completamente cautivado, y su precioso cuerpecito, que deseaba, como nunca he deseado nada en esta vida.

Aferró mi boca a su cuello, temblando, con Galaxy escuchando todo aquello, era una suerte que fuese tan discreta. Apreté su trasero, con las manos, apretándola contra el bulto de mis pantalones, volvió a jadear, echando la cabeza hacia atrás, altamente excitada.

Subí las manos, sin dejar de apretarla, metiendo las manos por debajo de su camisa, hasta llegar a sus hombros, a su cuello, mientras mi boca mordía su cuello, más y más, llegando a su oreja.

- ¿Qué quieres, Verónica? – pregunté, con la voz marcada por el deseo, volví a bajar las manos, volviendo a apretar su trasero contra mi prominente erección, haciéndola temblar, gimiendo al aire.

- Nate... - me llamó, borracha de placer, mientras metía las manos debajo de su falda, levantándola, aferrándome a su perfecto trasero.

La cogí, en brazos, caminando con ella por la estancia, haciéndola sonreír, abrazándome con sus largas piernas, entrelazándola.

La apoyé en la pared, metiendo la mano por debajo de su falda, nuevamente, haciéndola estremecer, besando luego sus labios, aferrándome a ellos como si no hubiese un mañana.

- Te quiero – me dijo, en español, me encantaba cuando ella me hablaba en ese idioma. No tenía ni idea de si ella sabía que mi madre era mexicana, igual no importaba, sólo quería seguir provocándola.

- ¿do you want me? – pregunté. Sonrió, mientras yo me bajaba los pantalones, como podía, sacando mi miembro a escena, ladeándole las bragas, acercándolo a su sexo, haciéndola estremecer - ¿dónde me quieres, Roni? ¿eh?

- Dentro – susurró, mirándome con lujuria. No necesité nada más para ensartarla, embistiéndola como ella tanto deseaba, arrastrándola por la pared, de arriba abajo con cada una de ellas, haciéndola temblar sobre mí, gimiendo desesperada, haciéndome sentir tanto que parecía irreal - ¡Oh, Nate! – apretaba sus muslos con tanta fuerza, que quizás le estaba haciendo daño, pero no podía detenerme, no cuando me estaba ocasionando tanto placer. Mi forma de tomarla empezó a ser cada vez más tosca, más ruda, y con ello creció el ritmo en el que ella se volvía loca, en mis brazos – Estoy a punto – me avisó

- Córrete – le supliqué, mordiendo su barbilla, volviendo a darle más, cada vez más fuerte, hasta que ella desfalleció, llegando al final del orgasmo, produciéndome un placer tan grande lo que vi, que no tuve más remedio que correrme, como un condenado, mordiendo su cuello al hacerlo.

Joder, hacer aquello con ella era cada vez más placentero, tanto, que a veces sentía que todo a nuestro alrededor se desdibujaba cuando nos entregábamos al deseo.

- Eres un puto degenerado – me dijo, cuando la dejé en el suelo, sonreí, porque sabía que estaba bromeando – deseabas follarte a la hija menor de tu socio – la agarré de la barbilla, trayéndola hasta mí, besándola con lujuria, para luego tirar de su mano, dándole la vuelta, acercándome a su oído antes de hablar.

- ¿y tú? – pregunté, presionando mi erección, que parecía no querer bajarse, no con esa chica que me volvía loco - ¿qué me dices de ti? Una puta calienta pollas, que me provocabas para que me fijase en ti – la apreté contra el mueble de la puerta, echándome sobre ella, embistiéndola por detrás, haciéndola gemir, encantada – y luego... - sus gemidos desfiguraron más aquella escena, si es que era posible - ... te tocabas pensando en lo mucho que querías que te hiciera – gemía su nombre entre susurros, mientras la tomaba de esa forma tan ruda, agarrándola del pelo, mordiendo su cuello, su oreja, dándole más – y ...al final lo conseguiste – mis gemidos aparecieron en la escena, dejé de hablar y me centré en aquello que tenía allí, en seguir ensartándola, follándomela tan duro como necesitaba, aferrándome a su cintura, estaba tan mojada que sonaba, y tan sólo me ponía aún más a tono – joder, Verónica – la llamé, borracho de placer, entrando más en ella, de forma arrebatadora, observando su trasero, que sólo me ponía aún peor, por lo que terminé introduciendo un par de dedos dentro de su ano, observando su cuerpecito temblar, con todo aquello que le hacía.

¡Joder! Iba a correrme, me gustaba demasiado, pero ... quería aguantar más, quería...

Las convulsiones de su cuerpo, seguida por sus altos gemidos me hicieron volver a la realidad, perderme en el placer, terminando sobre su espalda, llenándola entera, con ella recuperándose de aquel evento, y yo observando aquella obra de arte.

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