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Capítulo 42 - Una charla en la cama.


Disculpen la tardanza, pero tuve unas semanas caóticas, sin inspiración, y hoy estuve corrigiendo algunos errores de El Cubot.

Sin más dilación. Les traigo capítulo.

Dormía, lo cierto es que no recuerdo en qué momento de la noche caí en los brazos de Morfeo, después de hacerle el amor por quinta vez a la chica más fogosa de la historia, en el asiento trasero de mi coche, entrelazado a ella.

- Señor – escuché, repetidas veces, la voz de Galaxy, trayéndome a la realidad, en aquella silenciosa noche, frente a mi mansión de Santa Mónica – ya hemos llegado a nuestro destino.

Me senté, con cuidado de no despertar a mi paloma, para luego buscar los calzoncillos con la mirada, pero no había rastro de ellos, que fuesen negros no era de ayuda, así que terminé agarrando los pantalones del traje, colocándomelos de cualquier manera.

Cargué en mis brazos a mi preciosa Verónica, y la llevé a mi habitación, ante la atenta mirada del servicio, que nunca antes me vio llevar a una mujer allí.

La recosté en mi cama, y me tumbé a su lado, volviendo a entrelazarme con ella, sin tan siquiera decir una palabra al servicio, mirando hacia aquella preciosa chica que dormía a mi lado. ¡Dios! Estaba completamente enamorado de ella.

Los besos suaves, por mi cuello, de esa chica, me despertaron por la mañana. Sonreí en cuanto la vi, apoyada sobre mi pecho, con una gran sonrisa.

- Buenos días – saludé, acariciando su espalda.

- Buenos días – contestó – Me trajiste hasta aquí ¿verdad? – asentí – Ni siquiera conozco tu casa... - sonreí.

- Eres la primera chica que dejo dormir en mi cama – sonrió, levantando la cabeza, haciendo un gesto con la cabeza - ¿qué? – me quejé.

- ¿Qué está pasando contigo, Hércules Santoro? – sonreí, divertido – vas a ensuciar tu fama de mujeriego si sigues haciendo cosas como esta – rompí a reír, sin poder evitarlo, ella era demasiado - ¿deberíamos hablar de cosas serias o podemos postergarlo un poco más?

- Podríamos postergarlo – contesté, haciéndola sonreír - ¿qué te apetece para desayunar? – se quedó pensativa, como si realmente lo estuviese haciendo, cuando se veía a leguas que sólo estaba bromeando.

- A ti – volví a reír, os prometo que me encantaba despertar a su lado. Besó mis labios y volvió a separarse para mirarme – te quiero, Nate.

La agarré de los brazos, sorprendiéndola, echándome sobre ella, haciéndola sonreír. Empujé mis rodillas contra sus piernas, obligándolas a abrirse y comencé a besar su cuello, con mis manos apoyadas a ambos lados de la cama, y ella dejándose hacer. Dejé un recorrido con mis labios, por su pequeño cuerpecito, con ella jadeando debajo, haciéndola temblar cuando llegué a su sexo.

Respiró con dificultad, levantando la cabeza, observando como metía mi nariz entre sus pliegues, abriendo paso a mis labios, que besaron su clítoris. Sus puños golpearon la cama, mientras sus dientes mordían su labio inferior, echando la cabeza hacia atrás, tan pronto como sintió mi lengua en ese lugar.

- Nate... - me llamó, sin poder detenerlo por más tiempo, justo cuando metí un par de dedos dentro de ella, y hurgué en su interior, con mis dientes aferrándose a su abdomen - ¡Dios! – su columna se arqueó, mientras su cuerpo convulsionaba.

Saqué mis dedos de su interior, ante su atenta mirada, y los metí en mi boca, saboreando su maravilloso sabor, con lujuria. Sonrió, mientras yo me elevaba, de rodillas en la cama, bajándome los pantalones, tumbándome a su lado, para conseguir quitármelos del todo, con la ayuda de mis pies, observando como ella se volteaba, enseñándome su precioso trasero, excitada.

Sonreí, con ganas de follarme a esa salvaje muchachita. Me volteé, dejando caer mi peso sobre mi brazo derecho, acercando mi pene a su trasero, haciéndola estremecer, emitiendo un leve jadeo.

Besé su mejilla, respirando luego en su oído, gimiendo, mostrándole las muchas ganas que tenía de ella.

- Verónica – susurré, haciendo que su cuerpo se echase un poco más sobre la cama, incitándome a que me tumbase sobre ella. Metí la mano entre sus cachetes, dejando paso a mi más que preparada intimidad, colándome dentro de ella, haciéndola jadear con más fuerza.

¡Joder! Me volvía loco con esa postura. La agarré de la cintura, atrayéndola hasta mí, volviendo a penetrarla, mientras ella volvía a pedir más con su propio cuerpo, sin necesidad de palabras, con esa forma descontrolada en la que temblaba, o la forma en la que su garganta emitía sonidos.

Besé su espalda, dándole con fuerza, una y otra vez, hasta terminar con un dedo metido en su ano, y ella gimiendo con fuerza, alarmando al servicio.

- Las criadas van a pensar que te estoy matando aquí dentro – me quejé, entre gemidos, haciéndola sonreír, haciendo algo que me sorprendió, completamente. Apretó mi trasero con ambas manos, contra ella, para que no me detuviese.

Su ansiado orgasmo no tardó en venir. Pero la cosa no terminó ahí, era imposible con ella, quería más, hacerla gritar mucho más, destrozar aquella cama, sin con eso podía hacerla disfrutar.

Tiré de ella, metiéndome entre sus piernas, tras colocarla boca arriba, y volví a follármela, mientras ella se aferraba los hierros del cabezal de la cama, y yo la penetraba como tanto le gustaba, una y otra vez. Sus gemidos no tardaron en aparecer, en envolverlo todo a su alrededor, gritando tan fuerte, que parecía irreal, dándome alas a mí, para no contarme con aquello, rompiendo a jadear, más fuerte de lo que solía hacerlo, llegando al más pleno éxtasis, con ella ahogando los suyos, al morder mi cuello.

Me descargué dentro, y caí rendido encima de ella, sin dañarla, sin sacar mi pene de su interior aún.

Me eché hacia atrás, sobre la cama, a su lado, y ella se aferró a mi pecho, abrazándome, dejando caer su cabeza sobre mi hombro. Me sentía bien cuando estaba cerca de mí, demasiado.

- ¿Qué vamos a hacer con todo esto, Nate? – preguntó, preocupada. Tragué saliva, volviendo a la realidad. ¡Joder! Ella tenía razón, ¿qué íbamos a hacer? Más cuando se suponía que no podíamos estar juntos, yo tenía muchas cosas que perder si la gente se enteraba de la brecha de seguridad en mis sistemas, sólo por un puto error. Acaricié su cabeza, pensando en ello, sin saber qué contestar – podrías inventar eso que te dije – sugirió – podrías inventar un sistema de seguridad que vigile lo que ocurre en las casas. De esa forma, protegerías a la gente de las agresiones, violaciones y ... - sonreí, me encantaba ella, siempre tenía el don de sorprenderme con cada palabra.

- Suena bien.

- Pero hasta que lo inventes... tendremos que estar separados – asentí, entendiendo su punto de verlo – no tardes mucho ¿vale? – hice un ruidito afirmativo, estaba exhausto después de hacerle el amor – esta noche, en mis sueños, me acordé de una cosa... - comenzó, la escuché, aunque sin moverme aún – quiero que me ayudes a encontrar a Susana, mi antigua niñera – asentí, ni siquiera sabía de quién estaba hablando – sé que ella y tú ... - ¡Mierda! Era una de las mujeres que trabajaban en la casa de Max, recuerdo, vagamente, que me la tiré un par de veces – mi madre me contó que había algo entre vosotros.

- Me acosté con ella un par de veces – me quejé – me ayudó a meterla en caliente en una época que comenzaba a despertar un tipo de interés que me parecía insano hacia ti – sonrió, sin decir nada.

- ¿Solías usar protección con ella?

- ¿A qué viene esa pregunta de mierda? – me quejé, me apretó, sin separarse de mí aún – sólo he follado sin condón contigo, me volví loco en el hotel, las ganas de tenerte me nublaron la mente – acarició mi pezón, despacio, antes de contestar.

- Mi madre dice que la dejaste embarazada, y que por eso se marchó de la casa – contestó. ¿Qué coño...? ¿Eso iba a enserio? Echarme mierda encima, ¿eso era lo único que a Barbs se le ocurría para mantenerme alejado de su hija?

- No sé cuál es la razón por la que se fue, pero te aseguro que yo no la dejé embarazada – aseguré.

- Se supone que tengo que volver a casa, fingir que nada de esto ha pasado y que no siento nada por ti, pero sé está tan a gusto aquí, que... no quiero irme, Nate.

- Pasemos un rato más aquí, en mi cama – la calmé – te llevaré a casa después de comer.

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