Capítulo 41 - Celos.
Aquí os dejo capítulo nuevo, espero que les guste :D Me adelanto un día :D
Volví del servicio, con una gran sonrisa dibujada en mi rostro, me parecía de lo más divertido el malentendido de hacía un momento.
- ¿Cómo ha ido? – preguntó Carlos, cuando llegué a la barra. Miré a mi alrededor, ¿por qué ya sólo quedábamos nosotros tres?
Miré hacia el reloj, eran más de las 3 de la mañana. ¡Malditos rajaos! Luego se quejaban de que no salíamos a cenas de empresas ni nada. ¿Cómo iba a pagar para algo así para que luego me dejasen tirado?
Miré hacia mi amigo, que seguía allí, en busca de explicaciones. Sonreí, divertido, antes de contestar.
- La he confundido con una puta – aseguré, haciendo que Iván rompiese a reír, sin poder creer mi desfachatez.
- ¿Qué coño te pasa últimamente? – se quejó mi amigo, mientras me encogía de hombros, quitándole importancia al asunto – después de que nos trajeras a la nave a la palomita... no has vuelto a ser el mismo, tío.
- Ese tema está vetado – le dije, para luego pedirme otra copa, ante su atónita mirada – nada de hablar de la palomita esta noche.
- Pues va a ser difícil – se quejó Iván, mirando hacia la puerta del local, haciendo que mirase hacia ese punto, quedándome a cuadros al verla allí, seguida por un panoli con traje llamativo, de su misma edad. Me bebí el trago de un solo trago, valga la redundancia, y emprendí la marcha hacia ella – tío, cálmate – me agarró mi colega, mientras yo miraba hacia su agarre, dándole a entender que si no me soltaba iba a matarle, lo hizo entonces, pero cuando volví la vista hacia ella me quedé estático, al verla reír, junto a ese tío.
Ella estaba preciosa, con su cabello suelto y un bonito vestido rojo marcando sus más que perfectas curvas.
¡Joder! La puta situación estaba pudiendo conmigo. La observé, desde la lejanía, desde que se pidieron una copa, hasta que se sentaron en una de las mesas altas, hasta que él comenzó a susurrarle cosas al oído, mientras ella asentía a cada tanto, sin dejar de sonreír.
"Si no te alejas de Verónica, le contaré a la prensa que entraste dentro de la seguridad de nuestra casa, una seguridad que tú mismo creaste, para espiarnos. ¿Es eso lo que quieres, Hércules?"
Apreté los dientes, molesto, altamente horrorizado con lo que los Lewis me estaban obligando a hacer. Alejarme de Verónica nunca fue una puta opción, no cuando estaba tan obsesionado con ella cómo lo estaba. La necesitaba en mi cama, necesitaba que volviese a recordarme lo que su cuerpo me hacía sentir.
"No sé qué es lo que pretendes conseguir de mi hija, pero si quieres ser el primero, olvídalo, ella ya perdió la virginidad con Benajmin Thomas"
Iván y Carlos estaban atentos a cualquier movimiento en falso que pudiese dar, sabían que estaba demasiado afectado, como jamás antes me vieron por una mujer. Bueno, ellos no sabían que estaba loco por ella, que mi obsesión por poseerla llegaba a puntos inimaginables.
"Eres un degenerado, ¿cómo te has atrevido a involucrarte con ella? Mi marido está tan disgustado, olvídate de seguir manteniendo negocios con nosotros, Hércules"
Se despidió de su nueva víctima, ante mi atenta mirada, saludó a un par de personas de camino al baño, y se perdió de vista.
- Tío, espera – me llamó Carlos, pero ni siquiera me detuve a calmarle, necesitaba verla, exigirle que debía respetarme, como si aún fuésemos algo, quería... quería...
Su rostro se desdibujó en cuanto giró la cabeza, en aquella larga cola al servicio de las chicas. Su sorpresa, ni siquiera me afectó, pero la sonrisa de felicidad que vino después se metió dentro de mí, me hizo perder cualquier atisbo de rencor, perdí el miedo, y aceleró mi corazón.
- Verónica – la llamé, apoyándome en la pared, frente a ella, mientras ella negaba con la cabeza, acortando las distancias entre ambos, apoyándose sobre mí, tapándome la boca para que no pudiese seguir hablando. La observé, sin perder detalle de sus rasgos. Me encantaba ella, la había añorado tanto, tanto, en una sola puta semana. Me lamí los labios, histérico, sin poder dejar de mirar hacia los suyos.
- Ni lo pienses – me detuvo, echándose hacia atrás, volviendo a colocarse en la cola. La observé, con detenimiento. Ella me volvía loco.
- ¿Quién es tu amigo? – señalé con la cabeza hacia la mesa en la que había estado sentada junto a aquel tipo
- Jason Ford – contestó, sorprendiéndome, conocía bien ese apellido.
- El hijo del dueño de tecnologías Ford – asintió.
- ¿Por qué crees que mi padre está haciendo negocios con un tipo con él, después de haber roto los tratos contigo? – Su pregunta me cogió desprevenido, y me tomé más tiempo del estipulado en pensar en ello. Ese hijo de puta iba a jugármela, no me quedaba ninguna duda – podrías adelantarte y jugársela tú – contestó. La miré, sin comprender. ¿Cómo podía ella saber lo que estaba pensando? – Tengo que irme, Hércules – entró en el baño, antes de que la chica que iba detrás de ella se colase, y yo me quedé allí, pensando en sus palabras.
¿Cómo podía exactamente adelantarme al próximo movimiento de Lewis? Tenía que poner toda mi mente a pensar, pero me sentía tan mareado después de un duro día de trabajo, y encima la había pillado en una cita, no me cabía ninguna duda. Ella no lucía triste e incómoda con aquella cita, eso incluso me molestaba más.
- ¿Por qué sigues aquí? – preguntó, al salir del baño. Era la chica más rápida que conocía a la hora de mear, era incluso más rápida que un tío. Se echó un poco de alcohol desinfectante en las manos, limpiándoselas, guardando luego el botecito en su bolso, más que dispuesta a marcharse, pero la detuve, agarrándola de la muñeca, haciendo que se fijase en ese punto y luego en mí.
- Hablemos – pedí, necesitaba que me explicase más sobre el tema de su padre – dime en qué has pensado sobre lo de tu padre y Ford – sonrió, divertida.
- Estoy en medio de una cita ahora, Nate, y la estoy pasando realmente bien – sus palabras me hicieron daño, pero sabía que lo hacía para eso, para dejar bien claro que cualquier cosa entre nosotros había terminado.
- Tengo a Galaxy fuera, deshazte de él – ordené, rompió a reír, como si no pudiese creer mi desfachatez – no me pidas que os observe sin más, Verónica.
- Me dejarás en paz después de que te haya dicho lo que quieres saber – me dijo, asentí, y entonces se soltó de mi agarre marchándose junto a ese tipo.
- ¿Te estaba molestando? – preguntó ese niñato de mierda, mirando hacia mí, mientras yo, le asesinaba con la mirada – he visto que tenías un pequeño percance...
- Me lo he pasado muy bien, Jason, de verdad – aseguraba, haciendo que se me retorciesen las tripas. En aquel momento la odiaba, a esa mujer, que estaba teniendo una cita con otro tío – pero, me ha surgido algo – él asintió, sin oponer resistencia – si no le cuentas nada a mi padre, sobre con quién me viste irme... puede que acepte otra cita contigo – él sonrió, al entender lo que quería decir – Gracias por esta noche – besó su mejilla, dejándonos a ambos perplejos, para luego levantarse, y caminar hacia mí, que la esperaba junto a la barra, ignorando los comentarios de mis amigos.
La agarré de la cintura, y le indiqué que me acompañase fuera mientras Iván y Carlos lo flipaban en exceso.
- ¿Qué coño ha sido eso? – se quejaba Carlos, mientras Iván negaba con la cabeza, encogiéndose de hombros, como si estuviese cometiendo un terrible error.
Me monté en el auto, mientras ella le ordenaba a este que oscureciese los cristales, sabía que lo hacía para evitar que cualquiera pudiese vernos, por precaución. Estábamos jugando con fuego, si su padre se enteraba de que nos habíamos visto, sería el fin.
- ¿Cuál es el destino a tomar? – preguntó Galaxy, mientras yo miraba hacia ella, en busca de explicaciones.
- Llévame lejos, Galaxy – pidió, evitando mi mirada.
- A casa – aseguré, dándome igual que estuviese lejos, estar si quiera cometiendo un error. La observé, dejando que Galaxy hiciese todo el trabajo – Roni... - la llamé, haciendo que girase la cabeza, para observarme.
- He tenido mucho tiempo para pensar en ello, Nate – me dijo, girando la cabeza, mirando por la ventanilla un momento antes de decir algo más – en la brecha de seguridad. Creo que podrías inventar algo.
- ¿Algo como qué? – insistí, mirando hacia ella, lucía nerviosa, como si le incomodase mi presencia – Galaxy, para el coche en el puente – me miró, sin comprender – quizás un poco de aire fresco nos siente bien.
Ambos estábamos en el puente, asomándonos a la autopista que había debajo, despreocupados. Hacía como tres minutos que habíamos llegado, y aún no habíamos dicho nada.
- ¿Qué es lo que debería inventar, según tú? – quise saber, sonrió, al darse cuenta de que no iba a darle tregua. Dejó de mirar hacia abajo y se fijó en mí.
- Tú eres el genio, no yo – se quejó, lucía decaída con todo aquello, molesta de haber sido sacada de su cita, quizás era eso - ¿no puedes inventar como un hermano para Galaxy? – la miré, sin comprender – Algo que ... pueda explicar que abrieses esa brecha en mi casa, para espiarme, para cerciorarte que nada me pasaba... ¿No crees que sería maravilloso? Un sistema de seguridad que proteja al cliente de las agresiones que pueda recibir dentro de su casa, de las personas en las que confía. ¿No podrías inventar algo así? – empecé a entender que era lo que quería decirme con todo aquello – podrías decir que yo te di permiso para probar el prototipo en mi casa o ... - lucía histérica, ansiosa, y no lograba entender por qué – Mira, sé que ahora mismo, no existe un futuro para nosotros, pero ... ¿no crees que podría existir si hubiese una razón para haber creado esa brecha? Una razón profesional, quiero decir – asentí, observando como ella volvía a apoyarse en la barandilla, mirando hacia la carretera - ¿Cuánta gente crees que se habrá quitado la vida desde aquí? – la agarré de la mano, apartándola de la barandilla. No quería tentar a la suerte.
- Pensaré en lo que acabas de decir – le dije – ahora cuéntame, ¿cómo te van las cosas? He oído que el casino va mucho mejor desde que ha cambiado de presidente – sonrió, agradecida de que dijese aquello, pero perdió la sonrisa al recordar algo, empañando sus ojos con rapidez - ¿qué pasa? – ella no dijo nada, sólo me miró, como si fuese la cosa más hermosa que había visto nunca.
- ¿Cómo te van a ti? – quiso saber, desviando la mirada, fijándola en mi coche, con la puerta del copiloto aún abierta – He oído que pasas cada noche con una puta diferente... - no dije nada, sólo la observé. No sé por qué, pero sentía que había un abismo enorme entre ambos, como si fuésemos dos desconocidos.
- ¿Hace cuánto que sales con ese tío? – ella no contestó, no esperaba que lo hiciese, porque ninguno de los dos lo estaba haciendo.
- Eso no es asunto tuyo – me dijo, soltándose de mi agarre, caminando hacia el coche – dijiste que me dejarías marchar en cuánto te hablase sobre la manera de adelantarte a mi padre.
Así es como iban a ser las cosas entre nosotros, ella apartándome, porque no podíamos ser nada, ni siquiera amigos, no cuando yo tenía tanto que perder.
- Parece un buen tío – le dije, antes de que se hubiese montado en el auto, se detuvo, sin mirarme aún. Ni siquiera habían pasado un par de minutos cuando se giró, para observarme, volvía a estar enfadada con el mundo, y sus lágrimas habían empezado a salir, preocupándome.
- Mi padre quiere que me case con él – me confesó, dejándome sin palabras, el alma se me cayó a los pies, ella iba a dejar de ser mía, iba a casarse con otro tío, y yo no podía hacer nada para impedirlo. ¿Por qué no podía?
- ¿Sientes algo por él? – pregunté, como un idiota, caminando hacia ella, apoyándome en el coche. Negó, con la cabeza y yo me senté en su asiento, quitándole la oportunidad de hacerlo. Levantó la mano, acariciando mi mejilla, pero la aparté con rapidez, estaba demasiado molesto como para aceptarla – quizás él te haga feliz – sus lágrimas se precipitaron por su precioso rostro, pero ni siquiera la miré, no podía dejar de mirar hacia su mano, esa que había intentado calmarme - ¿te casarás con él?
- Escucha, Nate... yo ...
- No te cases con él – imploré, sorprendiéndola, suplicándole con la mirada, tanto, que parecía irreal – huye conmigo – agarré sus manos, apoyando ambas en mi rostro. Ella sonrió, como si quisiese aceptar mi oferta - lejos de todo esto, te llevaré a donde tus padres no puedan hacerte daño – sonrió, negando con la cabeza después, echándose hacia atrás, apartando sus manos de mí – Roni... - me puse en pie y la agarré de la cintura, atrayéndola a mi cuerpo.
- No puedes involucrarte conmigo, Hércules - ¡Mierda! Ella sólo me llamaba así cuando se ponía seria – uno de los dos debe mantener sus sueños – negué con la cabeza, me negaba a creer que aquello fuese el final para nosotros, no cuando yo aún sentíamos tanto el uno por el otro – Sólo quiero saber una cosa antes de dejar todo esto atrás – asentí, porque estaba dispuesto a confesarle hasta mi más oscuro secreto, si ella así lo quería. Levantó sus manos, aferrándose a mi cabeza, a mi nuca, aterrorizada de dar un paso más. Lucía tan triste, que eso me mató por dentro – mi madre asegura que sólo te intereso porque te has obsesionado conmigo...
- Así que ahora vas a creerte lo que te diga el enemigo antes que a mí – me quejé, haciéndola sonreír, no entendía su actitud - ¿qué debería decir para que te alejes de mí, Verónica? Porque te aseguro que, si te digo la verdad, no vas a querer irte de mi lado.
- Ella dice que le hiciste daño a muchas chicas antes que a mí – rompí a reír, porque la situación me parecía de lo más cómica. Asentí, sin decir nada – Nate, estoy hablando en serio.
- ¿Qué coño quieres escuchar, Verónica? – espeté, molesto con aquella puta conversación de mierda - ¿quieres que te diga que soy un capullo de mierda? – agarré sus muñecas, apartándola de mí. Lucía tan destruida - Eso ya lo sabes ¿no? Siempre fui sincero contigo, no te he mentido ni una sola puta vez, entonces...
- Entonces yo ... - su voz se quebró, y su labio empezó a temblar – yo también, también...
- ¿Tú qué? – me quejé, más que cansado de todo aquello. ¡Dios!¡Maldita la hora en la que pensé que montarme en un auto con Verónica Lewis era una buena idea! – Mira, te voy a dejar en tu casa, porque estoy hasta los huevos de esta puta conversación de mierda -Me di la vuelta, con la intención de entrar en el auto, pero me detuvo al escucharla hablar.
- Sólo necesito que me digas la verdad, Nate, que me mires a los ojos, que me calmes y me digas que ...
- ¿Qué? – me volteé, para mirarla, cansado de todo aquello, alterado, más de lo que gustaría - ¿qué coño quieres que te diga? ¿La verdad? – espeté - ¿En qué coño crees que puede ayudarte eso?
- Necesito saber qué fue real – rompí a reír, sin ganas, sin lugar a dudas Barbs le había metido miles de ideas raras sobre mí en la cabeza, no había otra explicación – necesito saber que lo que tuvimos fue real, que no sólo es algo que siento yo, que no sólo es obsesión lo que tu sientes, que ...
- ¿Para qué? – espeté - ¿lo que te diga va a cambiar de alguna forma esta situación? – pregunté, sus lágrimas silenciosas seguían saliendo – No va a cambiar una mierda, Verónica, tú te casarás con el panoli de hace un momento y yo ... - encerré la cara en mis manos, frustrado con la maldita situación, sin saber qué hacer – yo me pasaré la vida, celoso perdido, como un puto gilipollas, pensando en todas las cosas que ese idiota te estará haciendo, las cuales yo no podré volver a hacerte jamás – sus lágrimas cayeron, y yo no entendí su actitud.
- Sólo era sexo – su voz tembló, y me mató verla en ese estado – tú sólo... querías.
- Una vez me dijiste que teníamos que dejar las cosas como estaban, para evitar hacernos daño, ahora te lo pido yo, Roni. Dejemos las cosas como están, no me gusta verte así – asintió, limpiando las lágrimas que había derramado – te llevaré a casa – agarró mi mano, impidiéndome que pudiese ir a ningún lugar - ¿qué es ahora? ¿te queda alguna pregunta más que quieras hacerme?
- Eres un capullo – espetó.
- Sí, soy idiota. Sinceramente, siempre he creído que la gente se vuelve idiota cuando se enamora – contesté, sin apenas darme cuenta de lo que decía, cayendo en la cuenta al ver su cara de sorpresa – lo que quiero decir, enamorarse, tampoco es como si yo ...
- Te ha costado decirlo ¿no? – la miré, sin comprender – Mira, sé que esta empresa es importante para ti, sé que debería hacer lo correcto y alejarme de ti...
- Pero – añadí por ella. Sonrió, mordiéndose el labio, entrelazando sus brazos a mi cuello, sorprendiéndome, porque no esperé algo así, no cuando se suponía que habíamos terminado, que no volveríamos a estar juntos.
- Yo también estoy enamorada de ti, Nate – sonreí, como un idiota, porque no podéis ni imaginar lo feliz que esas palabras me hicieron. Era la puta primera vez en mi vida que esas palabras no me daban grima, no creaban pesadez ni asco en mi interior – No quiero terminar esto, a pesar de todo.
La aferré a mí, besándola, como tanto había deseado hacer durante todo aquel maldito mes y medio. ¡Joder! La había añorado demasiado.
- ¿Decepcionado? – negué con la cabeza, sin entender su pregunta – no puedo ceder a los chantajes de mi padre para proteger tus sueños, no cuando siento esto por ti, Nate.
- Te quiero – reconocí, por primera vez en mi vida no tenía miedo de decir esas palabras, las decía desde el corazón, sin arrepentimientos.
Sus labios se aferraron a los míos, y pronto comenzó a meter sus manos por debajo de mi camiseta, haciéndome reír.
- Verónica, estamos en medio de la autopista, ¿te parece el mejor lugar para hacer el amor?
- ¿Desde cuándo te ha importado eso? – se quejó, volviendo a besarme, desesperada. Tiré de ella, metiéndola en el auto, indicándole a Galaxy que podía seguir, mientras yo la hacía mía en el asiento de atrás, importándome bien poco todo lo demás.
El trabajo no era algo que me preocupaba en ese momento, no cuando acabábamos de reconocernos que estábamos enamorados, el uno del otro.
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