Capítulo 4 - Amañar un encuentro.
Y aquí tenéis el capítulo de hoy, espero que os guste. En este capítulo odio mucho a Nate, es un poco capullo y le hace cosas a Roni que no son las correctas, pero bueno, es necesario para lo que se viene después.
Disfruten de la lectura :)
Agarraos que vienen curvas, este capítulo es muy sexual. No apto para todos los públicos, palabras muy obscenas.
La observé despedirse de sus amigas, después de que Carlos salvase la situación, interrumpiendo el intento de violación de ese capullo, me despedí de mi socio fingiendo estar agotado, aunque él me conocía demasiado bien, y me marché en taxi, dejando a mis chicos en el local, para que se divirtiesen.
Entró en el hotel, ante mi atenta mirada, ni siquiera pareció darse cuenta de que alguien la seguía, estaba demasiado afligida por lo que había estado a punto de suceder.
Las puertas del ascensor se detuvieron, cuando ella ya estaba dentro, y yo entré, luciendo despreocupado, como si no supiese que ella estaba allí, sintiendo su mirada en mi lado izquierdo, incrédula, como si no pudiese creer su suerte.
Tragó saliva, histérica, justo cuando yo ladeé la cabeza para mirarla, sonreí, al notarla tan turbada por mi causa. Era obvio lo que mi presencia provocaba en ella, ese deseo que sentía porque volviese a tocarla, a terminar aquello que empezamos aquella vez, en la habitación de un hotel.
- Así que... - comencé, con la vista fija en los números de las plantas, estábamos por la mitad de la octava planta - ... ¿ahora me persigues? – fingí - ¿qué pensaría tu padre si se enterase que su niña adorada está aquí, en Montecarlo, calentando a uno de sus socios? – negó con la cabeza, sin emitir sonido alguno, estallando a carcajadas, sin ganas.
- No le vas a contar nada a mi padre – porfió. Sonreí, mirándola de nuevo, observando cómo me agarraba de la corbata atrayéndome hasta ella, besándome con desesperación.
La apreté contra la pared, divertido, agarrándola del cuello, echando la cabeza hacia atrás, observando como ella se quedaba muy quieta, sin dejar de mirarme.
- Podemos continuar dónde lo dejamos – aseguró, divertida – te comeré la polla, Hércules.
- Así que... - mordí su mejilla, haciéndola estremecer - ... sigues siendo una calienta pollas.
Me separé de ella, en cuanto las puertas del ascensor se abrieron, y caminé a paso ligero hacia mi habitación, mientras ella me seguía.
Abrí la puerta y entré, dejándola con la palabra en la boca, pero fue más rápida, y entró detrás de mí, dejándome noqueado al respecto, no esperé algo así por su parte.
- ¿No tuviste suficiente la otra vez? – le dije, intentando atemorizarla - ¿debo volver a ...? – apoyé mis dedos en su barbilla, y la levanté para que me observase – No tienes ningún tipo de amor propio, Verónica, después de lo que te hice ... vuelves a suplicarme como si nada.
- Voy a vengarme – aseguró, con la voz tomada, abriéndome la chaqueta, desaflojando mi corbata – te comeré la polla, y cuando estés a punto de correrte me detendré – sonreí, divertido, acariciando sus labios, mientras ella cerraba los ojos, con deseo.
- ¿Y crees que vas a poder dejarme a medias otra vez, Verónica? – espeté, agarrándola de la nuca, atrayéndola hasta mí – ya te lo dije, no me conformo con un trozo del pastel.
- Soy virgen, así que no puedes cogerlo todo – se quejó, tan cerca de mis labios, que hizo que me faltase el aliento.
- ¿Crees que me importa esa mierda? – espeté, agarrándola de la mano, impidiendo que pudiese alejarse de mí – si me sigues provocando ...
- ¿Serías capaz de violar a la hija de tu socio? – porfió. Me mordí el labio, porque aquella chica seguía jugando con fuego, la muy malvada
- Créeme que no sería una violación, Verónica – aseguré. Ella negó, con la cabeza, mientras yo acercaba mi rostro al suyo, acariciando con mis labios su frente, su nariz, hasta llegar a sus labios – te haría gemir tanto... - entre abrió los labios, mordiéndoselos después, mientras me desabotonaba la camisa. Esa chica traviesa me estaba haciendo caer en la tentación – que cuando vaya a penetrarte estarías chorreando.
- ¿Me dejarías gemir? – preguntó, apoyando sus manos en mi pecho, acercándose un poco más, aferrándose a mis labios, gimiendo entre cortadamente, tan pronto como mis dedos acariciaron su espalda, bajándole la cremallera del vestido.
- No voy a hacerte nada hasta que no me hagas la mejor mamada de la historia, Verónica – aseguré, engañándola. Estaba dispuesto a darle otra lección a esa niñata malcriada. Pero aquella vez iba a disfrutarlo – quiero ver tus labios alrededor de mi polla. – la agarró, aún por encima de los pantalones, comenzando después a desabotonar estos, quitándome primero el cinturón y luego todo lo demás.
- Es grande – se percató al verla dura y preparada frente a ella, de rodillas, más que lista de hacer aquello. La agarró, despacio, desenfundándola, acercando sus labios a la punta, apoyándolos en el glande, haciéndome estremecer.
Me mordí el labio, evitando gemir, pero terminé abriendo la boca, gimiendo como un loco, tan pronto como ella se la metió casi entera, joder... me gustaba demasiado, eso era un puto error, pero no podía detenerme.
La agarré de la cabeza, cuando hizo el amago de echarse hacia atrás, y la apreté, guiándola en sus movimientos, para que no se detuviese, entrando un poco más, hasta casi su campanilla.
Joder, la forma en la que esa chica me miraba, deseosa de más, con mi polla en la boca me estaba volviendo loco.
Se atragantó cuando comencé a correrme en su boca, y dejé que se echase hacia atrás, mientras yo seguía derramándome frente a ella. Ni siquiera dijo nada, o se quejó.
- ¿Por qué crees que me interesa follarme a una niñata como tú? – espeté, divertido, poniéndome los pantalones, dejándola noqueada al respecto – sólo quería ver hasta dónde estabas dispuesta a llegar para ... - me cruzó la cara, me lo merecía, estaba comportándome como un capullo.
- Esta vez no vas a dejarme a medias – me espetó, empujándome contra la cama, subiéndose sobre mí, en ropa interior, la observé, sobrecogido, porque no me esperaba algo así. Colocó las manos en mis hombros y presionó su sexo contra el mío, haciéndome estremecer – me deseas tanto como yo a ti – aseguró.
- Tú los deseas a todos – me quejé, haciendo que dejase de moverse sobre mí – sólo eres una virgen calienta pollas, una niñita malcriada de papá que ...
- No le contaré nada a nadie sobre esto – insistió, volviendo a hacer fricción entre nuestros sexos. Gemí, mientras ella sonreía. Tragué saliva, aterrado con la situación – no volveré a molestarte o a seducirte – insistió, volviendo a torturarme. ¡Dios! Bendita tortura – si haces que me corra...
- Levántate – ordené, observando cómo me obedecía, tragando saliva, aterrada con mi actitud. Me elevé de la cama, y caminé por la habitación, sin pantalones, quitándome la camisa, tirándola al suelo, mientras ella me devoraba con la mirada - ¿sabes qué pasa? – pregunté, a escasos centímetros de sus labios, sorprendiéndola – que no quiero tenerte persiguiéndome y acosándome después de esto – la cogí en brazos, subiéndola al mueble de la entrada, sorprendiéndola.
- No voy a ... - se detuvo, tan pronto como apoyé las manos en su sujetador, tenía el broche por delante y estaba decidido a quitárselo. Me eché sobre ella, mientras esta respiraba con dificultad, altamente encantada con la idea de que yo me hubiese decidido a darle placer.
Sólo era una venganza, me prometí a mí mismo, una muy dulce.
Tiró de mi cabeza hacia sus pechos, antes incluso de que hubiese logrado quitar ese broche, y echó la cabeza hacia atrás cuando sintió mis labios en ellos.
Me olvidé del maldito broche y me centré en aquello. Agarré sus pechos, sacándolos de su lugar, haciéndola estremecer, pues los apretaba tanto que parecían que iban a explotar como si fuese un globo lleno de agua.
Lamí sus pezones, haciéndola gemir, sin poder evitarlo por más tiempo.
¡Joder! Para ser una simple niña de 18 años tenía unos buenos melones, todo hay que decirlo.
Bajé las manos, aferrándome a sus caderas, retirando un poco la cabeza, mientras tiraba de sus bragas hacia atrás, quitándoselas por completo.
Ella me miró, con una mezcla de impacienta y temor, mientras yo dejaba caer la prenda al suelo.
- Tranquila – la calmé, echando una leve mirada a su cuerpo. Joder, me volvía loco, tan sólo quería hacer una cosa, a sabiendas de aquello la llevaría al placer demasiado pronto. Acerqué mi boca a sus labios, dejándola algo desorientada, y soplé sobre ellos, haciendo que abriese mucho los ojos, sorprendida, con la mandíbula abierta, emitiendo un leve gemido.
Aparté sus muslos, abriéndole las piernas, agarrándola de la cintura, atrayéndola hasta mí, hasta que mis labios tocaron su piel. Sus manos se apoyaron en la superficie del mueble y su cuerpo se arqueó hacia atrás, dejando escapar prolongados gemidos a cada tanto, mientras yo la mordía, la lamía y la succionaba, en un juego cada vez más sexual, alimentándome de sus propios jugos, que sabían a gloria.
¡Joder! Esa inexperta virgen de 18 años iba a acabar conmigo.
Demasiada responsabilidad desvirgar a una mujer, prefería que me diesen el trabajo hecho, tan sólo quería ser uno más en sus vidas, porque para mí las mujeres eran de usar y tirar, y yo no quería ser algo diferente para ellas.
El mundo es un lugar demasiado grande, demasiadas mujeres que probar aún, como para conformarse con una sola.
Sus manos agarraron mis hombros, clavándome las uñas, altamente deleitada por aquello que le hacía.
Me separé, divertido, con la barbilla llena de sus propios líquidos. Me miró, contradicha, justo iba a quejarse, cuando metí un par de dedos en su interior, sorprendiéndola, dejándola sin palabras.
La observé, altamente encantado con su expresión de placer, como un semental, introduciendo un tercer dedo, moviéndolos en círculos en su interior, hasta dar con la tecla exacta en la que se volvería loca.
Me sentía como un maldito pianista en aquel momento, estaba tocando un instrumento realmente maravilloso, porque os prometo que sus gemidos eran cómo música para mis oídos, como si estuviese escuchando ópera. Estaba a punto de llegar al final, y estaba tentado a detenerme y dejarla con las ganas, una venganza más, pero las ganas que sentía por ver su final fueron incluso mayores que las de salirme con la mía.
Su cuerpo se tersó, abrió los poros de su cuerpo y se llenó de placer, emitiendo los últimos gemidos que la llevarían a la luna, y luego todo cesó.
Saqué mis dedos de su interior, mientras ella luchaba por despertar de aquel sueño hecho realidad.
- Espera – me dijo, justo cuando iba a darme la vuelta para volver sobre mis pasos, a coger la camisa del suelo para ponérmela. Se bajó del mueble, y sus piernas temblaron ligeramente, a causa de tanto placer retenido. Lucía como plastilina – aún estás muy preparado – aseguró, acariciando mi miembro con su mano. La agarré de la nuca, echándola hacia atrás, altamente molesto con su atrevimiento, pero ella hizo caso omiso a mi orden, y apoyó sus manos en mi cuerpo, sonriente.
- Vete a tu habitación – ordené. Pero ella estaba muy lejos de obedecerme, pues en ese momento comenzó a besar mi pecho, deteniéndose en mi pezón izquierdo, lamiéndolo, metiéndolo en su boca, terminando en una suave mordida. Cerré los ojos y apreté los labios, echando la cabeza hacia atrás.
Esa chica iba a volverme loco, iba a perder la calma, y terminaría dándole duro, como tanto estaba pidiendo a gritos. Y eso era una mala idea, ella era virgen, así que no podía tomarla de esa manera, sin hacerle daño.
Esa ilusa chiquilla parecía no saber el peligro que corría, pues seguía su labor, en aquella ocasión con mi otro pezón, mientras masajeaba mi miembro, preparándolo incluso más.
La agarré del brazo, sin previo aviso, dándole la vuelta, aprisionándola contra el mueble y mis caderas, que no le dejaban tregua. Intentó soltarse de mi agarre, pero presioné mi miembro contra sus nalgas un poco más, haciéndola estremecer.
- Deja de provocarme – espeté, entre susurros, sobre su oído, encendiéndola de nuevo – date la vuelta muy despacio – le dije, haciendo la presión justa en su brazo, dejando que fuese soltándose poco a poco, di un par de pasos hacia atrás y ella aprovechó para darse la vuelta – ponte de rodillas y levanta los brazos – asintió, despacio, obedeciéndome. Caminé hacia la corbata que yacía sobre la cama, y volví hasta ella, sujetándole las manos para que no pudiese detener aquello – abre la boca – y lo hizo, mientras yo me colocaba un poco más cerca, y le propinaba una bofetada con mi polla, sorprendiéndola, metiéndosela sin más.
No necesité suplicar, ella sabía que era lo que quería. Sujeté su cabeza con una mano, presionándola contra mi miembro, mientras con la otra sujetaba sus manos.
Miré hacia abajo, repetidas veces, observando sus labios alrededor de mi polla, volviéndome aún más loco.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro