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Capítulo 37 - Una entrada triunfal.

Buenas tardes, ayer se me pasó subiros capítulo, estuve fuera de casa todo el día, literal, acabo de llegar hoy. Así que... les paso el capítulo hoy. Espero que les guste.

Ya saben que el próximo capítulo será el domingo. Disfruten :D

Buen fin de semana y feliz semana santa a los que viváis en España, a pesar de la situación caótica que estamos viviendo en todo el mundo...

Me pasé la semana añorándole cada noche, a pesar de que me llamaba a diario, dándome ánimos para lo que se avecinaba. Todo estaba listo para mi entrada triunfal, pronto me mostraría ante el mundo, le mostraría a mi padre que aquella vez había ganado, y que por supuesto, me había subestimado.

El paseo de piedra, junto a la fuente del ángel, esperaba la llegada de Christina Santos, en aquella especie de apertura que habían preparado para la presentación de la nueva dueña de los casinos, una compradora anónima, de la que no había nada de información en los medios, que se había hecho dueña del patrimonio de los Lewis, cuando este salió a subasta a causa de un error informático. Esa era la historia oficial.

El lugar era demasiado ostentoso para tratarse de un simple casino, pero era uno de los más grandes del país, de los más famosos y donde acudían más de la mitad de la población.

Un despampanante Lamborghini rojo apareció en escena, deteniendo el murmullo de todas aquellas personas, la mayoría sabía a quién pertenecía el auto, y la otra mitad conocía la información que él dio en la reunión.

Una mujer alta, de cabellos azabaches, salió del coche, con su largo vestido rojo, con un corte en la pierna, y altos tacones del mismo tono. Pendientes largos en forma de estrella del mismo tono, y los labios marcados de borgoña.

Los flashes de los periodistas no me pasaron desapercibidos, pero la indiferencia se desdibujaba en mi rostro, mientras seguía caminando, a pasos decididos hacia todos aquellos invitados, lucían sorprendidos con la escena, buscando a alguien más, como si aún no pudiesen creerse que la persona que se había hecho con todo aquel imperio fuese en realidad la hija desaparecida de Maxwell Lewis. No podía ser cierto que su propia hija se lo hubiese arrebatado todo.

- Señorita Santos – me llamó un hombre, delante de mí, era el gerente del lugar, con el mismo que había hablado en la mañana, para indicarle sobre mi entrada. Todas las miradas se pusieron en él – por aquí, por favor.

Me subí a la tarima, volviendo a quedar cegada por todos aquellos flashes, mirando hacia la multitud, sintiendo como se me secaba la boca, admirando a todas aquellas personas, sin saber qué decirles, pero había alguien entre ellos, sonriéndome, como si estuviese orgulloso de mí. Me guiñó un ojo, y fue como el maldito detonante que necesitaba para volver a ser yo.

- Quería dar las gracias a todos por venir – comencé, dedicándoles una falsa sonrisa – haré una presentación formal, mi nombre... es Verónica Lewis. Seguro que muchos me conocéis por ser la hija del antiguo dueño de todo esto, pero estamos ante una nueva era, os prometo que mi liderazgo no se caracteriza, en lo absoluto con la falsedad con la que mi padre lo ha llevado todos estos años.

Gritos se escucharon en la noche, mientras los hombres de seguridad del casino, detenían la entrada de Maxwell Lewis, mi propio padre. Tragué saliva, porque no podía darle el gusto de que me viese débil.

- ¿Cómo te has atrevido? – espetó hacia mí, mientras yo abandonaba el escenario y caminaba hacia él, con gracia al andar, hasta detenerme ante él, observando a mamá en el coche, de reojo, con el rostro plagado en lágrimas. Parecía que él había vuelto a dañarla - ¿cómo has podido...?

- Siempre pensaste que no valía para nada – le dije, sin quitar los ojos de mamá, sin mostrar ni una sola de mis emociones – pensaste que no era lo suficiente buena para seguir tus pasos... - los invitados nos observaban, mientras las fotografías eran tomadas aquí y allá - ... incluso intentaste casarme con Benjamin para no tener que ponerme al frente de los casinos, teniendo la excusa perfecta para dejarle a él al frente de todo.

- Al final... esto es lo único que buscabas de mí, ¿verdad? – rompí a reír, sin poder creer que tuviese el descaro de decirme algo así, delante de toda aquella gente.

- Quería quitarte aquello que amabas – aseguré, ante la mirada expectantes de todos en aquel lugar – mostrarte lo que se siente al vivir sin ello – comprendió a lo que me estaba refiriendo en ese justo instante – La fusión queda desecha ahora mismo, no quiero volver a tener nada que ver con ese maltratador de Benjamin Thomson.

Mi padre se soltó de uno de los de seguridad, propinándome una cachetada que dejó a todos sin aliento, y que hizo apretar los puños a Nate.

- Hablemos – sugirió, justo cuando los de seguridad intentaban detenerle, a la fuerza – una última vez, por tu madre... - miré hacia ella, y luego hacia Nate, que negaba con la cabeza, indicándome que no debía aceptar aquello.

- Usted y yo no tenemos nada de qué hablar – contesté, indicándole a los de seguridad que se lo llevasen, mientras me daba la vuelta, con la intención de volver a dar mi discurso, pero la voz de alguien me detuvo.

- Hija – escuche, quedándome helada. Era mamá, esa a la que solía aferrarme de niña, importándome bien poco que ella me apartase de malas maneras, una y otra vez – por favor, reconsidéralo, sabes lo que él hará si sigues por este camino. Habla con nosotros, por favor.

Ni siquiera sé cómo pude ser tan estúpida de aceptar esa charla, quizás porque fue mi madre la que me rogó por ella, la misma que me animó cuando le conté mis planes, cuando sentí su apoyo tras la violación de Benjamín. ¿Por qué confié en ella? Quizás me había traicionado, y ni siquiera lucía arrepentida.

- ¿Crees que no lo sabía? – preguntó mi padre, en los jardines, mientras los de seguridad nos separaban de los invitados de la fiesta, dándonos un poco de intimidad – Lo que estabas planeando hacer... - mi mirada se fijó en mi madre, una parte de mí ya lo sabía, lo que ella hizo, pero ni siquiera me estaba mirando, lucía tan arrepentida, pero yo no podía perdonarla, no de nuevo - ... supongo que quería saber si eras capaz de llegar tan lejos, Verónica – tragué saliva, fijándome en él – Pero ... ¿crees que no tengo un plan? ¿Qué voy a dejar que te quedes con todo así, por las buenas? – Le miré, sin comprender – Hace un mes, hubo una brecha de seguridad en el sistema de seguridad Santoro – le miré, horrorizada, no entendía por qué me hablaba de Nate – indagué, al respecto, porque esa brecha se produjo en nuestra casa, Verónica – sonrió, como si le produjese gran satisfacción lo que había descubierto – Cual fue mi sorpresa, cuando descubrí que había sido el propio Hércules Santoro el que violó la seguridad de su propio sistema para mirar lo que te ocurrió ese día... - negué con la cabeza, horrorizada, estaba empezando a entender su plan – ya hemos visto de lo que eres capaz, no volveré a juzgarte indebidamente después de hoy, pero ... vas a devolverme todo lo que me has quitado.

- No – me negaba, en rotundo, no después de estar en ese justo lugar. Su mano se enredó en mi cuello, apretándolo, atrayéndome hasta él, como tantas veces antes, ya estaba acostumbrada, pero pensé... que no se atrevería, en aquel lugar, con tanta gente.

- Max – le llamó mamá, haciéndole despertar de su sed de venganza, mientras yo me ahogaba, intentando liberarme, sin éxito – el casino está lleno de gente, si le haces daño aquí, todo el mundo se enterará – su mano se abrió, dejándome libre.

Me toqué el cuello, tosiendo, sofocada, sin poder creerme aquello, había intentado ahogarme, ese hijo de puta, al que me habían obligado desde pequeña, a llamar papá.

- Lo destruiré, Verónica – me dijo, haciendo que dejase de mirar hacia el suelo, y fijase la vista en él – destruiré a Hércules si no me lo entregas todo ahora mismo.

- ¡No! – me quejé, como una maldita cría caprichosa, porque no era justo, que después de todo lo lejos que había llegado fuese a perderlo todo por amor. Pero no podía seguir, ¿no es cierto? No era justo que para que yo tuviese mi venganza, él tuviese que perderlo todo.

- ¿Qué crees que ocurrirá si todo el mundo se entera de que es capaz de crear una brecha en la propia seguridad de sus clientes, para espiarlos, Verónica? – negué con la cabeza, horrorizada.

Me aferré a la baranda de mármol de aquel puente, en el que nos encontrábamos, y miré hacia el jardín que había a nuestro alrededor. La vida puede ser muy cruel a veces, conmigo lo era la mayoría del tiempo.

- ¿Qué decides, Verónica? – insistió papá, mientras mis lágrimas caían. Había estado tan cerca de conseguirlo, que casi había podido rozar la victoria con los dedos.

- Galaxy – llamé hacia la nada, haciendo que papá se fijase en mí, que no entendía cómo podía llamar al coche de Santoro en un momento cómo aquel – deshazlo todo – sabía que ella me estaba escuchando, que estaba en todas partes, sólo por seguir cuidando de mí.

- Lo harás tú – espetó papá – te subirás al escenario, y le contarás a todos que sólo era una broma pesada que querías gastarme, para demostrarme que podía confiar en ti – asentí, estaba dispuesta a aceptarlo todo con tal de salvar a Nate.

- No – le detuvo, en aquella ocasión mamá – es mucho mejor si ella sigue al frente, haciéndoles creer a todos que el casino tendrá una nueva líder, pero serás tú el que la domine, el que esté en la sombra – mis lágrimas cayeron en cuanto la vi allí, proponiendo aquello, poniéndose de su parte, dejándome desnuda, desamparada, sola, justo como siempre supe que estaba. Él sonrió, triunfante.

- Me lo devolverás todo, excepto la presidencia, quiero que seas una marioneta en mis manos, Verónica – negué con la cabeza, horrorizada – sí creíste que era cruel, no sabes lo que te espera ahora...

- Papá, por favor – supliqué, mientras él rompía a reír, burlándose de mí, justo como siempre hacía – por favor...

- Ibas bien encaminada, Verónica – me dijo mamá, justo cuando papá se marchó. La miré, llena de reproches, sin comprender por qué me había hecho aquello. Confié en ella, creí que me salvaría, que me ayudaría, pero ... volvía a clavármela por la espalda – pero cometiste un solo error, si tan sólo no te hubieses enamorado de él lo habrías logrado – la observé, sin comprender, dejando que mis lágrimas cayesen – el amor te hace débil, eso es lo que siempre te dije.

- Mamá, ¿por qué? – pregunté, hacia ella - ¿por qué me traicionaste? Creí en ti, pensé que ...

- ¿Pensaste que me pondría de tu parte? – preguntó, riéndose, como si todo aquello le hiciese gracia – Lo estaba, podrías haberme conseguido a mí también, pero te involucraste con Hércules Santoro – espetó, tremendamente molesta. No entendía nada, no podía ser que estuviese tan molesta por eso – Ese hombre está jugando contigo, hija, ¿es que no te das cuenta?

- No, mamá, él no...

- ¿Te acuerdas de Susana? – pregunté. La observé, sin comprender, asintiendo. Por supuesto que recordaba a nuestra criada, si cuidó de mí como si fuese una madre, prácticamente me crio y me ocultaba cuando papá venía borracho, para que no arremetiese contra mí - ¿por qué crees que se fue de la casa? – negué, sin saber a qué se estaba refiriendo – Hércules se obsesionó con ella, no dejaba de frecuentar la casa, la atosigaba a diario, ¡incluso la embarazó, Roni! – negué de nuevo, sin poder creer aquello, porque el Nate que yo conocía no era así – Ese hombre es así, mi nena, se obsesiona con las mujeres hasta que las consigue, y luego... - mis lágrimas seguían saliendo, era incapaz de detenerme - ¿ya te has acostado con él? – quiso saber, no contesté, sólo bajé la cabeza – Entonces te abandonará dentro de poco – volví a negar, porque no entendía cómo una mujer a la que llamaba madre, podía hacerme tanto daño – pero a eso ya estás acostumbrada, ¿no es cierto, mi nena? – se marchó después de eso, dejándome allí, completamente destrozada.


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