Capítulo 30 - El mejor sexo de la historia.
Buenas tardes.
Les dejo con el capítulo de hoy.
Espero que les guste :D
Ya ni siquiera sabía dónde estaba o quién era, pasar el día follando con el hombre más sexy del mundo, sin ni siquiera comer nada, alimentándonos el uno del otro fue especial, pero estaba tan agotada, que ni siquiera podía reaccionar, ni siquiera cuando nuestras tripas crujieron. Podía sentir sus caricias en mi cabeza, y su respiración calmada junto a mí.
- Si esto es un sueño no quiero despertar nunca – dije, en voz alta, haciéndole sonreír.
- Vamos a cenar – me dijo una vez más, mientras yo seguía haciéndome la remolona un poco más. Se sentía demasiado bien allí, junto a él.
Fue agradable, cenar, frente al mar, junto al hombre más sexy del plantea, el mismo que había tenido entre mis piernas durante todo el día. Al final lo había conseguido, despertar interés en el hombre que siempre había llamado mi atención, pero ¿por qué estaba tan asustada? Quizás era porque él era la única persona que quería aferrar a mi lado.
- ¿Qué? – preguntó él, limpiándose las comisuras de los labios, preocupado por que tuviese restos de comida en ellos - ¿me he manchado? – alargué la mano, apoyándola en su barbilla.
- ¿Cómo pudiste hacerlo? – quise saber. Me miró, sin comprender, mientras yo sentía esa sensación caliente invadiendo mi vientre, me moría por volver a sentirle dentro de mí - ¿cómo pudiste resistirte todo este tiempo, conmigo? – rompió a reír, atragantándose incluso con el trozo de tomate. Se veía que le gustaba comer sano, no había más que mirar lo que solía cenar, ensalada en las noches – joder, Nate, estoy deseando que vuelvas a colarte dentro de mí – sonrió, para luego agarrar mi silla, tirando de esta hacia él, le miré sin comprender, hasta que su mano se apoyó en mi pierna, acariciándola, hasta llegar a mi sexo, aún por encima de las bragas, haciéndome estremecer.
- Podría darte a probar de tu propia medicina – se quejó. Le miré con atención, mientras me mordía el labio, al sentir como su mano entraba dentro de mis bragas, se metía entre mis pliegues y acariciaba ese punto que me hacía enloquecer – pero esta vez no creo que pueda resistirme a esas curvas, Roni – apartó la mano, volviendo a meter un poco de ensalada en su boca, masticándola sin más. Le agarré de la camisa, molesta, haciéndole reír.
- ¿Tienes idea de lo mucho que me gustas? – me atreví a decirle, haciendo que perdiese la sonrisa, y se quedase mirándome, con atención. Sucedió entonces, se limpió la boca con la servilleta, dejando luego el tenedor sobre la mesa.
- Creo que hemos comido suficiente por hoy – aseguró, tirando de mi mano, obligándome a levantarme, para luego conducirme a la habitación.
Entramos entre risas y bromas, lanzándonos a los labios del otro, dejando la entrada atrás, desnudándonos, sonriéndonos de vez en cuando, ni siquiera me dejó recuperarme, cuando ya me tenía en sus brazos, pegándome a la pared, clavándose duro en mi interior, sin tan siquiera haber llegado a la cama.
- Tienes razón – aseguró, entre gemidos - ¿cómo he podido resistirme a esto? – rompí a reír, pero no pude hacerlo por mucho tiempo, pues el placer que él producía en mí era demasiado intenso, y no tardé en gemir como una posesa, pidiendo más de él.
En aquel momento, ni siquiera podíamos pensar en los preliminares, no cuando nos deseábamos tanto, así que terminamos en el suelo, terminando aquello que ambos deseábamos.
Nos sonreímos el uno al otro, como dos idiotas, mientras él acariciaba mi mejilla con el dorso de la mano y yo aprovechaba para acariciar su barbilla, cubierta de pelo.
- No voy a aceptar que te acuestes con otras esta vez – rompió a reír, negando después con la cabeza - ¿vas a ser monógamo, Nate? ¿sólo por mí?
- Haré cualquier cosa si puedo retenerte a mi lado – contestó, sonreí, pero pensé en sus palabras por un momento – esta vez incluso puedo meterla en caliente y sigo igual de enganchado, eso quiere decir que no me estoy volviendo loco ¿no?
- Tomémoslo con calma – pedí, asintió – tú no estás acostumbrado a tener novia.
- ¿no te sirve con que quiera intentarlo por ti? – asentí, porque reconozco que me servía, sólo con tenerlo a mi lado, con poder acostarme con él cada noche.
- ¿Quieres que lo mantengamos en secreto? – quise saber, apoyando el codo sobre el suelo, sujetándome la cabeza con la mano. Sonrió.
- Ni siquiera he pensado en lo que quiero hacer con respecto a eso, Roni. Sólo sé que te necesito aquí, podemos pensar en todo lo demás luego ¿no? – asentí, abalanzándome sobre él, abrazándole, con fuerza, mientras él hacía justo lo mismo, besándome la cabeza después, clavándome la barba en ella. – pensé que estaba obsesionado contigo porque no podía tenerte – tragué saliva al escuchar aquellas palabras, y él pudo notar mi incomodidad – estoy incluso más ansioso por ti, después de haberte conseguido – sonreí, su forma de declarase siempre fue distinta a cualquier otra, hablando sobre sus sentimientos, pero sin dar demasiados detalles, sin llegar a ser un tío ñoño – se me ocurre una idea, ¿por qué no vamos mañana a disfrutar un poco más de la ciudad? Siempre podemos posponer...
- No – contesté – necesito cerrar viejas heridas de una vez, Nate – él sabía exactamente a lo que me estaba refiriendo – necesito vengarme de ese cabrón.
- No – me dijo él – tú sólo vas a mirar, no dejaré que te enfrentes a él – iba a contradecirle, pero entonces dijo algo más – no voy a perdonar lo que te hizo, Roni. Necesito matarle yo mismo.
- No quiero que le mates, Nate – me atreví a decirle. Me miró, sin comprender – quiero que le des una buena lección, pero nada más – se levantó, molesto, comenzando a vestirse, mientras yo hacía lo mismo, agarrando el albornoz, colocándomelo – Nate...
- Ese tío ha perdido el derecho a vivir, Roni – me espetó, lucía tremendamente enfadado – cuándo se atrevió a ponerte una mano encima perdió cualquier derecho a existir, nena...
- Nate, no puedes decidir...
- ¿No puedo? – lucía tan molesto, que parecía irreal. Agarré su brazo, indicándole que estaba a su lado – esto no es negociable, lo mataré con mis propias manos, nena – tragué saliva, porque no podía reconocer a ese hombre con el que hablaba, negando con la cabeza después – si no puedes soportarlo, será mejor que no estés allí cuando suceda.
- Hablas como un gánster – me quejé, tomándomelo en broma, pero él estaba hablando muy en serio.
- Todo el mundo sabe que nadie se mete con Hércules Santoro, ¡nadie, joder! – asentí, porque yo, al igual que muchos otros habían escuchado historias sobre él. La más importante, él era el sobrino de uno de los más importantes capos de la mafia italiana, y sus padres murieron en medio de una guerra por el poder. Ni siquiera sabía si eso era cierto o no, sólo quería comprenderlo, aunque en aquel momento no lo hacía – Ese hijo de puta se atrevido golpear a mi chica – me dejó sin palabras, la forma en la que él me denominaba me desarmó – no contento con eso... también la violó. ¿Crees que va a quedar inmune, Roni? No, no voy a perdonarle.
- Castígale – acepté, porque yo también necesitaba hacerle sufrir a ese cabrón – pero, no lo mates – se rio, frustrado, porque yo no entendiese la situación – Nate, hazlo por mí – se detuvo, y me miró, sin entender lo que quería decir – prométeme que no vas a matarle.
- No – contestó, pero me acerqué a él, altamente segura de mí misma, haciéndole dudar, acercando mi boca a la suya.
- Prométemelo – supliqué, negó con la cabeza – por favor, Nate. No puedo dejar que pierdas todo lo que tienes ahora por culpa de ese cabrón, por mi culpa... - levantó la mano, acariciando mi mejilla, calmándome – eres un hombre exitoso, no dejaré que lo eches todo a perder por una mujer – insistí, sorprendiéndole – aunque esa mujer sea yo – asintió, y yo no podía creer que lo hubiese logrado.
- Lo haré – prometió – le perdonaré la vida. Pero te quiero en mi cama, cada maldita noche de mi vida – sonreí, porque él volvía a bromear, y eso sólo podía decir una cosa, lo había convencido.
- ¿Eso es una propuesta de matrimonio? – rompió a reír, divertido, rompiendo aquella esfera incómoda de hacía un momento - ¿no crees que es demasiado pronto para ...?
- Si vuelve a ponerte una mano encima...
- No pasará – le prometí, aun así, él no se detuvo.
- Si vuelve si quiera a dirigirte la palabra... le mataré, Roni – tragué saliva, incómoda con la situación – dime que lo entiendes – asentí, sin decir nada – no puedo volver a perder a nadie más – nuestros labios se encontraron, sellando aquel pacto, haciendo que aquello se volviese incluso más intenso de lo que ya era.
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