Capítulo 27 - Mi primera vez.
Buenas tardes.
Aquí les dejo el capítulo de hoy, espero que lo disfruten :D
No volvimos a hablar sobre sentimientos, no cuando ella estaba tan afligida por lo que ese hijo de puta se había atrevido a hacerle. Os prometo, que, si antes tenía ganas de matarlo, ahora tenía ganas de mucho más. No podía creer que ese capullo le hubiese quitado la opción de elegir a quién entregar su primera vez.
Ni siquiera podía pensar en otra cosa, no cuando veía su rostro entristecido al mirarme, cada día que estuve en el hospital, cuidándola, ni siquiera cuando la cargué hasta el coche y la traje hasta allí, el lugar en el que me encontraba, abrazándola, emitiendo varias caricias en su hombro, mientras ella apoyaba la cabeza en mi pecho y se queda ahí, por un largo rato, sin decir nada, no lo necesitaba para escuchar mi corazón. Besé su cabeza, y dejé que mi mente divagase un poco más.
Me sentía tan impotente, sin poder hacer nada para hacerla sentir mejor, iba a matar a ese hijo de puta, lo juro, nada podría salvarle de mí, no después de haber dañado a mi palomita.
- Me vengaré – dijo, en voz alta, sin dejar de aferrarse a mi cuerpo de aquella manera – me vengaré de todos los que me hicieron daño – no dije nada, no podía. Quizás porque aún me sentía como un capullo, un subnormal, que aun sabiendo lo que su padre le hacía, no lo detuve, ni una sola vez – sólo quiero que me des la oportunidad de hacerlo a mi manera, Nate.
- Con Thomas no – contesté, sorprendiéndola, pero sin moverse aun – se ha convertido en algo personal.
- Quiero estar presente – pidió, y ni siquiera me sorprendí, porque sabía que ella necesitaba verle sufrir, necesitaba sanar las heridas que ese hijo de puta había abierto – prométeme que ... - su voz se quebró, y yo sólo volví a besar su cabeza, hundiendo mi nariz en sus cabellos, olían tan bien, que no quería moverme de allí.
- Cuando lo capture, serás la primera en saberlo – sonrió, agradecida, limpiando sus lágrimas en mi camiseta, sin querer marcharse a ninguna parte aún.
Levantó la cabeza, antes de que hubiese podido decir nada más, y me abrazó, escondiendo su cara en mi cuello, aterrada. Sabía que estaba llorando, porque me estaba mojando la piel. Le apreté la cabeza, intentando calmarla, escondiendo mis labios debajo de oreja, besando ese lugar. Buscando hacerla sentir mejor.
- Lo siento... - levantó la cabeza, aterrada, negando con la cabeza - ... lo siento tanto, Nate. Yo no quería que pasara todo esto, no quería que tuvieses que hacer nada, ponerte en peligro y ... - negué con la cabeza, mientras me aferraba con ambas manos a su hermoso rostro.
- Nada de esto ha sido culpa tuya.
- Sí que lo ha sido – se quejó, volví a negar con la cabeza, mientras ella asentía – hay cosas que tú no sabes... yo ... intenté dejar de ser invisible a tus ojos, quería que te fijases en mí, al menos una vez... - sus lágrimas cayeron, y yo sonreí, no os podéis imaginar lo mucho que sus palabras significaban para mí. Siempre lo sospeché, que todo lo que ella estaba haciendo era para llamar la atención de alguien, pero jamás pensé que ese alguien pudiese ser yo – si no hubiese soñado con todo esto, no habría despertado el interés de todos esos chicos, y Benjamín nunca le hubiese sugerido a su padre lo de la fusión entre casinos... - su voz se quebró, sus lágrimas aparecieron, y yo volví a limpiarlas - ... daría lo que fuese por volver atrás, a la época en la que era feliz con sólo una mirada tuya si con eso evito todo este sufrimiento.
- Fui un idiota – fue lo único que dije, haciendo que me observase, sin comprender a lo que me refería – por no hablar contigo ni una sola vez.
- Sólo eras alguien que hacía negocios con mi padre, no era nada para ti, Nate. Entiendo que no lo hiciste por eso – sonreí, con calma.
- Lo eres todo para mí ahora – sonrió en cuanto me escuchó decir aquello – quiero intentar esto contigo – asintió, aceptándome, a pesar de costarle horrores hacerlo, sabía que era difícil para ella – debes sentirte especial, porque eres la primera con la que no quiero ser un cabrón.
- Nate, yo... - tragó saliva, aterrada con sus propios sentimientos, la calmé, con una sonrisa - ¿puedes darme un poco más de tiempo? – asentí, dejando caer mis manos, aferrándome a las suyas.
- Ya te dije que te daré todo el que necesites – la calmé, volviendo a sonreír, mostrándole con ello que todo estaba bien. Con ella quería hacer lo imposible, por duro que me pareciese, sólo por hacerla sentir a salvo.
- Perdóname, por no ser lo que esperabas – negué con la cabeza, volviendo a levantar las manos para aferrarme a su precioso rostro.
- Eres justamente lo que necesito, Verónica – aquello me salió del alma, pero os prometo que era lo que sentía en ese momento. Me abrazó, agradecida de que a pesar de todo estuviese a su lado.
No dije nada cuando volvió a recostarse sobre mi pecho, en aquel sofá, o cuando levantó la pierna para estar más cómoda, emitiendo un leve quejido al hacerlo. Mi chica aún estaba convaleciente, después de haber sido apuñalada y mordida por ese animal.
- Con cuidado, pequeña – le dije, aferrándome a ella, mientras sentía la calidez de sus manos, que me abrazaban de esa manera, aterrada de dejarme ir, pero lo que ella no sabía era que yo no iba a dejarla marchar a ninguna parte.
El teléfono, el maldito teléfono interrumpía ese maravilloso momento, ni siquiera tenía ganas de cogerlo, si no llega a ser por Galaxy, ni siquiera lo hubiese echo.
- Lo hemos encontrado, señor Santoro – se escuchó la voz de nuestra amiga, saliendo del televisor. Descolgué el teléfono mientras que mi preciosa chica se echaba hacia atrás, observándome, empezando a comprender la situación.
- Nate – me llamó Carlos, al otro lado – lo tengo en la nave, Iván le ha dejado a oscuras, tras tirarle un cubo de agua por encima, ¿qué quieres qué hagamos con él?
- Lo quiero desnudo, a oscuras, con un chorro de agua congelada cayendo sobre él, atado de los brazos – ordené, ante la mirada atónita de Roni – voy a tardar un par de días en volver, y quiero que ese hijo de puta sufra cada minuto.
- No sé si el capullo aguantará tanto tiempo, tío – sonreí, divertido, pensándole en esa situación. No podía evitarlo, el dolor de ese tipo creaba en mí una satisfacción que creía olvidada.
- Me da igual cómo lo hagáis, ya sea alimentándole con papilla, o enchufándole una vía, pero lo quiero vivo cuando llegué, Carlos.
Colgué el teléfono y miré hacia ella, lucía ansiosa por vengarse, pero yo no podía dejar que lo hiciese aún, quería calmarla primero, tranquilizarla y quitarle esa idea de la cabeza, no quería que ella tuviese esos tipos de sentimientos dentro. Yo me acostumbré a lidiar con ellos, pero fue muy difícil, así que... no quería que ella tuviese que pasar por algo así.
- ¿Por qué dos días? – preguntó, sentándose, junto a mí, lucía tan adolorida, porque sus heridas aún no habían curado, pero ella quería enfrentarse a ese cabrón fuese como fuese – necesito hacerlo ya, Nate. Necesito... - negué con la cabeza, agarrándola del rostro con ambas manos, acercándome a ella.
- Aún no estás preparada – negó con la cabeza, en señal de que no estaba de acuerdo – te necesito de una pieza, no puedo permitir que tengas una recaída porque tus heridas no han sanado aún, Roni – ella lo entendió, y no opuso resistencia – eres una mujer fuerte, así que sé que saldrás de esta, pero antes de enfrentarte a él, tienes que estar recuperada, pequeña – asintió, dejando escapar algunas lágrimas.
- Gracias, Nate – agradeció. Asentí, en señal de que todo estaba bien – no sé qué haría sin ti – la observé con calma, mientras ella miraba hacia mis labios, altamente deseosa de hacerlo, pero tenía tanto miedo, así que... lo hice por ella.
La besé.
¡Dios! Casi había olvidado lo bien que se sentía al besarla.
Ni si quiera me di cuenta de lo que sucedía hasta que la escuché quejarse, y me di cuenta de que me encontraba sobre ella, con mi pelvis chocando su sexo.
¡Joder! Me moría por acostarme con ella, a pesar de lo mucho que quería protegerla y respetarla, no podía negar mis instintos básicos.
- Lo siento – me disculpé, echándome hacia atrás, pero ella me detuvo, aferrándose a mi camiseta, tirando de ella para que volviese a besarle, y lo hice. Deteniéndome un momento, para mirar hacia su pierna, que hacía lo posible para que no la rozase si quiera.
La acaricié, despacio, ante su atenta mirada, lleno de curiosidad, quería ver esa herida, a sabiendas del daño que eso podría hacerme.
Me acerqué a ese punto, ante su atenta mirada, besando la piel desnuda de su piel, haciéndola estremecer, sin dejar de mirarme. Rodeé el apósito, fingiendo no estar interesado, apoyando los dedos en el borde, agarrándolo, levantándolo poco a poco, mientras ella me detenía.
- Tranquila – la calmé, retirando sus dedos, quitándole el apósito, observando aquel mordisco, la dentadura de ese cabrón allí, lo tenía amoratado, y coagulado. Acerqué mis labios a ese punto, besándolo, despacio, temiendo hacerle daño – voy a recorrer cada parte de tu hermoso cuerpo con mis labios – le dije, haciéndola sonreír. Volví a acercar mi boca a su muslo, justo cuando ella me detuvo, agarrándome el rostro. La miré, sin comprender.
- ¿Puedes hacerlo más tarde? – entendí su pregunta en seguida, ella aún estaba asustada – necesito vengarme de él primero – asentí, sentándome a su lado, sintiendo su abrazo después, junto a sus sollozos. Tenía tanto miedo, mi pequeña – lo siento, lo siento.
- Todo está bien – aseguré, agarrándola para apartarla de mí, sujetando su cabeza con mis manos – te dije que te esperaría, Verónica.
- Me gustas, Nate – se atrevió a decirme. Su confesión me hizo feliz, tanto, que ni siquiera puedo describirlo con palabras – mucho.
- Y tú a mí, preciosa. – la besé de nuevo, sin intentar nada más, ella no necesitaba que yo fuese un capullo, y yo estaba dispuesto a ser un buen hombre, por ella – Escucha, no tienes que volver a asustarte de mí nunca más, no intentaré nada, lo prometo – asintió, agradecida, antes de hablar.
- Quizás deberíamos ir a hacer un poco de turismo – negué con la cabeza, no quería moverme de allí, apenas habían pasado cuatro días desde que la habían herido – podemos ir despacio, me sentaré cuando esté cansada, y no me soltaré de tu mano – sonreí, incluso rompí a reír, lo estaba haciendo sonar como si fuese una niña pequeña – es la primera vez que el chico que me gusta al fin se fija en mí – ensanché la sonrisa – quiero hacer todas las cosas que hacen las parejas normales, en este lugar, donde nadie nos conoce.
- ¿Qué quieres hacer? – pregunté, porque si me lo pedía así, estaba seguro que podría hacer cualquier cosa, incluso ir a la luna y volver si me pedía una muestra de tierra lunar.
- Quiero pasear por la calle cogidos de la mano y ... quiero compartir un helado contigo, que nos saquemos fotografías, reír y reír, sin pensar en nada más, y ...
- Haremos todo eso – prometí, haciéndola sonreír. Esa sonrisa me dio la vida. Quería hacerla feliz, como jamás quise algo en toda mi vida – y cualquier otra cosa que se te ocurra – asintió – voy a ayudarte a ducharte y luego iremos a hacer cualquier cosa que quieras, Roni.
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