Capítulo 24 - Enfrentamiento.
Buenas tardes...
Aqui les dejo el capítulo de hoy, espero que lo disfruten y que les guste :D Sin más dilación, aquí está! Es un capítulo fuerte, muy caótico, pero prometo que les va a gustar lo que se avecina.
Las olas rompían contra las rocas, ese caótico sonido me embargaba, mientras el miedo se expandía por cada poro de mi cuerpo, al mismo tiempo que mi cabello era movido por el viento. No tenía escapatoria, pues Nate estaba en mi habitación y ... Galaxy, ella era la única que podía ayudarme en aquel momento, pero no tenía ni idea de cómo avisarla de que estaba en peligro.
La bilis se amontonó en mi garganta tan pronto como sentí el peso de su cuerpo en mi espalda, y sus brazos aferrándose a mí, aun así, me quedé inmóvil, estática, sin apenas reaccionar, no podía volver a pasar por lo mismo, no quería que ese maltratador volviese a hacerme daño, no cuando ya me sentía a salvo de todo aquello.
- Vamos a jugar a un juego muy divertido, Roni – sus asquerosas palabras revotaron en mi cuello, y yo me centré en un punto fijo, observando como la espuma que formaban las olas se disipaba – voy a hacerte tres preguntas, a las que tienes que responder con un simple "sí" o "no". Si lo haces bien, te llevaré con tu padre, sana y salva, y no le contaré nada sobre tu escapada a la española. Pero... sí dices una sola mentira, te morderé y podré castigarte cómo se me antoje, antes de llevarte con él – ni siquiera dije nada, pues sabía que él estaba deseando oírme decir una mentira, para poder hacerme daño – Dime que has entendido las normas, Roni – pidió. Asentí, porque no podía decir nada más, él sonrió, tan contento, que sus rasgos se desdibujaban por la maldad que había dentro de él - ¿Te has follado a ese hijo de puta?
- No - contesté, con rapidez, porque no quería que él tuviese problemas con mi padre, ni con nadie en realidad. Siempre lo supe, que Hércules Santoro, pese a las apariencias y malas lenguas, era un buen hombre.
- Buena chica – dijo, apretándome contra la barandilla con su pelvis, despertando a su dormido amigo, excitado ante la sola idea de hacerme daño – segunda pregunta, ¿tienes sentimientos por ese capullo?
- Sí – admití, haciendo que sus labios se presionasen contra la piel desnuda de mi cuello. Sabía que era lo que iba a hacer a continuación, pero ni siquiera me moví o me interpuse. Sus dientes mordieron mi cuello, fue algo suave, sin maldad, soltándolo delicadamente después.
- No te preocupes, eso podremos arreglarlo cuando estemos casados – aseguró, volviendo a apretarme un poco más. Su erección había crecido considerablemente, al igual que sus ganas de dañarme – tercera pregunta, ¿siente el algo por ti?
- No – contesté, pero esa esa vez no estaba tan segura de mí misma, no podía dejar de pensar en cada cosa que hizo por mí, sobre todo en la paliza que le dio a Jacob. ¿Por qué le hizo daño de esa manera en cuánto vio que él iba a hacerme daño? Si le hizo eso a Jacob... ¿qué no le hubiese hecho a Benjamín? Pero... ¿por qué no lo hizo?
Su fuerte agarre, en mi muñeca, obligándome a darme la vuelta me hizo despertar de mi ensoñación. Mirar hacia la cara de aquel tipo, nuevamente, fue lo peor que he hecho en mi vida.
- Así que Hércules Santoro tiene sentimientos por una puta como tú – añadió. Abrí mucho las facciones, con sorpresa - ¿qué? ¿creías que no conocía el nombre del cabrón al que le mandaste el mensaje? – tiró de mi mano por el jardín, mientras yo intentaba resistirme, soltarme, sin éxito alguno – si me acompañas sin montar una puta escena, juro que dejaré a ese tipo, que no le contaré nada de esto a tu padre – tragué saliva, serenándome en seguida. Tenía que hacer esto por él – y pensar que ... las putas sospechas de tu padre eran fundadas, ese tipo no era de fiar. ¿qué? ¿no sabías que ha sido ese tipo el que te ha delatado, inconscientemente? – lo comprendí entonces, la razón por la que Benjamín estaba allí. Mi padre lo había mandado a seguir a Nate, por tener sospechas sobre él, y así me habían encontrado – sube – ordenó, al llegar al auto que había alquilado.
Condujo sin rumbo fijo, poniendo caras de satisfacción cada vez que pensaba en una nueva barbaridad que hacerme, agarrándose su miembro, altamente excitado.
Dio un volantazo y acabamos en uno de los callejones de una urbanización oscura, cerca de la playa. Echó el seguro para que no pudiese huir a ninguna parte y entonces me pegó una cachetada tan fuerte, que no esperé, logrando que mis lágrimas apareciesen solas.
- Oh, Verónica, no sabes lo mucho que disfruto haciéndote daño – mis lágrimas cayeron, porque estaba plenamente aterrada, pues sabía que él podría hacerme cualquier cosa. Acarició mi mejilla con el dorso de la mano – Tranquila, prometo que esta vez te gustará más – negué con la cabeza, mientras él metía su mano entre mis piernas, a pesar de lo mucho que me resistía, acariciándome el sexo, bruscamente, parecía realmente deseoso por poseerme – ven aquí – tiró de mis piernas, colocándome con la espalda en la puerta, acercando su boca a mi sexo, mientras yo seguía luchando, sin éxito. Mordió mi ingle, despacio, hundiendo luego su nariz en mi vagina, como si olerme de esa forma le produjese gran placer. Ni siquiera vi venir lo que hizo a continuación, pero cuando sus dientes se aferraron a mi muslo izquierdo, y apretaron con fuerza, tuve que gritar, de dolor, mientras mis puños le golpeaban la cabeza, intentando soltarme. Su defensa no se hizo esperar, me agarró de los brazos, y siguió haciendo presión en mi piel.
- Benjamín, por favor – supliqué, con gran escozor en la pierna, incluso podía sentir como me la desgarraba, como sus dientes penetraban en ella – por favor, te haré la mejor mamada de la historia, te lo juro, pero ... - sus dientes se apretaron más y yo tuve que gritar de dolor, forcejeando, sin éxito. Se elevó en cuanto consiguió lo que quería, hacerme sangrar. Ni siquiera quería mirar hacia la pierna, pero estaba tan asustada que terminé haciéndolo. Tenía su dentadura señalada, la sangre coagulada, y parecía que por los colmillos había perforado la piel. Quitó el cierre de seguridad y me observó, divertido.
- Sal y entra en la parte de atrás – me dijo – túmbate boca abajo, quiero follarte – me quedé en la misma posición, mientras él se molestaba al respecto, salía del coche, rodeándolo, abriendo mi puerta, agarrándome del brazo, obligándome a salir, apoyándome sobre el capó. Justo iba a decir algo cuando sentí la hoja de su navaja apretándose mi cuello - ¿debería causarte más dolor para que aprendas a respetarme, Roni? – negué con la cabeza, horrorizada, evitando mirar hacia él, que sonreía con satisfacción en ese justo momento – si intentas escapar te clavaré la navaja en el estómago, zorra – asentí, en señal de que lo había entendido – sabes que no me conformaré con hacerlo una sola vez. Lo haré tantas veces... hasta que te desangres en mis manos – tragué saliva, aterrorizada, mientras él apoyaba la mano con la navaja en el capó, dejándome un poco de espacio. Sabía que era lo que quería, así que se lo di.
Me di la vuelta, despacio, apoyando mis manos en el capó del coche, ofreciéndole mi trasero, mientras él se desabrochaba los pantalones. Ni siquiera quería pensar en qué era lo que vendría a continuación, aún me escocía la pierna y dolía horrores, mis lágrimas no podían cesar, sólo podía pensar en lo estúpida que fui, podría estar aún en esa habitación con Nate, o haberme quedado en esa fiesta sin él. Una pregunta rondó mi mente entonces, logrando que mi miedo fuese incluso mayor: ¿estaría él observándonos a Nate y a mí en la playa, cuando bailábamos?
Me arremangó el vestido y bajó las bragas, lo suficiente para dejar mi trasero al descubierto, con una sola mano, pues la otra aún estaba apoyada sobre el capó.
Me golpeó la cacha izquierda, gimiendo, en cuanto me quejé, me había dado demasiado fuerte. Acercó su erección a mi sexo, pero se detuvo, de pronto, en cuanto unas luces nos alumbraron. Se acercaba un coche.
- Un solo movimiento en falso y te mato, hija de puta – me dijo, subiéndose los pantalones, dejándome un poco de espacio para que me subiese las bragas y me colocase bien el vestido.
El auto se detuvo junto a nosotros, pero no apagó las luces cuando bajó, y creo que dejé de respirar en cuanto le vi. Era Hércules Santoro. Mis lágrimas silenciosas seguían saliendo, pero su mirada estaba fija en mi pierna, parecía que la herida que tenía en el muslo estaba soltando sangre, aunque de forma muy débil, apenas imperceptible.
Estaba enfadado, furioso, podía notar como apretaba los dientes, y los puños, pero cuando miró hacia Benjamín, sólo sonrió, como si toda aquella situación le hiciese gracia.
- Será mejor que la sueltes, si lo haces ahora, prometo que te dejaré vivir – le dijo, logrando que ese maltratador de mierda rompiese a reír. Aferrándose a mí con la mano que aún estaba apoyada en el capó, amenazándome con la navaja. Sentía la afilada hoja atravesando la tela de mi vestido, llegando a mi piel, clavándose en ella.
- Creo que olvidas quién es el que tiene el derecho de amenazar aquí – contestó, mientras mi labio temblaba, tenía demasiado miedo, diré en mi defensa – olvídate de ella y lárgate de aquí – la mirada de Nate se fijó en mi estómago, ese que Benjamín seguía punzando.
"Nate, vete, por favor" – eso era lo que quería decirle, pero mi mente y mi cuerpo se habían quedado estáticos, no podía reaccionar, no cuando sentía mis propios sentimientos agolpándose, aterrados de no poder pasar de ese día, de no poder vivir tantas cosas que aún ni siquiera había podido tocar con los dedos.
- ¿No me has oído, capullo? – espetó Benjamín, molesto con aquella situación - ¡Vete de aquí de una puta vez, joder!
- Si la quisieses muerta la habrías matado esa noche en su casa, no te habrías detenido, tío – aseguró Nate – pero ... no puedes matarla, porque es la hija de tu suegro y ... - las carcajadas de Benjamín desdibujaron la escena.
- ¿Crees que no me atreveré a hacerlo? – preguntó, apretando un poco más la navaja, penetrando en mi piel, mientras yo intentaba soltarme, sin éxito, emitiendo un prolongado alarido de dolor, logrando que mi agresor sonriese, mientras Nate seguía temiendo por mi vida – la mataré si con eso puedo hacerte daño, Santoro. ¿Sabes cuánto tiempo llevo esperando este momento?
Nate negaba, aterrorizado, mientras Benjamín sonreía, con malicia, retirando su mano, parecía que iba a rendirse, incluso me calmó, considerablemente. Ni siquiera vi venir su próximo movimiento, cuando lo hice ya era tarde.
Hundió la navaja repetidas veces en mi estómago, ante la mirada de pánico de Santoro y mi propia sorpresa.
Mi vestido pronto se tiñó de sangre, el dolor y el miedo me embargaron, me tambaleé y caí al suelo, observando la escena, desangrándome en aquel oscuro callejón.
- ¡Noh! – gritó Nate, corriendo hacia mí, mientras Benjamín se alejaba, metiéndose en su coche, marchándose de la escena, mientras él dudaba entre perseguir a ese tipo y quedarse a mi lado.
Sentí sus manos presionar sobre mis cuatro heridas, ¿cuánto tiempo me quedaba? ¿cuánto tiempo tarda uno en morir desangrado?
Él negaba con la cabeza, sin poder creer que una cosa así estuviese sucediendo. Sabía que iba a morir, que lo último que vería serían sus ojos, antes de abandonar este mundo cruel.
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