Capítulo 22 - Un tesoro.
Buenas tardes.
Hoy les traigo el último capítulo de esta semana, espero que les guste. Recuerden que la semana que viene habrá otros tres capítulos más. Ya viene el desenlace, poco a poco, espero que lo disfruten :D
Narrado por Verónica.
España, la maravillosa tierra ibérica del sol.
¡Oh!
Podía acostumbrarme a aquello, os lo aseguro, con mi gin-tonic en mano, un bañador negro y gafas de sol, me ponía morena debajo de este, dejando que sus rayos me penetrasen. Iba a coger buen color, al menos de algo serviría aquel destierro.
Jueves. Y allí estaba, con Tablet en mano, dispuesta a pujar como jugador anónimo, gracias al talento innato de Galaxy. Con sólo pulsar un botón y ... ya estaba hecho, era dueña y señora de la línea de casinos más grande de los Estados Unidos de América.
Di un sorbo a mi copa y me levanté de la tumbona, marchándome a mi habitación, con aquel largo kimono, deteniéndome en la recepción, porque os prometo que no podía creer lo que veían mis ojos.
Nate. Él estaba allí, con maleta en mano, hablando con la recepcionista, empeñado en alquilar una habitación, pero parecía estar todo lleno.
- ¿Nate? – le llamé, aunque era más que obvio que era él.
- Nena – contestó, dejando las maletas en el suelo, aceptando entonces mi abrazo, aferrándome a su espalda, incapaz de dejarle ir, de soltarme, mientras él me devolvía este – estás a salvo – me calmó, pero yo sabía que mi miedo no iba a marcharse, a pesar de que me vengase de mi padre, así que rompí a llorar – Shh, vamos, no seas bebé, no me gustan las chicas lloronas.
- Señor Santoro – escuché la voz de Galaxy, hablando en el pinganillo de su oído – debería subirla arriba, están dando un gran espectáculo.
- Vamos – me dijo, pero yo era incapaz de soltarle, así que hizo lo único que se le ocurrió, me cogió en brazos, ordenándole a Galaxy que alguien subiese su maleta a la habitación de Christina Santos – es porque soy tu único amigo, ¿no? – no dije nada, no podía, mi llanto me impedía volver a la realidad – tranquila, Roni, ese tío no va a volver a hacerte daño nunca, ¿me oyes?
- Eso no lo sabes – me atreví a decirle, echándome hacia atrás, observando su rostro preocupado – escucha, yo no ... - mi labio inferior tembló, porque no sabía cómo decirle la verdad, tenía tanto miedo.
- Shhh – agarró mi rostro con ambas manos, antes de hablar – Galaxy será como tu ángel guardián, así que si ese tío se atreve a acercarse si quiera...
- No debí enviarte ese mensaje – le dije. Me observó sin comprender a lo que me refería – eso lo detonó todo. No debí irme del club así, Nate, lo siento tanto.
- ¿Por qué sigues pidiendo perdón? – se quejó él – Fui yo el que lo estropeó, Verónica, el que intentó tirarse a otra en el baño de chicas del club – mis lágrimas salieron, al recordar ese momento – y en cuanto al mensaje... ¿no se suponía que no era para mí?
- Era para ti – reconocí, como una estúpida – eres un cabrón, un capullo, después de lo que pasó en Miami, se supone que debía mantenerme alejada, pero ... - me acarició el rostro, intentando calmarme – Nate, yo ...
- No pasa nada – me dijo – oye, no importa, sí... - se detuvo entonces, tan pronto como comprendió algo. Se echó hacia atrás, rascándose la cabeza, cabreado, sin dejar de maldecir - ¡Joder! ¡Joder! ¡Joder! – volvió a observarme justo entonces – Dime que ese hijo de puta no vio el mensaje – perdí el color de mi rostro en ese justo instante, no podía decir nada - ¿todo esto es por mi culpa? – negué con la cabeza, horrorizada, agarrándole de la chaqueta, impidiéndole que pudiese alejarse de mí.
- No, claro que no
- ¿Ese hijo de puta te ha dado una puta paliza porque creía que había algo entre tú y yo? – volví a negar, mientras él me apartaba, y yo me aferraba de nuevo, abrazándole, con fuerza – Lo siento – suplicó, aferrándose a mi cuerpo, incapaz de dejarme ir – nunca debí dejar que pasase nada de esto entre tú y yo – mis lágrimas cayeron, tan pronto como escuché aquello. Él se arrepentía.
Hundí mi cabeza en su cuello, embriagándome con ese perfume que olía a cedro, tenía un olor tan masculino. Olía a Hugo Boss.
- Escucha – me llamó, agarrándome de los brazos, alejándome de él, para luego apoyar nuestras frentes, sin decir nada por un momento, tragando saliva antes de hablar – olvidémonos de todo esto, seamos sólo amigos. No quiero hacerte daño, Roni.
- Supongo que ... - tragué saliva, intentando tranquilizarme, perder el temblor de mi voz - ... eres mejor amigo que pareja ¿no?
- Compartamos habitación, hasta que se quede algo libre para mí – sonreí, observando como abría la puerta para recibir su maleta, dando una propina más que generosa al botones.
- ¿Cuánto tiempo vas a quedarte? – quise saber.
- No lo tengo decidido aún – aseguró. Sonreí – voy a darme una ducha, me siento asqueado de todo el viaje – sonreí, dejándole marchar, para luego dirigirme a Galaxy.
- Galaxy, ¿qué sabe Santoro de mí, de lo que me ocurrió?
- Sabe sobre la paliza – sonreí, al darme cuenta de que no lo sabía, todo, así que estaba a salvo, pues con toda aquella cosa de ser amigos, jamás podría descubrir que ya no era virgen.
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