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Capítulo 21 - Debajo de la cama.


Buenas tardes.

Les dejo el capítulo del día de hoy, es súper... angustioso... espero que les guste y disfruten. Cualquier duda o comentario me lo pueden dejar abajo. Saben que me encanta saber si les gustó, así que... no se olviden de votar el capítulo. 

Gracias.

Este capítulo está narrado por Verónica.

Ni siquiera sé cómo lo conseguí, salir del país sin que nadie me detuviese, llegar a aquel hotel de Barcelona, y todo gracias a una aplicación llamada Galaxy. Pero a pesar de eso, de sentirme a salvo lejos de aquellos que querían hacerme daño, no podía evitar sentir ese vacío en mi interior. Ni siquiera sabía que había sido de mamá, y aún sentía esos golpes, como si se estuviesen produciendo en ese justo instante.

Fui una estúpida al enviar ese mensaje, pero ... supongo ... que le echaba de menos, a pesar de todo lo que había sucedido en tres meses, aún me sentía atrapada, como si una parte de mí aún estuviese en aquel club, presenciando como él y aquella rubia se calentaban.

Me arrepentía tanto de las decisiones que había tomado... ¿cómo fui tan ilusa como para pensar que acercarme a él fue una buena idea? ¿Por qué lo permití? ¿Por qué lo seduje? ¿Por qué me obsesioné tanto?

Podía escuchar el bufido que hacía Galaxy al recargarse enchufada a la corriente, parecía estar teniendo una sobredosis de información, quizás fuese la nueva actualización que Nate le había instalado, o quizás sólo me estaba dejando algo despacio, el caso es que no podía dejar de derramar lágrimas silenciosas, tirada en la cama, pensando en mamá.

Recordaba la primera vez que intentó sacarme de nuestra casa, alejarme de ese cabrón con el que vivíamos, pero antes de que hubiésemos huido a Tijuana, papá nos descubrió. Tenía sólo ocho años esa vez.

Pensaba en la prensa, en lo equivocados que estaban sobre la realidad. Para el mundo entero mi padre me adoraba, yo era la niña de sus ojos, y él se encargaba de demostrarlo cuando estábamos con más gente. Pero... lo cierto es que no siquiera le importaba lo que me sucediese.

"Seguro que tu padre hubiese hecho lo mismo por ti" – resonó su voz en mi cabeza.

- No – contesté en el silencio de la habitación, despertando a Galaxy.

Mi teléfono comenzó a sonar. Seguramente sería Galaxy, querría hablar conmigo, así que lo descolgué sin mirar hacia su interlocutor.

- Verónica – me llamó. No. No era Galaxy, en su lugar, era Nate – he aislado esta conversación, así que no tienes que preocuparte, tu padre no sabe... - él era un hombre bueno, siempre lo supe, a pesar de todo, era mejor persona que mi padre, eso estaba claro - ... ¿dónde estás? – mis lágrimas salieron, ¿por qué tenía que soportar que un hombre para el que no significaba nada me protegiese, y que mi propia familia intentase hacerme daño? – sigue confiando en Galaxy, te mantendrá a salvo.

- Gracias – dije, con la voz afectada con las lágrimas.

- Lo que empezaste con Barbs sigue en pie – aseguró, sorprendiéndome – la subasta será el jueves, yo mismo me encargaré a través de Galaxy.

- Mi coartada era Canadá – le dije, haciéndole cómplice en todo aquello al contarle aquella información – España no entraba en mis planes.

- España está más lejos – aseguró – Escucha, aguanta un poco más, Verónica, eres una mujer muy fuerte, estoy seguro de que podrás...

- Dime que no vas a hacerle nada – supliqué, porque en aquel momento sólo me preocupaba las represalias que mi padre tomaría contra él – por favor, Nate, déjalo estar.

- Sabes que no puedo prometerte eso – mis lágrimas cayeron, y una sensación desagradable se formó en mi pecho – ese hijo de puta...

- Ni siquiera somos nada – le interrumpí – tú y yo. ¿Por qué le pegarías a una paliza al hombre que ...? – mi voz se quebró, no podía continuar, no podía dejar de pensar en los golpes que me dio en mi casa, en lo que me obligó a hacer después, o en su visita en el hospital – por favor, no te metas en esto, deja que sea yo la que me encargue de mis demonios.

- Me abstendré, de momento. ¿Eso te sirve? – asentí, como si pudiese verme – Galaxy cuidará de ti, no intentes contactar con nadie, ni siquiera conmigo, no es seguro, Roni.

- Quiero verte – me atreví a decirle, como una puta niña malcriada, en aquel momento me sentía como un trapo usado – necesito verte.

- Te avisaré cuando sea seguro – colgó el teléfono entonces, y yo me quedé allí, mirando hacia la pantalla del teléfono, escuchando la voz de Galaxy saliendo por el televisor que acaba de encender.

- Le pediré que le suban el desayuno – asentí, y volví a acostarme en la cama, acurrucándome sobre mí misma, evitando pensar, ansiando volver a ver al único hombre que siempre aparecía para protegerme, pero que me hacía daño cuando creía tenerle.

Quizás era mejor si no venía, porque no estaba preparada para perder a nadie más.

---

Dormí durante todo el día, lo necesitaba, dejar de pensar y ser envuelta en mis sueños, pero las pesadillas me apresaron, y terminé escondida, debajo de la cama, mientras la voz de Galaxy se escuchaba por el lugar.

- No hay nadie en esta habitación, sólo estamos usted y yo – aseguraba, mientras yo me acariciaba la garganta, justo el lugar en dónde aún sentía su agarre, despertando en aquella habitación de hospital.

- No vas a contárselo a nadie – me ordenó, aflojándolo, poco a poco – si le cuentas a alguien lo que pasó, lo destruiré con mis propias manos, al tipo al que le mandaste el vídeo.

- Él ni siquiera sabe que existo – mentí – sólo soy una virgen de 18 años, no tengo ninguna posibilidad con un tipo como él.

- Más te vale que digas la verdad, Roni – me dijo, acariciándome la mejilla, justo esa que tenía un feo corte ya cosido – porque te haré daño si me entero ... - presionó con violencia los dedos contra la reciente herida, saltando un par de puntos, haciéndome sangrar - ... de que me estás engañando.

- Es la verdad – insistí – pero si sigues dañándome así, la gente se dará cuenta de lo que ocurre, Benjamin – sonrió, divertido, levantando la mano, chupándose los dedos llenos de mi propia sangre.

- Cuando nos casemos pienso divertirme contigo todas las noches – perdí cualquier atisbo de vida al escuchar aquellas palabras - ¿sabes lo placentero que puede ser el dolor? – negué con la cabeza, horrorizada – ven, te lo mostraré – le observé, sin comprender, justo cuando me quitaba la vía, haciéndome daño, y me agarraba del brazo, obligándome a levantarme de la cama. Intenté luchar con él, pero terminó haciendo lo que quiso conmigo, postrándome sobre la cama, mientras él observaba mi trasero.

- No – le detuve, o al menos lo intenté, porque me hizo caso omiso – por favor, Benjamin, aún no estoy preparada para ... - sentí su primera estocada, haciéndome daño, porque no estaba ni un poco lubricada.

Mis quejidos de dolor aparecieron en la escena, seguido por mis súplicas para que se detuviese, pero no lo hizo, no hasta que mamá entró en la habitación, con café en mano, seguida por mi padre, quedándose horrorizada al ver la escena.

- Maldito hijo de puta, apártate de mi hija – le decía mama, mientras yo seguía en la misma posición, me ardía mi sexo, mientras un líquido caliente recorría mis piernas, chorreando hasta el suelo, manchándolo todo a su paso de sangre - ¿es que no piensas hacer nada? – preguntó entonces hacia papá – Este mal nacido está violando a tu hija, y a ti parece que te da igual.

- Son negocios, mujer.

- Son negocios – repetí allí debajo, a salvo, allí no podría hacerme daño, mientras mis lágrimas caían, sobre la moqueta de la habitación – Ella se lo ha buscado – repetí, las mismas palabras que él dijo aquella tarde – lo estaba pidiendo a gritos.

Igual lo hacía. Quizás era mi culpa. Era lo que había estado buscando desde el principio, sólo que la persona a la que quería provocar no podía permitir que me hiciese suya, no cuando conocí más sobre él.

Al final había perdido la virginidad con un capullo mucho mayor. Si tan sólo hubiese dejado de lado mi cabezonería, sin tan sólo hubiese pisoteado mis principios y me hubiese acostado con él, no estaría en aquella situación, no sería una desvirgada a la fuerza.

Aun podía sentir el escozor en mi interior, o los puntos que tuvieron que cogerme después. No estaba preparada ni lubricada para el sexo, pero a ese idiota le dio igual.

¿Lo sabría Nate? Lo que ese capullo me había hecho.

¡Por supuesto que no lo sabía! Si lo supiese... ya le habría matado. O ... ¿quizás no?

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