Capítulo 20 - La verdad oculta.
Buenas!!!
AQuí os traigo el capítulo de hoy, espero que os guste :D
Este capítulo está narrado por Verónica. A partir de aquí habrá capítulos que estarán escritos por ella y otros por él. Intentaré avisar, para que no se pierdan. Ya le tocaba a ella dar su opinión de las cosas ¿no creen?
Mi teléfono móvil no dejaba de sonar, así que tuve que apagarlo, estaba desconcertada y aún algo mareada por la operación. Sabía que no podía hablar con el exterior, ni siquiera con mi familia, ese fue el trato que yo misma cerré para conseguir mis fines.
Mi rostro aún estaba vendado, las cicatrices aún no estaban listas para ver la luz, la cirugía plástica es una ciencia complicada cuando se trata de curar un rostro herido con tales heridas.
Iba a vengarme del tipo que me dio esa paliza, lo haría a mi manera, sacando a subasta la empresa que mi padre tardó tanto en conseguir, porque lo cierto es que él nunca valoró las cosas que tuvo, su familia nunca fue algo importante para él, lo supe a lo largo de mi niñez, en cada uno de los cumpleaños y reuniones que se perdía, en cada beso forzado, en cada sonrisa hipócrita.
Quizás para el resto del mundo, para aquella sociedad yo era la hija favorita de mi padre, pues así él lo hizo ver, pero en el fondo no era así, no era más que un teatrillo que el mundo entero se empeñaba en mantener.
Siempre supe que cuando llegase el momento mi padre apuñalaría por la espalda las promesas que le hizo a mi madre sobre mantenerme fuera de sus negocios, que me usaría por el bien común, que me casaría con algún hombre rico para conseguir sus favores. Y eso era lo que hacía en aquel momento, con el déspota de Thomas.
Debía ser fuerte, seguir ocultándome de las personas que querían hacerme daño, hasta que llegase el momento de renunciar a todo, para proteger mi propia integridad, y detener al hombre que más odiaba en aquel mundo, mi propio padre.
- Señorita Castillo – me llamó el doctor, pues ese era el nombre con el que mamá me ocultó en aquella residencia de cuidados al paciente. Me di la vuelta para observarle – es hora de quitar las vendas – asentí, mientras él hacía su labor, y yo tragaba saliva, aterrada, por no haber resultado cómo esperaba.
Una nueva vida, eso era lo que me esperaba después de llevar a cabo mi plan, alejada de todo lo que conocía, pero a salvo de los maquiavélicos planes que mi padre tenía para mí.
Christina Castillo, ese era mi nuevo nombre. La nueva identidad que Carlos Rojas me había conseguido como favor personal a mi madre. Ni siquiera quería pensar en la relación que había entre aquellos dos, o si le habría dicho algo de todo aquello al hombre para el que trabajaba, o si cómo decía mamá, fue una promesa que debía cumplir.
Me miré frente al espejo, observando mi nuevo rostro. Seguía siendo yo, tenía mis rasgos, pero la nariz había quedado un poco más fina que de costumbre, mis labios más voluminosos, debido a la reconstrucción de estos, y mis pómulos más definidos.
- ¿Qué le parece? – quiso saber. Asentí, para luego darme la vuelta, agarrando mis pertenencias, ya era hora de dejar aquel lugar.
Encendí el móvil, marqué el teléfono de mamá, de camino a la salida, porque quería que mandase a nuestro contacto a recogerme, pero la comunicación fue interrumpida por la voz de una mujer que conocía muy bien.
- Siento la intromisión – me dijo. Me detuve a mitad de camino, sorprendida – he intentado contactarla, pero parecía temerosa de contactar con el mundo exterior.
- Galaxy – susurré, sin comprender la situación. ¿Cómo era posible que el coche de Hércules me estuviese hablando por teléfono en aquel momento?
- Veo que la señorita me recuerda – contestó – pero no tenemos tiempo para hablar sobre ello. Estoy escaneando su posición y voy de camino – aseguró – el señor Santoro ha iniciado el protocolo salvavidas, y la protegeré con mi vida, señorita Lewis.
- No es necesario, Galaxy – le dije, a pesar de que no sabía bien si podía razonar con un sistema informático – tengo mis propios planes.
- El señor Santoro no ha sido informado aún de su posición – me calmó – puedo llevarla a un lugar seguro – insistió – confíe en mí, señorita... Castillo.
- ¿Cómo conoces ese apellido? – pregunté, horrorizada, pues se suponía que nadie conocía nuestro plan.
- Me he metido en la base de datos del hospital para cotejar datos – me informó – he mandado un taxi a recogerla, porque me temo que no llegaré a tiempo.
- ¿A tiempo de qué?
- Debe darse prisa, he penetrado en las transmisiones del 3650 – era el número de teléfono de mi padre – ha descubierto su paradero. Deje que yo la guíe.
- Está bien – acepté, porque era mi única salida.
- Suba las escaleras dos plantas – ordenó.
- ¿Por qué iba a hacer eso? Lo que quiero hacer es bajar y largarme de aquí, Galaxy.
- En la quinta planta se encuentra la única puerta que no está bloqueada, que da a la terraza, justo donde se encuentra la escalera de incendios – asentí, como si ella pudiese verme. Atravesé el pasillo, llegando a las escaleras, subiendo dos plantas, escuchando a varias personas subiendo hacia arriba, ni siquiera quería pensar en quién era, tan sólo quería escapar de allí. Abrí la puerta que daba a la terraza, sorprendida de que se abriese con facilidad – este hospital disfruta de las ventajas de "vigilancia Santoro" – explicó, dejándome claro que ella era la que estaba amañando aquello – baje por las escaleras, no cuelgue la llamada mientas lo hace, puede guardar el teléfono en su bolsillo, y proseguir hablando conmigo justo después.
Me descolgué por la escalera de incendios, con la maleta a cuestas, haciendo que con los nervios y mi poca práctica en ese tipo de situaciones me resbalase y terminase cayendo un par de metros, hasta que conseguí agarrarme de nuevo a la escalerilla, justo a tiempo, mi bolsa no tuvo tanta suerte, y se espachurró en el asfalto.
Pisé el suelo, agradecida, colocándome de nuevo el teléfono en la oreja.
- Espero que esté usted de una pieza, señorita Castillo – me dijo. Sonreí, porque no sabía que un simple sistema informático pudiese tener sentido del humor. Si aquella mujer no fuese una máquina... me caería bien – evite la avenida principal, callejee y ... detenga a ese hombre, el de la camiseta de rayas.
- ¿Cómo demonios sabe el aspecto que tiene ese hombre? – me quejé, cada vez más desconcertada.
- Me he tomado la libertad de activar la cámara de su teléfono, señorita Castillo – me informó. Sonreí. Era obvio que no había podido saberlo de otra forma – podrían estar rastreando su teléfono, así que cámbielo, y siga su camino.
- Señor – le llamé, haciendo que el hombre dejase de escuchar música por sus auriculares, pusiese la lista de reproducción en stop y me observase, con detenimiento.
- Espera un momento – me dijo Galaxy – estoy pinchando su red.
- Le cambio el móvil – el hombre miró hacia mi flamante iphone, frente a su triste xiaomi de muy baja gama, con incredulidad – no es una broma ni nada – puse el teléfono sobre sus manos, tan pronto como Galaxy me dijo que era el momento correcto, y le quité de las manos el suyo, junto a los auriculares, y eché a andar, antes de esperar respuesta por su parte.
- Ahora sigamos – me dijo ella – rodeé el edificio – me coloqué los cascos, como si fuesen manos libres, y escuché las instrucciones de mi salvadora – el taxi la está esperando detrás de esos turistas – avancé y lo vi. Me introduje en él – indíquele que la lleve al aeropuerto.
- Pero no tengo pasaporte y mucho menos...
- Haga lo que le digo – acepté, para luego indicarle al taxista el lugar al que iba, por el camino pude escuchar una canción de fondo, mientras Galaxy parecía estar haciendo gestiones, la música se bajó un poco cuando ella habló – he solicitado un duplicado de su pasaporte, tardarán quince minutos en tenerlo listo, pásese por recepción en cuanto llegue.
- ¿A nombre de quien lo has reservado? – quise saber.
- Christina Castillo. ¿no es ese ahora su nombre? – asentí, sin saber qué decir. Por un momento me sentía en una maldita película de ciencia ficción - ¿quiere que avise al señor Santoro?
- No – contesté, no quería involucrarle en aquello – prefiero hacer esto sola. Pero, Galaxy, ¿no tienes obligación de contarle lo que averigües sobre mí?
- No – me calmó – el protocolo salvavidas le impide acceder a mí para cualquier información que tenga que ver con usted. Ahora estoy a su disposición, señorita Castillo. Vuelo 1005 operado por Iberia, con destino Barcelona, España, puerta de embarque 7, sin equipaje, preferencia de embarque, sin equipaje, clase turista – me informó, sorprendiéndome.
- ¿Con qué dinero lo has pagado? – quise saber.
- Con ninguno, sólo le hice creer al sistema que lo compraba – sonreí, cada vez me caía mejor aquella mujer, era toda una ratera profesional. Pensé entonces en ello, en lo que Nate había creado, era algo realmente revolucionario, pero al mismo tiempo... peligroso si caía en malas manos – tranquila, nadie conoce sobre mi increíble potencial fuera del coche del señor Santoro – me dijo, como si pudiese leer mi mente.
- ¿Cómo sabías que estaba pensando en eso?
- No lo sabía, pero hago deducciones basándome en las emociones del protegido – asentí – disculpe, el señor Santoro requiere mi presencia, estaré con usted al cien por cien en seguida, de momento sólo estaré al 50.
- ¿Puedes estar en dos lugares a la vez?
- Respuesta automática: Sí. Para una respuesta más completa, por favor, espere. El creador 1475810Yoda requiere de casi el 80% de mi potencial.
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