Capítulo 2 - Venganza.
Buenos díiias!
Llegó el ansiado lunes, y con ello llegan los capítulos de varias historias y este tan picante :P
Espero que les guste :)
Caminé hacia la barra y me pedí una copa, Jesús estaba allí, ligando con una chica, pero ni siquiera me inmuté. Aún tenía caliente la pierna que había estado metida entre sus piernas. ¡Joder! No podía dejar de pensar en lo bien que se sentía allí dentro, y la forma en la que nuestros labios se unían. Necesitaba volver a crear otra oportunidad como esa, la quería en mi cama....
Me giré después de dar un par de sorbos a mi copa, mirando hacia la pista, observando a Roni allí, hablando con su amiga la rubia, molesta, mientras la otra la observaba, con perplejidad. ¿De qué coño le estaría hablando?
Mi teléfono empezó a vibrar, en mi bolsillo, era Carlos. Lo descolgué en seguida.
- ¿ya está todo arreglado? – quise saber.
- Deberías subir arriba, Smith no tiende a razones, dice que sólo quiere hablar de esto contigo.
- Subo en seguida – colgué el teléfono, mirando hacia Jesús, estaba ocupado, no iba a cargarme su bien que merecido polvo que tendría en unas horas, por algo que podría arreglar yo mismo.
Subí a la tercera planta, me abrí paso entre la juventud y llegué a la fiesta privada de ese capullo. Allí estaba, sentado en su sillón, con puro en boca y copa en mano.
- Dime la verdad – le dije – has montado todo este tinglado para que viniese a verte, porque me echabas de menos ¿no? – rompió a reír, el muy condenado siempre estaba con sus pesadas bromas. Carlos levantó las manos, en señal de que él no tenía nada que ver. Todo era un farol, como de costumbre. Debí habérmelo imaginado, nadie se atrevería a joderme de esa manera, no cuando sabían que mi tío era quien era, el mismísimo Alonzo Santoro. Era conocido en todo el mundo, pobre de aquel que se metiese con él. Un capo de la mismísima mafia italiana. Aunque yo no hacía negocios con él, pero la familia, es la familia.
- Elije una - me dijo, enseñándome la mercancía. Ni siquiera tenía el cuerpo para putas, no después de lo que acababa de pasar ahí abajo.
- Más que eso, necesito un favor – se sorprendió al escuchar aquello, e hizo una señal a las chicas para que se retirase, y al resto de hombres que lo acompañaban.
- Tú dirás – me senté en el sofá, junto a él, y le hice una señal a Carlos para que se marchase.
- Necesito darle una lección a alguien, y quiero la máxima discreción – no necesité decir más. Él ya sonreía, y sabía perfectamente lo que eso quería decir – Verónica Lewis.
- ¿La hija de Max? – preguntó, con incredulidad. Mi mirada lo dijo todo - ¿dónde la quieres?
- Habitación 805, octava planta, en una hora – contesté. Sonrió, con malicia – no es lo que piensas, no me meto con los hijos de mis socios. Pero a esta le gusta jugar sucio. Es hora de que alguien le dé una lección.
- Tienes mucho que perder si Lewis se entera – indagó Smith, intentando enterarse de algo más.
- Lewis no va a enterarse – contesté – además, voy a meter a esa puta cría en cintura, estoy seguro de que me lo agradecería. Se le van a quitar las ganas de mentir a sus padres después de esto.
- Esto quiere decir que no vas a quedarte a disfrutar de la fiesta – se quejó. Sonreí. Me puse en pie y me marché, sin más.
Llevé mi teléfono a la oreja y avisé a Carlos.
- Chicos, voy a irme al hotel ya, he terminado por aquí, pero podéis quedaros a disfrutar del resto de la noche.
- ¿Por qué siempre hablas en plural? Te recuerdo que ya no usamos los pinganillos.
- Cierto, deberíamos volver a usarlos.
- ¿Qué estás tramando? De normal te quedarías a follar con alguna.
- ¿Quién te ha dicho que no me espera una puta en mi habitación? – pregunté, divertido.
- Pásalo bien, tío.
Abandoné el local sin más, ante la atenta mirada de algunos.
Mi teléfono comenzó a sonar cuando estaba entrando en el parking del hotel.
- ¿Cómo la quieres? – preguntó Smith.
- Vendadle los ojos – pedí – por favor, no me llaméis por mi nombre cuando me entreguéis el paquete. Y atada de manos.
- En media hora estamos ahí.
- Perfecto.
***
Abrí la puerta de mi habitación, y en el más absoluto silencio, dejé que me entregaran a Roni. Smith me guiñó un ojo y yo le cerré la puerta en las narices. La chica tenía los ojos vendados y una mordaza en la boca, se veía que había estado gritando para liberarse, el rostro plagado en lágrimas, y las manos atadas delante de ella.
La agarré de las muñecas, justo donde las bridas estaban y tiré de ella hacia el interior. Sentándola sobre el banco de poli piel que había a los pies de la cama.
Le quité la mordaza, por lo que empezó a suplicar por que la liberase, pero le hice caso omiso. Me puse de rodillas, frente a ella, y me fijé en los botones delantero del vestido. Sonreí, estallándoselos, dejándola desnuda por la parte delantera.
Le quité las bragas, primero de un pie y luego del otro, sacándole los tacones también, mientras ella proseguía igual, suplicándome que me detuviese, pataleando, y haciéndome más complicada mi tarea.
Observé su coño, rasurado y perfecto. Sonreí, iba a pasármelo bien con aquella pequeña venganza.
Abrí la maleta negra, dejándola allí desnuda, y si saber qué estaba sucediendo, saqué las cuerdas y la amarré en la cama, mientras ella intentaba soltarse, y seguía suplicándome.
Agarré el vibrador, era negro, grande y gordo, y comenzó a vibrar en cuando lo encendí.
Apoyé este sobre su boca, haciendo que sintiese la vibración en su labio inferior.
- Vamos a jugar a un juego para medir tu nivel de aguante – comencé, haciendo que ella me reconociese en seguida – si pasados cinco minutos no disfrutas pararé, te pediré un taxi que te llevará a casa, y no le contaré a tu padre la clase de zorra que eres – le quité la venda de los ojos, los abrió y me miró horrorizada, observando lo enorme que era aquella polla de goma – pero si te escucho gemir aunque sólo sea una vez... podré castigarte de la manera en que desee – tragó saliva, sin decir nada, aterrada – voy a permitirte que disfrutes, pero no puedes gemir bajo ningún concepto, porque si te escucho gemir... pierdes, Verónica.
- Suéltame ahora mismo, maldito degenerado de mierd... - su voz se quebró en cuanto el vibrador rozó su pezón izquierdo – Hércules – suplicó – para de una ... - apretó los labios, en cuanto el aparato se detuvo en su otro pezón - ... vez. ¡No! – suplicó en cuanto vio mis intenciones de acercar aquello a su sexo – te chuparé la polla y no se lo contaré a nadie – aseguró, sonreí, porque estaba muy tentado a aceptar esa oferta, pero aquel juego, y comprobar si ella podía ganarlo era incluso mayor.
Se mordió el labio, con fuerza, y cerró los ojos, en cuanto metí aquello entre sus piernas, haciéndola estremecer.
- ¡No! – suplicó en cuanto metí la punta de aquel artilugio en su vagina. Sonreí, con malicia – Soy virgen – me detuve entonces, aquello no era algo que hubiese esperado, en lo absoluto – no me hagas esto, Hércules... - mordió sus labios, en cuanto volví a acariciar su clítoris con el vibrador.
- No hace falta penetrarte para hacer que te corras – le dije, volviendo a poner atención a lo que le hacía. Intentó soltarse, sin éxito, haciéndose daño en las muñecas, y terminó mordiéndose el brazo, evitando gemir. Sabía que estaba a punto, por la forma en la que su cuerpo se contraía, así que me detuve - ¿pensaste que iba a ser diferente a cómo eres tú con esos chicos? Debería darte vergüenza, calentarlos para luego dejarlos a medias...
- ¿Qué quieres, Hércules? – se quejó, levantando la cara, con el cuerpo ardiendo de deseo, quería más, a pesar de estar ganando en aquella apuesta - ¿por qué me estás haciendo esto? Mi padre te matará en cuanto...
- Cuéntaselo – porfié, echándome hacia atrás, dejando caer el vibrador sobre mi maleta, observando como ella negaba con la cabeza – dile lo mucho que querías que su socio te follase, Roni...
- ¡Eres un asqueroso de mierda! – espetó, intentando soltarse, de nuevo - ¡Suéltame ahora mismo!
- Tranquila – le dije, caminando hacia el otro lado de la cama, agarrando una navaja de la mesilla de noche, cortando las bridas después – sólo quería darte una lección, seguro que te lo piensas dos veces antes de calentar a un tío, Verónica.
Se puso en pie de un salto y me cruzó la cara, colocándose correctamente el vestido, tremendamente abochornada con lo sucedido. Me toqué la cara, divertido.
- Esto puede quedar entre tú y yo – añadí – no volveré a mencionarlo si cumples tu parte, nena.
- ¡No me llames así! – espetó, volviendo a cruzarme la cara, pero la agarré del brazo antes de que hubiese podido salir airosa.
- ¿De verdad crees que estás en posición de exigir algo? – le dije, divertido, acercando mi rostro al suyo – no eres esa niña inocente que le haces ver a tu padre... sólo te he dado a probar de tu propia medicina.
- ¿Y crees que vas a lograr algo? – preguntó, apoyando su mano libre en mi pecho. La miré, sin comprender, porque no había esperado algo así, y entonces sentí sus labios, aferrándose a los míos – haré lo que sea – dijo, entre besos, agarrando mi mano, metiéndola entre sus piernas, estremeciéndose al sentir mi tacto. Sonreí, divertido, echándome hacia atrás, pero sin apartar mi mano aún. Aquella chica era demasiado osada.
- ¿Qué vas a darme a cambio? – le dije, divertido, buscando rebajarla un poco más. Quería ver hasta dónde podía llegar para que siguiese dándole placer.
- Te chuparé la polla – me dijo. Sonreí, divertido, apartando la mano en ese justo instante, haciendo que me mirase sin comprender.
- Eso es lo que sueles prometer ¿no? – adiviné. Tragó saliva, bajando la mirada, volviendo a levantarla, con rapidez – estoy seguro que ni siquiera lo has hecho alguna vez, Verónica.
- Puedo hacerlo ahora – prometió, apoyando la mano en mi entre pierna, sobre el pantalón, apretándola. Mordiéndose el labio al darse cuenta de lo duro que estaba.
- Vale – contesté, sorprendiéndola, que no esperaba que aceptase tan pronto – demuéstrame lo que puedes hacer con tu boca y ... - sonreí, divertido, observando como ella perdía la sonrisa, de golpe. Justo como había previsto sólo era un puto farol. Rompí a reír entonces, dejándola incluso más perdida – deja de soñar que un tío cómo yo pueda sentirse atraído por una niñata como tú.
- Esto no miente – se quejó, volviendo a apretar mi polla. Sonreí, apartándola. Se lamió los labios, nerviosa.
- Yo necesito a una mujer a la que darle duro, Verónica. No a una niña virgen que ni siquiera sabe hacer una mamada – mis palabras la dejaron de piedra. Tragó saliva, aterrorizada, mientras yo le cedía las bragas, tras recogerlas del suelo – ahora vístete y vete a casa, tu padre debe estar preguntándose dónde está la niña de sus ojos.
- Me vengaré de esto, Hércules – me dijo, mientras se colocaba las bragas, ante mi atenta mirada – haré que te arrepientas de haberme rechazado, de haberme...
- Será mejor que no vuelva a enterarme que sigues calentando a los tíos, Roni... - lo dejé en el aire, mientras ella terminaba de vestirse - ... porque puede que ellos no sean tan considerados como yo, y terminen haciendo algo que no quieres. – sonreí, divertido, al verla tan destruida. Abrió la puerta y se marchó sin más, mientras yo cerraba los ojos, imaginando su boca alrededor de mi polla...
¡Oh Joder! Esa chica iba a volverme loco.
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