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Capítulo 1 - Deseo.

Buenos díiias!

Aquí el capítulo 1, espero que les guste. 

¡Qué ganas ya de que sepan más de estos personajes!

:D

Prometo que no les defraudará el capítulo :P

Esa chica iba a librarse porque tenía trabajo, si no ... iría a la pista y le demostraría la clase de capullo que era.

- Está tremendo – aseguró la rubia, mientras yo avanzaba hacia mis chicos – me da igual que sea un capullo. Preséntamelo ¿no? – ensanché la sonrisa al escuchar eso.

- ¿Estás loca? – se quejó ella - no pienso presentártelo.

- ¿Por qué no? – añadía la otra – me encantaría acostarme con él, tiene pinta de ser todo un semental en la cama.

Hablé con los chicos de seguridad de la primera planta, eran mis chicos, de mi compañía, y me estuvieron comentando que la instalación se había alterado en la tercera planta, que la habían reforzado y habían contratado a una empresa más barata sin consultármelo, violando así algunas cláusulas del mismo.

Estaba enfadado. Traté de calmarme, pasando mi mano por mi cabello un par de veces, peinándolo, pero Carlos me conocía, estaba a punto de estallar, así que le ordenó al tal Pablo que dejase de hablar.

- Carlos – pedí – ocúpate tú – asintió, y sin esperar nada más subió a la tercera planta – Jesús, vamos a divertirnos un rato – sonrió, porque sabía exactamente lo que eso significaba.

Nos acercamos a la barra a pedir una copa, pero me detuve antes de haber llegado, cuando la vi saliendo a la terraza, con una copa en la mano, completamente sola. ¿A dónde iba?

- Ahora vengo – le dije a mi empleado, para luego echar a andar tras ella. Sonrió, acariciando la barandilla de mármol, y se dio la vuelta lentamente, sorprendiéndose después con mi presencia, era obvio que estaba esperando a otra persona – así que estás en una fiesta de un amigo ¿no?

- Eso no te importa, Santoro – espetó, más que dispuesta a dejarme con la palabra en la boca, pero la agarré del brazo, de malas maneras y la atraje hacia mí – suéltame, idiota, me haces daño.

- Puedo llamar a tu padre ahora – expliqué, sacando el teléfono del bolsillo, ante su mirada de terror.

- No lo llames – pidió, poniendo la típica cara de niña buena y responsable que ponía frente a su padre. Era justo de esa manera cómo conseguía todo lo que quería de él – he visto como me miras, así que si le llamas ahora le diré a mi padre que me deseas, Hércules – rompí a reír, sin poder evitarlo. Mientras ella me observaba, desconcertada.

- Entonces puede que yo les cuente más que eso – contesté, porfiándola a más no poder, quería destruir a esa niña mimada como fuese – que llevas a chicos a tu habitación cuando ellos no están en casa, que te gusta provocarlos y que luego...

- Podemos pasarla bien, tú y yo – comenzó, cambiando de táctica, entrelazando sus manos a mi cuello, acercando sus labios a los míos deteniéndose antes de haberlos rozado. Sonreí, al darme cuenta de que ella sólo quería convertirme en uno de esos chicos con los que jugaba.

La aparté de mí, agarrándola de ambas manos, entrelazándolas a su espalda, con una llave de defensa personal, dejándola noqueada al respecto.

- Te diré una cosa sobre mí que no sabes, Verónica – intentó soltarse, pero no la dejé – si juegas conmigo, te quemas – la solté entonces. Pero lejos de echarse hacia atrás me porfió. Ilusa, ni siquiera sabía con quién estaba jugando.

- ¿Estás seguro? ¿Echarías a perder tus negocios con mi padre por esto? – la hija de puta jugaba bien sus cartas.

Me mordí los labios, y la porfié un poco más, mientras ella se echaba hacia atrás con mi acercamiento, tragando saliva, después.

- ¿Sabes qué pasa? Que yo no soy como esos chicos a los que puedes dejar a medias, Roni – la llamé, llamando su atención, pues nunca antes la había llamado así – si me das a probar un trozo de pastel, me lo voy a querer comer entero. Y te aseguro, nena, que cuando quiero algo, lo tengo – rompió a reír, como si me estuviese tirando un farol – ahora con tu permiso, tengo que irme, no estoy aquí por gusto, tengo trabajo que hacer.

- Me voy primero – anunció, apoyando su mano en mi mejilla – es una pena que no me lo crea – admitió, con voz borracha, se notaba que había bebido demasiado – porque me encantaría probarte – sonrió, bajó la mano y se marchó, sin más, mientras yo me daba la vuelta y le cortaba el paso - ¿qué haces?

- Cuando te he dicho que cojo lo que quiero... - la agarré de la nuca y la atraje hasta mí, mientras ella intentaba soltarse, sin éxito. La besé entonces, irrumpiendo en su boca como todo un señor, con mi lengua, sin preguntar, desarmándola por completo - ... es que cojo lo que quiero.

- Mi padre... mi padre... - se había quedado muda, y no era para menos. Yo mismo me arrepentiría de aquello al día siguiente, pero en aquel momento, con la droga en mi organismo, y ante aquella niña estúpida, no quería detenerme. La empujé contra la pared, haciendo que me mirase, asustada – ... mi padre se enterará de esto.

- ¿A sí? – apoyé dos dedos al revés en su mejilla, y fui bajando esta, hasta que ella la apartó y me dio una bofetada. Aquello sólo me hizo aún más gracia, la forma en la que ella intentaba resistirse – quieres comportarte como una mujer... - lamí su mejilla, con la lengua, dejándola sin palabras - ... quieres provocar a los hombres... - levanté la rodilla, metiéndola entre sus piernas, hasta que sentí el palpitar de su coño en mi muslo - ... pero en el fondo sólo eres una niña caprichosa que corre a los brazos de su padre cuando se siente acorralada.

- No puedes hacer esto – se quejó, apoyando las manos en mi pecho, intentando alejarme, incluso hizo fuerza para lograrlo.

- ¿No puedo? – provoqué, agarrándola de la nuca para atraer su rostro hacia mí – te dije que no iba a conformarme solo con un trozo de pastel, Verónica. Te quiero a ti, entera, en mi cama, esta noche – tragó duro, sin saber cómo escapar de aquel lío en el que se había metido – y te aseguro que yo no soy de dejar las cosas a medias.

- Hércules, por favor...

- ¿Ya vas a empezar a suplicar? – bromeé, apretando mi pierna contra su sexo, haciéndola estremecer. Sonreí, divertido - ¡Oh, Verónica! Voy a follarte tan duro que... - dejé mi aliento sobre su boca, mientras ella cerraba los ojos, deseosa. Sonreí, pero perdí esta tan pronto como ella me agarró la polla, y sonrió.

- ¿Crees que yo no sé jugar a este juego? – se sorprendió al palparla tan preparada ya, y más aún cuando esta palpitó en su mano – Vamos a otra parte – sonreí, al darme cuenta de que la había conseguido, aquella cría se moría por acostarse conmigo. Ahora iba a darle a probar de su propia medicina.

- ¿Por qué crees que iba a irme a ninguna parte con una niña como tú? – me separé de ella, y la miré, divertido – esta noche necesito a una mujer, y no a una nena de papá.

- Espera – me detuvo, antes de que me hubiese ido – esta noche puedo ser la mujer que necesitas – sonreí. Aquella niña quería acostarse conmigo, y aunque mi ego estaba creciendo, considerablemente, no podía perder el control de la situación – puedo...

- No – contesté, echándola a un lado, volviendo a entrar en la discoteca.


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