𝗧𝗿𝗲𝘀
♡
♡
♡
La alarma contra incendios comenzó a sonar, por cuarta vez esta semana. Ya me había acostumbrado a que sucediera, por lo que, con lentitud bajé las escaleras y caminé a la cocina para encontrar al responsable queriendo ocultar con rapidez el crimen cometido.
—YoonGi, ¿esta vez qué quemaste?—suspiré, mirándolo con gracia.
Su expresión de gatito mojado era graciosa y, por sobre todo, demasiado linda.
—La tostadora me odia. ¿Pero, por qué hay una alarma en la cocina?
Lo bueno, es que solo es una alarma, más no comienza a llover dentro de la casa tal como pasaría en una empresa, por ejemplo.
—A cierto ser humano desquiciado se le ocurrió que era buena idea porque creyó que me gustaba fumar hierba, o algo asi—me encogí de hombros.
—¡Te oí, mocoso desgraciado!
YoonGi y yo reímos cuando mí madre gritó desde las escaleras. La alarma dejó de hacer ruido, y ante la distracción de YoonGi me acerqué a él para abrazarlo por la espalda.
A él le gusta prepararme el desayuno ahora que comencé a trabajar por la mañana, y yo cocino la cena para cuando él regresa de su trabajo por la noche. Rosé también de vez en cuando viene a la casa junto a su novia, pero ellas están bastante ocupadas con su guardería al otro extremo de la ciudad.
—Si me abrazas así, no puedo hacerte el desayuno—se quejó, riéndose por las cosquillas en su cuello que yo le hacía con la naríz.
Muchas cosas pasaron después de aquella noche.
Hace seis meses nos despedimos definitivamente de la escuela, y hace once desde que YoonGi y yo somos novios. Al principio todo fue un verdadero caos, no por mérito nuestro, pero el idiota de LiMeng puso todo en la cuerda floja cuando desde una cuenta falsa comenzó una tiradera contra YoonGi. Publicando también, el vídeo al que tanto miedo él le tenía: al contrario de lo que mi novio pensaba, jamás me alejé de él y no ví esa filmación. No podría soportar ver que se aprovecharon de un niño de quince años de tal manera, y después lo desecharon como basura.
Esa historia tuvo final feliz, porque LiMeng había cavado su propia tumba sin querer. Él también aparecía en ese video, alentando a un abusador y burlándose de YoonGi. Lo expulsaron después de que, tras dar varias vueltas al asunto, YoonGi tomara valor y lo hablara con los directivos de la escuela.
Sin LiMeng estorbando y con Enwoo, el sunbae que en realidad era culpable, en la cárcel, todo se tranquilizó y pudimos disfrutar de nuestra nueva relación.
YoonGi y yo peleamos muchas veces, debo confesar que la gran mayoría, por cosas insignificantes, otras; por nuestras bocas insensibles. Sin embargo, hemos sabido arreglar cada altercado entre nosotros y eso nos ayudó a fortalecer cada vez más nuestro vínculo.
Sé que muchos piensan que nos apresuramos un poco a todo porque hasta nosotros nos lo hemos planteado, pero, a pesar de eso, no fue un gran problema para nosotros. A medida que el tiempo pasaba, y sigue pasando, vamos descubriendo cosas nuevas que no conocíamos del otro y creo que ese es el punto, ¿no?. Avanzar juntos.
Con respecto a la relación con mi madre, mejoramos bastante cuando me gradué con honores. Entendí que ella tenía miedo de que mí futuro se viera arruinado por mis propias conductas, que ella no entendía y quizá nunca lo haga: decidí perdonarme a mí mismo de su parte por la vez en que luego de una discusión, salí de casa enfadado con la esperanza de que ella fuera tras de mí y me pidiera perdón, y en cambio, me encontrara en el camino con unos chicos que solo querían divertirse arruinado la vida de cualquiera en sus campos de visión.
También gracias a YoonGi, mi madre comenzó a ser abierta conmigo y más cariñosa, tal como cuando era pequeño. De hecho, creo que lo quiere más a él que a mí, que soy su propio hijo. Al principio, cuando llegué a mí casa de sorpresa con él a mí lado, creí que, por como es mí madre, nos sacaría a patadas. Si ese hubiera sido el caso, ya tenía planeado en mí cabeza tres posibles opciones de qué hacer, pero en ninguna de ellas estaba el hacer que mí novio regresara a Seúl con la cabeza gacha.
Por fortuna, mi madre no tuvo problema con que YoonGi se quedara en casa con nosotros; después de todo, los señores Park le enviaban dinero mensualmente y así podíamos ayudarnos entre todos con la economía de la casa. Aunque, en realidad, eso nunca fue necesario, el trabajo de mí madre y el sueldo de la indemnización que aún percibíamos de mí difunto padre nos alcanzaba lo suficiente como para que YoonGi pudiera gastar su dinero en lo que quisiera.
—Está bien, sé libre—fingí la molestia de mí tono de voz, apartándome de manera abrupta para sentarme junto a la pequeña isla en un banco alto de madera—. Luego no me digas que soy un descariñado y que no te quiero.
YoonGi negó con la cabeza, y aunque me estaba dando la espalda, sabía que en sus labios había una sonrisa.
Mi madre entró a la cocina, dejando un rápido beso en mí hombro para dirigirse a la heladera en busca de una fruta. Observó curiosa a su yerno poner dos vasos grandes de vidrio en una bandeja junto a unas tostadas que no estaban quemadas, y sonrió.
—Mimas mucho a mí hijo—suspiró, dramatizando sus palabras cruzándose de brazos tras morder la manzana que tenía entre manos—, ¿no será un amarre?
—A veces pienso que sí—mi novio le siguió el juego—, y parece que funcionó demasiado bien.
Rodé los ojos, YoonGi se rió acercándose a donde yo estaba con la bandeja para dejarla sobre la isla. Tomó asiento a mí lado y puso una mano en mí rodilla, mientras los dos comenzábamos a desayunar en silencio.
Tras algunos besos y abrazos de por medio, tuve que salir de la casa a rastras gracias a mí madre, de lo contrario, llegaría tarde al trabajo. No sería la primera vez, ya me había pasado que incluso ni siquiera aparecí en el local, pero siempre podía llegar a ser la última. Y si me despedían, estaba en grandes problemas.
—¿Te recojo a la salida, Jimin?—preguntó, accionando el freno de mano una vez que llegamos.
—Si, pero, mamá…—ella me miró, un tanto curiosa ante mi titubeo—, hoy es un día especial. ¿Recuerdas? Yo quería…
No sabía cómo pedírselo, cómo lo tomaría o qué diría: en primer lugar, me causaba mucha vergüenza porque, aunque tratara de fingir, ella sabía lo que sucedería, en segundo; YoonGi me mataría después, y en tercer lugar pero no menos importante: estaba aterrado de que saliera mal.
No todos los días se cumplen doce meses de noviazgo. Y sí, la frase es estúpida, pero a lo que me refiero es, que celebrar nuestro primer año juntos es algo especial y que antes no lo hubiéramos imaginado posible.
La sonrisa en el rostro de mi madre me dió un poco de tranquilidad.
—Lo sé. ¿Quieres la casa sola? ¿Es eso?
Sentí como el calor abrazaba todo mí cuerpo, y estaba seguro de que mis mejillas eran las más delatoras de mi estado. Sabía en qué pensaba mí madre al hacer esas preguntas que parecían inocentes, porque saliendo de su boca, era obvio que en su mente pasaban otras imágenes además de dos jóvenes adultos cenando en armonía.
—Yo…
—Está bien, hijo—se apresuró a decir—. Puedo quedarme con la tía Lee, entiendo que ustedes no tienen demasiada privacidad cuando estamos los tres en casa.
—N-no es eso, lo estás diciendo como si fueras una molestia. Solo quiero hacer algo especial por él.
Mí madre sonrió, acariciándome la mejilla. Ninguno dijo más nada y finalmente bajé del auto para ingresar a la pastelería donde trabajo.
Tenía muchas, muchas cosas que hacer esa mañana
Desde de que Jimin y la señora Park se marcharán me dediqué a lavar los vasos que usamos para el desayuno y aproveché también para limpiar toda la casa mientras escuchaba música en mis auriculares. Me gusta quedarme en la casa a solas, principalmente porque puedo bailar y cantar como gallo desafinado todo lo que quiero sin tener a cierto chico burlándose de mí nefasto show.
Algunos podrían pensar que me usan de mucama. Y si, lo hacen. Pero no hay cosa que me entretenga más, no sé cuál será la razón, pero a diferencia de otras personas amaría quedarme en casa y mantener el orden dentro y fuera; otra cosa que me gusta es arreglar el jardín y apreciar la hermosura de las flores. La señora Park muchas veces me insistió en inscribirme en talleres por la mañana para que no me sintiera mal quedándome en la casa, pero me negué.
Por tantos años olvidé lo que era vivir en un lugar tan grande como este, creo que por ello lo disfruto más que el resto. Cabe destacar que también suelo salir a pasear por el vecindario hasta un parque cercano para recostarme en la hierba y disfrutar de los cálidos rayos del sol, porque me produce paz.
Salí a dar un pequeño paseo y aproveché para comprar algo para almorzar, el sol cálido me daba en la cara cuando regresaba a la casa, cerca de las dos de la tarde. Caminé descalzo por la casa hasta llegar a la habitación de Jimin, que también era la mía.
Leí un par de páginas del libro que me había obsequiado Jennie la navidad anterior, era diferente a lo que acostumbraba a leer: siempre me gustó la fantasía y la ciencia ficción, pero Jennie consideraba que debía experimentar nuevas sensaciones con un libro de romance histórico. Y para mi sorpresa, me estaba gustando mucho.
No supe en qué momento me quedé dormido; sin embargo, al despertar y mirar por la ventana, noté que el sol se había ocultado por completo. Me levanté con rapidez de la cama, dejando caer el libro al suelo, y miré la hora en el reloj de la pared: eran pasadas las ocho de la noche.
—¡¿Cómo pude dormir tanto tiempo?!
Estaba en graves problemas, había faltado a mí trabajo y no era algo que podía hacer solo porque sí. Corrí hacia el baño que quedaba saliendo de la habitación, al final del pasillo, y aunque un delicioso aroma descolocó mis sentidos, no detuve mis pasos hasta llegar a destino.
Me observé en el espejo, notando algunas lagañas en mis ojos y un poco de saliva en mis comisuras, quejándome por lo bajo. Me veía espantoso. Decidí en cuestión de segundos que debía tomar una rápida ducha, por lo que sin más me desvestí completamente y me metí a la zona correspondiente para bañarme. Enjuagué mi cabello y enjaboné mí cuerpo con mí esponja personal colgada en un gancho en la pared, junto a otras dos que pertenecían a mí novio y mí suegra
En cuestión de cinco minutos me encontraba envuelto en mi bata, caminando de regreso a la habitación donde también me vestí con la mayor velocidad posible. Aun si no me dejaban trabajar por llegar tarde, debía presentarme a darles alguna explicación.
Me coloqué un poco de colonia en el cuello, me miré una última vez en el espejo de nuestra habitación: me veía bien.
Casi que corrí escaleras abajo, sujetando las correas de mí mochila, y volví a notar algo extraño: el olor a comida era más fuerte que antes. En ese momento le presté más atención, había olvidado que mí novio y mí suegra seguramente ya habían regresado.
¿Ninguno había notado que yo seguía en la casa?
Crucé el living, e ingresé a la cocina, llevándome la sorpresa de ver a Jimin cocinando la cena.
—Oh, ya despertaste—sonrió hacía mí al mirarme parado junto a la puerta de la cocina.
Lo miré incrédulo, avanzando hacía él con los puños apretados a los costados de mí cuerpo.
—¡¿Sabías que estaba aquí y no me despertaste para ir al trabajo?!—golpeé su hombro, quizá un poco fuerte.
Jimin se secó las manos en el delantal que tenía atado en la cintura. Su silencio y sus movimientos lentos, como si nada pasara, me desesperaron.
Me di media vuelta dispuesto a marcharme, aunque no me hacía gracia irme de esa manera en ese día especial. Era nuestro aniversario,y nuestra idea inicial era lo mismo de siempre: cuando yo regresara de trabajar, pasaríamos el rato juntos hasta quedarnos dormidos, con algunos regalos de por medio. Me hubiera gustado poder pasar todo el día con mí novio para celebrar como se debía, pero nuestra rutina nos lo impedía.
Jimin me abrazó sorpresivamente por la espalda cuando iba por la mitad del living, me removí tratando de librarme pero con su fuerza no me lo permitió.
—No tienes que ir a la cafetería hoy, Yoon. Hablé con tu jefa ayer.
Me quedé quieto unos segundos, recordando que el día anterior Jimin fue a buscarme y lo vi charlando con mí jefa: no me pareció extraño ya que a ella le gusta hablar con todo el mundo.
—Pero…
—Solo quería tenerte para mí hoy—susurró en mi cuello.
—Siempre me tienes, tonto.
Reí en sus brazos, echando la cabeza hacia atrás cuando dejó un pequeño beso en mi cuello.
—Cierra los ojos, te guiaré a un lugar.
Di un asentimiento con la cabeza, y cerré los ojos para dejarme guiar por él, tal como me había pedido. Caminamos hacia la derecha, y cuando sentí el cambio de temperatura, supe que habíamos salido al patio trasero de la casa.
Aun con los ojos cerrados, él me ayudó a llegar hasta una mesa donde de vez en cuando desayunamos para recibir la calidez del sol.
—¿Ya puedo ver?
—No, dame un momento. Cuando vuelva, puedes mirar.
Sentí como sus brazos me abandonaban, el fresco de la noche entró por las mangas de mí remera causando que mí piel se estremeciera un poco.
Jimin no tardó en regresar, oí que dejaba algo en la mesa.
» —Abre los ojos.
Asentí con la cabeza, haciendo caso a sus palabras.
Sobre la mesa, había una bandeja que humeaba. Reconocí el aroma delicioso de inmediato.
—¡¿Hiciste pastel de carne?!
Hace tiempo atrás le había comentado a Jimin que mí madre solía hacer pastel de carne para mí cuando era niño. Siempre ha sido mi favorito, pero no he vuelto a probarlo desde que ella lo hizo para mí una última vez en uno de mis cumpleaños.
Desde el otro lado de la mesa, un tanto avergonzado, mí novio asintió.
—Sé que no será como el de tu mamá, y no es lo que quiero; pero yo… espero que te guste.
Tomé su mano por sobre la mesa, acariciando su dorso. Sonreí con lágrimas humedeciendo mis ojos, realmente estaba encantado.
—Comamos, Jim. Muero de hambre y esto se ve delicioso.
—Está bien—sonrió—, tengo varias sorpresas más para tí está noche—comentó, mientras cortaba una porción para servirla en mi plato.
—Yo preparé un obsequio, pero ese lo debes abrir en la habitación.
Asintió, tosiendo. Me dió gracia que parecía que sus manos temblaron de repente ante mí clara insinuación.
» —Estoy hablando de que lo dejé en la habitación, ¿en qué piensas, eh?
—Oh, n-nada, nada. ¿Por qué tenía que…?
Se rió, entregándome mi plato y comenzando a comer del suyo para no tener que hablar.
Jimin era muy lindo cuando se ponía tímido así: cuando él me coqueteaba no pasaba nada, pero si yo lo hacía, él se sonrojaba a más no poder y se volvía un poco torpe.
(...)
El segundo obsequio fue un pequeño pastel con forma de corazón. La crema de base era blanca y las decoraciones (bordes y pequeños picos espiralados), estaban hechas con crema roja. En el centro, nuestras iniciales estaban escritas con chocolate.
Para ese momento, Jimin se había sentado a mí lado. Nos tomamos incontables fotografías, riendo y jugando como siempre. La señora Park siempre lo decía, y esa noche lo acepté: éramos demasiado empalagosos cuando estábamos en nuestra burbuja.
Mí novio me convenció de cortar el pastel entre besos; yo había bromeado con guardarlo así como estaba porque en verdad era precioso, pero, obviamente, no podíamos.
Para mí sorpresa, el centro del pastel tenía jalea de fresas que, Jimin presumió, la había preparado él con una receta que su madre le había enseñado.
Estaba delicioso, desde que mí novio trabajaba en la pastelería, había comido muchas cosas de allí, pero jamás algo que completamente fuera creado por él y de manera casera. Otra vez, Jimin se encargó de presumirme que no usó ningún electrodoméstico más que el horno y el chocolate como producto pre-fabricado, lo que significaba: el bizcochuelo estaba hecho de harina, huevos, aceite y ralladura de limón, así como la crema batida a mano y la jalea cocinada desde cero con frutillas naturales.
Aquello lo hacía aún más especial.
Sin embargo, algo sucedió: sin querer, jugando conmigo, Jimin manchó por accidente mí ropa con jalea pegajosa, y yo, ensucié mí mentón y cuello con algunas pequeñas gotas.
“Pareces un niño que no sabe comer”, recuerdo que me dijo, y prosiguió a ayudar a limpiarme de una manera única.
No comprendí hasta rato después sus intenciones, pero dejé que con su lengua quitará cada resto de jalea en mí piel.
En algún momento de la situación, solté un jadeo bajito cuando, a propósito, me hizo un chupetón en el cuello. No tuve tiempo de quejarme por la vergüenza que sentí, porque mientras me tomó con las manos por los costados de mí rostro, sus labios atraparon los míos en un beso que inició inocente y tranquilo pero terminó siendo desesperado por parte de ambos.
Parecía como que él quería limpiar también todo el sabor a jalea que pudiera encontrarse dentro de mí boca.
Era la primera vez que nos besábamos de esa manera tan hambrienta. Mí corazón latía con fuerza, bombeando sangre a cada espacio de mí cuerpo produciendome calor.
—¿Sabes?—susurró, separándose a penas. Sus ojos brillaban, y la vista de sus labios mojados con mí saliva era una que quisiera nunca borrar de mí mente—, te amo más cada día que despiertas a mí lado, incluyendo el primero.
Sonreí, tirando de su ropa para volver a besarlo. De manera inconsciente, terminé subiendome sobre sus piernas. Solté otra vez un pequeño jadeo, realmente estaba disfrutando de la cercanía.
Sus manos bajaron a mí cintura y continuaron el camino a mí espalda baja, dudosas de meterse bajo mí ropa.
—Puedes hacer eso y más—di el consentimiento, porque podía escuchar la voz en su cabeza que se hacía la pregunta de si podía continuar, o debía parar.
Jimin asintió, empujándome para que me pusiera de pie. Y todavía sin soltar mis labios o mí cintura, comenzó a guiarme para que caminara hacia donde él quería.
» —¿Y mamá Park?—pregunté, recobrando un poco la cordura. Si ella llegaba a la casa y veía todo el desastre, yo estaría muerto de la vergüenza y no saldría de la habitación por lo menos hasta un mes después.
—Hoy no vendrá.
Esa pequeña frase bastó para que volviera a perder el control: tampoco es como que pudiera hacerlo si tenía las manos de Jimin acariciando todo mí cuerpo en la sutil y demandante manera en la que lo hacía.
Nuestra ropa quedó esparcida por el suelo de la casa: con cada paso algo abandonaba mí cuerpo o el suyo y caía al suelo.
Al llegar a la habitación nuestros cuerpos estaban desnudos por completo. Antes, ya había visto el cuerpo de mi novio sin una sola prenda porque nos gustaba bañarnos juntos de vez en cuando; sin embargo, a mí me era muy difícil quedar tan al descubierto y por lo general usaba el bañador.
Jimin nunca me obligó a nada y respetó mí espacio, siempre le estuve agradecido por eso. En un inicio temí que él ya no quisiera ser mí novio porque yo no quería intimar: en realidad no es que no quisiera, sino que aún el recuerdo de esa desastrosa noche, de aquél video y todos los comentarios que recibí después de mí cuerpo y la situación, me atormentaban.
Pero, ese doce de noviembre, no tuve ningún miedo a entregarme a la persona que más amo.
—Feliz aniversario, amor—susurré sobre sus labios, sintiendo el frío de la pared del pasillo contrastar con el calor de mí cuerpo, mientras Jimin abría la puerta con una sola mano.
En su mirada se reflejaba la lujuria: Jimin había entendido que, definitivamente, aquel regalo que yo le entregaría en la habitación, en realidad era yo entregando mí cuerpo a él. Al parecer habíamos planeado lo mismo, porque, cuando sucedió lo de la jalea sólo se había tratado de una táctica para llevarnos a esto.
Mí novio sonrió, levantándome del suelo para que enrollara mis piernas en su cintura.
No me arrepentiré jamás de haber aceptado intentarlo con él aquella madrugada donde dudabamos si solo éramos buenos amigos o podíamos cruzar la línea y ser más que incluso eso, y no cambiaría nada si tuviera la posibilidad de volver el tiempo atrás.
♡
♡
♡
[Fin]
Espero les haya gustado, tanto a lectores en general como a quien le corresponda leer el Treeshot desde el concurso. Hice mí mayor esfuerzo después de varios problemas, pero a mí personalmente me gustó 🥺❤️
© ʏᴏᴏɴɴɪᴇxᴊɪᴍɪɴɪᴇ5
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro