Heathens. [one shot]
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Bienvenido al Museo del Recuerdo.
En un cartel, pequeño y algo sucio se leían aquellas palabras. Siempre he sido una persona bastante curiosa, buscando misterios del Internet o cosas así. Aunque está vez, es distinto. Un edificio imponente se alza frente a mí, con un estilo gótico, sus paredes algo gastadas y rodeado de pura soledad.
Parece extraño que un museo se encuentre en una zona como esta, puedo jurar haber visto a un hombre drogado unas dos o tres cuadras atrás. Sin embargo, aquí está. Lo conseguí por Internet, en un anuncio grotesco mientras veía un vídeo de YouTube. Me causó mucha curiosidad, y aquí estoy.
Un suspiro escapa de mis labios, observando el vaho que sale de estos por el frío invierno actual. Apreto mis manos dentro de los bolsillo de mi abrigo y me apresuro a entrar al lugar, jadeando sorprendida cuando lo primero que veo es un gran salón, con paredes blancas e impolutas. Al alzar la mirada, del techo cuelga una araña de estilo barroco.
El lugar es una mezcla de minimalismo y barroco, lo cual parece extraño, pero termina por agradarme.
Frente a mí, en el centro de toda la sala hay un chico con aspecto cansado. Su cabello luce un poco opaco, lo que me hace torcer mi boca en una mueca.
Con pasos más lentos me acerco a él, sonriendo con labios cerrados cuando cruzamos miradas.
—Una entrada —murmuro únicamente, el chico asiente y extiende su mano, dejando escuchar su voz ronca.
—Nueve mil wons.
Sacó el dinero de mi bolsillo y muerdo mi labio, alejándome del chico para entrar finalmente al salón. Resultó que era una especie de efecto óptico, pues el cuarto no es tan grande como parece, sino que el blanco lo hace ver más espacioso.
Cruzo una puerta, encontrando esta vez con un piso de madera y paredes del mismo blanco de antes, con grandes cuadros puestos en líneas hechas a la perfección, cosa que me complace.
Camino hacia mi izquierda, donde parece que hay un texto que presenta el museo. Vuelvo a leer aquella palabras.
“Bienvenidos al Museo del Recuerdo.
Si estás leyendo esto, muchas gracias.
Soy el dueño y creador de este sitio, por lo que aprecio tu visita.
Este Museo fue pensado para recordar a aquello que ya se fueron. Aquellos a los que nadie recuerda, para verlos una vez más, para conocerlos y no poder borrarlos jamás de nuestra memoria.
La muerte resulta oscura para muchos, así que una ayuda le daremos a quienes recordemos. Disfruta del recorrido.
Y asegúrate de leer bien las descripciones.
—KTH
Bufé y comencé a recorrer el lugar, llegando a penas en segundo a la primera pintura. Era un retrato, en la parte inferior había un pequeño cartel que rezaba:
“Nombre: Park Jimin.
Causa de muerte: ahogado.”
Un suspiró tembloroso escapó de mis labios mientras mi cabeza dolía. Jadeé cuando, al cerrar los ojos, vi al mismo joven de la pintura, laxo dentro de una bañera, su rostro relajado y el agua desbordando.
Había muerto ahogado, sí. Pero por suicidio. Negué lentamente, caminando hacia la siguiente pintura, mientras las imágenes de Park Jimin en un psiquiátrico, en un parque y bailando me golpeaban con fuerza y me causaban jaqueca.
En el siguiente cuadro estaba un hombre de hoyuelos sosteniendo un libro.
“Nombre: Kim Namjoon.
Causa de muerte: sobredosis.”
Gruñí cuando el rostro de Jimin abandonó mi mente y ahora era Namjoon, el joven apuesto, quien aparecía.
Sus ojos abiertos y cubiertos de lágrimas, desvanecido en un colchón viejo de un motel, con jeringas, polvos y pastillas a su alrededor y un rastro de vómito en las comisuras de sus labios. Sollocé.
—P-por favor, Kim Namjoon. No puedo —murmuré, queriendo llorar ante la imagen. Inmediatamente en mi mente se proyectó algo nuevo, el chico acompañado de Jimin, sonriendo y riendo. Suspiré calmada, dándome cuenta que al parecer los dos hombres eran amigos.
Seguí mi recorrido, observando de reojo algunas otras obras. “Park Jinyoung”, “Choi Seungchol”. Nombres de chicos, todos. La mayoría habían fallecido por suicidio, parecía. El que me llamó la atención fue el de Jung Hoseok.
Lo pasé de largo cuando una imagen golpeó mi cabeza, un cuerpo tirado al final de unas escaleras, rodeado de un charco de sangre, ojos abiertos, una pierna rota y un brazo dislocado. Volví sobre mis pasos y lo vi, “Jung Hoseok.” Más imágenes llegaron a mi mente, por lo cual fruncí el ceño. Parecía ser amigo de Jimin y Namjoon también.
Suspiré y asentí hacia la imagen, sabiendo que él estaba conforme cuando vi un ramo de rosas en mi cabeza que me hizo sonrojar. Seguí caminando hasta toparme con la atractiva imagen de un chico de labios abultados, sonriendo.
“Nombre: Kim Seokjin.
Causa de muerte: suicidio.”
Una mueca de dibujó en mis labios, no queriendo imaginar de qué forma lo había hecho. Sucedía que, yo solo veía lo que me querían mostrar. Pasaron unos segundos de quietud, imaginando que Seokjin no tenía nada que mostrarme, continué con mi camino cuando una imagen me golpeó tan fuerte que me causó una migraña.
Seokjin, el bello joven, me mostró segundo antes de su suicidio. Estaba viéndose al espejo mientras el arma entre sus manos se acercaba hacia su sien.
Su dedo en el gatillo pareció moverse en cámara lenta, por lo que justo antes de que la bala saliese disparada, grité en mi mente “¡Basta, Seokjin!”.
Unas flores aparecieron luego de eso, junto con aquellos labios haciendo puchero, lo cual me hizo sonreír y asentir mientras seguía caminando. Más y más de lo mismo. Al menos hasta que llegué al final, desde lejos parecía que faltaban tres pinturas, pero cuando te ibas acercando se notaba que dos de ellas estaban juntas.
Dos chicos de sonrisas resplandecientes, pintados en distintos lienzos, pero con el mero objetivo de ponerlos juntos.
Bajo el chico castaño, de ojos bonitos y brillantes se leía:
“Nombre: Jeon Jungkook.
Causa de muerte: asesinado por su novio.”
Aquello me sorprendió bastante, principalmente porque el artista parecía ignorar los detalles de las muertes, como si no fueran relevantes. Y no lo eran. Pues lo importante era recordarlos.
Al ver al otro chico, mordí mi labio aún más confundida.
“Nombre: Min Yoongi.
Causa de muerte: suicidio.”
Él parecía igual a los otros, por lo que mi cabeza se confundió mucho más. ¿Quién era Jeon Jungkook para el artista?
Pregunté en mi interior, analizando la obra con detenimiento.
“¡Eso es mentira!” escuché de pronto en mi cabeza, gruñendo y entrecerrando los ojos. Había bebido mis medicamentos, por lo cual no debería ser capaz de escuchar las malditas voces.
“Escúchame”, fue esta vez un murmuro, por lo que asentí y, viendo a mi alrededor, me acerqué a sentarme al pequeño sofá en medio del salón mientras veía la pintura.
—¿Quién eres? —murmuré, arañando el esmalte de mis uñas.
“Jeon Jungkook. Y tú eres Hyesun.”
Abrí los ojos sorprendida por el dato. Así que era el niño bonito. Asentí cuando él dijo mi nombre, aunque no había sido pregunta.
—Puedes decirme Hye.
“Lo que dice ahí es mentira, Hye. Mi novio no me asesinó.”
Asentí. No sabiendo qué decir, no entendiendo por qué Jungkook me decía aquello.
“Necesito que alguien lo sepa, porque Yoongi no puede descansar en paz. Y si alguien sabe que él es inocente lo hará.”
—¿Él es tu novio? —pregunté, señalando al chico a su lado, luego de unos segundos en los que me dediqué a atar cabos.
“Sí, Hye. Necesito que me escuches. ¿Puedes?”
Asentí, riendo bajito cuando vi un ramo de girasoles frente a mí. Mis flores favoritas.
“Yoongi no me asesinó, Hye. Él y yo nos amábamos. Nos conocimos cuando éramos mucho más jóvenes.
Jungkook bufó sonoramente. Odiaba tanto a ese profesor. Se encontraba con otros seis chicos en una línea, siendo regañado por haber llegado tarde.
Ni siquiera prestaba atención a lo que aquel vejete decía, simplemente bufaba y rodaba los ojos cada dos por tres. En el momento en que este se fue, siguió a los demás chicos hacia el lugar que, al parecer, debían ordenar.
—Me llamó Jimin —escuchó de repente. Un chico joven, de ojos bonitos y sonrisa resplandeciente se presentó.
Y a partir de ahí nació una amistad.
Jungkook corrió emocionado hacia “el escondite”. Había sido un día de mierda, igual que muchos otros, por lo cual necesitaba ese escape. Al llegar a la sala, entró de una y tomó lugar en el umbral de una ventana.
—Jungkook-ah.
Se sobresaltó. El azabache estaba sentando frente a un piano, tocando algunas notas al azar.
—Oh, Yoongi hyung. Me asustó.
—¿Qué haces aquí, niño? —preguntó sin quitar la vista del piano.
—Lo mismo que usted, hyung; he tenido suficiente de la escuela por hoy.
El más joven tomó la iniciativa y se sentó al lado del azabache, con una suave sonrisa pintada en sus labios.
—Hyung, ¿me enseña a tocar el piano?
Y una amistad nació.
Seokjin dió unas palmadas a su espalda, riendo bajo ante la vergüenza que expresaba el cuerpo del menor. Yoongi rascó su nuca, con la flor de Tigre extendida hacia el frente. Jungkook estaba también ahí, sus mejillas rojas y con expresión sorprendida. El resto de amigos los rodeaban, casi conteniendo la respiración en espera de la respuesta del menor.
Jungkook apretó su labio inferior y, tomando la flor de la mano del mayor, asintió lentamente, riendo emocionado cuando su hyung terminó tomándolo en un abrazo apretado.
Seis meses de novios. Para Jungkook y Yoongi había pasado tan rápido el tiempo. Ambos estaban sentados frente al piano, mientras Yoongi tocaba una melodía y Jungkook tarareaba de vez en cuando, feliz de tenerse el uno al otro.
Jungkook, a pesar de tener la mejilla amoratada y el labio roto, no dejaba de sonreír gracias a su hyung, su novio.
—¿Ahora si vas a decirme que sucedió, Goo? —Yoongi detiene súbitamente la melodía, viendo a su novio con una ceja alzada.
El castaño intenta apartar la mirada, pero es inútil. Yoongi le toma de la mandíbula y le manda una severa mirada de advertencia.
—Mi padre volvió a beber, hyung. Es todo —asegura, sonriendo cuando el mayor besa su mejilla justo sobre el golpe.
Yoongi y yo tuvimos años de una hermosa relación, Hye. Mi padre no aceptó que fuera homosexual, así que me echó de la casa. Y comencé a vivir con Yoongi.
Dejamos de comunicarnos con los chicos de a poco. Sólo éramos él y yo.
Jungkook caminaba con una bolsa de comprar en mano, tarareando la nueva melodía que su novio estaba creando junto a una estudiante que tenía. La tarde estaba acabando, el sol cayendo.
Estaba a uno o dos minutos de su casa cuando comenzó a sentirse perseguido. Aceleró el paso, algo preocupado porque la zona en que vivían no era la más segura de Corea.
Una mano se posó en su hombro, a la vez que escuchaba aquella voz que le causó un estremecimiento.
—Hasta que nos vemos, hijo.
Yoongi no sabe cómo fue que todo sucedió. Salía con su alumna para despedirla a la entrada de su edificio cuando vio a su novio tirado en el piso al otro lado de la calle, sangrando con el desgraciado de su suegro frente a él.
La chica intentó detenerlo, pero Yoongi simplemente se soltó con brusquedad, corriendo hasta el hombre que, antes de poder reaccionar, tenía la misma cuchilla con la que había apuñalado a su hijo enterrada en el pecho.
Yoongi lloriqueó, arrodillándose frente a su novio mientras acariciaba su cabello. Su mano ensangrentada y con la cuchilla que clavó a su suegro fueron pruebas suficientes para inculpar a Yoongi del crimen.
Le dieron cadena perpetua con posibilidad de libertad condicional a los diez años de estancia en la cárcel.
Taehyung y Seokjin lo visitaron un día. Yoongi vió lo cambiados que estaban, una mueca dibujada en su rostro.
—No puedo creer que lo hayas matado. —empezó Seokjin, Yoongi negó desesperado, con lágrimas inundando sus ojos.
—Espero que te pudras aquí, Min. O que te mueras primero por el remordimiento de lo que has hecho. —Taehyung habló con voz dura y, sin tener nada más que decir, ambos se fueron y lo dejaron.
Yoongi no recibió más visitas.
Pasé diez años en la cárcel.” Hye escuchó una voz distinta. “Cuando me liberaron, el único que me contactó fue Jimin, quien me ayudó a visitar a Jungkook en el cementerio.
Incluso si yo no lo había matado, la conciencia me pesaba demasiado. No había hecho nada para protegerlo.
Poco tiempo después de mi salida de la cárcel, me enteré que Jimin se había suicidado.
Namjoon había vivido una vida de pobreza desde que nos separamos. Trabajaba en una gasolinera mal pagada y, aunque intentó verle lo positivo a la vida, sucumbió a las drogas y murió.
Hoseok murió luego. Tuvo muchas fracturas tras una caída y no sobrevivió, tuvo la muerte más rápida.
Yoongi suspiró, jugueteando con el encendedor en su mano. Seokjin, Taehyung y él eran los únicos vivos. Y ninguno le hablaba.
Cada día el pecho le dolía más, extrañaba demasiado a su Jungkookie.
Bufando, se decidió finalmente. Tomó el galón de gasolina que tenía a un lado y la repartió por toda la habitación de aquel motel viejo.
Encendió por última vez su encendedor y lo arrojó. Se cubrió con una camiseta suya que Jungkook amaba utilizar y se acostó en la cama, suspirando y cerrando los ojos.
—Te amo, Jungkookie.
Me quemé vivo. Pero no dolió. Mi madre murió en un incendio también. Cuando morí, me encontré con Jungkookie. Pero no pude irme con él. No soy un alma en paz.
Jin se suicidó dos días después de mi muerte, sintiéndose culpable y vacío.
Fue Taehyung quien empezó este museo.
Pintó a Jimin, deseando recordarlo. Y luego pensó en la idea de hacer lo mismo para todos nosotros.
A Taehyung le dolió mucho la muerte de Jungkook. Por eso parece tan rencoroso al escribir su muerte. Sin embargo, me pintó a su lado.
Ve a ver la última pintura que Taehyung realizó.”
Hye obedeció y, poniéndose de pie, llegó al final de la exposición, viendo a un atractivo hombre de facciones marcadas, casi tan perfecto como el hombre de vitruvio.
Se acercó un poco más para ser capaz de leer la descripción.
“Nombre: Kim Taehyung.
Causa de muerte: suicidio.”
Hye suelta un jadeo, sorprendida mientras observa las iniciales. Era el creador del museo.
—Él está muerto —murmura, observando detalladamente la pintura.
“Me suicidé. Pinté a mis seis amigos y me di cuenta que mi vida no tenía sentido sin ellos. Mi padre mató a mi hermana y mi madre a golpes. No tenía familia.
Pinté mi propio retrato, escribí mi nombre y causa de muerte, lo colgué aquí a media noche y me colgué a mí de este techo, con una cuerda. El chico de los boletos me encontró.”
—¿Y los demás chicos?
“Los agregaron luego de mi muerte, por morbo, supongo.”
Hye murmuró una maldición y se sentó en el piso, frente a la pintura.
—¿Por qué todos ustedes me hablan de esto? —pregunta, curiosa. Siente un destello de luz frente a ella y se sorprende al visualizar a los siete chicos frente a ella. Altos, muy altos. Con ropa prolija y una sonrisa sincera.
—Lo sentimos —admite Namjoon, apenado. —algunos, en especial yo, tuvimos una muerte lamentable. Eres joven y no deberías tener los velos de la muerte cubriéndote.
—Tengo diecinueve. Y, ya me acostumbré. Aunque ustedes son unas almas muy peculiares.
—Cometí un error —admite Taehyung, acercándose un poco más a mí. —Nuestras almas están atadas a estas pinturas. No podemos descansar en paz mientras esté lugar siga existiendo, mientras los prejuicios de nuestra muerte sigan vigentes.
—Jungkook y yo somos almas gemelas —habló esta vez Yoongi. Con sorpresa, vi como los meñiques de ambos estaban rodeados de un hilo rojo.
—Eres la primera persona que nos puede escuchar. Necesitamos tu ayuda —pide Seokjin, señalando hacia un envase de gasolina en una esquina del lugar.
—Quema este lugar. Estas pinturas. Necesitas irnos. Por favor —me pide Hoseok y sin siquiera dudarlo un poco, termino por asentir.
Luego de todo eso, mi cuerpo se mueve por sí solo y antes de darme cuenta de todo lo que he hecho, observo desde fuera a aquel edificio arden en llamas y lo último que pasa por mi mente, es un gran ramo de siete distintos tipos de flores.
Y con una sonrisa, finalmente pude retirarme de ahí.
Volví, gente.
No puedo creer, sin darme cuenta acabé lejos por un largo rato.
Mhm, subo este os que ya lo tenía escrito desde el año pasado porque el que he estado subiendo y quería subir sigue en proceso y ya ni quería tardar más.
Es un poco diferente a lo que he escrito hasta ahora, pero espero lo disfruten. Gracias por leer. 🧚🏼♀️✨
Y gracias por los 2K de lecturas🥺
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