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Apuesta. [one shot]

A los catorce, Yoongi ya estaba consciente de que no tenía la mejor situación económica. Tuvo que vender varios CDs y mangas para poder comprar sus útiles ese año.

Además, siempre tenía ropa muy desgastada, porque su mamá le decía que aún le quedaba. Y él no podía contradecirla; no cuando trabajaba tan duro por él y su hermano mayor.

Yoongi era una persona bastante sociable, con muchos amigos. Y esos amigos le presentaban amigos. Así fue como los conoció; Chanyeol, Hansol y Jaebeom fueron los primeros chicos a los que pudo realmente considerar cercanos.

Eran chicos riquillos, unos completos chaebols castigados en su escuela. Pero le agradaban, más o menos. Nunca fueron groseros o despectivos por la clara diferencia de clases sociales, total Yoongi era más inteligente.

Fue un día en específico, a los catorce y medio, que Yoongi llegó de mal humor con su grupo. Resultaba que su mangaka favorito había sacado un nuevo manga y él lo quería. Pero no tenía el dinero para eso.

Por aquellos tiempos, había una niña a la que todos rechazaban. Era el cliché de nerd en las películas americanas, a nadie le agradaba tampoco. Así que, con malicia, Chanyeol lo retó.

“Si besas a la perdedora, te damos el dinero para que lo compres”. Yoongi aceptó al instante. Al día siguiente ya andaba con su nuevo manga en brazos.

La siguiente vez, Yoongi quería el nuevo álbum de Zico y, consiguiendo el número de una chica de último año, pudo comprárselo.

Yoongi pensaba que aquello era más bien como hacer favores. Luego, a los quince, se enteró que eran apuestas. Para ese momento, apostaba sólo por que sí.

Ganaba hasta cien mil wones al mes en cumplir los retos de sus amigos en un tiempo determinado. Si no lo hacía, tenía que devolver algo de lo que había comprado. Pero siempre cumplía, así que no se preocupaba.

Y sí, podría decirse que era adicto, pero no tonto. No iba a aportar dinero que no tenía.

Gruñó una vez más cuando llegó junto a sus amigos, luego de haber caminado desde su casa pues había perdido el autobus. Ya tenía veintitrés y seguía luchando contra ese maldito.

Sus tres amigos rieron, apoyados en el descapotable nuevo de Chanyeol.

—¿De nuevo el autobús? —Hansol preguntó con diversión. Yoongi asintió, apoyándose junto a Jaebeom.

—Necesito un auto. Odio esa cosa infernal —bufa, pasándose las manos por el cabello.

—¿Esa es una forma de decir que quieres apostar nuevamente? —Chanyeol se mostró genuinamente interesado.

—Claramente. Saben que el dinero que he ganado de las otras son para mi universidad.

—Bueno, un auto es una gran apuesta —comienza a tantear terreno.

—Saben que hago lo que sea. Escúpanlo.

—Jeon Jungkook.

—¿Mhm?

—Según Yugyeom, es nuevo en la facultad de arte. Un completo rarito. No habla con nadie y es como una especie de genio —cuenta Jaebeom.

—¿Un genio? ¿Un nerd?

—Lo es, sí. Aunque, es raro. No es feo. Lo he visto, y es bonito —agrega Hansol, fingiendo desinterés.

—Pero sigue siendo un friki.

—El premio gordo requiere un buen reto. Aunque sabes que tú también debes apostar.

—¿Qué quieren esta vez?

—Tu colección de mangas. Tiene un precio inigualable a este punto.

—Bien, es un hecho.

—Tienes cinco meses para hacerlo caer. Si al final del semestre no está enamorado, pierdes.

Y así es como cerraron aquel trato.

Jungkook era un chico como cualquier otro. Amaba el arte, la buena música, el anime, cómics y mangas. Medía 1.70 y tenía cabello castaño rizado. Ojos bonitos y un lindo lunar bajo el labio.

Un chico muy básico.

Era tímido y bastante introvertido. No se mostraba en compañía de nadie en la universidad y, por supuesto, era el mejor en su carrera.

Así que era muy extraño que Yoongi, uno de los típicos idiotas rompecorazones, se acercara a él. A nadie le parecía una buena señal.

A Yoongi le daba igual lo que los demás pensaran y Jungkook, por su lado, era nuevo, así que no lo conocía.

—Hola —saludó Yoongi, irrumpiendo en la concentración del menor. Jungkook lo observó, una ceja alzada y su ceño fruncido.

—No te conozco —responde. Tenía una voz suave, como si tuviera miedo a hablar.

—Soy Min Yoongi.

—Tampoco me interesa —agrega.

Yoongi se queda momentáneamente desconcertado ¿cómo aquellas palabras habían sonado tan amables? Al parecer, Jungkook era una especie de pasivo-agresivo.

Un verdadero reto.

—Bueno. Es que te vi solo y quise hacerte compañía, no seas tan grosero.

Un suspiro pesado lo interrumpió, recibiendo una mirada un tanto indescifrable de parte de Jungkook.

—Soy Jungkook. Lamento ser grosero, pero no me gusta que las personas se me acerquen.

—¿Tienes personafobia?

—Eso ni siquiera existe —Jungkook rió, dejando de lado su cuaderno para centrarse en el chico frente a él.

—Claro que sí. El miedo a las personas.

—No con esa palabra.

—¿Y cuál es la correcta, genio?

—Antropofobia, perdedor. Y no, no tengo ninguna clase de ansiedad social. Pero me molesta que me interrumpan cuando estoy concentrado en mis propios asuntos.

—¿Perdedor? Eres demasiado amable —dice con sarcasmo, rodando los ojos. —Lamento interrumpirte, bonito. Pero te hice reír, así que no soy tan malo.

—Eso no te quita lo perdedor —comenta y luego de eso lo ignora, dejando que Yoongi simplemente lo observe con una sonrisa divertida.

Ese fue su primer encuentro.

Las semanas que siguieron, Yoongi se mantuvo detrás de Jungkook, siendo insistente y, hasta cierto punto, molesto para el más joven.

Fue a partir de la quinta semana que las cosas comenzaron a cambiar. Jungkook le seguía las conversaciones y permitía que se sentara junto a él en el almuerzo.

Todos los demás predecían lo que podría pasar, pero Jungkook era demasiado inalcanzable. Definitivamente nadie podía acercarse y advertirle de lo falso que era Min Yoongi.

Aunque, de todas formas, Jungkook no era de aquellos que juzgara por el pasado.

—Así que, ¿te gusta Junji Ito? —pregunta Yoongi, bastante impresionado un día, mientras ambos disfrutaban de la compañía del otro en el campus de la universidad.

Jungkook ríe por su expresión de sorpresa y vuelve a asentir. —Él ha sido mi inspiración para estudiar arte. Quiero ser un mangaka como él.

—Interesante —murmura Yoongi, desviando su mirada al sketchbook que Jungkook siempre guardaba celosamente contra su pecho.

—Píntame como el Lovecraft de los dibujos en el siglo veintiuno.

—¿Puedo ver? —ignora su comentario y apunta a su librito. El menor duda un momento, apretando ansiosamente este contra su pecho.

Por un momento Yoongi desea retractarse, pero se ve interrumpido por Jungkook, quien suspira y asiente, quien extendiéndole aquel pedazo de su vida.

Las cosas habían tomado un nuevo giro a partir de ahí.

Ahora ambos compartían el uno con el otro sus gustos. Escuchaban música juntos mientras Yoongi observaba a Jungkook dibujar. El menor incluso lo había guiado hacia el camino del anime, así que veían algunos juntos de vez en cuando.

En tres meses, aquella amistad ya estaba más que florecida. Jungkook parecía muy receptivo, más abierto hacia él. Algo que le daba la luz verde que necesita. El tiempo se le acababa y necesitaba hacerlo su novio pronto.

Así que, fríamente, ejecutó la fase dos de su plan.

—Jungkook-ah.

—¿Mhm?

—Ten una cita conmigo.

Solo ahí el menor le observó, incrédulo y Yoongi pudo apreciar entonces el sonrojo tiñendo sus mejillas.

—¿E-es enserio?

—Sí, sabes que no me gusta andar con rodeos. Me gustas.

Y la siguiente fase comenzó.

Tuvieron numerosas citas, casi todos los días. Salían a caminar, por helado, conversaban y escuchaban música. Incluso habían comenzado a leer juntos.

Ambos estaban disfrutando del tiempo juntos, de las citas y los pequeños besos inocentes que comenzaban a compartir. Reían juntos y se sentían demasiado cómodos uno con el otro.

Promto se volvieron incluso confidentes. Yoongi le contaba sobre su situación familiar, lo complicado que había sido todo desde siempre. Jungkook le hablaba sobre su ex, aquella chica que estuvo con él solo para quitarle dinero y rompió su corazón. El menor le habló sobre sus problemas emocionales, su ansiedad y su depresión. Sus anteriores intentos de suicidio cuando su madre lo dejó y sus problemas alimenticios. Min comprendió que había cosas peores que la falta de dinero para lujos.

Y Yoongi constantemente olvidaba que Jungkook era su apuesta únicamente. Disfrutaba demasiado las manos suaves y cálidas del menor, sus esponjosos labios y aquellas adorables sonrisas que sólo le dirigía a él.

Se sentía culpable de vez en cuando. Pero se recordaba también que todo era por un bien mayor; o más bien, por un deseo egoísta.

Ya habían pasado casi los cinco meses. Así que era en ese momento, o definitivamente nunca.

Jungkook estaba perdidamente enamorado de Yoongi. Se había acostumbrado tanto al cálido sentimiento que se asentaba en su pecho cada que lo tenía cerca, y le encantaba.

Había superado sus miedos, su viejo corazón roto y era capaz de asegurar que estaba amando nuevamente, con locura. Y ni siquiera tenía una relación formal con Yoongi.

Pero esperaba que eso cambiara ese día.

Ese día, Yoongi le había indicado vestirse más lindo de lo normal. Con un sonrojo, Jeon se observaba en el espejo, vistiendo su mejor ropa. Sus manos su daban y temblaban ligeramente, claramente ansioso, nerviosos por lo que pasaría ese día.

Se encaminó más temprano de lo usual, justo como Yoongi lo había pedido. A cada paso que daba su emoción crecía y su corazón latía con cada vez más fuerza.

Unos veinte minutos después, iba llegando en su universidad y, en la entrada, estaba Yoongi con una sonrisa suave. Unieron sus manos y caminaron hacia dentro, deteniéndose cerca de la entrada de la facultad de arte.

Una de las manos del mayor subió a su mejilla, acariciando y prontamente besando su suave piel.

—Jungkookie, hemos estado conociéndonos y saliendo durante un tiempo ya. Y no puedo esperar más para decirte esto —la mano temblorosa de Yoongi se aferró a la de Jungkook, arrepentimiento comenzaba a invadirlo mientras observaba los brillosos ojos ilusionados del menor. —¿Quieres ser mi novio?

Jungkook asintió entonces, con efusividad mientras se lanzaba a abrazarlo. Un atisbo de felicidad cruzó el cuerpo de Yoongi, el cual desapareció en el momento en que unos aplausos sonaron a espaldas de este.

De repente, la atención de todos estaba en ellos y Yoongi maldijo, tomando con fuerza la mano de Jungkook, pidiéndole perdón de esa forma.

—Lo lograste, Yoongi —habló Chanyeol, con una pizca de emoción. —Ganaste la apuesta. Una vez más.

Y por primera vez, Yoongi no se sintió satisfecho con esas palabras. No cuando todos sus sentidos se alertaron porque la mano de Jungkook había aflojado el agarre hasta soltarse.

—¿Y-Yoongi? —escuchó entonces esa voz rota. Su corazón se rompió en pedazos al volver a ver al menor, con lágrimas silenciosas cayendo por sus mejillas.

—Jungkookie, puedo explicarlo... —alza su mano, con intención de tocarlo. Sin embargo, Jungkook retrocede, negando con el alma nuevamente hecha trizas.

—Eres.. —duda un momento. Al ver la mirada burlona de aquel chico con quien Yoongi hizo la apuesta, obtiene la valentía que necesita. —Eres un imbécil —espeta, dejando que sus sollozos suenes con libertad. —Te mostré lo mejor y lo peor de mí. Te conté de mis experiencias y ¿todo por una maldita apuesta? —jadea, intentando conseguir el aire perdido, mientras cubre su rostro con sus manos en un intento de borrar sus lágrimas. —¿Eso es lo que fui todo este tiempo para ti? —Yoongi nisiquiera sabe que responder. Jungkook entonces solloza más fuerte. —Odioso imbécil, te odio tanto —se queja, agachándose en el momento en que se siente superado. —odio quererte. ¡Solo fui una maldita apuesta! Ni siquiera un amigo. Nada.

Un chico, que Yoongi reconoce como otro a quien le rompió el corazón en el pasado, se atreve a acercarse a auxiliar a Jungkook, quien luce tan avergonzado, tan dolido y tan roto.

Y, para decepción de Jungkook, Yoongi nisiquiera intenta acercarse.

—Ojalá nunca te hubiera conocido —murmura, aferrado al cuerpo de quien se presenta como Seokjin. —Y ojalá disfrutes de tu estúpido premio —sorbió su nariz, sus mejillas sonrojadas y ojos hinchados a ese punto. —sin embargo, no te odio, Yoongi. Te quiero. Y espero que este te quiero te duela más de lo que te dolería un te odio.

Y con esa frase, Yoongi finalmente se rompe y no puede evitar soltar lágrimas con la mirada gacha. Porque es cierto. Le duele más saber que Jungkook lo pudo llegar a querer. Y porque quizás él también lo quería.

Y esa fue la última vez que Yoongi pudo apreciar de cerca a Jungkook.

Obtuvo su nuevo auto, un precioso Mercedes Benz de 2020. Pero eso no llenaba aquel terrible vacío que le había quedado luego de haberle roto el corazón a Jungkook.

Ya nisiquiera se juntaba con Chanyeol. Se dedicaba a seguir a Jungkook de lejos, quien ahora pasaba su tiempo con Seokjin y Hoseok —dos chicos a los que también les había roto el corazón—.

Y los meses pasaron. Y Yoongi no podía deshacerse del vacío emocional. Y no podía calmar aquel punzante dolor que le atravesaba el pecho cuando Jungkook reía junto a Hoseok y Seokjin.

Y tal vez —solo tal vez— se había encerrado dos o tres veces en el baño, a llorar porque nunca se había sentido tan miserable.

Definitivamente, no todo en la vida era dinero y lujos. Había también amistad y amor. Y Yoongi no había sabido valorarlo cuando se les habían sido dados en bandeja de plata.

Ahora le tocaría resignarse a sufrir por Jungkook hasta que su corazón dejara de amarlo.

Se arrepentía tanto de esa maldita apuesta que hizo a los catorce años. Y mucho más, de aquella última que hizo.

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