A Little Bit Of Magic. [one shot]
Wizarding World AU.
Caminó a través de los pasillos del castillo mientras luchaba contra su corbata amarillenta, medio adormilado. Soltaba gruñidos cada vez que aquel tonto nudo no quedaba como debería, murmurando varias maldiciones hacia sus compañeros de habitación, solo porque podía y quería. Deshizo una vez más aquel amarre y deslizó aquella corbata fuera de su cuello.
Jungkook finalmente ladeó su cabeza bruscamente, provocando que de esta saliera un crujido mientras se dirigía al comedor a tomar el desayuno. Pasó una de sus manos a través de su cabello, intentando ordenar los rizas desordenados.
—Lindo cabello.
—No molestes, apestoso. —gruñó Jungkook nuevamente, escuchando la risa de su otro amigo, mientras de reojo observaba como todos se iban incorporando a su alrededor. Tenía un grupo bastante grande y variado de amigos. O más o menos variado. No se aceptaban Slytherin de ninguna edad ni sexo.
De eso en más, ese era una de los grupos de amigos más grandes del castillo. Al menos en ese momento.
Una vez su cabello estuvo ordenado, comenzó a luchar una vez más con la corbata, aún sintiéndose morir de sueño.
—Bam, Min, ¿por qué anda tan gruñón? —preguntó Mingyu, tomando la corbata de su mejor amigo para comenzar a hacerle un nudo a esta.
—Es culpa de Hansol y Chan. —habló Bambam, bostezando y rodando los ojos al recordar a ambos chicos.
—En especial de Hansol, que lleva a Chan por el mal camino —agrega Dongmin, pareciendo radiante incluso cuando unas profundas ojeras decoraban la parte inferior de sus ojos.
—¿Qué hicieron ahora? —preguntó divertido Seokmin, un carismático ravenclaw que peinaba un poco más el cabello de Jungkook.
—Nos dieron un hermoso espectáculo del ulular de todas las lechuzas de nuestra casa. Todas —gruñó Jungkook, agradeciendo con sus ojos a Seokmin.
La noche anterior, Hansol y Chan (el dúo de tontos, según todos los Hufflepuff) creyeron que era buena idea buscar algunos hechizos poco convencionales en lugar de estudiar, y luego de eso ponerlos a prueba con sus lechuzas; no sólo las de ellos, sino las de todos los hufflepuff. Por lo que, entre broma y broma, desde cambiar el color de las plumas a hacerlas desmayarse de la nada, llegaron a un hechizo idiota que hizo que la mitad de las lechuzas de aquel cuarto no dejaran de ulular en toda la noche y, como consecuencia, nadie pudo dormir por más de media hora consecutiva. ¿Lo peor de todo? Nadie podía hacerlas callar. Unas se detenían y otras comenzaban.
—Ya, Jungkookie. No seas gruñón —escuchó la voz burlona de Mingyu a su lado, viendo luego como este arreglaba su corbata. —Te vas a hacer slytherin. —desliza la corbata por la cabeza de su amigo y se la ajusta. —ahora te vez más presentable.
–Gracias, Gyu. —le sonríe dulcemente, rodando luego los ojos, fastidiado por la mezcla de sueño y del tonto comentario de su amigo. —es que de verdad, Gyu. Esta vez Hansol se pasó de tonto; y se jaloneó a Chan consigo. Junmyeon hyung ya lo castigó. Y Chan quedó a la orden de JeongIn hyung, así que creo que al pobre le va a tocar peor.
—Mira el lado positivo. No volverás a escuchar a ninguna lechuza ulular. Al menos por un tiempo —habla esta vez Minghao, a su otro lado, comentando todo de forma bastante bromista.
—Sí, Junmyeon se enojó mucho y de pura suerte no nos enmudeció también. Comenzó a apuntar su varita por toda la habitación mientras gritaba Silencius— respondió Dogmin, creyendo inocentemente que Minghao ya conocía la noticia de lo que el prefecto de su casa había hecho.
Sin embargo, no lo hacía, por lo que el resto de chicos se estremecieron casi al unísono. —No quisiera imaginarme a Namjoon hyung enojado. Nos convierte en ratas, de seguro —bromea Seokmin, intentando aliviar un poco de la tensión que se sentía, aún perturbado.
—El peor sería Jackson hyung —murmura Yugyeom, como si de repente un miedo creciera en su interior. Y lo hacía. A veces les daba más miedo los prefectos que todas las criaturas que habían visto y estudiado en su vida. —Es puro músculo.
El grupo de jóvenes se dividió una vez entraron al comedor, cada uno yéndose con su propia casa. Jungkook se acercó cuchicheando con Dongmin, haciendo una reverencia a Junmyeon antes de sentarse a finalmente desayunar.
Se escuchaba el bullicio general de los diferentes grupos de alumnos que hablaban entre ellos. Jungkook se encontraba ya concentrado en su desayuno, ajeno a las conversaciones de sus compañeros de mesa sobre cosas tan superficiales como los partidos de Quidditch y la clase de Defensa de las Artes Oscuras.
A Jungkook, no es que no le interesara, sino que simplemente no tenía ánimos de hablar en ese momento. Estaba bastante cansado por la terrible noche que habían pasado y hubiese preferido mantenerse en cama, descansando un rato más.
Observó algo mareado su desayuno, bufando y apartándolo de su vista, centrándose en el libro a su lado. Jungkook era alguien bastante curioso y siempre encontraba donde meter sus narices. Su tiempo se resumía a la biblioteca, las clases y el quidditch.
Sonrió cuando fue momento de retirarse, despidiéndose de todos y corriendo a la salida del comedor. Jungkook no tenía una vida interesante ni nada parecido, parecía que cada día nuevo era igual al anterior.
—Cuidado, tonto.
Volvió a ver quien lo había empujado, encontrándose con aquellos ojos filosos que le miraban con burla.
Claro, sus vida se resumía en estudiar y odiar a Min Yoongi.
Aquel Slytherin, dos años mayor, se dedicaba a molestarlo desde su primer día en Hogwarts. Y de eso ya habían pasado cinco años.
Sin embargo, Jungkook ya se había acostumbrado. Por más patético que eso sonara.
Por todos era sabido que los slytherin no eran precisamente terrones de azúcar. Jungkook lo sabía, y aún a pesar de eso, solo odiaba a uno en especial.
Estaba al tanto de que, de manera implícita, era casi una regla que los Hufflepuff y los Slytherin no manejaran la mejor relación del mundo. Pero Jungkook tenía un amigo ahí, varios conocidos que, si no los tomabas en sus malas, eran personas llevaderas.
Claro que eso no aplicaba para Min Yoongi o Lee Jihoon, el prefecto. Ambos parecían querer quemar todo lo que se pusiera frente a ellos.
Jungkook recogió todos sus libros y con un encogimiento de hombros, terminó por retirarse del lugar.
La clase de Pociones siempre le resultaba divertida a Jungkook; muchos usualmente se volvían locos al descubrir las utilidades de algunas de ellas. Él, en cambio, simplemente disfrutaba de mezclar cosas que de vez en cuando explotarían por hacerlas de forma incorrecta.
Jungkook recuerda, en retrospectiva, lo fallido que fue su primer intento de una simple poción multijugos. Y le divierte, realmente le parece divertido recordarlo.
En ese mismo momento, se encontraba ya acomodado en una ronda alrededor de la mesa del profesor, diferentes muestras de pociones se encontraban frente a ellos.
—Bien, jóvenes magos. El día de hoy haremos algo un tanto distinto —comienza a hablar el maestro, mientras pasea por el espacio en medio del semicírculo. —hemos estado trabajando en pociones durante algunas semanas y he decidido que es tiempo de hacer un rápido examen oral —el hombre aclara su garganta, caminando ahora detrás de su escritorio. —tengo aquí cinco pociones muy conocidas. Ustedes deberán reconocerlas y hablar de sus características.
—Suena emocionante, ¿no? —escucha un murmuro. Vuelve su cabeza levemente, encontrándose con su amiga, Jihyo, quien daba algunos pequeños saltos de emoción. Ella era la verdadera genia de las pociones.
Jungkook sonrió dulcemente ante su comportamiento, asintiendo suavemente.
—Bien, comencemos —exclama el profesor, abriendo el primer recipiente.
Los estudiantes más interesados, se acercaron e inclinaron su rostro hacia esta. Un líquido color oro se presentó y, con una sonrisa, Eunbi levantó su mano.
—Es Felix Felicis, profesor. Conocida también como Suerte Líquida. —el profesor asintió, con una sonrisa.
—¿Características?
—Produce mucha confianza e imprudencia. —expresó esta vez Jihyo.
Los demás alumnos bufaron, apartándose, imaginando que no tendrían oportunidad contra las dos genias. Sólo Jungkook se quedó.
Pasaron por las siguientes pociones. Al llegar a la última, un líquido nacarado se mostró frente a ellos y pequeñas figuras comenzaron a salir de este. Jungkook lo reconoció al instante.
—Es amortentia, profesor. Una de las pociones más poderosas de amor.
—¿Características?
—No crea amor, solo obsesión. —apretó su libro contra su pecho al mismo tiempo en que fruncía los labios. —Y.. —aclara su garganta, lamiendo sus labios. —... Y tiene un aroma diferente para cada persona.
—¿Qué huele usted, señor Jeon?
Jungkook lo miró, bastante cohibido y suspiró, prestando atención a la poción.
—Naranja —responde primero, suspirando más aquel aroma. —y... huele a madera... —aclara su garganta al escuchar las risas de sus compañeros —madera de cedro —específica, suspirando y mordiendo su labio —y tiene un sutil olor a petricor y vetiver. —finaliza, viendo curioso la poción una vez más antes de alejarse, el rostro encendido en varios tonos de rojo.
—Bien, jóvenes. ¿Alguien más qué desee olerlo?
Jihyo da un paso hacia el frente, con confianza y olfatea.
—Es un olor suave, como a bebé —inhala de nuevo el aroma. — huele también a flores frescas; más bien rosas, rosas frescas. Y un toque a fresa y vainilla.
Dongmin, que se hallaba al lado de Jungkook, se inclina hacia él y lo olfatea.
—¿No acabas de describir el olor de Jungkook? —ríe al ver cómo las orejas de Jungkook se tornan rojas. —¡AY! Tranquilo, bestia —se queja cuando su amigo le da un golpe con el libro.
Jihyo camina avergonzada hasta su círculo de amigas, fingiendo no estar ahí.
—Bien —retoma el profesor, cubriendo las pociones. —Jeon, Park y Jung obtienen un excelente. Los demás, sigan intentando. Terminamos por hoy.
Todos, luego de una reverencia, comienzan a retirarse del salón. Jungkook suspira, asegurándose de darle otro golpe a Dongmin ya fuera del salón.
—¡Oye, ya! —se queja el muchacho, caminando junto a su amigo. —era una broma, ¿sabes? No tenías que enfadarte así
—Pff, no, claro que no. Simplemente insinuate en frente de toda la clase que Jihyo tiene sentimientos por mí.
—Vaya, Jeon. No imaginé que llegaría el día en que alguien se fijara en ti —Jungkook muerde su labio, fastidiado mientras sigue caminando. —¡Te estoy hablando! —exclama, tomando su brazo con fuerza.
—Déjame en paz, Min. No tengo ganas de aguantarte hoy —pide Jungkook, intentando soltarse de su agarre, más Min no lo deja.
—Pídelo amablemente y tal vez lo cumpla —murmura divertido y Jungkook, ya cansado, lo empuja con la fuerza suficiente como para safarse y caminar hacia su siguiente clase.
Min se quedó de pie, estupefacto mientras intentaba entender lo que había pasado.
Aclara su garganta sólo un momento después, alisando su suéter y caminando nuevamente hacia su siguiente clase.
Jungkook aún recordaba cómo había conocido a Min Yoongi, aunque pensar en aquel momento seguía causándole náuseas y enojo.
Yoongi, por otro lado, sonreía cada vez que lo recordaba. No había burla, ni segundas intenciones; era una sonrisa sincera al pensar en el pequeño niño que vio entrar a través de las puertas del comedor.
Yoongi era en ese momento un estudiante que empezaba su tercer año en Hogwarts. Ya estaba acostumbrado a Slytherin y había mantenido un perfil bajo durante ese tiempo. Él no solía molestar a otros, ni causar riñas con nadie.
Era un pacífico Slytherin, como cualquier otro.
Él era un sangre pura, de padres Gryffindor, así que tenía aquel incesante deseo de ser parte de Gryffindor. No podía negar que se sintió desesperanzado al escuchar como el sombrero gritaba Slytherin, sin una pizca de duda.
Sin embargo, sus padres lo siguieron amando aún siendo Slytherin, y él aprendió a vivir con ello. No era el constante éxito de su casa lo que lo dejaba perturbado, sino la imagen que tenían los demás de ellos.
Yoongi conocía muy bien a sus compañeros de casa y podía asegurar que nadie era mala persona. Incluso si Kyungsoo era enojón, no era malo. Tampoco Jihoon. Mucho menos las chicas.
De hecho, Nayeon y Hyejin parecían ser lo suficientemente dulces para ser confundidas como Hufflepuff.
Los Slytherin no eran malos, sólo tenían actitud.
Así que Yoongi aprendió a ser un Slytherin.
Y no pudo evitar que su vista se desviara a aquella mata de cabellos castaños rizados que caminaba por el pasillo central. Y su corazón se detuvo un instante al verle aquellos ojos, rebosantes de cariño, brillando como lo harían las estrellas.
No podía negar que pidió con su corazón que aquel niño fuera Slytherin, por más estúpido que resultara. La dulzura de aquellos preciosos ojos era incomparable.
Así que, incluso sabiendo que era casi imposible que lo eligieran para su casa, se decepcionó cuando el sombrero gritó Hufflepuff.
Los Hufflepuff odiaban a los Slytherin. Aunque eso era bastante relativo. Muchos de ellos eran sus amigos también.
Min quiso creer que, si acercaba y le hablaba, iba a romper las barreras de los estereotipos. Él esperaba que en unos cuantos años, cuando el niño llegara de lleno a su adolescencia, serían amigos, quizás novios.
Por eso, al final de la cena de bienvenida, lo siguió con cautela, viendo como el niño admiraba todo con ojos brillantes y faltó poco para que terminara por separarse del grupo. Y pensó que aquella era su oportunidad.
Se acercó y aclaró su garganta. Sonrió de forma ladeada cuando el niño lo observó con aquellos ojos curiosos que parecían penetrar en su alma.
—¿estás bien, pequeño? —preguntó, haciendo una mueca cuando el niño negó.
—estoy perdido, hyung... —murmuró con mejillas sonrojadas. —yo... ¿Me ayuda?
Una suave sonrisa se pintó en su rostro mientras asentía, extendiéndole su mano. Sin embargo, no alcanzó a tocar su suave piel, pues JongIn y Minseok llegaron corriendo, con una mueca mientras tomaban la mano del pequeño.
—Kookie, no vuelvas a perderte —le regaña Minseok, acariciando sus rizos mientras jalaba al niño consigo. —Junmyeon se ha preocupado mucho —habla mientras lo jala hasta que comienzan a caminar, lejos de Yoongi.
El Slytherin masca su labio con bastante nerviosismo, rascando tras su oreja mientras suspira pesado, dando una media vuelta y caminando hacia su sala común.
Esa misma noche, Yoongi decidió salir a dar un paseo clandestino por los pasillos del Castillo. Luego de un rato caminando, visualizó una pequeña silueta y confundido, se acercó a ver, sorprendiéndose al ver al niño de ojos bonitos viendo las pinturas.
—hey.. —le llamó con voz suave, tragando duro al ver de nuevo esos grandes ojos expresivo. —¿qué haces a esta hora?
Vio un imperceptible encogimiento de hombros y sonrió.
—Estas pinturas son curiosas, hyung. Son divertidas
—Eso creo —murmura, viendo como las pinturas hablaban entre sí mientras los veían a ambos.
Yoongi se quedó un rato, haciéndole compañía al niño. Incluso, terminó por llevarlo a un pequeño paseo.
Aquella noche, ambos parecían llevarse bien. Aquel pequeño Hufflepuff parecía feliz con la existencia del Slytherin. Y aquello fue suficiente para hacer a Yoongi feliz.
Sin embargo, no todo podía ser bueno. Yoongi entró en pánico al escuchar pasos acercarse, por lo cual, sin recordar a Jungkook, salió corriendo a esconderse.
Una mueca de desagrado se dibujó en sus labios al percatarse de la forma en que le hablaban al pobre niño, el como le regañaban y, como al final, le restaron cinco puntos a su casa.
Yoongi se sintió muy arrepentido por lo que restó de la noche. Y al día siguiente, buscando al niño para disculparse, solo pudo observar a aquellos ojos brillantes oscurecerse y semejarse a lanzar chispas de una clara molestia.
Ni siquiera se molestó en terminar de acercarse. Tontamente Yoongi creyó que el niño lo dejaría pasar, pero no fue así. Una semana después, el Slytherin decidió tomar medidas drásticas y, al verlo durante la cena, no pudo evitar meterle una zancadilla y hacerlo caer de bruces.
Así fue como empezó el infierno de Jungkook. Pero Yoongi se dijo a sí mismo que, haría de todo por volver a ver aquellos ojos, sin importar si lo que aquellas obsidianas brillantes expresaban era el rechazo más puro. A Yoongi no le importaba.
Los cuchicheos era lo único que se escuchaba en el salón de Defensa, mientras el rumor de la posible relación entre los chicos de quinto, Jungkook y Jihyo se expandía. Yoongi escuchaba todo con disgusto, mientras intentaba concentrarse en su libro.
Para él, la clase se había convertido en algo sumamente aburrido desde que les habían hablado de las maldiciones imperdonables. Ahora parecía que el profesor no tenía nada más que enseñar y se dedicaba a llegar quince minutos antes de que finalice la clase.
Por eso, Yoongi prefería mil veces más la clase de transformaciones, en la cual era un experto. Y sentía que nunca dejaría de aprender sobre esa materia. Cosa que amaba.
Apretó sus labios en molestia al escuchar una nueva ola de alboroto, comprendiendo cada palabra:
—Dicen que Park Jihyo se le confesara a Jeon Jungkook.
Parecía que el mundo de Yoongi se desmoronaba, principalmente porque deseaba con locura ser él quien se confesara. Era su último año y, luego de eso, no sabía lo que le esperaba.
Un gran tumulto de alumnos decidió salir del lugar al mismo tiempo, curiosos por ver aquel momento entre dos mocosos menores a ellos.
Y sólo quedó Yoongi en compañía de Park Jimin, un slytherin, amigo de Jungkook. Y suyo también.
—No creo que la acepte, hyung —mencionó con voz suave, intentando darle ánimos suficientes.
—No me importa lo que hagan —afirma, intentando sonar seguro de sí mismo mientras seguía ojeando su libro, en busca de alguna criatura interesante.
—No tienes que mentirme, hyung. Sabes que sé lo que sientes por Jungkookie.
—Sí, pero Jungkook me odia.
—No t...
—Lo hace —interrumpe antes de que finalice su frase y, con un suspiro cansado vuelve a verlo. —No quiero hablar de eso, ¿bien? Me voy.
Y sin esperar respuesta, tomo sus cosas con prisa y salió de aquel sofocante salón. Sus ojos estaban un poco acuosos mientras se dirigía a las mazmorras.
Mordisqueaba una y otra vez su labio, apresurado el paso cuando escuchó a sus espaldas algunos gritos, que no pudo identificar si eran de sorpresa, emoción o decepción.
—Así que, ¿rechazaste a Jihyo?
—Aún me siento culpable —murmura mientras sigue escribiendo en su pergamino su extensa tarea de Historia de la Magia.
—no tienes porqué —consoló Yugyeom, acariciando su cabello —no pueden obligarte a querer a alguien.
—Si pueden, para eso existe la amortentia —menciona Dongmin, ganándose una mala mirada de los demás. Él chico solo sonrió de lado y se encogió de hombros.
—Recuérdanos porqué dejamos que te juntes con nosotros —mencionó Seokmin suspirando pesadamente con pesadez y diversión.
—Porque soy guapo, claramente.
Jungkook soltó una risita por su comentario y, sin poder seguirse concentrando, guardó su pergamino y cerró su libro.
Pasó la mano por su cabello mientras suspiraba pesadamente, viendo hacia sus lados antes de inclinarse a sus amigos.
—Me gusta alguien más —balbucea en voz baja, apoyándose luego en el respaldo de su silla, cerrando los ojos con pesadez. —Jihyo es mi amiga, la aprecio mucho. Pero nada más allá de eso.
—Vaya, nuestro huffie desalmado está enamorado.
—¿Desamaldo? ustedes son muy fastidiosos a veces —dibuja un puchero, causando la risa baja entre su grupo de amigos.
Unas mesas más allá, Yoongi, en compañía de Jimin, los observaba, mordiendo su labio con ansiedad mientras admiraba su preciosa sonrisa.
Jungkook compartió unas palabras más con sus amigos antes de levantarse y retirarse finalmente de la biblioteca, cosa que le dio la señal a Yoongi para ponerse de pie y caminar detrás de él, ignorando los llamados de Jimin.
Lo siguió con varios metros de distancia, hasta que llegó al escondite de la estatua. Se escondió tras esta y, como solía hacer en sus años anteriores, escondió sus pertenencias ahí y rápidamente se transformó en un gato.
Aquel gatito negro, con ojos rasgados y color azul salió detrás de Jungkook, teniendo la oportunidad de seguirlo más de cerca e, incluso, juguetear entre sus piernas, causándole una risa al menor.
Yoongi era un animago, registrado oficialmente a inicios de su séptimo año. Su quinto y sexto año en Hogwarts habían sido dedicados al arte de aprender a transformarse y, ahora, lo utilizaba como una ventaja para cuidar de Jungkook.
El menor se adentró en el baño del piso, Yoongi sabiamente lo rodeó hasta lograr entrar por una ventana, acomodándose ahí mientras lo observaba lavarse el rostro.
De repente, cada pelo de su cuerpo se erizó y sus sentidos se pusieron alerta. Pisotadas comenzaron a escucharse y, en cuestión de segundo, un gran Troll invadía el baño en el que se encontraban.
Un grito sonó de parte de Jungkook, mientras torpemente intentaba sacar su varita sin éxito, terminando esta en el piso mientras el troll alzaba su mazo en busca de lastimarlo.
Los lavabos se rompieron, comenzando a mojar todo mientras Jungkook intentaba huir sin posibilidades.
Yoongi, aún en su forma gatuna, se lanzó sobre la criatura y le rasguñó la cabeza, sin causar demasiado daño. Un pequeño gatito no podía contra un troll, por supuesto.
Finalmente se decidió y saltó desde lo alto, llegando al suelo convertido en el joven mago. Con rapidez apuntó su varita al troll mientras este levantaba su brazo.
—¡Petrificus totalus! —Exclamó, consiguiendo que el troll se quedara completamente tieso y, debido al peso de su maso alzado en el aire, cayera hacia atrás.
Yoongi se apresuró a ayudar a Jungkook, que estaba acurrucado en un rincón, mojado y temblando de miedo.
Jeon, sin siquiera pensarlo, se lanzó a los brazos del mayor y se ocultó en su pecho, sollozando y balbuceando varios gracias, aterrorizado.
Acarició su cabello, intentando transmitirle calma. Sus mejillas sonrojadas por la emoción y una sonrisa comenzando a pintarse en su rostro.
—Ya estás a salvo, Jungkookie.
El menor alzó el rostro, asintiendo y sonriendo suavemente, en agradecimiento.
—Muchas gracias. Enserio.
Lo dejo hasta aquí porque siento que ya está largo aaa. Voy a hacer un segunda parte dentro de poco, seguramente.
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