07 ❄︎
JungKook acechó los alrededores y vomitó, internamente, apretando el mango sobre su enorme maleta. Aunque la habitación de JiMin estuviera adornada con su estilo, las paredes estaban desgastadas y había un aroma a licor añejado en el aire.
Eso era nada, comparada con los lugares con los lugares hechos de seda y oro donde dormía comúnmente. Sacó al aire por la nariz de mala manera, resignándose.
A la vez que YoonGi observaba a JungKook mirar, bastante incómodo. JiMin estaba sentado en su elegante sofá blanco acariciando el lomo de Holly tranquilamente ajeno a los dos patinadores y su pesada tensión que casi se materializaba en una niebla negra.
—Vaya cuchitril. ¿Y mi cuarto? —Habló por fin el maknae de la pieza.
YoonGi se sobresaltó.
—¿Te quedarás aquí? —JungKook se volvió a verlo.
—No sería justo que solo tú estuvieses con JiMin todo el tiempo. Yo también me quedaré aquí.
Le dijo exaltado, mostrando todos los dientes. YoonGi sonrió para apaciguar su enojo, extendiendo los brazos para formar un escudo. En serio, no quería volver a llegar a irritar tanto al chico rubio o terminaría en un verdadero hospital.
—Las aguas termales son geniales. —Habló JiMin por primera vez desde que llegaron al hotel de la familia Min, después de discutir el asunto relacionado con la competencia en la pista.
JungKook avanzó hacia el umbral a su derecha.
—No puedo bañarme con más gente. Me voy a dormir. —Les advirtió irritado, cerrando con excesiva fuerza el portón. Desapareciendo con un gran estruendo.
El cuerpo de YoonGi se lanzó hacia al frente en un reflejo para detenerlo, ni si quiera le dejó guiarle hacia su habitación y lo que menos quería era que estuviera deambulando por los cuartos, podría encontrarse con "alguien" no deseado. La apartó dándose por vencido.
—Es evidente que algo te preocupa. —Dijo JiMin. Holly se bajó del sofá para estirarse y sentarse sobre los pies de YoonGi.
El pelinegro ladeó la boca. Era demasiado evidente, por supuesto, JungKook llegó como una bomba explosiva para destruir las pequeñas casas de paz que estaba construyendo junto con JiMin. En todos los sentidos, YoonGi se sentía tan tenso que en el camino a casa tuvo la sensación que le hacía falta el aire y se volvía de plomo.
—Uh.
Sólo alcanzó a murmurar ese sonido, sin saber que responder. Su vista cayó sobre un pequeño librero de madera con tomos grandes y cortos, perfectamente acomodados por colores; en la madera superior el portarretratos con la fotografía de Busán descansaba, junto con unas muñecas rusas.
No podía recordar su nombre, ni si quiera se esforzó en hacerlo, eran de esas esas enormes; la abrías y adentro había otra y otra, hasta llegar al centro. Le parecían curiosas, siempre lo habían hecho, desde que era más joven creía que las creencias surgían a partir de un una palabra, una historia, un llanto, una metáfora. Y crecían, hasta volverse parte de tu núcleo.
—YoonGi...—Le dijo JiMin, como alguien que inicia un consejo o regaño, quizás ambos, pero, JungKook entró al cuarto de banquetes interrumpiendo.
— ¡Quiero comida! ¡Y un baño!— Les exigió.
[⛸️...]
—Está genial. —Dijo JungKook, sacando de su boca la madera de la brocheta vacía. Tomó otra de la parrilla donde se asaban todas y la devoró en segundos.
YoonGi movió sus palillos sobre sus brochetas de cordero, haciéndolas a un lado sobre su plato, incapaz de probar un bocado por el nudo molesto en su estómago justo arriba de su ombligo. Le dio un vistazo a JiMin en el otro extremo de la mesa y lo descubrió mirando a JungKook comer con rapidez.
—La comida coreana es muy rica, ¿verdad? —Le preguntó JiMin, sonriendo, agitando con su mano la botella de Soju a medio beber, la libre la usaba para apoyar su mejilla y recargarse.
— ¿Les ha gustado mi comida?—Preguntó la madre de YoonGi, entrando con una charola— Vaya, tu visita es igualita a un rapero, YoonGi.
YoonGi la miró con confusión.
— ¿Un rapero? —Intervino JiMin curioso.
— ¡Sí, sí! En mi época de juventud, decía: "No Chu, come true".
Su hijo reprimió una risa apretando los labios, volviendo a picar su comida con sus palillos, JiMin en cambio no se contuvo.
—Se llama JungKook. —Le corrigió suavemente el menor de los Min.
— ¡Te apodaré Nochu! —Señaló la madre de YoonGi, sonriéndole al chico rubio. JungKook murmuró un sonido de interrogación— YoonGi, trae algo para beber a Nochu en el almacén.
El llamado se puso de pie y caminó hacia la salida.
—Qué bien, Nochu. —Comentó JiMin, dándole un sorbo a su botella. YoonGi le miró por encima del hombro discretamente antes de partir, apoyándose sobre el umbral.
—¡Cállate! ¡No me llamo así! —JungKook le extendió la varilla de madera manchada de salsa como arma. El hombre de cabellos grises soltó una carcajada limpia, sacudiendo sus cabellos por el movimiento y desapareciendo sus ojos entre las pestañas y mejillas.
YoonGi apartó la vista de inmediato y se apartó del marco de la puerta. Ya veo, claro. Yendo hacia a la habitación contigua a la cocina, donde su madre cada lunes de cada dos semanas, cargaba más de lo podía soportar para surtir el lugar con alcohol. Abrió la puerta con la imagen de JiMin riendo tan abiertamente con JungKook, ¿JiMin también podía reír así?
JungKook tiene más potencial que yo. Y además, está cómodo con JiMin.
Comparado conmigo es mucho más...
Su bruma de pensamientos se evaporó ante el panorama frente a él. Boqueó, con una sorpresa volviéndose enfado en cuestión de segundos.
Las botellas de Soju estaban regadas por todos lados, frascos vacíos y pedazos de ellas por todos lados, cajas abiertas sin ninguna botella.
—¿Qué diablos hiciste? —Bramó, apretando la manija entre sus manos. Su padre se tambaleó, intentando ponerse de pie, cayendo de nuevo al suelo por el esfuerzos— Maldición... ¿Tienes idea de cuánto paga mamá por esas botellas? ¡¿Sabes cuántos wons valen?!
El señor Min río.
—Por, ¡supuesto! ¡P-pero tengo un hijo rico! —Exclamó, abriendo sus temblorosos brazos y atreviéndose a sonreírle. Si YoonGi fuera una persona violenta hubiese tenido otra reacción de otro modo. Sin embargo él, respiró tan profundo como pudo.
—No, no soy rico.
—Ah, cierto, cierto, cierto —abrió sus labios resecos recordando todo—. ¿Perdiste? ¡Cierto!
—Guarda silencio. —Apretó los labios apenado, no sonó como la orden que hubiese querido, sino un ruego desesperado.
—¿Vas a darme una... orden?— Otra risa burlesca brotó de él. YoonGi sintió como se erizaba cada centímetro de su piel ante el sonido, su respiración se agitó levemente— ¿La bailarina? Oye, ¿cómo era? ¿Cómo era? Así, mírame.
Intentó ponerse de pie, pero terminó cayendo por la falta de equilibrio y el suelo mojado de alcohol.
—N-no...
—¿Así era? ¿O cómo era? —Puso un pie al frente, sonriendo, giró en el piso una vez más. A YoonGi se le atascó el aire en su garganta y apartó la vista demasiado herido para mirar las burlas del hombre mayor.
—Detente... Por favor.
Rogó, con la voz entrecortada.
—¡Mírame, YoonGi! ¡Ni si quiera eso puedes hacer bien! —YoonGi inclinó la cabeza más hacia abajo y el señor Min tomó eso con más furia— ¿No puedes hacer que tu madre deje de trabajar? ¡¿Eh?! ¡Ni si quiera con tu estúpido baile!
—¡Cállate! —Le gritó tan fuerte que su padre aturdido dio un paso hacia atrás. Su hijo jamás le alzaba la voz, ni si quiere en momentos como esos, ¿él enserio acababa de...?— ¡T-tú tampoco haces nada! Nada de esto... Nada de esto, ¡no es mi culpa!
Estaba cansado, lo sintió así. Parecía que caminó durante toda su vida en la soledad y en ese instante no tenía fuerza para mantenerse de pie. YoonGi intentó que sus rodillas no temblaran, pero se sentía débil y su ser amenazó con caer.
—YoonGi, ¿qué está sucediendo? —Su madre entró a la habitación asustado por los gritos que podían oírse por cada rincón de la casa— Ven, sólo, toma las botellas y déjalo.
Intentó tomarle del hombro, pero YoonGi se escapó de su toque, asustado.
—¿Sabías que estaba bebiendo las reservas? Lo que ocupas para el hotel...— La mujer, agachó la cabeza notablemente avergonzado— ¿Por qué...?
Ella no respondió, intentando romper la distancia entre ellos. YoonGi se apartó, caminando lo más lejos
Sí... Es la maldición de los Min.
Avanzó furioso alejándose de sus padres tan pronto como puso, arrastrando los pies con furia sobre el pasillo, pero terminó congelándose sobre su sitio. JiMin estaba de pie, apoyado sobre la pared y una mirada profunda. La vergüenza lo invadió y el desespero cuando lo miró abrir su boca, pensó que le diría algo y si quiera imaginarlo obligó a sus piernas a avanzar lejos sin ser consciente.
JiMin estuvo atento a la forma en que rehuía. La madre de YoonGi apareció por el corredor y apenada hizo una vaina ante él.
—Lo lamento. —JiMin no dijo nada, sólo le sonrió levemente.
— ¿Se irá?
—Sí. —La mujer madura respondió en un tono triste, teniendo por seguro que preguntaba por su hijo.
—¿A dónde?
—Suele estar con Moon-ssi o patinando junto al castillo —suspiró—. Siempre ha sido así.
¿Siempre ha sido así? JiMin se lo preguntó saliendo del hotel, guiado por el entusiasmo de Holly. Caminó con las manos dentro de su abrigo, acompañado por el sonido de los autos y las luces que alumbraban el cielo teñido de un anochecer silencioso.
Al poco tiempo, se encontró con la mujer de cabellos teñidos cerrando su estudio de danza. Fue directo, pero ambicioso, quería exprimir cada gota de información dentro de la maestra pero está parecía llevar prisa con un cansancio.
—¿YoonGi? —Respondió ante la pregunta— No, no ha venido aquí para ensayar. ¿Por el enfrentamiento que tendrá como JungKook o sucedió algo más?
—Ambas. —ByulYi hizo un sonido con la boca.
—Estaría aquí si hoy no fuera mi día libre— Relató, acomodando algunos papeles sobre su pecho— Cuando se pone nervioso, siempre quiere ensayar. Normalmente le sigo el juego. En la pista de Taebong le dejan la lista su no hay reservas.
JiMin escuchó atentamente, sin despegar la vista de la bailarina.
—¿Adquirió esas manías desde niño?
ByulYi detuvo sus pasos y le dedicó una larga mirada a JiMin. Luego la apartó y lo único que recibió fue un sonido fue un "Quién sabe".
Después de eso partió pensativo con rumbo al castillo de Taebong, recorrió las calles sin titubear, avanzando. Se imaginó a YoonGi corriendo por la acera y su expresión incolora de siempre. JiMin estaba cada vez más seguro que YoonGi era un niño, era asustadizo, se avergonzaba, solía mantenerse serio mayor parte del tiempo. Le encantaba que podía ver a través de él tan fácilmente, por eso la asustó la mirada que tenía cuando se encontraron en el pasillo del hotel. ¿Se avergonzó de escuchar las burlas hacia su parte? Sería ridículo, si YoonGi conociera a su propia madre no existiría motivo para sentirse así.
—Hi. ¿Está YoonGi? —Preguntó, entrando al vestíbulo. NamJoon que limpiaba los patines de uso, detuvo su acción.
—Lleva ya bastante rato vagando sin ningún programa —Le contó, le hizo un ademán para que le sugiera mientras avanzaba y JiMin caminó tras él hasta entrar a un pequeño cuarto con frente a la pista. NamJoon le abrió la puerta y luego la cerró tras él—. En realidad no me sorprende, su fuerza proviene de tener sitios para ensayar sin pensar en los demás cuando está nervioso— JiMin prestó atención a la cabina junto a la pista que no había visto, su atención cayó por completo en la figura melancolía que se deslizaba entre el hielo. Sí, lo había adivinado, tenía esa misma expresión—. No es un genio, pero tiene la suerte de contar con todo el tiempo del mundo para ensayar. Siempre ha venido aquí para ensayar solo.
—¿Desde niño? —NamJoon asintió y JiMin con la mirada le pidió que continuara.
—HyeJin pensaba que le encantaba patinar por eso, no jugaba con nadie. Tampoco se le da bien hacer amigos —cruzó los brazos sobre su pecho, observando al azabache moverse sin rumbo—. Fuera del patinaje y sólo un poco la música, no es bueno haciendo lo que quiere. No quiero que YoonGi acabe aquí.
NamJoon lo sabía, su amigo acabaría estancado en una zanja tan profundamente y ni su seguridad ni actitud le ayudarían. Espero que JiMin saque una faceta suya que desconozca. Se dijo.
—Como un hechizo para convertir en un príncipe a un simple gato...—Dijo más para sí mismo, tomando su mentón.
—¿Ah?
—Nada, nada. Gracias aprendí mucho sobre YoonGi.
El ruso se apartó, le regaló un gesto amable a NamJoon y avanzó las vallas hasta hacerle frente a YoonGi. Consideró la opción de volver a casa sin el chico, darle su espacio. Había obtenido lo que necesitaba como su entrenador.
Sin embargo, JiMin estaba lejos de estar satisfecho.
—YoonGi. —Le habló suave, preparando una pequeña y amable sonrisa. El chico parpadeó saliendo de su transe y brincó del susto cuando miró a JiMin a la orilla de la pista— Volvamos juntos a casa.
—U -uh, sí. Me quitaré los patines y...—Balbuceó frotando su pulgar con fuerza cerca de su nuca. Tan pronto como lo dijo, se deshizo de ellos y los reemplazó por sus viejos tenis negros que siempre usaba para entrenar. Guardó todo dentro de su mochila, la colgó sobre su espalda y se dirigió hacia dónde estaba JiMin.
—Vamos. —Le pidió suavemente, partiendo de la pista. Se despidieron de NamJoon con un movimiento de mano; en silencio avanzaron caminando lado a lado, guiados por el ritmo de la noche adormilada hasta que YoonGi dejó de mordisquear su labio y decidió que era mejor hablar.
—¿Cómo supiste que estaba aquí?—Mordió su boca de nuevo, había sonado más tosco de lo que quiso. YoonGi realmente odiaba eso, su boca parecía más honesta que su cerebro o viceversa, nunca lograba lo que quería decir del todo y le frustraba. JiMin no pareció darle importancia.
—¿Dónde más podrías estar?
—¡E-en muchos lados!
—¿Ah sí, dónde? —Ante la sonrisa de JiMin, YoonGi supo que no lo estaba tomando enserio. Estiró sus belfos, disconforme.
—En un bar. Sentando en... No, en el escenario, tocando un piano viejo.—Intentó sonar interesante, aunque JiMin sólo movió la cabeza hacia los lados animado.
—¿En Detroit estudiaste música?
—Sí...
—¿Te gusta mucho? —YoonGi alzó el hombro derecho, después de un rato agregó:
—Haré música cuando me retire, es más, una segunda opción. Aunque lo disfruto, casi tanto como patinar.
—Vaya... ¿Has hecho la música para algunos de tus programas?
—N -no... —Le mintió, lamiéndose la boca. JiMin le observó discretamente y surgió ante su gesto una sonrisa que se escondió tras el cuello de su chaqueta café. Empezaba a entender poco a poco, el lenguaje mudo de YoonGi. Eso no debería hacerle feliz, estaba mintiéndole. Pero raramente, lo hacía. Y mucho.
—Muéstramela pronto. —Le dijo, YoonGi achicó el cuerpo e hizo un sonido casi de afirmación. JiMin río enternecido. —YoonGi, tú, ¿odias a tu padre?
¿Odiar a su padre? Instintivamente apretó las manos en suaves puños y desvío la vista, no quería hablar de eso, no quería que JiMin se sintiera incomodado por su historia o tuviera pena de él.
—No quiero... —No quiero que tú sepas de ello, JiMin.
— ¿Odias a tu padre? —Volvió a preguntar, sin desistir. YoonGi tensó más sus dedos sobre la palma y enterró su uña sobre ellas.
—Sí.
—Yo solía odiar a mi madre... — El azabache permaneció en silencio, conmovido por el matiz nostálgico de su voz. Saltó de la sorpresa cuando unos dedos se abrieron paso sobre su mano cerrada fuertemente y le obligaron a aflojar su propio. Entonces pensó que JiMin se apartaría, pero fue todo lo contrario, tomó su dorso, intentando sujetarla con sus cálidas y regordetes. Ahora mismo, el agarre de JiMin se siente reconfortante... Pero, no me da miedo está sensación... Me gusta. — Estaba tan furioso de que quisiese quitarme todo lo que yo ganaba con mi esfuerzo. Hasta que entendí que ella estaba enojada porqué el amor de su vida murió.
—Ah... NamJoon también rechazó a su hijo bastante tiempo después de la muerte de HyeJin.
—Aunque él cambió, eso es lo increíble. Mi madre no ha podido hacerlo, pero aún le tengo fe —tomó sus manos juntas y las metió dentro del bolso de su abrigo. YoonGi le dio una corta mirada confundido con los colores subiéndose a su rostro. JiMin se sonrió—. Tienes la mano fría.
Justificó su acto, risueño.
—No odio a papá, odio la maldición de los Min —JiMin inclinó la cabeza sin comprenderlo— Mamá soñaba con enseñar, pero nací... Papá tenía un empleo prometedor, cayó en el alcoholismo y fracasó. Yo era joven, no podía entenderlo —respiró pausadamente—. Nunca entendí porque no seguía luchando, así que lo nombre la maldición. Parecía que l futuro de esta familia estaba destinado a la desgracia. Por eso yo... P-por eso yo...
YoonGi detesta perder. JiMin en ese instante fue abrumadoramente consciente de ello.
—Eres alguien interesante —Le dijo y el menor jadeó atónito—. Algún día lo entenderás, lo verás con mis ojos.
Con su mano libre le tomó la nariz en un acto juguetón, sonriendo. YoonGi sintió con claridad sus mejillas calentarse, nuevamente.
—G-graci...
—No tanto como yo, claro.
YoonGi no pudo controlar la sonrisa que creció tanto hasta enseñar sus encías y formar arrugas en la orilla de sus ojos. JiMin no se la perdió, ni un mínimo detalle.
[⛸️...]
Por fin JiMin me enseñará hoy. Mi última temporada depende de esto. ¡No ganaré nada si me acobardo! ¡No puedo perder este evento! Intentó darse palabras de ánimo y con convicción entró a la pista dando pisoteadas fuertes, JungKook le dirigió una mirada extrañado.
El rubio y el peligris se colocaron frente a JiMin, mirándose por el rabillo de ojo.
—Primero escucharán la música. —JiMin apretó un botón en su control remoto, iniciando una música angelical desde su pequeña bocina— La melodía tiene dos arreglos basándose en dos temas distintos. El amor en dos formas: Eros y Agape. ¿Han pensado en el amor alguna vez?
—No. —YoonGi sacudió de un lado a otro la cabeza. JungKook ni respondió, era evidente.
—Bien. ¿Qué sienten al escuchar era música?
—Es muy limpia e inocente, como alguien que aún desconoce el amor.
Explicó YoonGi, sintiéndose orgullo cuando JiMin le sonrió en afirmación. ¡Claro, no había estudiado en Detroit para nada!
—No me gusta —dijo JungKook. YoonGi le miró serio—. Esta imagen de inocencia me da ganas de vomitar.
—Bien. —JiMin presionó la reproductora otra vez y un acorde una guitarra con melodía seductora sonó por los aires.
YoonGi dejó caer sus párpados, para escucharle por completo.
—Ahora parece una canción totalmente distinta. —Admitió abriendo los ojos, bastante impresionado.
— ¡JiMin! Quiero patinar con esta. —JungKook le lanzó una mala mirada a YoonGi diciendo: "¡Es mía! El chico de tez pálida estrecho sus ojos como rendijas. Luego se arrepintió, la mirada del vándalo ruso era mil veces más amenazante que la suya.
—La primera se llama Ai ni tsuite, Agape —Les explicó JiMin, interrumpiendo el duelo de miradas entres sus pupilos, poniendo sus manos sobre su cadera—. El tema es el amor incondicional. La otra es Si ni tsuite, Eros. El tema es el amor sexual— YoonGi y JungKook asintieron completamente seguro del tema que les tocaría patinar— Ahora los asignaré... YoonGi, tú lo harás con Eros. Nochu tú lo harás con Agape.
— ¡¿Qué?! —YoonGi se tomó sus cabellos.
— ¡Dame la otra! ¡Nos emparejaste mal!
Al menos ambos estuvieron de acuerdo en algo, ¡JiMin perdió la cabeza por completo!
—Harán lo contrario de lo esperado. ¿Cómo sorprenderían si no? Es mi lema. —Explicó con obviedad, señalándolos con su índice mientras mostraba sus dientes— En realidad son más corrientes y mediocres de lo que creen— Los dos más jóvenes temblaron de terror—. Para el público no son más que un conejito y un gatito. Si no alcanzan un nivel acorde en una semana, no coreografiaré ninguno de sus programas.
—¡Imposible! —JungKook dijo.
—Los dos son mis admiradores. Sé que se las arreglarán. —Les guiñó un ojo a ambos.
—Bien —Habló JungKook derrotado—. Patinaré con Agape. Si gano, regresarás a Rusia conmigo. ¡Y serás mi entrenador! ¡Eso es lo que quiero!
JiMin aceptó gustoso la determinación en los ojos de JungKook.
—Claro —Era un hombre de palabra, YoonGi lo sabía, pero aun así le tomó por sorpresa que aceptara marcharse—. ¿Y tú, YoonGi? ¿Qué querrías si ganaras?
Ya no quiero dudar. No, ¡no puedo dudar!
Al principio, no supo que decir, gesticuló un poco hasta que dejó que las palabras se le escaparan con anhelo.
—Comer katsudon y kimchi contigo —Tanto como JungKook como JiMin se vieron sorprendidos y le prestaron total atención—. Quiero ganar y comer muchos tazones de cerdo. Así que patinaré con Eros— Pronunció con determinación, acomodando su espalda y levantando la cabeza— ¡Daré todo el Eros que tengo para ofrecer!
JungKook se quedó boquiabierto ante en tono firme del paliducho. JiMin no, existía en YoonGi y una gran fuerza y al verla haciéndose presente hizo que su mirada destellara de cariño.
—Estupendo. ¡Así me gusta!
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