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05 ❄︎

Después cinco días de su llegada le nevada había disminuido de intensidad, casi parecía querer ceder al calor de Mayo. La piel de JiMin no se quejaba, ni los agradecía. Vivió su vida dentro de dos polos opuestos, tanto como el clima y educación.

San Petersburgo era cálido en verano, pero se mantenía frío. La ciudad coreana donde vivió con su padre en su infancia era calurosa, de vez en cuando fría. Ambos coincidían en un oleaje azul y quizás era eso el punto de conexión que su madre encontró con su padre culminando en un amor desgarrador. Tanto que ella se convertiría en una máscara de egoísmo sin tener quién le alivianara el alma. Si su padre siguiera con vida, JiMin estaba completamente seguro que su madre atesoraría lo espiritual más que lo material.

El amor puede convertirte en facetas distintas. Tal vez pueda transformar a YoonGi y su inseguridad con el amor que tiene hacia mí. Pensó y se le ocurrió que era una idea brillante y un tanto maquiavélica, con justificación.

Se sentó tranquilamente en el comedor doblando las piernas debajo de la mesa y con las manos cerró la bata sobre su pecho para cubrirlo; la habitual que usaba después de un largo baño.

—¡JiMin, hola!

Observó al niño y le sonrió, inclinando su mano en forma de saludo.

—Hola —saludó un hombre moreno sujetando la mano del menor. JiMin le devolvió el saludo, reconociendo a NamJoon y su hijo JungWoong—. ¿Está YoonGi?

—Salió. —Comentó, apoyando su mentón sobre su mano.

—¿Fue con ByulYi?

—Ah, eso creo... —Murmuró, acomodando su dorso. Dobló un poco su cuello para darle un vistazo rápido al reloj redondo en la pared del comedor del hotel e hizo un cálculo mental de las horas que llevaba YoonGi afuera. ¿Estaría entrenando? ¿Habría tomado una larga caminata alumbrado por la luna lleva en un sentimiento melancólico? Infló levemente las mejillas, percatándose que lo que sabía de YoonGi era mínimo hasta ese momento. Miró con disimulo al hombre que le quitaba el gorro con pequeñas gotas congeladas a su hijo y cuando conectaron miradas le regaló una sonrisa—  Eres un amigo de su infancia, ¿no es así?

—Así es. —Asintió, limpiando los cabellos de su hijo y le acomodó un lugar en la mesa dónde estaba sentado JiMin. JungWoong tomó asiento guiado por la mano de su padre, igual que una marioneta, estaba tan concentrado en observar a JiMin que apenas era consciente de la presencia de su padre.

—¿Y solo...Amigos?

—Diría que algo más. —JiMin, aumentó el aire en sus mofletes y golpeteó con sus dedos la madera insistentemente.

—¿Algo más?

—Podría considerarlo como mi hermano. —El ruso desinfló la mueca en su rostro y volvió a levantar la comisura de sus labios, regresando a un gesto cortés.

—¿Cómo era YoonGi de niño? ¿De adolescente?

—YoonGi era... YoonGi —JiMin le miró enfurruñado por su leve aporte y NamJoon río levemente—. Él siempre ha sido...

De pronto Holly entró ladrando tirando del saco medio empapado de YoonGi. El azabache agitó su cabeza y las gotas de agua que había entre sus hebras obscuras volaron, sujetó con fuerza con una bolsa arrugada de papel y maltratada por la poca nevada.

—Ho- hola —Habló con la voz engarrotada, relegando una sonrisa para el niño y los dos adultos, apartó la vista más rápido del peligris y la prolongó en NamJoon. JiMin notó esto y la esquina de sus labios se movió con un ligero enfado—. Siento haber tardado, JiMin.

Le dijo directamente, enterrando la punta de su pie derecho sobre el piso con rapidez. JiMin hizo un gesto con la mano para restarle importancia, volviendo complaciéndose con esas palabras de atención.

—Maravilloso que estés aquí, YoonGi ahora tomaré un baño en tu sauna. —Habló NamJoon, poniendo una mano sobre el hombro de YoonGi.

—Ya te he dicho que una sauna es más moderna. —Le reprochó YoonGi. NamJoon le dio unas palmaditas dándole a entender que no le importaba en lo absoluto su opinión. El azabache sólo sacudió la cabeza con desaprobación.

—JungWoong, ven aquí.

—¡No quiero! ¡Hace frío y voy a resfriarme! —Se quejó furioso, cruzando los brazos sobre su pecho.

—Igual a ti, YoonGi —YoonGi abrió la boca ofendido lo las palabras de NamJoon—. Mira, JiMin está observando que no te gusta bañarte.

JiMin soltó una risa discreta, feliz de entender un poco más del coreano.

—Déjalo, NamJoon. Hace frío para él. —Abogó YoonGi, dejando la bolsa a su costado y desprendiéndose de su abrigo.

—Ah, sólo por esta ocasión. YoonGi cuida de él, por favor.

Pidió mientras se alejaba a los casilleros junto a los baños, para desnudarse y tomar una ducha que le destensara los músculos agotados de ser padre.

—¿Qué traes en la bolsa? —Preguntó JungWoong metiendo la cabeza, y antes de que alguno de los dos patinadores pudiera detenerlo sacó el objeto— ¡Ah, un marco!

JiMin levantó una ceja, dándole una mirada curiosa. YoonGi se sonrojó levemente y apartó el rostro, esperando que JiMin no se percatara del color antinatural.

—B-bueno y-yo uh, compré un portarretratos, porqué me sentía avergonzado y... Me tarde porque no podía escoger uno, no creo que te agrade, pero, uh, ¿te gusta?

Preguntó, mordisqueando su labio inferior con algo de fuerza hasta hacerle sangrar un poco, después de sentir el sabor metálico se atrevió a despegar los ojos del suelo, pasando su lengua por la herida y encontró el rostro de JiMin inclinando a hacia la derecha, levantando sus pómulos hasta formar sus típicas medias lunas en sus ojos chiquitos.

El cuadrado típico era remplazado por un ovalo de madera tinturado con matices de dorado, en la esquina inferior el capullo tallado de una flor se extendía majestuosamente con un montón de pétalos, entre ellos escondidos, se encontraba una llave con la cabeza ancha y los dientes rectangulares separados, como solían ser las llaves tiempo atrás. JiMin siempre recibía regalos, mayor parte del tiempo, sin embargo a la vez que sentía la madera tratada entre sus dedos, la sensación se volvió distinta.

No sabía que un regalo te hace sentir tan especial...

—Es muy hermoso, es como una medalla de oro. —Bromeó, logrando que YoonGi sonriera satisfecho por su elección de largo rato.

—No hay leche de plátano —lloriqueó JungWoong dejando la bolsa vacía hacia un lado—, ¿Puedo tener un yangmeori*? La señora Min siempre hace uno para mí cuando vengo aquí. ¿Puedo? Aunque no haya tomado un baño.

—Ah, claro, ¿quieres usar uno también, JiMin? Veo que tienes el cabello húmedo... —Señaló su cabello y luego pensó que se vería como un fisgón, pero ya no había tiempo para retirarlo.

—¿Yangmeori? ¿Qué es eso...?

—Lo siento, lo olvidé... Te enseñaré —dijo YoonGi, alejándose para ir por un par de toallas. Regresó y le entregó una a JungWoong, una a JiMin y se sentó a su lado—, primero lo extiendes así, luego tomas las puntas y la doblas a la mitad... Así.

Le explicó, con total amabilidad poniendo su toalla en el piso. JiMin le observó atento, disimuladamente se acercó a él e imitó sus movimientos.

—Entiendo, ¿así? —JiMin se inclinó hacia YoonGi, rompiendo la brecha leve de distancia. La piel desnuda de su pierna rozó contra la mano de YoonGi que sostenía la toalla en el piso. El patinador más joven abrió los ojos de la sorpresa y apartó su mano, tallando con ella su nuca.

—S-sí, y luego, uh... —Contuvo el aire, inflando su pecho al sentir el perfume de JiMin cerca de él y su respiración tibia contra el dorso de su oreja— E-h. T-tiene que quedar así, como el de JungWoong.

El hombre de pelo gris se acomodó para mirar al niño y YoonGi pudo volver a respirar.

—¡Ah! —Gritó de repente, JungWoong, ambos adultos le miraron— ¡Necesito una foto con JiMin usando un yangmeori! ¡Buscaré el teléfono de papá!

—No vayas muy lejos —Le gritó YoonGi, terminando su gorro y colocándolo en su cabeza—, HyeJin, su madre era una gran admiradora tuya.

JiMin ladeó la boca, confundido.

—¿Perdí el encanto?

—No, ella... Murió —JiMin le miró atentamente y dejó de moverse para prestarle atención a YoonGi—. Era mi amiga de la infancia con NamJoon.

—Ella debió ser amigable, JungWoong trae demasiada paz. —Comentó JiMin, volviendo a lo suyo para quitarle peso al tema, admirando la naturalidad con que YoonGi lo tomaba.

—Así era. —Asintió YoonGi de acuerdo.

—Mi padre también murió cuando era joven. —Confesó, dejando la toalla.

—¿Qué...? —Jadeó estupefacto, observando completamente a JiMin. Y él le hubiera hecho una mueca de afirmación seria pero no pudo ante el gorro en la cabeza de YoonGi, parecía un ternero confundido, en cambio sonrío enternecido y eso desconcertó aún más al pelinegro—, p-pero la prensa dijo que sólo se había separado de tu madre y años después quitaste tu apellido ruso p-para defender tu propiedades...

—Lo de mi apellido es cierto, pero, no lo demás. Él murió y yo quería un luto privado aunque aún era muy joven... —Esperó a que YoonGi dijera algo, pero parecía demasiado asombrado para balbucear algo coherente—. Por eso me alegra que hagas todo esto por mí, mis raíces vuelven a brotar.

YoonGi se relamió la boca y llenó de una valentía efímera tomó el paño de color cielo mal doblado y con cuidado la colocó sobre la cabeza de JiMin, acomodando sus cabellos. Sonriendo levemente por lo mal doblado que estaba.

—Es lo menos que puedo hacer.

La sonrisa entonces se movió hasta llegar de una de su oreja a la otra. JiMin, le devolvió el gesto conmovido por el toque discreto, sutil de YoonGi sobre sus patillas y parte de las mejillas antes de apartarse.

—¡Ah, JiMin! —Dijo JungWoong entrando, sin contener la risa—. No importa que te esté feo, así quiero una foto contigo. Ah, también contigo YoonGi.

—Oye... —YoonGi entrecerró los ojos, ofendido.

—¡Dos figuras del patinaje, increíble! —Exclamó el niño, sosteniendo el teléfono. —Aunque YoonGi engordó.

—¡Oye!

JiMin sonrió, sacudiendo la cabeza preguntándose si esa sensación fogosa y extrañamente reconfortante era a causa de YoonGi y su calor hogareño.

Sí, debe ser eso.

[⛸️...]

—Puede que solo sea una excusa para descansar. —Comentó, la maestra, atando su cabello largo con las puntas desteñidas en un moño despreocupado, sin despegar su vista de YoonGi. Esa fue su respuesta cuando el azabache le pidió clases con urgencia y le explicó que JiMin le había pedido específicamente recuperar su físico o no patinaría.

YoonGi se tocó el pecho sobre el corazón, fingiendo que las palabras de ByulYi le hubieran clavado un puñal.

—Por favor, no digas eso, Noona —pidió sosteniéndose de la barra de madera pegada el espejo-pared, deslizando su cuerpo hacia abajo entre cerrando sus ojos, sus anteojos le siguieron el movimiento de inclinación sobre su cara—. Es lo que yo también sospecho.

—Decidiste seguir patinando, ¿no? —YoonGi abrió de golpe los párpados, sorprendido. ByulYi le estaba haciendo ver que él tomó una decisión sin si quiera ser consciente, sólo fue arrastrado por la propuesta de JiMin sin detenerse a pensarlo— Tienes que aprovecharte de JiMin. Bien, ¡Te haremos adelgazar!

Expresó, alzando la pierna izquierda y los brazos sonriendo.

—Bien. —Musitó, asintiendo sin tener otra opción.

YoonGi no pudo decir cuánto tiempo pasó con exactitud dando giros, haciendo estiramientos y sudando. Sabía que avanzaba porque las manecillas del reloj sonaban con insistencia además de las palmadas que ByulYi daba para contarle los tiempos en los ejercicios.

El estudio era un cuarto pequeño de piso de madera, pared de espejos, fotografías de niñas pequeñas en sus tutús rosas, un estante donde descansaba un premio de ballet de ByulYi y nada más, no era un lugar que tuviera algo en particular y eso lo volvía especial. Lo había nombrado como el estudio de "MAMAMOO" gracias a un comentario irónico que hizo HyeJin en su época de estudiante.

Era el zorro de YoonGi. No era más que otro estudio dentro de cien mil otros, pero era el único que le brindó calor hogareño, una meta y amor.

Antes ByulYi viajaba por el mundo haciendo ballet, fue famoso mucho tiempo hasta su fama se fue apagando lentamente y tomó la decisión de asentarse en su ciudad natal, enseñando. Rentó un cuarto pequeño y tuvo un par de alumnas adolescentes que fueron sus conejillos de indias paga descubrir que el placer de ver a alguien más siguiendo sus pasos podía ser igual de intenso que practicarlo por sí misma.

Aunque era muy joven, no dudó en observar el ballet a través de un pequeño niño delgado, pálido igual que la nieve y el ceño apretado.

Tuvo un momento de ocio, así que fue a la pista de patinaje que comenzaba a tener renombre en la ciudad y rentó un par de patines. Allí estaba YoonGi en una versión mucho más joven, patinando con furia, clavando las cuchillas en el hielo tan fuerte como un hacha cortando un tronco maduro. ByulYi encontró una estética medida en lo movimientos torpes y las caídas al suelo, un carácter duro y sobre todo un dolor enrome para alguien con el cuerpo y mentalidad tan pequeña. Seguro solo estaba haciendo un berrinche.

Le preguntó por qué lloraba pero YoonGi no le respondió cohibido, por la mujer extraña que lo perseguía siguió con lo suyo quejándose cuando aterrizó mal y se golpeó la rodilla.

Podría ayudarte a bailar mejor. ¿Conoces el ballet? Propuso y ante el resplandor interesado en sus ojos negros supo que había picado su curiosidad. El niño negó con la cabeza, acercándose donde estaba ella con la cautela de un gato desconfiado que aun así busca que le acaricies discretamente. Es un baile, usas zapatillas y te paras en puntillas.

N-no, no le conozco.

ByulYi quiso sonreír porque el niño habló por primera vez.

Entonces, te haré una demostración Le propuso con seriedad, el niño parecía estar acostumbrada a ella porque la observó cómo tal, ¿puedes venir con tus padres a mí estudio?

Sin mis padres. Negoció YoonGi y ByulYi no rechistó, era joven para pensar en las responsabilidades y los problemas si no habla con los tutores del niño.

El día que YoonGi llegó a su estudio, ByulYi jamás lo olvidaría. Tenía los hombros achicados y la valentía que recordaba de él, parecía esfumada. Estaba intimidado.

Por favor, pasa. Le dijo, la bailarina sonriéndole suavemente, abriéndole la estrecha puerta. YoonGi entró, tieso igual que una tabla. Al inicio el par de alumnas murmuraron. "Es un hombre. ¡Un hombre de niña!" ByulYi pensó que YoonGi era demasiado pequeño para entender los prejuicios de Corea en esa época y no las calló. Sin embargo, YoonGi se apartó, colorado y solo tomó asiento en un rincón. Porque aunque no lo entendiese, él jamás era el centro de atención y se sentía extraño. Apenas hablaba con alguien llamado NamJoon y la bonita niña HyeJin y ellos dos no le miraban así, así como su padre, le miraba con su madre.

Horas más tarde, cuando todo había terminado. YoonGi se despegó de su asiento, y sujetó a ByulYi del brazo, reteniéndola.

—Si sus clases... Y-yo podría... ¿Hacer eso sobre el hielo?

ByulYi se pasmó. En muchos años de su vida conoció el rostro del éxito que atraía la felicidad y la esperanza. Sintió que había estado verdaderamente equivocada, en ese instante; en el que conoció el resplandor de la mirada suplicante de YoonGi.

Lo que tú puedas lograr ¿Entonces eso dependía de él? YoonGi se quejó sonoramente, porque no era bueno en muchas cosas. ¿Cómo podría lograr eso?. Claro, yo te ayudaré.

Quiero, por favor. Pidió, sujetándola más fuerte. Apunto del llanto de desesperación.

Bueno, debes hablar con tus padres para tu inscripción

¿Dinero? Le preguntó asustado. 

ByulYi se inquietó ante la mirada de YoonGi y dudó si afirmarlo.

—Sí... Un pa...

No. Mi mamá no... No tiene dinero. Pero, gracias.

La bailarina creyó que la decepción más profunda se trataba de perder en una competencia. Lo puso en duda cuando YoonGi supo que se necesitaba dinero para bailar, algo se había apagado furiosamente y la desilusión se palpó en todo su semblante. Renunció a ello al instante sin insistir más, tomando su chamarra, poniéndola y caminando hacia la salida.

Sin dinero negoció ByulYi antes de que YoonGi se marchara. El niño se dio la vuelta rápidamente, sorprendido. Podrías traerme las compras o regar mis flores y yo te enseño. ¿Eso está bien?

¡Sí!

Asintió, sonriendo tan grande que pudo devorarse la felicidad del mundo en esa mueca.

Con el paso de los años, ByulYi notó muchas cosas. YoonGi no tenía nació con un don extraordinario, disfrutaba de lo que hacía pero no era el nuevo Adonis del ballet. Sin embargo, tenía tristeza. Venía de un hogar roto donde había aprendido a sobrevivir por su cuenta, medio cuidado por su madre y preparado se armó de lo básico para subsistir en la ciudad.

Esas características de crecimiento habrían hecho de YoonGi alguien obscuro. Por eso ByulYi se concentró en incitarlo a que hiciera ballet más que otra cosa, que pasará más tiempo en su estudio que casa, que cuando se sintiera triste cantará una canción o podía hacer sentadillas. Iba a canalizar sus sentimientos negativos. Y así en la adolescencia, YoonGi terminó construyéndose como alguien con murallas que ocultaba un océano de emociones hermosas.

Ella estaba orgullosa.

No, no, lo estás haciendo tosco. Debe ser un moviendo sutil, um, como esas florecillas con el viento YoonGi con el fleco arriba de las cejas, observó las flores que se movían suaves. Dejó de sacudirse y se sintió frustrado. Practicaban en ocasiones detrás de la pista, junto al césped alto para despejarse.

Noona, creo que yo no podría ser como esas florecillas. Es demasiado delicado para un hombrecito.

Deja de escuchar la voz de tu padre.

YoonGi apretó los puños, sabiendo que era cierto.

P-pero...

¿Acaso JiMin no sería como esas florecillas? YoonGi las observó y recordó su cabello, su belleza étera, una belleza entre ambos géneros. ¿Eso lo vuelve menos hombre?

Yo no podría ser tan suave, ni tan hermoso. Sería más como la maleza...

Entonces, extiende tu baile por el llano, YoonGi, y deja que llegue hasta Rusia.

YoonGi levantó sus comisuras, entiendo el punto y volvió a bailar.

ByulYi lo miró con gloria disfrazando su mímica de una crítica para no ser suave.

Aunque ella no lo quisiera, se encariñó del gato abandonando y malhumorado, esperando que su ballet le dieran siete vidas para afrontar el dolor se su amarga realidad.

[⛸️...]

—Hasta que, conocí a... SungDeuk-nim, y uh, decidió coreografíar mis programas. —Se rascó la oreja.

Terminó su relato, dejando de saltar sobre la tabla, para tomar un respiro. Estaba algo sudado y seguro había hablado atropellado, pero JiMin estaba sentando en la orilla de la tabla escuchándole. Tenía tanta su atención que YoonGi dejó algunos temas en el aire, como que su padre solía quejarse de sus clases de ballet o que ByulYi no le pedía ningún tipo de pago aparte los pequeños trabajos que él hacía y que le gustaba, le quitaba el sentimiento de ser inútil.

—¿Ella es tan importante para ti?

Preguntó sin mirarlo, con la vista al frente. Holly llegó después de trotar y le dejo una vara de madera sobre los pies para correr a buscar otro.

—ByulYi Noona... Es simple increíble.

Dijo, dando por terminado el interrogatorio de JiMin.

JiMin infló sus mofletes en desacuerdo al ver que YoonGi colocaba un punto final a un tema que le tuvo que sacar con una pregunta tras otra.

—Ah... ¿Tienes sentimientos por ella?

—¿Eh? ¡No! —Exclamó, exasperado. ¿Acaso se oía como alguien enamorado de ByulYi? ¡No! Esa mujer era como una madre, gruño, mandona y extremista, pero, ¿Cómo JiMin podía imaginarse eso? ¡Daba repelús!

—No tienes novia, ¿verdad?

Preguntó con rapidez JiMin, echando el cuerpo hacia adelante. YoonGi se removió incómodo, pensó que había saciado su curiosidad, pero parece que su relato resumido no fue suficiente.

—N-no...

—¿Ex novias?

Se acercó más, sonriendo. YoonGi tuvo un escalofrío.

N-no comment...

—¡Hablemos de mí! Mi primera novia fue en... —Se tocó la barbilla mientras recordaba.

Stop! —Gritó YoonGi, acomodando sus lentes en el puente de su nariz, sin poco interés en esa información, bueno, en realidad... No, no quería saberlo.

Holly ladró, fuertemente como advirtiendo de un peligro y ambos se volvieron hacia el ruido. En realidad el poodle parecía, dirigirse hacia la punta del castillo de Taebong.

—YoonGi, ¿qué es ese castillo?

—Es el castillo de Taebong, adentro hay una casa de ninjas con raíces japoneses.

Realy?! Ninjas? —JiMin se sentía como escuchar una leyenda viva y su rostro pintaba ese interés.

—Y-uh, sí. ¿Quieres, uh, entrar?


* Yangmeori:

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