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Realidad?

Erika se enderezó en la cama sosteniéndose su pulsante cabeza, tan mal que le daba mareo. La habitación estaba en penumbras a pesar de que afuera anunciaba que comenzaba a caer el atardecer. Buscó en su memoria que demonios había pasado y solo quedaba como último recuerdo la casa donde Silver y Falcon vivían, un apartamento lujoso pero a la vez acogedor. Después de eso de conciencia se había vuelto oscura. Se había desmayado.

Entonces solo podía llegar a la conclusión de que estaba en casa de ellos todavía. ¿no?

Había una constante feromona rondando dentro de aquel inmenso cuarto, que de alguna forma no hacía que se sintiera para nada mal. Más bien, era acogedora, protectora, la envolvían de forma posesiva. Era tan familiar que se encontró cerrando los ojos y dejándose embriagar por ella. No podía olerla, no podía definir de quien era exactamente pero la hacía sentir demasiado bien. No sabía a quién pertenecían pero su mente se dirigió directo al alfa que era el centro de su todo, de su estabilidad emocional, de su cuidado, de sus sentimientos.

Y sus dudas se difuminaron completamente cuando la puerta se abrió.

-Despertaste chiquita ¿cómo te sientes?-

El gran cuerpo de Zacarias cerró la puerta en su espalda con una bandeja en una mano. Solamente llevaba unos jean que bailaban en su cadera y un delgado pullover oscuro que marcaba cada uno de los músculos de su cuerpo. Si estuviera desnudo no hiciera mucho la diferencia y Erika solo pudo tragar en seco y bajar la cabeza asintiendo.

-¿Te duele algo?- el alfa dejó la bandeja con sobre la mesita de noche y se sentó frente a ella palpando la temperatura con su gran mano sobre el cuello de la omega –Tu fiebre ya bajó-

-Solo un poco la cabeza- y no mentía para nada, había pulsadas constante que se desplazaban por momento a la zona donde su cicatriz estaba, allí incluso se volvía insoportable. Erika tuvo que masajear la zona.

A sus dedos se le unieron unos más ásperos pero que de inmediato tocaron los puntos exactos que le hicieron soltar un gemido de alivio. No cesó pero disminuyó.

-Me preocupa que todavía tengas algún síntoma después de haberte inyectado- la voz de Zcarias era diferente de otras veces y Erika se estremeció un poco. Era amable y gentil a su manera, pero se notaba molesto.

-Estaré bien un poco más tarde, me suele ocurrir con frecuencia cuando estoy estresada- sonrió mintiendo.

Zacarias la estudió de arriba abajo con su mirada afilada y ella no pudo evitar volver a bajar la cabeza como sumisión. El alfa estaba tenso y eso no era bueno para ella. Un alfa así era inestable y siempre los omegas terminaban siendo el blanco de su frustración. Ella no quería ser lastimada. No otra vez. Sin saber por qué esos pensamientos llegaron a su mente, un marcado temblor la recorrió tan violentamente que se tuvo que aguantar las manos buscando controlarse. Unos brazos la envolvieron y la atrajeron a la calidez de un abrazo consolador.

-Cálmate- Zacarias murmuró sobre su cabello –Estás muy sensible, no te voy a hacer nada- sus manos acariciaron su espalda suavemente.

Estaba preocupado. Había llevado a Erika a su casa y desde que la había puesto en su cama había notado la reacción de ella. Estaba intranquila a pesar de estar inconsciente. Su ceño estaba fruncido y lo que más le preocupó es que mientras le hacía un examen completo había notado que en el medidor de feromonas manual que siempre tenía a mano para emergencias, estás estaban en valores bastante alarmantes.

Sabía que los omegas podían verse afectados en gran medida cuando había un enfrentamiento entre dos alfas. Que decía, un solo alfa podía alterar tanto a uno o varios omegas si se ponía realmente serio. Pero sus valores no aumentaban tanto como los de Erika. Ni siquiera sus exámenes regulares mientras estuvo ingresada, o antes de cada uno de los ciclos de celo se alteraban así. Algo había pasado y estaba seguro que Silver le estaba mintiendo.

Besó la coronilla de la cabeza de ella, después su frente, ojos nariz y la comisura de sus labios, acariciando sus mejillas con los pulgares.

-¿Alguna vez he sido malo contigo?- habló tan bajo sobre sus labios que ella apenas lo oyó. Ella negó levemente con la cabeza –Entonces no tienes que tenerme miedo- besó su labio inferior, chupándolo entre los suyos, quería calmarla y él sabía cómo- así que deja de temblar como un conejito miedoso, solo me gusta ser el lobo malo cuando estás desnuda debajo de mí y con las piernas abiertas-

El comentario poco inocente le hizo soltar una débil carcajada y como su hubiera sido una orden su cuerpo se relajó dejando de casi convulsionarse.

-Mucho mejor- el volvió a besarla pero esta vez le abrió los labios con la lengua y barrió todo su interior con ganas y posesividad.

Erika como todas las veces dejó que el tomara el control, su alfa ronroneando dentro de él ante la disposición que él buscaba y que pocas le daban. Una de sus manos se posó en su nuca estabilizándola, mientras la otra recorría su espalda hasta posarse en una de sus nalgas si  ningún recato. La omega tenía un cuerpo que lo encendía.

Nadie impedía que no lo pudiera tocar, y el disfrutaba tocándolo, mucho, demasiado. Hasta el punto que había momentos que él solo quería estarlo haciendo por horas y horas, incluso después de haber tenido sexo con cualquiera de sus amantes. Después de todo era un hombre sin compromiso, pero en los últimos tiempos y desde que Falcon se había estabilizado con su omega, esa que después la acorralaría y le sacaría hasta la última palabra, algo dentro de él estaba cambiando.

Era un sentimiento extraño, sobre todo cada vez que Falcon sacaba a relucir el tema de Erika y lo que él hacía con ella. Cada vez que llegaba la noche e intentaba dormir, las malditas palabras de su amigo martilleaban su cabeza y quería llamarlo para decirle hasta del mal que se iba a morir, pero después respiraba y se golpeaba mentalmente una y otra vez. Porque él tenía razón.

El sexo con otras ya no se sentía igual. Normalmente era para aplacar su maldito lívido sexual, demasiado alto y a veces incómodo. Su cuerpo ansiaba la descendencia con fuerza por eso no tenía problemas en ponerlo en aprietos. Él había sabido lidiar con ello con los años. Sin sentimientos, ni emociones de por medio, solo sexo duro y crudo para saciarse. Siempre utilizaba una sonrisa y palabras melosas para ocultar el hecho de que las utilizaba, así de mierda era él. Pero a esa altura ya no le importaba.

Lástima que con Erika siempre había sido diferente. Desde el primer momento había roto cada una de sus propias reglas. No besar, no sentir, no relacionarse más de lo necesario, y así una infinidad hasta llegar a la última y no menos importante, más bien la principal, no lleva a nadie a su casa. Y ahí estaba ahora con la omega debajo y él extendiendo su cuerpo entre sus muslos, comiéndola la boca como si no hubiera un mañana. Siempre era así, perdía la cabeza completa con esa pequeña omega al punto que no sabía qué hacía.

Pero de algo estaba seguro. Ella necesitaba algo mejor que él. Alguien que la valorara realmente, no como él que solo se dejaba llevar por lo cientos de estímulos y sensaciones extrañas y placenteras que ella le provocaba. Era duro reconocerlo pero él era un imbécil, uno bien grande.

Se separó de ella con un gemido de disgusto a pesar de todo, podría estar besándola hasta que sus labios se rompieran. Ella simplemente se quedó así de vulnerable con los labios abiertos, hinchados y húmedos y los ojos vidriosos, una imagen totalmente tentadora pero Zacarias cerró los ojos y se incorporó entre sus muslos besando su rodilla flexionada.

-Será mejor que sigas descansando, come un poco y duerme, mañana yo te llevo a tu casa, recogemos alguna de tus cosas y te quedarás aquí hasta que vayamos de viaje a Hawái- no podía evita pasar su mano por el níveo muslo de ella corriendo la tela del pullover que él le había puesto para ponerla más cómoda. Su ropa ahora estaba doblada sobre uno de los butacones del juego de muebles de la habitación.

Eso pareció cogerla por sorpresa y la nebulosa de sus ojos se disipó de pronto.

-¿Voy a quedarme en tu casa?- recalcó específicamente su casa.

-Sí, no confío en que cuides tu salud como se debe- se justificó, más bien no quería quitarle los ojos de encima hasta saber que era realmente lo que estaba ocurriendo –Buscaremos lo que necesites y lo que falte para el viaje te lo compraré- para ese momento sus dedos jugaban con el borde inferior de la ropa interior de ella, queriendo solo arrancársela.

Ella asintió sin reclamos muy consciente de los toques del alfa que hacía que su piel se pusiera literal de gallina. Él sabía cómo tocarla.

Así que esa era la casa de Zacarias. Era la primera vez ahí y de alguna forma, aunque solo había visto su cuarto era muy Zacarias. Todo indicaba que era de él. Las cosas que estaban, la neutralidad de los colores, la exageración de todo, de la inmensa cama, de los mueble, incluso del televisor que debía ser de los más grandes del mercado porque casi era del tamaño de la pared. Un cine personal.

Por otra parte se sintió aliviada. Él no había tocado el tema de Nolan y lo que había ocurrido esa tarde por lo que, al parecer, Silver no había mencionado nada del tema. Suspiró con alivio, cuando su celular en la mesita de noche sonó.

Zacarias se inclinó y lo agarró por ella, dándoselo, no sin antes dar una ojead al número desconocido en la pantalla. Erika pestañeó. No estaba identificado y muy pocas personas la llamaban pero de alguna forma ese número le era familiar. De hace mucho tiempo, hablaba de años. No había cambiado. Su cabeza palpitó cuando un leve recuerdo se quiso hacer presente. Frunció el ceño.

Ya sabía de quien era ese número.

Nolan.

Confesiones: Les confieso que Erika era un personaje que hasta el primer capítulo que ella apareció que estaba ni siquiera pensada y menso su historia con Zacarias pero al final fue bueno incluirla. Adoro a esta pareja después de todo.

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