Cicatriz?
-Nolan- su nombre salió de sus labios impresionada. Hacía años que no se veían.
El alfa sonrió y sin pedir permiso se sentó en el asiento delante de ella. Era alto, quizás no como Falcon o como Zacarias, bueno, él no era un buen ejemplo, él estaba en la cúspide así que lo descartó. Su cabello era castaño recortado aristocráticamente y peinado hacia atrás. Sus ojos eran de un color miel rodeado de espesas pestañas. Mandíbula fuerte, hombros anchos, cintura estrecha. Un buen espécimen de alfa que se había desarrollado en los últimos años que no se habían visto.
Nolan levantó la mano y llamó a la dependienta a la que le pidió algo que Erika no escuchó, enderezándose en el asiento. La última vez que habían compartido juntos fue antes de ellos romper. No recordaba mucho la razón pero había sido principalmente porque él se iba al extranjero con su padre. No tenía muchos recuerdos de aquellos tiempos y no sabía la razón. Se rascó la parte de atrás de la cabeza, precisamente el lugar donde descansaba una enorme cicatriz que escondía con el cabello largo. Esa era una de las más grandes incógnitas de su vida. No recordaba haberse roto nunca la cabeza.
-Te vez preciosa, Erika- el alfa le sonrió una vez se recostó a la mesa.
-También has cambiado bastante- ella le respondió. Se sentía algo nerviosa sin sentido alguno, tal vez era por el encuentro.
-¿Qué hay de tu vida? Por tu olor me doy cuenta que no estás enlazada pero me parece que en una relación si-
Erika se puso a la defensiva. Era algo grosero decirle específicamente a alguien aquello después de años sin verse pero Nolan era así, demasiado directo, una de las pocas razones por las que discutían. Habían sido una pareja bastante estable por ¿Cuánto tiempo? Por qué los recuerdos de esos días eran tan difusos.
-Estoy bastante bien- le respondió ella –Trabajo de estilista y aunque no estoy en una relación estoy relacionada con alguien- fue directo al gramo. Si aquel alfa no había cambiado como ella se lo imaginaba entonces podría ser algo difícil tratar con él.
No decía que era malo. Había sido un novio excelente. La cuidaba, la mimaba y aunque no la había marcado alegando que le daría tiempo siempre estaban en buenos términos. O eso recordaba.
-Me alegro por ti, pero es raro ver a una omega sin compromiso a tu edad, preciosa- Nolan le sonrió a la dependienta que les trajo una taza de té helado a cada uno y un plato lleno de aperitivos dulces
-Soy una mujer ocupada- Erika inclinó la cabeza –Y ¿qué hay de ti?-
Nolan se lamió un dedo lleno de crema de forma algo vulgar y provocativa.
-Bueno, heredé la empresa completa de mi padre, tengo dinero de sobra y ahora mismo estoy soltero. No hay mucho que agregar-
-Me alegro por ti- Erika tomó un sorbo de té cuando sus manos se congelaron y no por la temperatura del vaso.
Sentía las feromonas de Nolan envolviéndola de una forma posesiva, como mismo hacía Zacarias cuando se iba de su casa pero de una forma menos violenta.
-Podrías dejar de hacer eso- le pidió ella con una gota de sudor en su sien. Ella estaba consciente de lo omega débil que era y de lo fuerte que era el alfa delante de él.
-No estoy haciendo nada preciosa, no es como si no lo hubieras sentido antes- Nolan reprimió sus feromonas y sonrió echándose hacia atrás en la silla –Solo digamos que fue parte de la costumbre-
-Nosotros hace años que no somos nada Nolan- ella dejó la bebida sobre la mesa.
-Y fue realmente una lástima, hacíamos una pareja hermosa pero insistente en romper cuando te pedí que vinieras conmigo a un nuevo país. Siempre has sido algo terca-
-Acaso me estas criticando por no querer ir contigo- se tocó de nuevo la cicatriz pensando que se saltaba algo que no acababa de visualizarse.
Nolan se inclinó y agarró su mano atrayéndola hacia él.
-Erika- dijo contra sus dedos –Tú siempre fuiste importante para mí. Este encuentro no fue una casualidad, yo te vine a buscar en cuanto supe dónde estabas, quiero que tú seas mi omega- besó un dedo de ella y lo pinchó con uno de sus colmillos.
Erika hizo una mueca de leve dolor e intentó retirar la mano pero estaba fuertemente agarrada. No se sentía bien. No era agradable estar allí.
-No luches contra mí. Puedo hacer que entres en celo en este mismo lugar, que te derritas por mis feromonas hasta estar borracha de ellas. Así te deseo Erika. No sabes cuándo te extrañé todos estos años- los ojos del alfa se habían vuelto más brillantes- Ese día que rompimos fue el peor de mi vida. Quiero que tú seas la omega que dé a mis cachorros, que comparta conmigo mi cama todas las noches- mordió otro dedo de ella.
Erika tragó en seco. Otra vez las feromonas se arremolinaban alrededor de ella y hacía que sus muslos temblaran. Aquella reacción natural de los omegas de sumisión ante los alfas era algo que siempre había detestado.
-Detente- jadeó –Detente, DETENTE- le gritó alarmando a los que estaban a su alrededor.
Nolan soltó su mano lentamente viendo como ella respiraba agitada con el cabello cubriendo su expresión.
-Discúlpame cariño. Creo que me propasé un poco. Hacía mucho que no te veía y me emocioné demasiado. Pero todas las palabras que dije fueron verdad- se levantó dejando el dinero del pedido sobre la mesa e inclinándose sobre su oído –No te preocupes, te buscaré de nuevo y espero tener una respuesta satisfactoria-
El cuerpo entero se le congeló y solo volvió a respirar cuando no sintió más la esencia del alfa cerca de ella. Sus manos estaban tan apretadas que se había encajado las uñas en sus palmas dejando pequeños rastros de sangre que comenzaban a doler. También temblaba, lo hacía tanto que no estaba segura de poder caminar estable por al menos unos minutos. Todavía estaba aquella sensación sobre ella que le decía que se sometiera a aquel alfa.
Tomó su teléfono entre las manos temblorosas y abrió los contactos. Necesitaba hablar con alguien. No quería estar así. Se sentía desorientada, perdida, incluso la vieja cicatriz palpitaba en su cabeza de forma incómoda. Tenía una facilidad para encontrar problemas con los alfas como ningún omega. Quizás porque ella era débil. Ya ni sabía. Al final terminó guardando el celular, hablar tampoco serviría.
Zacarías cerró el cuaderno de notas para abrir un expediente, el resto de sus compañeros de laboratorio lo habían dejado solo para no aguantar su mala cara y la presión laboral que le ocasionaban. Para él no era un problema, se bastaba y se sobraba para terminar todos sus casos. Aun así, la imagen que había visto desde la ventana de su auto cuando iba al trabajo se repetía una y otra vez en su cabeza. Aquel alfa tomando la mano de Erika tan íntimamente que era asqueroso. Gruñó por no sabía que vez y se sacudió el cabello.
Alguien tocó la puerta y se giró molesto.
-¿Qué quieren?-
Un beta se asomó lentamente evitando su mirada.
-Doctor Zacarias, hay alguien que ha venido a verlo-
-A mí, quién puede venir a verme a mí- resopló.
-Bueno es una omega- dijo tímidamente.
Algún paciente desesperado. Pensó Zacarias y le hizo seña de que la dejara entrar. Aunque no se imaginó que sí, era una omega desesperada, pero no que fuera Erika.
-Chiquita- pareció sorprendido y eso era algo difícil pero no pudo decir mucho más pues la omega soltó el bolso en el suelo y caminó hacia él sentándose en sus muslos. Su nariz se enterró rápidamente en la glándula del cuello de él aspirando con fuerza su aroma.
Zacarias se quedó quieto por los primeros segundos hasta reaccionar. La omega en su regazo temblaba marcadamente. La palma de sus manos manchaba los bordes de su bata blanca y olía su cuello como si este fuera a desaparecer en cualquier momento. Toda molestia que tenía antes desapareció de golpe y solo quedó preocupación.
-¿Chiquita que pasa?-
Esta no le respondió. Se pegaba más a su cuerpo con desesperación como queriendo quitarse algo de encima y Zacarias sabía que era. El olor de otro alfa.
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