•Cuatro
|Narrador Omnisciente|
Esa noche el destino le jugaría una mala broma a Jos. La enseñaria a disfrutar las pequeñas cosas de la vida, a gozar de lo que tiene antes de perderlo. Esa noche cambiaría la vida del chico pelinegro para siempre.
|Jos|
Tocino...
Mi nariz había captado algo delicioso, algo que no olía desde hace tiempo. Sonreí porque sentía que podia saborear aquel trozo de ese jugoso tocino.
Juraba que podía escuchar como se cocinaba, como crujia poco a poco en el aceite. Mi boca se hacia agua.
Mis ojos se abrieron de golpe.
Me sentía diferente, quizás el golpe de ayer me había dejado moratones, aunque podría ser por la terrible noche que había pasado. Aún seguía cansado.
Rodé en la cama, esperando encontrarme con la espalda desnuda de Chloe, pero no había nadie a lado mío, sólo lo que parecía ser... ¿Un hueso de juguete?
Asustado, me senté de golpe en la cama, pero fue ahí que noté algo más, no me encontraba en mi cama, o bueno, no en la cama de Chloe. Estaba sentado en una especie de cama acolchonada y sobretodo, pequeña.
¿Dónde estoy?
Mire mi alrededor, había cientos de fotografías colgadas en paredes blancas y una que otra azul. Había un mueble de madera con figurillas de metal, vidrio y madera sobre el. Una gran sala blanca con sofás marrones y de piel. Nada me era familiar.
Rápidos pasos veloces se escucharon aproximarse. Pero yo seguía preguntándome ¿Dónde estoy?
Finalmente me puse de pie, algo extraño estaba sucediendo, ahora era más bajo de estatura, mucho más bajo, quizás sólo estaba a unos cuantos centímetros del suelo.
Caminé, pero se sentía extraño, ¿Porque estoy caminando en cuatro patas? Eso no es normal, ¿O si?
Mi corazón comenzaba a acelerarse, estaba asustado, no sabía que estaba pasando. Corrí por el suelo de madera, buscando ayuda.
Quería gritar pero me era imposible, sentía que mis gritos se ahogaban en mi garganta, que no podían salir.
Mientras corría algo llamo mi atención.
Ahí estaba nuevamente, el horrible y molestó perro de Alina, me miraba como si hubiese visto un fantasma. Molesto y sin siquiera pensar en ¿porque está el perro de Alina aquí?, corrí al lado contrario de donde el se encontraba.
Odio los perros, mierda que hace el aquí.
Me escondi detrás del blanco sofá, y asomé mi cabeza. No había nadie, sólo yo. Suspire aliviado.
--- ¡El Desayuno está listo! ---gritan de pronto.
Exaltado mire por donde provenía aquella estruendosa voz, era una mujer de no más de 45 años, aún tenía la pijama puesta y su cabello estaba desaliñado.
Servía la cena en la mesa grande de la cocina, no tardó en llenarse de gente.
El primero en bajar, un niño de quizás 8 años, cabello corto peinado hacia arriba, llevaba puesto una pijama de Superman.
El niño fue seguido de un chico de almenos 17 años, su cabello estaba más despeinado que el de los demás, y parecía que tenía baba seca en su barbilla.
Finalmente bajó el padre, con una bata y pantuflas grises.
¿Quiénes eran ellos?
Todos se sentaron en la mesa de la cocina, devorando lo que anteriormente la madre había servido.
Aún había un asiento libre en la mesa, supuse que era un asiento sobrante.
Mire asustado a la familia. Y antes de que pudieran notarme escapé, corriendo de la salas hacia el otro lado de la habitación.
Nuevamente vi a él estúpido perro de Alina, mirándome como un bobo, porque sin duda tenía cara de bobo.
Te voy a enseñar una lección estúpido perro, pensé.
Retrocedi mirando hacia donde el perro se encontraba, el también retrocedió, ambos nos miramos retadores, fulminandonos con la mirada. Para finalmente correr yo hacía el y el hacia mi. Grité molesto, aunque más bien pareció un ¿ladrido?
Un fuerte golpe hizo que cayera de espaldas. Gruñi en el suelo. Al ponerme de pie me percaté de algo. No estaba peleando con el dichoso perro de Alina, sino... ¿Con un espejo?
Si esto era un espejo... y yo estaba en el... en forma de perro... eso significaba que... ¿¡Soy un perro!?
Grité, estaba asustado, pero mis gritos no eran más que ladridos débiles. Me mire detalladamente en el espejo, confirmando lo que hace segundos acababa de descubrir.
Soy un perro, soy un perro... soy el maldito perro feo de Alina.
Tenía pelo por todas partes, pelo corto que cubría cada área de mi cuerpo. Dos cortas patas delgadas que intentaba sostener mi corpulento torso, en verdad estaba gordo. Mis orejas caían por mi frente, la cual estaba muy arrugada. Mi boca babeaba y era viscosa. Mi rostro era horrible, había arrugas por todas partes, parecía que mi cara había sido aplastada. Era un maldito perro feo.
Pero... ¿Como es que esto había sucedido?... debo estar soñando, debo estar teniendo una de mis peores pesadillas.
De tan sólo mirarme me daba asco, nunca me agradaron los perros, siempre los aborreci pero nunca creí convertirme en uno.
Me tiré al suelo nuevamente, cerrando mis ojos y tratando de pensar en que despertaba, deseando que todo esto desapareciera. Pero al abrirlos, supe que no estaba funcionando.
Debo hacer algo, no puedo quedarme así.
Camine nervioso de un lado a otro, pensando en cómo podría despertarme.
¡Eso es! ¡Mordere mi cola!, pensé.
Si, quizás así podría despertar. Al tratar de tomar mi cola y quizás despertarme, note que no podría alcanzarla. Mi cola era bastante corta, y estaba enrollada en si misma, impidiendome poderla tomar de algún extremo.
¿¡Porque no podía ser un jodido perro con una cola normal!?
Gruñi al no poder lograr mi objetivo. Finalmente simplemente pensé en morder alguna otra extremidad que tuviese este pequeño cuerpo, en ese caso, fue mi pata.
Mordi con fuerzas mi pata delantera, saboreando su textura espesa y su sabor extraño, sin duda estaba teniendo un mal momento.
Hasta que escuché pasos firmes bajando las escaleras de la casa, en dirección a la cocina.
Era extraño pero podía sentir su olor a pesar de no tener a centímetros a la persona, podía escuchar su cabello moviéndose rítmicamente cada que bajaba un escalón, podía sentirla.
Alina.
Por primera vez había sentido una euforia y una emoción bastante grande por ver a Alina, me sentía raro con eso.
Corrí en dirección a las escaleras, olvidando a mi pata. Intenté subir aquellos interminables escalones, pero ella ya venía en mi dirección, aproximándose rápidamente.
Emitió un chillido extraño cuando me vio, acompañado de un a enorme sonrisa. Al bajar los escalones se puso en cuclillas para así poder acariciarme mientras que yo intentaba decirle lo que estaba pasando.
Su toqué sobre mi cabeza, me hizo estremecer y de alguna forma, sentir placer. Se sentía bastante bien, tanto que casi olvidaba por lo que estaba ahí.
--- Buenos Días, Señor Abrazos ---murmuró Alina acariciando la cabeza del pequeño animal.
Buenos días, cariño.
Agite mi cabeza de un lado a otro, no podía caer en los tentadores encantos de esta chica, debía recuperar mi forma humana y escapar de ella lo más rápido posible.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro