Capítulo 6
El resto de ese día, estuve lamentándome sola en la pequeña casa. No sabía a donde se había ido Ben, pero tampoco quería verlo. Estaba molesta con todos. Necesitaba un poco de espacio. Estar sola para pensar en cómo iba a afrontar todo esto. Sobretodo, las nuevas lecciones.
Me puse a revisar el lugar. Moví algunas cosas, espié por otras. La verdad es que si bien el lugar era pequeño, escondía mucho. Y yo sabía bien como encontrar. En palacio, los escondites y pasadizos secretos abundaban, sólo había que saber hallarlos. Bastaba con mirar un libro colocado de manera desordenada o un reloj un poco sobresaliente para pasar a otro lugar. Tal vez sólo con utilizar una cuchara pequeña para el té de la tarde, podía crear una palanca y descubrir un jardín abandonado. Tal y como le había pasado a mi prima. Fue la mejor tarde de toda nuestra infancia. Nos la pasamos cortando rosas y creando mundos imaginarios en el cual sólo nosotras podíamos pasar.
-Y miren esto...
En la pequeña cómoda que tenía los vestidos, encontré, que al fondo de un cajón, había una pequeña tapa bien camuflada. Así que, al moverla, descubrí un compartimiento en el que a su vez, encontré una llave. Una llave, ¿para qué serviría? Opté por gurdarmela en un bolsillo del vestido por si alguna vez la necesitaba.
También, al seguir viendo esa pequeña casa, noté algo aún más importante, muchísimo más importante. Y todo estaba al ras del suelo. Me sorprendió notar que una casa tan chica, podía albergar tantos secretos. ¿A quién pertenecía el lugar?
Comencé a tocar una sesión de baldosas que sobresalian sólo un milímetro del suelo. Tal vez una minúscula palanca, o un botón escondido. Tenía que haber algo abajo, estaba totalmente segura.
-¿Qué estas haciendo?
La puerta dio paso a Ben que se hallaba mirándome con el ceño fruncido. No parecía querer ayudarme para encontrar algo nuevo.
-Yo estaba...
-Sal de ahí, no tienes permiso para tocar nada -dijo mientras avanzaba hacia mi y me apartaba-. No tienes porque andar husmeando.
Me quedé sentada en mi cama el resto del día. La herida se me había hinchado un poco, así que tampoco me apetecía que alguien me viera. No tenía maquillaje para tapar nada, ni siquiera un lindo vestido para captar menos la atención en mi ahora, poco atractiva cara. Tenía calor.
-No queremos que ande ocasionando disturbios...
Escuché esa voz masculina al exterior, así que aparté un poco la cortina en la ventana para ver de quien se trataba. Era Ben, y otro oficial, tal vez superior en rango. Le hacía ademanes, como si le estuviera ordenando. La verdad es que no parecía muy agradable. Tenía el cabello gris, pintado por las canas, al igual que su bigote. Portaba ropa negra y botas parecidas a las de Ben.
-No señor, no volverá a ocurrir.
¿Hablaban de mí? Tal vez los "disturbios" eran la pelea con esa mujerzuela de Ruth. ¡No había sido mi culpa! Ella comenzó. Además, tampoco fue una cosa muy importante. Seguí mirando y vi que el soldado se colocaba nuevamente en su sitio, o sea, mi puerta. Seguía sin entender porque me estaba vigilando. Oh claro, tal vez temían que huyera.
Unas horas más tarde, Ben abrió la puerta. Llevaba algunas cosas en las manos. Se notaba preocupado o tal vez molesto.
-Traje un par de cosas para que cocines. -Y ahí íbamos de nuevo-. No es difícil, además tengo hambre.
Yo también moría de hambre. Ya seguramente era el mediodía, porque mis horarios perfectamente ordenados nunca faltaban. En palacio comíamos a una hora puntual, así que en serio mi reloj biológico nunca fallaba. Pero la cosa estaba en que yo no sabía cocinar. Una cosa era ver con Ben lo hacía, y otra muy diferente era hacerlo yo sola. Lo miré nerviosa, la verdad es que no parecía muy amigable.
-¿Qué es?
-Estas son costillas y estas son verduras que hay que preparar para una ensalada. Primero las costillas. Lo harás tú, según yo te vaya diciendo.
Abrí mis ojos al ver que hablaba en serio y pensaba en las forma de no morir quemada. Nunca, en toda mi vida, había tenido la necesidad de acercarme a una estufa y hornear masa para obtener pan. Siempre lo que deseaba venía a mí, sin nada de esfuerzo. Ben se subió a la encimera con aire despreocupado y me observó aburrido.
-Bien, toma esa sartén que usamos para los huevos de la mañana y tira un poco de aceite.
Hice tal y como dijo, preguntándole como y cuanto tirar de aceite. Me explicó que con un chorro bastaba. Luego dijo:
-Una vez que el aceite comience a burbujear y a saltar, toma este pedazo de costilla y ponlo para que se cocine.
Parecía sencillo, porque el aceite comenzó a burbujear rápido. Claro, hasta que vi como me saltaba y ardía. El aceite caliente dolía como rayos. ¿Cómo se suponía que hacía la gente?
-Me salta y quema -dije.
-Sí, pero se rápida, y aleja el cuerpo.
Ben se la pasó riéndose todo el tiempo que yo cocine el primer lado de la carne, luego la volteé y fue un poco más fácil. Aunque mi cuerpo seguía a la máxima distancia que mi brazo lo permitía. Mi mano fue la que más sufrió de a ratos.
-Está bien, perfecto. -Examinó la carne para comprobar que estuviera cocida por dentro y luego asintió.
Tuve que repetir el proceso. Y así también, me enseñó a hacer una ensalada, lo cual debo admitir me gustó. Obviamente mucho más que la carne. Fue divertido, a excepción de cuando Ben me salpicó un poco de limón en los ojos. Espero que accidentalmente. Maldito soldado.
-Está delicioso -dijimos los dos al mismo tiempo.
-¿Cómo está tu nariz? ¿Te duele?
-No tanto, nada más cuando estornudo. Por suerte no hay mucho polen está época del año -respondí tomando un poco de agua-.¿Por qué es tan fría? Dudo que aquí tengan refrigeración.
Había varios métodos nuevos que se habían descubierto para mantener la comida fría, cada día teníamos nuevos avances. Pero no sabía como el agua podía manterse tan fría aquí, en un simple pueblo.
-Es del pozo, abajo de la tierra.
-Vaya.
Ben me contó lo que el superior le había dicho y que no tenía que ocasionar más problemas. Tampoco es que pretendía más. Mi nariz quedaría deformada con otro golpe de esos.
Después de comer, Ben se fue y me dijo que por la noche comería con unos amigos. Le dije que la pasara bien y que no se preocupara por nada. En un momento dije, "¿por qué no huyo?", pero luego al ver mi nariz y mis pocas perspectivas de supervivencia en el bosque, se me fueron las ganas. Me recosté después de bañarme y en plena oscuridad vi eso.
Una pequeña luz que provenía de abajo, justo en las baldosas que sobresalian. Era minúscula y débil, pero no pasó desapercibida para mí.
Me levanté de la cama y procurando caminar en puntillas, llegué hasta allí y comencé a tocar el lugar nuevamente. La curiosidad era grande y no podía obedecer lo que Ben me había dicho. Rogaba que el gato no muriera ésta vez.
Casi pego un grito cuando al apretar un botoncito casi invisible, una cerradura de color amarilla brillante, dorada, apareció... Necesitaba una llave para entrar. Y yo tenía justamente esa llave.
...
¿Qué habrá? ¿Ustedes bajarían? OuO Yo no sé...
Hasta la próxima chicas♥ Perdón por el retraso. Las amo
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