Capítulo 31 "Rota"
No sé cuánto tiempo pasé llorando allí, pero si caí en la cuenta que los días eran más cortos en invierno y que mi padre entró maniático a mi habitación. Sin esperar que le dijera algo, tomó mi mano y comenzó a arrastrarme hacia afuera, mientras corría. Yo llevaba la carta aún en mi mano mientras a su lado, intentaba seguirlo. Lo detuve de un momento al otro y me planté firme al suelo. Adolf me miró nervioso y volvió a forcejear para que nos fuéramos, pero negué.
-No, papá. Yo voy a quedarme aquí. ¿De qué vamos a ocultarnos? Tarde o temprano van a encontrarnos y nos matarán.
-¿Estás loca? Hemos guardado provisiones para varios meses en las bóvedas. Podemos quedarnos allí hasta que se nos ocurra un nuevo plan.
Aunque yo permanecí quieta, haciendo que se enojara y tirara de mi más fuerte. Intenté quitarme su mano de encima pero fue imposible.
-¡Déjame! ¡No quiero ir!-grité.
Él no se daba por vencido y seguía tironeando, hasta que cuando escuchamos gritos afuera, nos quedamos escuchando en silencio. Eran los guardias que se comunicaban entre ellos y uno, los había visto cerca de nuestras tierras. Cada vez había menos tiempo.
-¡Vamos! ¡Ya vienen!
Cada vez me desesperaba peor el no poder librarme de su agarre. No iría ahí con ellos porque me parecía algo totalmente estúpido. Prefería morir ahora que estar retrasando algo inminente. Por suerte, logré desestabilizarlo y salir corriendo. Lo escuché seguirme, pero yo era más joven y rápida, así que pude esconderme adentro de un pasadizo. Escuchaba los llamados de mi padre, pero no acudí a ninguno.
Poco a poco me arrime para espiar si alguien se hallaba en la ensombrecida habitación, pero comprobé que estaba sola. Caminé de puntillas hasta salir de la allí y no vi a nadie. Pero lo que no pude evitar sentir, fue temor por notar que el sol estaba ya casi completamente oculto. Tarde o temprano, la desgracia caería por completo en el palacio. Y ni siquiera podía ver al triste Andrew.
-En que locuras hemos caído-repito sola, en medio del desolado lugar.
Me pregunto que habrá pasado con los soldados, con esos únicos leales. Pero mis pensamientos se ven interrumpidos cuando veo a mi hermano correr hacia mi. Estaba sudado, y se veía cuán preocupado estaba.
-¡Papá escapó!-dijo-¡Papá se escapó por unos túneles!
-¿Qué? ¿Cómo?-pregunté-¿Por donde estaban?
-Habíamos decidido ir al subsuelo y cerrar las compuertas de metal de una vez por todas. Teníamos los alimentos y las cosas necesarias para pasar varios meses. Entonces, de un momento al otro, descubrió que abajo de una tapa metálica, había un agujero que conducía al exterior del palacio, por la parte trasera. Le dije que no se fuera, que no sabía que podía pasar, que iba a dejarnos solos. ¡No le importó! Comenzó a arrastrarse y se fue. Lo perdí de vista.
-¿Qué? Ay, no-negué-Al menos ahí estaba un poco más seguro.
Salí corriendo en dirección a las escaleras principales y comencé a subir cada una de los peldaños, cada vez más y más arriba. No sentía que el cansancio pudiera detenerme. Mis piernas ardían, pero no más que mi corazón desbocado y roto. Estaba tan confundida, simplemente no podía creer que todo esto pasara a un reino tan tranquilo como el nuestro.
Subí y subí, hasta que poco a poco, sentí como la oscuridad era cada vez más profunda, a medida que la altura del palacio crecía bajo mis pies. Termine llegando al final de la torre más alta. Un paisaje se extendió ante mi y apreté la carta que aún seguía entre mis manos. El viento era agresivo y violento contra mi delgado cuerpo. La nieve había cesado, pero el frío seguía tocando el ambiente.
A lo lejos, vi una multitud. Una multitud que tenía nombre para mi y todos los demás. Los rebeldes venían, montados a caballo, con jinetes bien armados. La infantería estaba por delante. Marchaban juntos y venían hacia nosotros. En ese momento me pregunté donde estaría Ben y donde se habría quedado mi hermano.
Poco a poco comenzaron a llegar. Vi como los únicos cinco soldados que nos quedaban, iban muriendo uno a uno, como simples hormigas. Ni siquiera hizo falta mucho luchar para que pudieran entrar al palacio y tomarlo.
-Tengo miedo-susurre para mi.
Me hice un pequeño bollito y comencé a temblar. El frío y el temor a lo que pasaría minutos después, se apoderaron de mi. Ya no tenía demasiadas ideas y lo único que quedaba más que claro, era que la violencia no solucionaba nada.
No se cuanto tiempo pasé así, pero al tiempo, vi como un soldado armado, me apuntaba y decía que me levante. Habían llegado a la torre y a mi.
-¡Levanta las manos!-dijo el sujeto-Suelta el papel.
Las lágrimas saladas se escurrieron por mis mejillas e hice lo que me dijo.
-Tu te nos escapaste-dijo, mientras amarraba mis manos y las ponía por detrás de mi espalda.
-¿Qué pasó con mi hermano?-pregunté-¿No lo mataron?
-No, estará contigo en unos minutos-me dijo tajante, mientras me obligaba a bajar las escaleras nuevamente.
Llegamos al salón principal y abrí mis ojos por la sorpresa. Había soldados por donde mirara y todos se paraban herméticamente mirando al frente. Pero al verme ellos a mi, sentí sus muchas pupilas y me intimidé. En ninguna parte vi a Ben.
-Quédate aquí.
Me lanzó en una habitación y corrí a la puerta antes de que la cerrara, pero llegue tarde. Apoyé mi espalda en la puerta y seguí llorando. Estaba completamente destrozada. Mi novio, el hombre que amaba ya no me correspondía y seguramente me odiaba. Mi padre estaba loco y era capaz de todo, con tal de salirse con la suya. Ni siquiera sus propios hijos le importaban.
-¿Isa?-era la voz de Andrew.
-Aquí estoy.
Lo vi acercarse a mi lentamente y después, abrazarme con calidez. Lo escuche llorar y lo abracé aún más fuerte. Quería decirle que todo iba a salir bien, pero no estaba segura de eso. Ya no sabía siquiera si yo seguía siendo la princesa.
La puerta se abrió y ambos volteamos rápidamente, sin separarnos. En cuanto vi quien era, mi rostro se iluminó. Era él. Sus ojos, sus brazos, su cabello despeinado. ¡Era él! ¡Mi Ben!
-¡Ben!-exclame.
Pero en cuánto quise abrazarlo, él se apartó. Frío. Distante. Y aquello fue algo tan doloroso que sentí una estaca fina y aguda en mi corazón.
-Tenemos que hablar-dijo. Una voz gélida salió de su boca, tanto, que casi no lo reconocí. Y todo aquello, era mi culpa.
...
¡Esto está muy loco! Dios :( ¡Mil gracias por su apoyo! Las amo♥
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro