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Capítulo 28 "Casa"

Me detuve de llorar y comparecer mi dolor. No seguí pensando en el hecho de cuánto lastimaría a Ben cuando me fuera. Detuve cada uno de mis pensamientos, sin saber bien como lo había hecho. Como había endurecido tanto mi corazón de esa manera. Como al ver sus hermosos ojos critalizados, no me retracte de lo que iba a hacer y continúe con el plan.

-Cielo-le dije después de unos minutos-Creo que sería mejor que te fueras. Ya es muy tarde y quiero preparar algunas cosas para mañana.

-¿Qué sucede mañana?-cuestionó sin saber.

-Bueno, planeaba tener un día de campo con mi novio-era una maldita perra-¿Te parece?-le sonreí-Nos abrigamos bien y vamos a pasarla bien por ahí.

-Que idea más rara-rió-Pero me parece excelente. ¿Segura que no quieres que me quede? Puedo ayudarte...

-No-negué-Estoy segura. Quiero que haya elementos sorpresa.-mentí, mentí y volví a mentir.

-Está bien. Me iré Milady-él se levantó y besó mi mano.

Cuando estaba caminando hacia la puerta, mi corazón se encogió. Sabía que se estaba yendo. Estaba viéndolo por última vez. Y corrí, abrazandolo por detrás, no queriendo soltarlo.

-Te quiero muchísimo-dije.

Lo sentí reír porque su espalda tembló un poco. Después, pudo darse la vuelta y también me abrazó. Me envolvió y quise morir. Morir en sus brazos. Estar ahí por lo que continuara de mi espíritu o alma. Sea lo que fuese, necesitaba quedarme allí y ser feliz, amandolo y dejándolo que me ame él a mi. Tanto como nunca nadie me había amado. ¿Por qué todo tenía que ser tan horrible?

-También te quiero mucho, mi princesa loca...¿estás bien?

-Si, seguro.

Contuve todas las lágrimas como nunca pude en mi vida.
Sonreí y lo despedí con un beso, antes de cerrar la puerta. Lo había despedido para siempre.

-Adiós-susurre, apoyando mi espalda contra la pared.

La noche había caído. Por lo tanto, tenía muy poco tiempo para preparar las cosas básicas con las que afrontaría el viaje hacia palacio. Sabía que no eran muchos kilómetros.  Quizas unos veinte, que serían unas cuatro o cinco horas caminando, tal vez más.

Tomé una bolsa grande de mimbre que contenía algunas manzanas y la vacie. Coloqué una especie de cantimplora que Ben había dejado hace tiempo. La llené de agua y la guardé. También puse unas rodajas de pan envueltas en una servilleta. Igualmente, doblé una manta gruesa para el frío.

Revisé cuando creí tener todo lo necesario y me coloqué varios abrigos. El frío era tanto, que ya decían que estábamos en época de nevadas. Aunque eso no me acobardó, ya que, después de colocarme la caperuza con capucha y todo, salí afuera. Hacía muchísimo frío y seguramente caería helada.

Comencé a moverme entre la oscuridad, y me colgué la bolsa al hombro. Me desplazaba con velocidad y destreza, intentando hacer el menor ruido posible. De ser así, alguien hubiera salido y me habría delatado. Y eso era lo que menos necesitaba ahora.

Poco a poco, iba introduciendome en el bosque, con la ayuda de un pequeño farol, que me brindaba la luz necesaria. La oscuridad era espesa y de no haberlo traído, ningún paso hubiera sido seguro. Muchos peligros me acechaban, como los animales salvajes. En ese momento recordé a una de mis primas lejanas, más bien la historia que habían relatado de ella. Según mi padre, la chica de joven podía y tenía relación con los lobos salvajes. Después de aquello, quise saber más de ella, pero no había mucha información. Pertenecía a un reino cercano, y había muerto a los noventa y ocho años. Habían pasado unos veinte años desde su fallecimiento ya.

Dejé de pensar en eso y seguí concentrandome en el camino. El viento soplaba fuerte y embestia las copas altas de los árboles. Yo me apresuraba para llegar a la verja que separaba el terreno. Una vez que lo hubiese atravesado, podía estar un poco más tranquila. Pero mientras tanto, mantenía alerta mis cinco sentidos a cualquier alarma de persona a mi alrededor. Sin embargo, tenía que admitir que, estaba en extremo sola.

En mis pensamientos, aparecía Ben y me atormentaba con su linda sonrisa. El clima era peor y para colmo, algunos copos de nieve comenzaron a cruzarse por la luz de mi farol. Muchas veces pensé en volver atrás y quedarme allí, para abandonar todo el plan. Dejar que mi padre y mi hermano hicieran lo que quisieran y que todo terminara en llamas y descontrol. Pero en cuanto vi la dichosa verja, volví a ver un rayo de esperanza para la triste y dividida Benicia.

En el momento que llegué, vi que no había ningún espacio por el cual pasar. Tal vez se podría haber cortado con pinzas, pero el material era muy resistente. Así que, acomodando bien la bolsa en mi hombro, puse el primer pie y comencé a treparla. La nieve comenzaba a pintar poco a poco el suelo y yo forcejeaba por sostener el farol y que no se cayera. Casi salté de la emoción en cuánto hube llegado al otro lado, pero evite el festejo a mi valentía y corrí a ocultarme de nuevo tras los árboles.

Seguí avanzando, ahora con una especie de nieve maldita que hacía que me debilitara. Quise parar y descansar un poco, pero sabía que si paraba, no podría continuar y moriría. El frío era peligroso y no combinaba muy bien con mi delgado cuerpo moviéndose solo por en medio de la madrugada.

...

Habían pasado unas tres horas desde que había abandonado la cabaña. La nieve se había hecho espesa en el suelo, con tan sólo una hora desde su primer copo. Yo estaba cada vez más agotada y más helada. Me había detenido a sacar la manta gruesa y a ponermela encima, cubriendome encima de la caperuza. Si bien no estaba cómoda, al menos me protegía del intenso frío.

También, había encontrado una especie de cobertizo. No dude mucho en meterme, para resguardarme y esperar a que pasara la tormenta. Era de madera y tenía la puerta rota, pero el techo y las paredes aún seguían fuertes. Aproveché el piso cubierto de heno para con ayuda de mi farol, hacer un pequeño fuego y calentar mis manos. Aunque noté que no podía parar de temblar y mi cuerpo dolía. Me saqué una de las botas y las medias y puse mi pie cerca del fuego. Y eso mejoró muchísimo todo. Así hice con el otro.

Poco a poco empecé a relajarme. Caminar tanto me había agotado. No sólo estaba cansada física, sino mentalmente. Así que, sin pensarlo, me quede dormida al lado del pequeño fueguito.

...

Cuando me desperté, volví a sentir frío y vi que el fuego se había apagado. También noté que la nieve estaba simplemente cayendo despacio en el suelo y que ya no era más violenta. No sabía bien cuánto había dormido, pero seguía siendo de noche. Comí unas rodajas de pan y esparci bien las cenizas que habían quedado, para después irme y seguir con las horas que me quedaban de caminata.

...

Iba notando cambios en el terreno y me alegré. Más bien, me sentí aliviada. Ya la luz del día comenzaba a pintar apenas el horizonte y yo estaba cerca de palacio. Podía sentirlo.

Los árboles comenzaron a alinearse y un camino se extendió hacia mi. De pronto, las fuerzas me surgieron mágicamente y comencé a correr, porque sabía cuán cerca estaba de llegar a mi destino.

-Al fin-susurre, ahogada, en cuanto visualice a lo lejos, la gran y elegante construcción en donde había nacido.

Llegué a la puerta de entrada en un abrir y cerrar de ojos. La puerta de la verja real aún permanecía cerrada, porque los guardias de turno roncaban sobre sus espaldas. Estaban dormidos pero de pie.

Silbe tal y como me había enseñado Ben, en una tarde sin mucho que hacer. En cuanto recordé aquello, sorbi de mi nariz. Estúpida.

-¿Disculpe?-preguntó uno-¿Qué necesita usted?

Me quité la muchas telas que cubrían mi rostro y los hombres parecieron palidecer. Automáticamente hicieron una reverencia y abrieron las puertas.

-¡Su Alteza!-exclamaron.

Estaba en casa.

...

Bueno...ahora está en palacio D: ¿Qué diablos hará esta Isabella? Espero que piense bien su jugada. Pd: pobre Ben u.u

Gracias por todo :3 ♥ Hasta la próxima y nos leemos :3


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