Capítulo 16 "Una huida"
Terminamos de desayunar, y nos alistamos para ir cada uno a su quehacer correspondiente. Ben, tenía que hacer guardia en no se donde, y yo, como siempre, recoger frutos. Aunque, esa mañana me sentía diferente. Tenía miedo.
-Ben, no quiero quedarme sola-le dije cuando se hubo alejado unos pasos para irse.
-¿Eh? ¿Por qué?
-Bueno, es que tal vez pueden hurtarme...-mentí-Puede haber ladrones...
-No hay tal cosa, Isa. Además, hay varios guardias en el perímetro. Mantienen la paz del lugar. Si quieres, puedo decirle a mi primo que te cuide.
Y mis ojos se abrieron de par en par. Incluso, pensé que mi corazón había dejado de bombear sangre.
-¿Él estará cerca de mi sección?-le pregunté con un hilo de voz.
-Si, creo que si. ¿Quieres?
-No-dije automáticamente-Tienes razón, no hay ladrones.
-Claro que no-sonrió despeinadome como si fuera una niña, a lo que corrí su mano-¿Todo bien?
-Si...nos veremos después.
Parecía dudoso de abandonarme con mi extraño comportamiento, pero se terminó marchando. A excepción mía. No podía moverme de donde estaba, no sabiendo que él estaba cerca. Estaba segura que se aprovecharía de la situación, y no sabia si podría huir tan fácil. El lugar era desolado, con sólo árboles frutados y nada más que algunos insectos volando por ahí.
Apoyé mi espalda en la pared e intenté tranquilizarme. Me repetía que nada malo podría pasarme si me quedaba en lugares publicos. Para mi suerte, la cabaña en donde yo estaba, tenía varios vecinos, así que los caminos estaban masomenos transitados. Acomode mi cabello a un lado y me hice una trenza. Eso solía ayudar a que me relajara.
-Buenos días-me saludó una jovencita-Me llamo Muriel.
Frunci el ceño y tardé una poco en responder. No era de mala, solamente es que había aparecido desde abajo de la tierra. Sonreía amigable y tranquila. La saludé.
-Hola. Yo me llamo Isabella.
-Lindo nombre-dijo acercándose un poquito a mi-¿Puedo contarte un secreto?
-Oh, pues-valla que la niña esa era rara-Claro.
-Bueno, resulta que yo caminaba por el bosque con mi hermana Lis. Estábamos cerca del arroyo y escuchamos un ruido entre los pastos largos, después débiles maullidos y corrimos hasta allí. Cuando llegamos, vimos que había un caja con tres gatitos que lloraban. Uno de ellos ya estaba muerto-explicó la pequeña-Pero los demás aún siguen luchando.
-Ay, pobrecitos-dije.
-Si. Mi hermana me dijo que viniera en busca de alguien confiable para que nos ayudara con ellos. Nuestros padres odian a los animales y no nos dejarán conservarlos.
-Bueno...es que yo...
Y empecé a dudar de por qué siempre terminaba en compromisos con alguien. Antes de haber venido aquí, me negaba a colaborar en todo. Pero ahora, al ver a esa niña y saber lo que se sentía para ella, lo importante que era rescatar a esos pequeños, no pude negarme por mucho tiempo. Aunque también supuse que luego Ben iba a matarme, comencé a seguirla por donde me guiaba. Antes de irnos, le dije que iría a buscar una botella de leche. Para mi suerte, el lugar no estaba tan lejos.
-Allí-gritó la niña señalandome hacia la que supuse sería su hermana y la caja.
-Hola-la saludé. Lis, no habló, solamente me saludó con su mano.
-Es muda, no puede hablar, pero si escuchar-explicó Muriel.
Sentí lástima por la chica. Parecía rondar los quince años y era muy bonita. No podía imaginarme el mundo sin hablar una sola palabra. Expresar en silencio. Gritar en silencio.
-¿Los ves? Son chiquitos.
Miré a los gatitos. Eran sólo tres flacuchentos bebés que maullaban sin parar. El hermanito muerto, aún no soltaba olor, así que había muerto hace unas horas. Pobrecitos, me repetí.
-Miren que rápido toman-dije al darles la leche que habíamos llevado.
Estuvimos así por un buen rato. Les dábamos leche y luego los mirábamos. Eran muy bonitos. Sin embargo, las niñas se sobresaltaron al escuchar voces masculinas salir de en medio de los árboles. Parecían acercarse.
-¿Qué sucede?-les pregunté.
-Son soldados-me dijo Muriel-No podemos estar aquí-ella tomó a los gatitos en la caja rápidamente y también la botella-Debemos ocultarnos.
Me asustó su forma de decirlo, asi que la ayudé para que fuéramos más rápido. Lis también estaba nerviosa y nos señalaba varios árboles para que nos ocultaramos, mientras corriamos por el bosque. Para nuestra suerte, hallamos un árbol gigantesco con un hueco adentro. Aprovechamos a meternos allí. Nuestras respiraciones eran agitadas, pero al sentirlos cada vez más cerca, nos obligabamos a ser silenciosas.
-Tengo miedo-susurró Muriel sosteniendo a uno de los gatos entre sus brazos.
-Mantenlo en silencio.
Lamentablemente, para nuestra mala suerte, los soldados montaron campamento a sólo unos metros de nosotras. Debíamos esperar a que se distrajeran para salir del árbol y volver al pueblo. Era difícil guardar silencio, ya que los gatitos maullaban cuando tenían hambre. A medida que pasaba el tiempo, las horas, la leche se agotaba.
-Esperaremos hasta que se recuesten para dormir-les susurre a las niñas-Saldremos juntas en esa dirección.
La tarde se acercaba y estaba nerviosa. Temía que nos encontraran. Aunque también me preguntaba si Ben estaría ahí, pero luego supe que no, porque no escuché ni su voz, ni su risa, en todo el tiempo que pasamos. Sus voces eran desconocidas.
Cuando hubo caído el sol, me asomé un poco al exterior y los vi recostados en el suelo, bebiendo alcohol y cantando canciones de engaño y pasión. Estaban borrachos, y por suerte, más tontos. Así que les hice un gesto a las niñas y rápidamente se acercaron con la caja en mano, listas para correr.
-Tomen mi mano, y caminen lo más suave posible, eviten pisar las hojas secas.
Minutos después, tomé a las mascotas y a Lis con la otra mano, que a la vez guiaba a su hermana más pequeña. Nos moviamos rápidamente por la oscuridad, casi como una sombra. No nos importaba siquiera chocar con un grupo de insectos voladores y telarañas que flotaban en el aire. Sólo queríamos llegar a un lugar seguro.
En el medio de aquella huida, Lis comenzó a llorar. Me detuve, sin saber porque reaccionaba así. Muriel la abrazó y al parecer, entendió porque estaba así.
-Uno de ellos nos pagó para que mintieramos. Nos ofreció una bolsa con monedas, diciéndonos que teníamos que llevarte al bosque. Nos mostró esa caja con los gatitos y lo hicimos. Pero después nos asustamos y no quisimos, porque eras buena. Él nos dijo que odiabas el pueblo y querías destruirlo-la niña pequeña también comenzó a llorar-Perdona si te hemos hecho pasar por esto, Isabella.
Las tres parecíamos tontas llorando abrazadas en medio de ese bosque nocturno. No les dije nada y seguimos el viaje juntas hasta llegar a mi casa, donde tomamos jugo de naranja y comimos algunas galletas que Ben había traído. Este último, se había asustado mucho al no verme durante todo el día...
...
Holís! Se que esto no es una maratón :( Pero no creo que pueda hacerla...sino me tardaría mucho u.u Y no quiero que pierdan el hilo :( Si algún día me surge mucha inspiración voy a hacerla n.n
Ahora...respecto al capítulo...¡Menos mal que no hicieron lo que les dijo ese desgraciado! Que miedo :(
Gracias por leer♥
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