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Capítulo 11 "Malas casualidades"

—No me trates como si fuera un niño malcriado —murmuró Ben viendo el piso—. Soy un soldado respetable y maduro.

Claro, eso no tendría que explicarmelo si no acabara de hacer una escena afuera, con el pobre del chico panadero, y luego estuviera quejándose de brazos cruzados. ¿Quién dijo que por ser soldado iba a ser maduro? Que los músculos no engañen.

—Ben, ¿por qué te pusiste histérico con el inocente Mycol —cuestioné.

—Bueno porque... no lo conocía. Además, podía ser peligroso.

—¿En serio? Vamos Ben, no seas mentiroso. Es obvio que el pobre era más bueno que una lechuga. Tú mismo me diste el permiso de hacer amigos y ¡mírate ahora! Estas enojado porque conocí a un chico. No puedo quedarme encerrada en esta cabaña el resto de los días.

—¡Bien! Pero te aviso que esto es algo muy parecido al "secuestro". No buscamos tu comodidad.

—¡Dijiste que deseabas hacerme sentir cómoda!

—¡Vete al demonio, Isabella! —Y allí estábamos de nuevo.

—¡Tú vete al demonio!

Ben se fue azotando la puerta nuevamente. Como hacía cada vez que nos peleabamos. Esa noche, me límite a dormir e intentar no pensar. Estúpido soldado... Estúpida su inmadurez. Estúpidas nuestras peleas.

...

Escuché la puerta por la mañana temprano. No le abrí, aun seguía molesta, además, la culpa era de él. Yo no había huido ni nada, simplemente estaba hablando con Mycol. Así que, me quedé detrás de la puerta.

—¿Isa? ¿Isabella? ¿Estas despierta? ¿Puedo pasar? —preguntó con voz suave. Seguramente tendría la mirada fija en el suelo.

No respondí, y volvió a tocar.

—Lo que dije ayer no fue en serio. —Eso casi lo murmuró.

—No necesito desayunar contigo, comeré sola. Luego iré al trabajo.

Se hizo un silencio, pero después de unos minutos volvió a hablar. Parecía un perrito que volvía con el rabo entre las patas, por haber cometido alguna travesura.

-Por favor...

Me hice rogar por un instante largo y luego abrí, lentamente. Lo vi con una bandeja de pequeños pastelitos. Lo miré con el ceño fruncido. No veía de esos hace mucho tiempo, tal vez, desde que estuve en palacio. Casi que se me hizo agua a la boca verlos, pero resistí la tentación de mostrarme emocionada.

—¿Qué quieres? —pregunté con rostro inmutable. Debo admitir que eso costó mucho, porque se veía tierno en la puerta con la bandeja, y su rostro de arrepentimiento.

—Lo siento. Nunca quise decirte esas cosas. Es sólo que se supone debo vigilarte, y estuve preocupado... —Su piel adquirió cierto tono rojizo.

—Está bien, no importa. —Hice el movimiento de querer cerrar la puerta nuevamente, pero el negó.

—Odio romper una rutina recién establecida. —Casi sonrió cuando vio que lograba mantenerme allí—. Y son muchos pastelillos para mi solo. ¿Puedo entrar?

Maldije por dentro a su adorable manera de convencerme y, pocos minutos después, a mí, por dejarlo entrar. Ben dejó los pasteles en la mesa y se quedó observandome. La verdad es que siempre me había intimidado su mirada, solo que sabía disimularlo.

Rodé los ojos.

—¿Qué tanto me ves?

—Estuve meditando lo que pasó ayer y la verdad es que no me cierra del todo. ¿Por qué querrías ser amiga del tal Mycol? Ni que fuera tan interesante o pudiera traerte beneficios. Así que supuse que... ¿te parece atractivo? Aunque te imaginaba con mejores gustos, no sé, tal vez por ser una princesa. Despues de todo... Es sólo un panadero.

Escéptica a lo que acababa de escuchar del rudo soldado que él solía ser, tomé uno de los pastelitos con crema rosa y lo mordí, sin que me importara mucho quedar con la boca manchada. Seguí comiendolo hasta que terminé y él enarcó una ceja al ver con que rapidez bebía la leche.

—¿Rico?

—Delicioso —respondí limpiando con mi manga los restos de comida. Luego dejé el vaso y suspiré—. Mycol es la persona más agradable y culta que conocí en este horrible pueblo. Y no necesariamente porque hablara y pasara tiempo con él, quiere decir que me guste o algo por el estilo. Las mujeres solemos buscar más que estúpidos amores de verano con besos apasionados. —Le sonreí mirándolo de arriba hacia abajo.

Se sintió la presión y tensión en el aire. Ninguno de los dos habló hasta que la puerta emitió dos golpes. Nada fuertes, ni nada suaves. Exactamente perfectos. Los dos volteamos automáticamente y nos abalanzamos hacia ella.

—Es mi puerta —murmuré hablándole a sólo unos centímetros del rostro.

—Yo soy el que te la dio —dijo Ben acercándose más.

Esos segundos, o más bien centésimas que continuaron después, fueron los más confusos de todos los pasados allí. Me pregunté el porque miré sus labios, y el porque miró los míos. Dudé y creí sus intenciones de besarme. Pero todo se desvaneció cuando volvieron a tocar la puerta y empujé al soldado con mi cadera. Apartarlo fue increíblemente fácil, de hecho, ni refunfuñeo.

—Hola. —Era Mycol—. Mamá preguntó si querías venir a almorzar con nosotros. Tal vez tenías el día libre. Le dije que eso era ridículo, pero insistió.

No pude responder a tiempo porque Ben apareció por detrás y dijo:—No, tienes que trabajar hoy.

Voltee hacia él y achiné mis ojos con molestia. ¿Desde cuándo le interesaba tanto que trabajara?  Estaba comportándose como un malcriado.

—Está bien, muchas gracias, iré para tu casa a la hora del descanso. —Y en ese momento le di mi mejor sonrisa, intentando que Ben la viera.

Cuando Mycol se hubo ido, tomé mi caperuza y salí de la casa dando zancadas. Me dirigía al campo de los manzanos para recolectar, así Ben no podría molestarme. Sentí sus pasos tras de mí. Intentaba seguirme el paso.

—¿Y ahora qué te pasa? —Gritaba histérico unos metros atrás—. ¿Qué hice mal?

Seguí moviendome sin prestarle atención, esperando a que se marchara. Era el ser más in-entendible del planeta, al menos del mío. Nada lo conformaba.

—¡Deja de caminar tan rápido! —Se quejaba.

¿Qué tenía en las botas que le impedía caminar rápido? Yo podía hacer lo que quería en mi trabajo, y no tenía porque seguirme, además, tampoco quería aguantarlo durante toda la jornada.

Seguimos así durante un buen trecho, hasta que, cuando estaba a punto de llegar, un soldado que guardaba solamente para mis pesadillas, se dejó ver unos cuantos pasos adelante. Estaba masticando una manzana. Se paseaba como si fuera el rey del lugar. Al verme sonrió.

—Hey. —Movió su mano a modo de saludo mientras se acercaba.

Por mi mente no pasó otra cosa más que alejarme de él lentamente, dando pasos hacia atrás. Terminé chocando con Ben, que aún seguía persiguiendome.

—¿Qué te pasa, loca? —habló al ver que lo había chocado.

Siguió acercándose hasta nosotros con paso despreocupado. Tiró el centro de la manzana y extendió su mano a el chico que tenía su brazo en mi hombro.

—Primo querido.

Me quedé sin palabras al ver como se saludaban. ¿Por qué tenían que ser familiares?

—Tú debes ser Isabella. —Se había dirigido a mi, fingiendo que no me conocía.

Era despreciable. Un monstruo.

...

Se armó la guerra D:

Perdonen el retraso :c Ando toda loca por los preparativos de la fiesta y eso :( Me estuvo costando actualizar u.u prometo no dejarlas hasta terminada la novela :3 Gracias por todo♥ Besitos y hasta el próximo capítulo.

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