Capitulo 21.
«Corazón roto» PARTE I
La habitación tenía una iluminación tenue, la cera de las velas se derretía cada vez más mientras daba lectura a la carta arrastrando su cuerpo al borde de la cama. Sus ojos seguían las letras escritas en el papel perfumado, grabando cada palabra causando una creciente pesadez en el pecho a medida que continuaba leyendo. A pesar de esas emociones continuó sin importar el dolor o la creciente angustia que sentía. Su respiración se tornó más pesada arrugando con los dedos la carta hasta terminar de leer, contuvo el aire por algunos segundos bajando la cabeza, cerró los ojos y jadeó temblorosamente. Releyó para asegurarse de que nada de esto era un sueño y que todo era tan real como el dolor tan profundo que sentía.
El impacto que le produjo leer lo dejó casi desestabilizado emocionalmente. Finalmente se había dado cuenta que tenía más que solo una vaga inclinación por Lady Elise, no lo notó antes y gracias a esta carta que acabó por romperlo, entendió el malestar que martillaba hasta lo más profundo de su corazón.
Arrugó la carta con ambas manos acercándola a su pecho con fuerza manteniendo los ojos cerrados siendo capaz de escuchar los latidos de su corazón retumbar en los oídos. Le hervía la sangre, no sabía cómo saciar esta necesidad por ella que crecía como un volcán en erupción. Siempre creyó que se conocía a la perfección como la palma de su mano y que podía dominarse, felicitándose así mismo por conservar su autocontrol en situaciones de tensión, pero ella lo desmoronó totalmente desenterrando hasta las profundidades de su alma para quedarse ahí. Y ahora, le causaba un gran dolor tenerla bien metida en la profundidad de sus entrañas reprochando no haberse dado cuenta antes de lo que le pasaba, permitiendo que la doncella se adueñara totalmente de su herido corazón posiblemente para siempre.
Algunas lágrimas brotaron de sus ojos resbalando por las mejillas, tratando de apaciguar la angustia que envolvía su espíritu herido. Por años buscó el amor sin darse cuenta de que lo hacía. La vida que tuvo como samurái endureció su espíritu cambiándolo hasta convertirlo en un hombre frío, solitario y reacio.
Jamás se dio cuenta que inconscientemente anhelaba amor. Pensó encontrar a lo que se aferraba con desesperación en Yoshino, pero eso era solo una falsa sensación lejos de ser un sentimiento real y fuerte capaz de afrontar las dificultades del mundo.
La valentía de aquella chica al enfrentarlo confiada y segura de sí, lo dejó fascinado al encontrar a una mujer que no era hechicera con las agallas de encararlo. Quizá el fuerte castigo era necesario para disminuir su arrogancia hacia los nobles humanos comunes que intentaron domarlo a la fuerza. Actuaba reacio al contacto humano debido a los malos tratos que recibió en su condición de esclavo alimentando su odio hacia toda la especie.
Después de caer inconsciente, su mente vagó por la oscuridad infinita que lo acompañó por tanto tiempo como una vieja amiga. Todo era frío y sólido, no existía ni una pizca de calor que abrigara su endurecido corazón, hasta que unos dedos cálidos tocaron su rostro temiendo lastimarlo como si el simple roce de aquello delicados dedos le causara dolor. Y, al abrir los ojos encontró la primera mirada compasiva hacia él sintiendo la humedad del paño en la piel limpiando su sangre mostrando misericordia a un hombre que a los ojos de los nobles humanos normales no merecía ni la menor de las bajezas.
Sinceramente le sorprendió mucho que alguien de su posición tuviera ese interés por él después de flagelarlo hasta que perdiera el conocimiento. La calidez de la yema de sus dedos fueron las primeras pinceladas de afecto con las que su corazón se aferró con fuerza. Mayormente la gente de clase alta ni se molestaba en mirarlo actuando totalmente indiferentes a un hombre como Katsumoto. Esta, sin duda, fue la primera vez que alguien lo miró con una mirada mezclada de arrepentimiento y compasión.
¿Cuándo fue la última vez que alguien lo miró de esa forma?
Silencio.
Un leve gemido escapó de su garganta al darse cuenta de que ella trataba de curar sus heridas, la misma mujer que lo castigó severamente hasta dejarlo en muy mal estado. Debería guardarle rencor, pero fueron uno de sus latigazos que la sintió titubear y ese desliz de un "Lo siento". Por primera vez se sintió intrigado frente a una mujer que se disculpaba con él sin pensar que el solo pensar en ello sería un escándalo. Una mujer que no era capaz de hacer magia. Pensó que quizá era producto de su imaginación o que las alucinaciones nublaron por fin su mente hasta hacerlo delirar y escuchar cosas que nunca fueron dichas, hasta que el golpe del látigo cayendo al suelo confirmó que nada era producto de su imaginación y que todo era cierto, tan cierto como su existencia misma y la de Elise Vallezoren, la primera mujer "normal" y valiente o la más estúpida que reunió el coraje para azotarlo.
Ni quiera se dio cuenta en qué momento sentía por ella más que solo interés y ahora, por culpa de esta carta las murallas que levantó protegiéndose de la debilidad de los sentimientos que lo hicieran más humano, fueron derribándose uno a uno empezando a reír amargamente.
Dejó a un lado la carta dejando caer su espalda contra la cama cubriendo los ojos con el antebrazo. Los gemidos escaparon cada vez más seguido inhalando por la boca tratando de conseguir algo de aire siendo incapaz de respirar con normalidad.
El papel tenía algunas gotas de sus lágrimas emborronando parte de las oraciones que decían así:
«Guardo las esperanzas de que con esta carta quede bien diferenciado el nivel de clase social entre los dos, y que no albergue esperanzas que jamás serán cumplidas».
«Tengo razones para mirarlo más que como un aliado».
«Lamentablemente la inferioridad de su cuna, su falta de educación y lo más importante; su rango de esclavo son impedimentos suficientes para mantenernos a raya».
«Me retracto de los sentimientos que mencioné sentir por usted en el pasado».
«Puede que lo trate con amabilidad, pero le confieso que hago un enorme esfuerzo para no sentir asco».
«No es digno de cortejarme y absténgase de hacerlo».
Llevó su mano libre al pecho sintiendo que la presión crecía. La sensación de dagas apuñalarle el corazón se hicieron cada vez más intensas que no soportó la falta de aire. Tenía que respirar un poco, así que se levantó de la cama, limpió su rostro un pañuelo, el que ella usó para limpiar sus heridas arrojándolo lejos perdiéndose entre sus cosas y salió casi cerrando la puerta de golpe.
En cualquier caso, no esperaba ser visto más que como un intruso en aquella mansión. La única persona que se interesó por él demostró ser igual de falsa y traidora.
Por lo tanto, optaría en mostrar su faceta más cruda enviándole un mensaje de que se daba por bien enterado de la opinión que tenía de él y que no le interesaba en lo más mínimo una joven tan estirada como ella.
De este modo, la brecha entre los dos creció después de acercarse tanto esta noche por culpa de la carta que tenía el nombre de Elise.
Por otro lado, la dama consiguió escapar de las calurosas despedidas de todos los invitados con la secreta esperanza de encontrar a su guardaespaldas. Miró a uno de los sirvientes entrar a la parte de la mansión donde se ubicaban los dormitorios de la servidumbre y esclavos. Como la última vez cubrió su cuerpo con una capa para pasar desapercibida. Además, no era bien visto que una dama bien educada visitara la habitación de un hombre faltando al decoro. Incumplía las reglas de la etiqueta de la época arriesgándose a que surjan rumores de las razones que tendría para visitarlo. Aun así, se aventuró a entrar aquella parte de la mansión prohibido por sus padres.
La humedad y la poca luz lo hacían ver tenebroso para cualquiera que entrara, pero el temor era lo menos que sentía en esos momentos. Tuvo cuidado de no mojar sus zapatos levantando ligeramente la falda tratando de no ensuciar el hermoso vestido. Para su buena suerte, el aceite en las antorchas mantenía vivo el fuego permitiendo avanzar hasta que se detuvo en seco a causa de una voz femenina. Se ocultó apegando la espalda a la pared, no tenía la intención de escuchar aquella conversación, pero la habitación de Katsumoto estaba en esa dirección obligándola a oír pláticas ajenas.
—Olvida todos esos planes, estamos solos —reconoció al instante esa voz. Levantó su barbilla con el corazón acelerado y arqueó el cuello asomando la cabeza lentamente.
—¿Qué quieres decir...? —el susurro de una voz femenina hizo eco en el pasillo.
—Shh... ¡Baja la voz! —sus ojos buscaron al dueño de esa frase descubriendo a Katsumoto junto a Yoshino aparentemente discutiendo en medio del largo pasillo—. Lo que digo es que debemos escapar por nuestra cuenta propia.
— ¿Y Elise? —el samurái apartó la mirada resoplando.
—Olvídate de ella. Nunca debí confiar en su palabra —su voz salió ronca sonando también dolorosa. Esa sensación también la sintió la joven y giró su cuerpo para ver mejor colocando las palmas de las manos contra los ladrillos húmedos sintiendo el frío recorrer su cuerpo. Entrecerró los ojos sin entender la razón por la que su guarda espaldas actúe de esa forma.
—¿Qué haremos entonces? —la preocupación de Yoshino se reflejaba en la voz e iba en aumento buscando la mirada de su prometido.
—Hay que irnos. —Katsumoto mantuvo la mirada apartada sonando igual de ronco con la mirada perdida. Arrastró la vista de regreso a Yoshino quien temblaba por el miedo. Entonces levantó las manos acunando su rostro con delicadeza para luego acercar su rostro a ella hasta juntar sus bocas deslizando sus labios en un beso lento, cerrando inmediatamente los ojos.
Yoshino respondió igual aceptando todo de él.
En cuanto a Elise, esa imagen le perforó el alma. Su mirada temblaba, una sensación pesada se apoderó de su estómago abriendo los ojos de par en par sin poder creer lo que presenciaba. Sus labios se entre abrieron levemente dejando escapar casi un susurro suspiro cambiando su rostro imprimiéndole dolor y traición.
«¿Cómo pudo hacerlo?», se preguntó con el corazón hecho añicos.
.
.
.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro